Después del OXI: cuando los fuertes ya no son capaces de hacer cuanto pueden y los débiles ya no quieren sufrir cuanto deben

La noche del pasado domingo entramos en una nueva época histórica en toda Europa. Y el viento sopla ahora de empopada: los fuertes ya no son capaces de hacer cuanto pueden y los débiles no están ya dispuestos a sufrir cuanto deben. El ejercicio de intromisión en la soberanía nacional griega que han llevado a cabo a plena luz los Juncker, Merkel, Schaüble, Dijsselbloem, Lagarde y Rajoy, y en la penumbra, Renzi y Draghi, tiene sin duda su precedente histórico –como casi todo en Europa— también en Grecia.

Desafíos para la democracia

En el día de ayer mientras se desarrollaban comicios en distintos distritos de nuestro país, en Grecia, cuna de la democracia, la ciudadanía se pronunciaba por el NO a las políticas de ajuste que buscan imponer el FMI y los bancos europeos a ese país como precio para sostenerse dentro de la zona del euro.

La Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios (APYME) celebra la decisión mayoritaria del pueblo griego, que pone de manifiesto la dignidad de una nación que se resiste a condicionar su futuro bajo el peso de una deuda impagable.

Respecto de la situación de Grecia se han señalado las similitudes con lo ocurrido en la Argentina, donde hemos vivido la voracidad de los grupos concentrados, el capital financiero y las recetas de los organismos internacionales, que nos llevaron a la crisis de 2001 y 2002.

Grecia y el cambio de época

Los “expertos” no contemplaron la variable “pueblo” en sus modelos econométricos. Todo estaba bajo control hasta que la mayoría ciudadana griega respaldó una propuesta política diferente a la de la troika. La democracia tiene este tipo de caprichos: depende de la voluntad de su pueblo. La economía sin política corre siempre el riesgo de descuidar esta particularidad creyendo que todo gira en torno de dogmas incuestionables, sin cabida para el referéndum. Y resulta que no. Resulta que a un país de la periferia europea, Grecia, se le ha ocurrido la trasnochada idea de consultar a su ciudadanía por qué camino seguir: 1) continuar con lo realizado por parte de los gobiernos anteriores o 2) intentar otra forma de hacer las cosas, aunque éstas no sean ni mucho menos fáciles dado que se arrastra una deuda elevadísima (social y financiera) y con múltiples ataduras en el seno de la propia UE.

La Hércules

El primer ministro griego, Alexis Tsipras, tiene su mayor respaldo en los menores de 35 años. Ayer votó No al ajustazo el 67 por ciento de los griegos de entre 18 y 34. Una diferencia de alrededor de seis puntos en relación con el ya de por sí sólido apoyo al gobierno de Syriza, que obtuvo un 61 por ciento promedio. Los números caen drásticamente a medida que la edad avanza. Votó No el 49 por ciento de la población que va de los 35 a los 55 años y el 37 por ciento de los mayores de 55.

Con estos resultados en la mano, Tsipras bien podría fundar ya mismo un movimiento juvenil. ¿La Edipo? Muy psi. ¿La Demócrito/Epicuro? A Carlos Marx le hubiera gustado. Escribió sobre ellos su tesis doctoral. ¿La Xipolitakis? Demasiado lío de cabinas, demasiado ruido de empresario con Porsche cerca suyo. Para sorpresas, mejor La Pandora. Y para sexo y amor, La Afrodita. ¿La Sócrates? Suena bien pero le falta acción. ¿Y La Hércules? Sería el nombre ideal para Tsipras. En 2012, cuando concedió una entrevista a Página/12, dijo que en la mitología griega se identificaba con Hércules. “Cuando los dioses lo castigaron, una de las tareas de Hércules fue limpiar la mierda”, contó el entonces jefe de la oposición griega. Y agregó: “Hércules pasó meses y meses sacándola. Terminó su obra. Entonces le encargaron otra tarea: debía cortar la cabeza de la hidra. El problema es que cuando cortaba una cabeza salían otras dos nuevas”. Para que no quedasen dudas de que analizaba política y poder, aclaró: “Eso pasa con el sistema financiero internacional. Tenemos que limpiar la mierda y enfrentar a la hidra. Por eso queremos construir una gran fuerza política: porque no será fácil”.

Tsipras, que el 28 de julio cumplirá 41 años, ganó en enero con el 36,3 por ciento. Aquélla fue una elección parlamentaria que lo llevó a la jefatura de gobierno y el de ayer un referéndum. Estrictamente no son elecciones del mismo género. Pero en términos de legitimidad revelan que Tsipras aplica siempre la misma lógica: apuesta fuerte y luego trata de cambiar las relaciones de fuerza para negociar en mejores condiciones. Porque no será fácil.

