Un verano de medio siglo

1969 fue el último año en que Argentina tuvo su territorio en un horario que se corresponda con el ritmo de los rayos del sol. Con el argumento principal del ahorro energético, se adoptó desde entonces un huso horario UTC-3, antes limitado a los períodos estivales, permanentemente adelantado sobre nuestra hora real o solar. Estudios recientes muestran que este cambio no solo puede llegar a aumentar el consumo de energía, sino que además puede tener efectos perjudiciales en la salud física y mental de la población.