Argentinos en órbita

El triunfo tecnológico de esta semana es la culminación de un cambio enorme en las prioridades del sector. El insólito negocio de Nahuel 2, las demoras para lanzar el segundo satélite y la intervención de Néstor Kirchner para crear uno íntegramente argentino.

Para poder poner un satélite en el espacio, los países del mundo se reparten las órbitas. Es decir, hay un organismo especializado de las Naciones Unidas, llamado Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), que distribuye las “cajas espaciales”. La Argentina tiene asignadas dos 1). Una está a 72 grados de longitud Oeste. La otra, corresponde a 81 grados Oeste. Ambas posiciones orbitales se miden con respecto al meridiano de Greenwich. El Arsat-1, lanzado el jueves, ocupará la de 72 grados. ¿Por qué ser tan específico con estos datos? Sígame por acá y verá.

Proyecto Nacional de Desarrollo Inclusivo. Su Estilo Tecnológico

El Proyecto Nacional de Desarrollo Inclusivo, actualmente en desarrollo, privilegia un crecimiento del país que tracciona la educación, la generación de puestos de trabajo de calidad creciente, la integración del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación al sector productivo; a su vez, esta inclusión social desarrolla un poderoso mercado interno que tracciona del desarrollo.

No cualquier Estilo Tecnológico es compatible con este Proyecto Nacional: hemos discutido la necesidad de basar nuestro desarrollo en la generación local de tecnología y en la necesidad de que el Estado Nacional cumpla un rol central con un importante desarrollo del Estado Empresario.

El big bang de la ciencia argentina

El conductor de Científicos Industria Argentina y Alterados por Pi hace un repaso de los logros del país en el área y propone a los candidatos debatir el futuro del sector en base a programas y políticas de Estado.

El jueves 16 de octubre, cuando una nueva edición de esta revista esté imprimiéndose en el taller gráfico, el satélite Arsat-1 –el primero geoestacionario construido integralmente en la Argentina– partirá hacia el espacio desde la Guayana francesa. Y apenas dos días después, el sábado 18, el programa Científicos Industria Argentina que conduce Adrián Paenza por la tevé pública, estará dedicado a ese acontecimiento.

El resultado del talento de nuestros científicos

Estamos en el cielo, pero no es un milagro. Que la Argentina sea el primer país latinoamericano en construir sus propios satélites de telecomunicaciones es el resultado del talento de sus científicos y tecnólogos, la persistencia en el esfuerzo a través de décadas y recurrentes disrupciones, y las políticas públicas que pusieron la autonomía tecnológica como condición del ejercicio pleno de la soberanía.

No estamos en el espacio por casualidad. Detrás del ArSat 1 y de los otros dos que le seguirán hay una empresa estatal creada en 2006, una miríada de grupos de investigación y desarrollo, y también Investigación Aplicada SE (Invap), una empresa mixta que resulta un desprendimiento de la política nuclear iniciada en la década del cincuenta y que atravesó los desindustrializantes noventa consolidándose para reemerger con la venta de un reactor de investigación a Australia en 2000.

No es un sueño tardío: la Argentina comenzó a lanzar cohetes a fines de los sesenta, puso en marcha el misil Cóndor después de la Guerra de Malvinas, organizó la Comisión Nacional de Actividades Espaciales en los noventa. Algunas líneas de continuidad se interrumpieron, pero no se perdió la decisión.

Se critica que hay componentes importados, ocultando que las cadenas de valor tecnológicas son hoy globales. Los entendidos saben, sin embargo, que el valor está en el diseño, que es totalmente nacional.

La Argentina salió a reclamar los puntos orbitales que le correspondían y que corrían riesgo de perderse por una mala herencia de los noventa. ArSat 1 ocupará la posición de 72° de longitud oeste sobre el ecuador y atenderá todo el territorio nacional, incluidas las islas Malvinas y la Antártida. ArSat 2, la posición 81, y cubrirá gran parte de América del Sur y del Norte.

¿Por qué son apenas ocho los países que pueden construir este tipo de satélites? Se trata de una tecnología muy exigente: los satélites geoestacionarios -es decir, que se mueven sincronizadamente con la Tierra, ocupando un punto fijo en el cielo- están ubicados a 36.000 kilómetros de distancia, fuera de la protección de la atmósfera y del campo magnético terrestre. Están a la intemperie espacial, sometidos a fuertes radiaciones. Y para llegar tan alto, tienen que soportar las tremendas vibraciones del despegue.

