Hay que derrocar a los especuladores. Los bancos públicos son una herramienta para la libertad

Chris Hedges
El dinero, como lamentaba Karl Marx, juega el papel más determinante en el curso de la historia. Una vez los especuladores han sido capaces de concentrar riqueza en sus manos, con el paso del tiempo, han castrado al gobierno, convertido a la prensa en perritos falderos y cortesanos, corrompido a los tribunales y vaciado las instituciones públicas, incluyendo las universidades, con objeto de justificar su pillaje y su codicia. Los especuladores de hoy en día han creado mecanismos financieros grotescos, desde la imposición de tasas de interés usurarias hasta la legalización de fraudes contables, para condenar así a las masas a formas atroces de servidumbre por deudas. Hurtan sumas de fondos públicos tan asombrosas como los 85.000 millones de dólares en valores y bonos respaldados por hipotecas, la mayoría de ellos tóxicos, que endosan cada mes a la Reserva Federal a cambio de dinero efectivo.

Además, cuando el sector público intenta financiar proyectos y empleos públicos, ellos acaparan miles de millones de dólares mediante tasas de interés que inflan salvajemente.

Los especuladores de los megabancos o empresas de inversión como Goldman Sachs no son, en sentido estricto, capitalistas. No ganan dinero a partir de los medios de producción. Antes bien, eluden o reescriben la ley —aparentemente sustituida para proteger a los más vulnerables de los poderosos— con objeto de robar a todo el mundo, incluyendo a los accionistas. Son verdaderos parásitos. Se nutren del cadáver del capitalismo industrial. No producen nada. No crean nada. Únicamente manipulan el dinero. La especulación en el siglo XVII era un crimen: los especuladores eran condenados a la horca.

Podemos recuperar el control de nuestra economía, y en última instancia nuestro sistema político, y arrebatarlo de las manos de los especuladores corporativos construyendo simplemente movimientos locales que descentralicen el poder económico mediante la creación de cientos de bancos de propiedad pública a nivel estatal, regional y local.

El establecimiento de este tipo de bancos, como el banco público estatal en Dakota del Norte, permite a las localidades invertir dinero en proyectos comunitarios en vez de regalárselo a los especuladores. Impide que los impuestos de propiedad y venta, junto con las nóminas para empleados públicos y fondos de pensiones, acaben en los bolsillos de especuladores como Jamie Dimon y Lloyd Blankfein. El dinero, en vez de engrosar las cuentas corrientes de unos pocos, se destina a financiar escuelas, reconstruir infraestructuras, mantener sistemas de transporte público y desarrollar un autoabastecimiento energético.

El Instituto de Banca Pública, fundado por Ellen Brown, autora de “Telaraña de Deuda: La Escandalosa Verdad sobre el Sistema Monetario y cómo podemos Liberarnos”, Marc Armstrong y otros activistas de base están intentando construir un sistema de bancos públicos. Estados como Vermont y Washington y ciudades como Filadelfia, Washington D.C., San Francisco y Reading en Pensilvania, han empezado a implantar iniciativas de banca pública. Los bancos públicos devuelven el poder económico y, por extensión, el poder político a los ciudadanos. Y puesto que son locales, son posibles. Estas y otras revoluciones de base, incluyendo la agricultura sostenible, serán las quemas de rastrojos que, si logran tener éxito, incendiarán las malezas del estado empresarial.

“El debate sobre un sistema de control monetario público o privado se ha mantenido vigente durante cientos de años”, dijo Armstrong, el director ejecutivo del Instituto de Banca Pública, cuando le llamé por teléfono. “La Revolución Americana tuvo todo que ver con quién ha controlado nuestro destino económico. La inyección de dinero es un baluarte de ese control. Dakota del Norte ha demostrado que un estado puede utilizar un banco público para promover el interés económico de su pueblo. Éste financia su propia infraestructura y sus proyectos de inversión de capital. Proporciona fondos para préstamos comerciales a través del estado. Desarrolla las áreas de su economía que necesita priorizar, áreas que generalmente no financian los bancos privados”.

“Cuando un banco público como el de Dakota del Norte financia proyectos de infraestructura, los costes de interés, que [de otra manera] ascienden frecuentemente al 50 por ciento o más del total, esencialmente se reducen a cero puesto que el interés se devuelve a los mismos que poseen el banco y lo pagan en primer lugar”, anunció Armstrong, quien anteriormente trabajó como financiero para IBM. “[Normalmente, los estadounidenses] escrutan los costes laborales con microscopio, pero… no los costes de interés. Dakota del Norte puede ofrecer préstamos comerciales a intereses tan bajos como el 1 por ciento. Compárense estos con los del 14 y 15 por ciento de los bancos de Wall Street. Podemos utilizar los créditos bancarios, la herramienta que emplean los bancos de Wall Street para amasar riqueza y poder, para incrementar nuestro propio poder”. Además, puesto que el crédito, indica Armstrong, es fuente del 97 por ciento de la provisión de dinero del país, dicho poder podría resultar enorme.

