El presente del trabajo

Joaquín Consiglio


Hablamos tanto del futuro que se nos pasó el presente. En el mundo del trabajo el presente llegó hace rato; la pandemia expone su crudeza y propone su reflexión.

Desde la formulación del fin del trabajo[1] en los noventa hasta hace unos meses, la divulgación de los estudios del trabajo se destinó muy frecuentemente al futuro del trabajo. En este concepto confluyen el extremo de la robotización o automatización de procesos productivos, la creciente digitalización y el trabajo de plataformas. Sin ir más lejos, la Organización Internacional del Trabajo dedicó su centenario el año pasado a la discusión sobre el futuro del trabajo[2]. Sin embargo la pandemia del COVID-19 limita nuestra visión futurista y expone las tendencias del presente.

La virtualidad forzosa del aislamiento social preventivo y obligatorio impacta en nuestra experiencia de trabajo. Mientras que algunxs trasladamos el trabajo de oficina a improvisadas oficinas domésticas, muchxs pierden oportunidades de ingresos por las restricciones en el espacio público y otros empleos son definidos como nuevos servicios esenciales para la comunidad.

La masividad del teletrabajo impacta en la experiencia de forma distinta según las tareas y los hogares. El atraso tecnológico de lxs empleadorxs perjudica a trabajadorxs que son exigidxs para mantener el ritmo de trabajo como en tiempos de “normalidad”. Lxs empresarixs pueden ver con buenos ojos un sistema en el cual se mantiene la exigencia y se reducen costos extra laborales (por ejemplo, la energía eléctrica, cuyo precio creció exponencialmente en los últimos cuatro años).

“¿Quién es responsable de las
condiciones de trabajo cuando
el trabajo se desarrolla en el hogar?

Desde el punto de vista de los hogares, no es lo mismo aquel que comparte recursos tecnológicos como puede ser una computadora de uso familiar que un hogar con multiplicidad de dispositivos. Tampoco es lo mismo disponer de un ambiente específicamente de trabajo que aquellos hogares con menos ambientes que habitantes, donde además suceden todas las actividades de la vida. Las desigualdades se potencian aun más en la distribución por género de las tareas de cuidado hacia el interior de cada casa.

No es menos cierto que el teletrabajo también reporta ciertas comodidades para algunxs trabajadorxs. Quien se tomaba un subte atestado de gente, siempre “con demora”, es probable que agradezca(mos) no tener que soportar esa violencia matutina. La posibilidad de almorzar una comida casera es otra ventaja. No obstante, la confusión entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio y entre espacio de trabajo y espacio doméstico genera un clima propenso para que la responsabilidad de las tareas sea más propia de cada trabajadorx que del jefx o supervisorx que pide resultados. ¿Quién es responsable de las condiciones de trabajo cuando el trabajo se desarrolla en el hogar?

La pregunta sobre la responsabilidad está en sintonía con otras experiencias de trabajo. Lxs profesionales autónomxs, lxs “emprendedorxs”, lxs trabajadorxs de la cultura, lxs vendedorxs ambulantes y las personas con ocupaciones intermitentes (trabajos de poca duración) son algunas de las actividades que se ven resentidas por el aislamiento y pierden oportunidades de ingresos. En el caso de los dos primeros colectivos podría afirmarse que el riesgo es a cuenta propia: a veces se gana, a veces se pierde y es su responsabilidad prever situaciones contingentes. Para lxs más débiles, el estado se hace presente con el ingreso familiar de emergencia, que se toma como referencia de apuesta política a un ingreso universal, aunque de fondo persiste la imposibilidad de subsistencia en actividades precarias que no cuentan con protección social más allá de la situación actual totalmente crítica.

El uso de las comillas en “emprendedorxs” hace referencia a la subjetividad de la clase media emprendedora por fuera de los enclaves productivos y comerciales de la economía popular. Entre estos dos universos de actividades relativamente autónomas hay una brecha de acceso a los recursos digitales para potenciar la actividad en situaciones extremas como la actual. La dependencia tecnológica parece perfilarse como uno de los grandes fundamentos de la concentración económica, aún en las iniciativas cooperativas de trabajo.

Por último en este recorrido del presente del trabajo está la novedosa actividad esencial en tiempos de aislamiento social: el delivery. Con publicidad oficial para potenciar el reparto a domicilio y su inclusión como excepción en el DNU que restringe la actividad económica, se fortalece la opción de acceso al trabajo a través de las plataformas digitales de servicios basadas en la tracción a sangre. La pandemia llega en el momento en que se debatía una iniciativa gubernamental para la protección de los derechos de lxs trabajadorxs de plataformas, quienes hoy son gobernadxs por la ley del algoritmo de la aplicación que les da empleo.

“Es el sueño del capital de ignorar
su relación con lxs trabajadorxs y
pagar lo justo por el trabajo realizado
en una conexión inmediata de la
demanda en el mercado y la oferta del
servicio. Capital sin riesgo, trabajo arriesgado.”

Las plataformas condensan todo un paradigma neoliberal sobre el trabajo: la ficción de ser tu propio jefx o ser empresarix de sí, ahora también “héroes”.[3] Esto quiere decir que la empresa ya no se hace cargo ni de los “medios de producción”: el medio de transporte, las medidas de seguridad y hasta la mochila conservadora corren por cuenta de quien se suma a la app. Es el sueño del capital de ignorar su relación con lxs trabajadorxs y pagar lo justo por el trabajo realizado en una conexión inmediata de la demanda en el mercado y la oferta del servicio. Capital sin riesgo, trabajo arriesgado.

En la reflexión sobre el presente se advierte como constante la precarización del trabajo y el deseo empresario de ausentarse en la responsabilidad de las relaciones laborales de producción y pagar exclusivamente el tiempo trabajado. Estas tendencias que expone la situación excepcional de pandemia son también ejes de resistencia. Quizás el mayor desafío es adaptar las dinámicas de la organización colectiva a ámbitos que aparecen cada vez más desfavorables para lxs trabajadorxs en un contexto de aislamiento que individualiza aún más. Por otra parte, el rol del estado vuelve al primer plano como el instrumento para organizar la comunidad en la que queremos vivir y en Argentina tenemos a favor un gobierno atento a la organización colectiva, a las demandas populares y a la búsqueda de un mundo más justo.

“Quizás el mayor desafío es adaptar
las dinámicas de la organización
colectiva a ámbitos que aparecen
cada vez más desfavorables para lxs
trabajadorxs en un contexto de
aislamiento que individualiza aún más.”


[1] En 1995 Jeremy Rifkin publica el libro El fin del trabajo como respuesta al creciente desempleo a nivel global.

[2] El lema de la Conferencia de la OIT del centenario 1919-2019 fue “construir un futuro de trabajo decente”.

[3] La app Rappi sacó una publicidad en la que se refiere a sus trabajadores como “RappiHéroes” mientras niega las medidas de protección para el trabajo en el contexto de circulación comunitaria del COVID-19.

 

Sintesis Revista - 21 de abril de 2020

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