Hay muchos aspectos para destacar de este "no milagro". Cerremos con apenas una. La sala de pruebas que imita las condiciones de despegue y vida en el espacio exterior se construyó en Bariloche, y quedará a disposición para futuros emprendimientos. Y está abierta, con visitas guiadas para distintas edades, para todo el que la quiera conocer. Porque el conocimiento debe compartirse.

La autora es investigadora del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia José Babini de la Unsam.

Se conocieron los ganadores de los Premios Houssay, Houssay Trayectoria y Jorge Sabato 2013

El Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación seleccionó a los ganadores de la edición 2013 de los Premios Houssay, dedicados a investigadores menores de 45 años; Houssay Trayectoria, destinados a mayores de 45 años; y Jorge Sabato, entre aquellos que se destacaron en transferencias y desarrollos tecnológicos. Las distinciones reconocen el trabajo de nueve investigadores que desarrollaron la mayor parte de su labor científica en el país, en tanto el Premio Jorge Sabato, premia también la contribución al desarrollo del sector económico-productivo.

“La sociedad puede y debe demandar soluciones”

Acaba de publicar Biotecnología en todos lados, una actualización de los avances y cambios de la disciplina que atraviesa la vida cotidiana. De las semillas transgénicas a los medicamentos recombinantes.

Células madre, clonación, semillas transgénicas, términos que en los últimos años se han vuelto casi cotidianos en noticias y conversaciones, pintan un mundo habitado por aspectos biológicos y de características mágicas para la mayoría de la población. Sin embargo, nada hay de magia en los procesos que combinan tecnología y biología, dos disciplinas que se unieron –y sumaron la informática– para avanzar a pasos agigantados en la búsqueda de soluciones a diversos problemas, desde el cuidado de la salud o el medio ambiente hasta la producción de alimentos. “La biotecnología está en todos lados –afirma Alberto Díaz, químico y ex director del Centro de Biotecnología Industrial del Instituto Nacional de Tecnología Industrial–. En jabones, detergentes, prendas de vestir, medicamentos, alimentos, materiales, semillas, etcétera.

Reafirmar la primacía de la persona

Ante los grandes dilemas que plantean los avances de las biociencias y las biotecnologías, le corresponde a la bioética buscar respuestas éticas inéditas con una actitud que concilie la apertura hacia esos nuevos conocimientos y poderes con la vigilancia y la responsabilidad, a fin de preservar en toda circunstancia los valores del humanismo.

En la órbita del desarrollo nacional

Desde finales de los años cincuenta, cuando la disputa por el poder mundial que se dirimía en el marco del conflicto Este-Oeste los erigió como símbolo de poder militar y tecnológico, los satélites artificiales han dado que hablar, tanto en la guerra como en la paz. Partícipes más que necesarios en asuntos geopolíticos y científicos y herramientas indispensables de las comunicaciones modernas, su fabricación es un proceso complejo que requiere años de especialización y esfuerzos políticos y económicos para concretarse.

En la actualidad, nuestro país pertenece al exclusivo club de naciones que poseen la capacidad humana y material para diseñar y construir satélites artificiales de distintos tipos y prestaciones. La Argentina había incursionado con éxito en la actividad aeroespacial desde mediados del siglo veinte. El esfuerzo de los científicos y técnicos, sumado a las políticas estatales activas que se aplicaron hasta mediados de los setenta, permitió lograr un proceso de aprendizaje tecnológico que dio lugar a un muy respetable desarrollo de cohetes y misiles.

Tecnologías de la Gran Guerra

El 28 de julio se han cumplido cien años del comienzo de la Primera Guerra Mundial, o la Gran Guerra, a secas, como se la denominó en aquel entonces. En sus cuatro años de duración hubo más de 9 millones de combatientes muertos, cerca de 20 millones de heridos, y un número no determinado de víctimas entre la población civil, pero que algunos historiadores cifran en 10 millones.

Riesgos de la inteligencia

Cuánto tiempo pasa hoy nuestro cerebro acoplado a otro artificial? ¿Cuántas horas estamos ante la PC, la tableta o el smartphone? La mayoría tenemos gran parte del día las neuronas conectadas a los chips. Como sentencia Marvin Minsky, no va a llegar el día en que nuestra inteligencia se fusione con otras artificiales, porque ya ha llegado. La incógnita es si al fundirse con los chips nuestras neuronas vivirán tanto como ellos, porque somos nuestros recuerdos.