Hoy, cuando el pueblo se levante después de haber bailado Zorba el griego en la Plaza Syntagma de Atenas como anoche, la deuda seguirá representando el 160 por ciento del Producto Bruto y la desocupación juvenil continuará por encima del 50 por ciento. Pero la canciller alemana Angela Merkel tendrá que ver cómo sale de esta gran derrota, la más importante desde que ocupa el poder en los últimos diez años. El presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, deberá preocuparse por el efecto contagio hacia las próximas elecciones, con Podemos de estrella en ascenso. Y toda Europa discutirá una agenda distinta porque el referéndum transparentó como mínimo tres puntos.

El primero, que así como en la Argentina el gasto público se disparó en tiempos de Carlos Menem con la privatización de las jubilaciones –y no por inversión en planes sociales–, en Grecia el presupuesto hizo agua por la compra de submarinos, helicópteros y buques de guerra.

El segundo tema indica que Grecia será, como minimizan los conservadores, sólo el 2,5 por ciento del Producto Bruto europeo pero tiene una posición estratégica significativa. No sólo es parte de la Unión Europea y la zona euro, donde cualquier desprendimiento puede desatar un efecto dominó. También integra la Organización del Tratado del Atlántico Norte, alberga entre otras la base de Creta y un centro operativo de aviones de inteligencia en Aktion, al noroeste, y es un Estado al que Washington le presta atención sobre todo desde la crisis en Ucrania y la disputa con Rusia.

El tercer punto es que, sin una quita gigantesca, la deuda será impagable por más que el pueblo griego haga esfuerzos, destruya nuevos empleos y pulverice lo que resta del sistema de protección social, tres objetivos de la concepción buitre del sistema financiero que no gozan de afecto en Sudamérica y, como se ve, tampoco en Grecia.

¿De verdad puede Europa prescindir de Grecia? El cálculo fatalmente catastrófico

“Para Grecia, un Grexit representaría un gran shock a corto plazo, del que se recuperaría económicamente a largo plazo. Para nosotros, exactamente lo opuesto. A corto plazo, los costos son despreciables. A largo plazo, se aceleraría la decadencia de la UE. Impedir el Grexit debería ser la prioridad más destacada de la política alemana y europea. En interés propio.”

Quebrar a Grecia

Me he mantenido prudentemente callado en relación con Grecia: no quería gritar “¡Grexit”! en un teatro lleno a rebosar. Pero dadas las informaciones sobre las negociaciones en Bruselas, algo hay que decir: ¿qué se creen los acreedores, y en particular el FMI, que están haciendo?

Esta tendría que ser una negociación sobre objetivos de superávit primario y, luego, sobre una reducción de la deuda que eliminara la perspectiva de interminables crisis futuras.

La lección de democracia del “catalizador griego”

Con la decisión del gobierno y el Parlamento griego de convocar el próximo 5 de julio a un referendo para que los ciudadanos decidan si aprueban o rechazan el dictado de la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) –la Troika-, el gobierno de Syriza ha llevado la cuestión de la crisis de la deuda al lugar que le pertenece, o sea al nivel político de la decisión popular, para que el pueblo decida la crucial cuestión política de si la sociedad existe o no, de si el pueblo es soberano o no.

Grecia calificó como "absurda" la propuesta de sus acreedores

El primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, catalogó el viernes como "absurdas" un conjunto de propuestas de reformas hechas por los acreedores de su país que no puede aceptar y dijo que espera que recapaciten.

En un fuerte discurso al Parlamento griego, Tsipras dijo que una propuesta que hizo Atenas a principios de esta semana era la única base realista para un acuerdo con los deudores.

La austeridad es la única línea roja

Una falacia común impregna la cobertura por los medios de comunicación en todo el mundo de las negociaciones entre el gobierno griego y sus acreedores. La falacia, ejemplificada en un comentario reciente de Philip Stephens, del Financial Times, es que "Atenas no puede o no quiere - o ambos - implementar un programa de reforma económica". Una vez que esta falacia se presenta como un hecho, es natural que la información se centre en cómo nuestro gobierno esta, en palabras de Stephens, "despilfarrando la confianza y la buena voluntad de sus socios en la eurozona".

Pero la realidad de las conversaciones es muy diferente. Nuestro gobierno está dispuesto a poner en práctica una agenda que incluya todas las reformas económicas esenciales sugeridas por los think tanks económicos europeos. Además, somos los únicos capaces de mantener el apoyo de la opinión pública griega a un programa económico sólido.