Los trabajadores citrícolas en Tucumán: las condiciones para la construcción de la protesta social

María Inés Alfaro

1. Introducción
En los últimos tiempos la citricultura tucumana ha sido noticia en los diarios nacionales ya que los limones del NOA han obtenido, en el año 2000, el ingreso al exigente mercado norteamericano. El primer embarque de fruta fresca se constituyó en el hito de un largo proceso que refleja el crecimiento y la expansión de una actividad dinámica, empresarial, con fuertes inversiones de capital, concentrada y verticalmente integrada, que se presenta a sí misma como "moderna". Esta actividad viene dinamizando un mercado de trabajo altamente demandante de mano de obra estacional en un contexto provincial y nacional de alta desocupación.

En una investigación anterior3 he reflexionado sobre las posibilidades para la construcción de la protesta social entre los asalariados que concurren a este mercado de trabajo. Algunas preguntas se orientaron hacia los problemas de la sindicalización rural y, más específicamente, hacia las condiciones para la construcción de actores sociales dinámicos en este espacio social delimitado por la citricultura tucumana. La cuestión de la agremiación rural como así también la de la capacidad o no de estos agentes para desplegar acciones colectivas y construir protestas son problemáticas poco abordadas, son escasas las teorizaciones recientes y las investigaciones que aporten evidencia empírica.

En ese proceso he hallado que los trabajadores del citrus encuentran serias dificultades para constituirse en actores sociales con capacidad de determinación, no han articulado luchas significativas, manifiestan una escasa propensión a la organización y a la acción gremial, lo que obstaculiza sus posibilidades para darle visibilidad a sus reclamos.

En este trabajo se muestra una de las dimensiones estudiadas que permitieron arribar a tales conclusiones: el análisis del momento en que la posibilidad de la conflictividad se hizo presente en la actividad citrícola tucumana. Finalmente, se reflexiona brevemente sobre las condiciones que, por el momento, inhiben las posibilidades de construcción de la protesta social entre los trabajadores citrícolas tucumanos, haciendo especial referencia al papel y las estrategias del sindicato que los agrupa.

2. El mercado de trabajo como un espacio de relaciones sociales
La perspectiva adoptada intentó efectuar una mirada procesual centrada en la dinámica de los actores que constituyen un espacio social agrario determinado. En tal sentido, se planteó un enfoque que entiende al mercado de trabajo citrícola como un campo de relaciones sociales4 , (de poder, de oposición, de dominación-subordinación) en el que diversos sectores se vinculan entre sí negociando, confrontando o tejiendo alianzas en procesos que los redefinen. Esto implica que no se "parte" de actores sociales plenamente constituidos sino que esta construcción es un interrogante, un proceso a demostrar.

Estos diversos agentes intervinientes (el sindicato, la cámara empresaria, los intermediarios en la contratación de mano de obra) producen interacciones detentando capacidades diferenciales y tejiendo un mapa de relaciones de poder. En consecuencia, se indagó sobre dos momentos privilegiados de la interacción: el momento de la negociación laboral5 y el momento del conflicto social, rastreando las situaciones en las que la conflictividad se hizo de alguna manera presente.

El momento del conflicto6 es significativo porque permite ver a los actores en movimiento y determinar cómo y en qué medida estos actualizan un conjunto de recursos o capacidades para la acción, manifiestan sus habilidades para, por ejemplo, imponer sus reclamos o reivindicaciones. La presencia o ausencia de estas capacidades y la forma en que las mismas se distribuyen permitirá preguntarnos por las posibilidades para la construcción de la protesta social.

Con esta perspectiva analicé el único conflicto que se produce en la actividad citrícola en Tucumán que logra cierto grado de repercusión pública, otorgando "visibilidad" a los trabajadores rurales7.

3. ¿Un espacio social sin conflictividad?: el caso del conflicto laboral del 94
El mundo rural en Tucumán se presentó tradicionalmente como un espacio poblado por diversos actores sociales que, en diferentes épocas y contextos, han protagonizado procesos de conflicto social. Las "marchas del hambre" de la década del 60 y la combatividad del sindicalismo azucarero de la FOTIA por esos años, son ejemplos de dicha conflictividad, en una provincia que se articulaba preponderantemente en torno a la actividad azucarera.