El Banco de Dakota del Norte, una visión de los socialistas de hace un siglo, lleva operando 90 años. Ofrece a los agricultores y empresas estatales tasas de interés bajas en los préstamos. Después de que las inundaciones destruyeran gran parte de Grand Forks en 1997, el banco proporcionó una moratoria de seis meses en pagos hipotecarios así como préstamos con tasas de interés bajas para poder reconstruir la comunidad, un acusado contraste respecto a la cruda explotación que marcó la llegada de los banqueros y especuladores de Wall Street en las áreas del Golfo de los EEUU asoladas por el huracán Katrina. Los bancos públicos en los EEUU, igual que los bancos públicos en Alemania, financian proyectos como la energía solar porque son positivos para las comunidades, más que para las carteras de valores de los especuladores.

Los bancos públicos también nos protegen de las peores formas del capitalismo. El pasado enero, los reporteros Trey Bundy y Shane Shifflett detallaron en el San Francisco Chronicle cómo funcionaba una de las muchas artimañas de Wall Street. Cuando, en el 2009, el distrito Napa Valley Unified School en California necesitó fondos para construir una escuela en American Canyon, solicitó un préstamo de 22 millones de dólares sin cuotas a 21 años. “En el 2049, cuando se cancele la deuda”, señalaba el diario, “el préstamo de 22 millones habrá costado a los contribuyentes 154 millones —siete veces la cantidad concedida”. Además, Napa, informaba el diario, es uno de al menos 1.350 distritos escolares y agencias gubernamentales del país que se han embarcado en este tipo de préstamos, denominados bonos de plusvalía, para financiar proyectos de gran envergadura. Los bonos de plusvalía implican miles de millones de deuda para el sector público y cientos de millones de dólares para los especuladores, destacaron los reporteros. Este tipo de artimaña está patente en cada sector de la sociedad.

“Las escuelas públicas de California recibieron 9.000 millones en préstamos en los últimos siete años”, afirmó Armstrong, oriundo de California. “En unos 25 o 30 años el interés sobre esos 9.000 millones será de 27.000 millones. Esto es sólo un ejemplo de la crisis social masiva provocada por los grandes bancos. A los bancos de inversiones de Wall Street no se les debería permitir manipular las finanzas públicas, lo que se ha convertido en otra forma más de Wall Street para monetizar y extraer la riqueza de nuestro país”.

El potencial beneficio para las comunidades mediante la creación de bancos públicos es enorme. En un estudio preparado en Vermont para ayudar al establecimiento de un banco público se estimó que un banco de dichas características podía conceder créditos equiparables al 66 por ciento de los fondos del estado sobre depósitos, es decir, 236,2 millones en crédito para el desarrollo económico del estado. Esto ampliaría el suministro total de crédito disponible para agencias de préstamos estatales hasta 236,2 millones. Más aún, el crédito se otorgaría a bajo coste puesto que los bancos públicos no tendrían que solicitar dinero mediante venta de bonos. Los bancos públicos conceden préstamos basados en depósitos. Los intereses vuelven al estado por medio de préstamos y depósitos. En esencia, el estado se presta dinero a sí mismo. La disponibilidad de los 236,2 millones para nuevos préstamos, estima el estudio, crearía 2.535 puestos de trabajo, 192 millones en valor añadido (producto estatal bruto) y un incremento de 342 millones en producción estatal. “Si se emplea para financiar gastos de capital estatal, los fondos a través de un banco público podrían ahorrar cerca de 100 millones en costes de interés sobre el gasto de capital del [año fiscal] 2012-2013, ya que la mayoría de los pagos de interés ya no saldrían del estado”, afirma el informe.

El senador Bernie Sanders de Vermont y el diputado Peter DeFazio de Oregón han hecho un llamamiento para crear un banco de infraestructura nacional. El Servicio Postal de los Estados Unidos se ha prestado a financiar tal propuesta. Éste —que desde 1911 hasta 1967 proporcionó servicios básicos de cuentas corrientes y de ahorro al sector público—, con oficinas casi en cada comunidad, posee la infraestructura física necesaria para arrancar un banco público nacional. Los depósitos se invertirían en bonos del Estado. Estos valores se emplearían para financiar proyectos de infraestructuras. Además, la propuesta no requeriría una subida de impuestos. El plan, que dudo permitan los grupos de presión de los bancos y sus lacayos en el Congreso, aparte de perpetuar el propio Servicio Postal, proporcionaría acceso a las finanzas a esa una de cada cuatro familias que no puede permitirse tales servicios.

Nadie en Washington va a venir a rescatarnos. Debemos rescatarnos nosotros mismos. Tenemos que transformar nuestras comunidades, ciudades y estados en lugares donde el consenso de los ciudadanos deje de ser una broma. Tenemos que recuperar el poder, que, en un estado empresarial, es el poder financiero, de las manos de los especuladores corruptos que nos mantienen secuestrados. A despecho de sus apetitos tenemos que construir nuestras propias instituciones independientes. Por supuesto que los especuladores lucharán. Y jugarán sucio, pues conocen las consecuencias de nuestra revolución. Los bancos públicos no son sólo una herramienta para la economía. Los bancos públicos son una herramienta para la libertad.

Sin Permiso - 5 de enero de 2014

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