En la actualidad, y como señalara Murmis (1996) esos actores vinculados a la caña no parecen reeditar las prácticas y experiencia de lucha de antaño. No obstante, son estos sectores los que en los últimos años se han manifestado en defensa de sus intereses, a partir de formas novedosas -como los "cortes de ruta" o los "tractorazos"- o más tradicionales -como las huelgas y estrategias sindicales de la FOTIA-.

A diferencia de esta imagen, la actividad citrícola tucumana se presenta como un espacio social carente de conflictos. De los diferentes rastreos realizados surge que los sectores sociales de esta actividad -y particularmente los trabajadores en tanto que agentes subordinados- no han desarrollado prácticas que pongan de manifiesto la presencia significativa de luchas y resistencias sociales. Sólo se hallaron fenómenos acotados tales como los planteos cotidianos8 que efectúan los trabajadores en algunos períodos de la cosecha, como una forma de la expresión de las "fallas" de la negociación y el caso del conflicto laboral significativo ocurrido en 1994.

Por eso me adentré en el fenómeno del conflicto e intente reflexionar sobre la construcción de escenarios de conflictividad apoyándome en una perspectiva de abordaje centrada en la dinámica de los actores sociales.

3.1 El relato de los hechos
En plena cosecha del año 1994 se produce el conflicto de mayor magnitud registrado en la citricultura tucumana. El mismo es recordado por múltiples y muy diversos sujetos que intervienen en la actividad y es el único que tuvo cobertura periodística. No obstante, se trató de un conflicto de corta duración, en el que se observaron algunos momentos de tensión y de aumento de la conflictividad, y que culminó en un "éxito" gremial parcial y acotado.

Veamos como se sucedieron los hechos. A mediados de junio de 1994 se paraliza entre el 70% y el 90% de la actividad citrícola en la provincia como consecuencia de una medida de acción directa convocada por la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE), el gremio que agrupa a los trabajadores de finca, cosecha y empaque de cítricos. El alto acatamiento en las principales empresas citrícolas explica los porcentajes de "éxito" de la convocatoria9.

"Yo le hablo de las grandes porque nosotros principalmente atacamos las empresas grandes, en dónde estábamos más organizados. Cuando paramos los empaques ya paró la parte de fábrica porque no entraba fruta.

Tuvimos que afectar fábrica aunque no nos corresponde a nosotros (...) Sólo quedaron trabajando algunos de finca, muy aislados, pero no cosechando, cosechando ninguno" (Entrevista a delegado provincial UATRE, 1999).

Dicha medida de acción directa consistió en una huelga -que luego sería decretada por tiempo indeterminado- la que incluía protestas en las puertas de las empresas, ollas populares, quema de neumáticos y "cortes de ruta".

El reclamo principal que motorizó la acción fue un aumento salarial del 30%: el jornal se encontraba en ese momento en $ 9,60 y se solicitaba una corrección que lo elevara a $ 12,40. Asimismo se demandaba el pago de horas extras en los días domingo, el "blanqueo" de trabajadores en negro y el cese de la modalidad de contratación vía "supuestas cooperativas de trabajo que se usan para no pagar asignaciones familiares ni dar beneficios sociales" (La Gaceta, 16/6/94).

Según los dirigentes sindicales que participaron de los hechos, la causa principal del inicio del conflicto fue más bien el fracaso de las negociaciones salariales que intentaban desarrollar para la nueva campaña y, asociado a ello, la interrupción del diálogo por parte de los empresarios.

Las empresas citrícolas responden a la medida de fuerza enviando telegramas de despido -cuyo número se elevará a lo largo del conflicto- e iniciando gestiones ante la Secretaria de Trabajo a los efectos de que ésta intervenga poniendo fin a la medida de fuerza.

La acción de los trabajadores de UATRE comienza a recibir adhesiones. El Sindicato de la Alimentación -que agrupa a los obreros de fábrica- amenaza con plegarse a la huelga e iniciar medidas de fuerza10. Asimismo, la CGT11 se solidariza con el reclamo y expresa su respaldo a la lucha. Sin embargo, los trabajadores movilizados denuncian el escaso compromiso de la Central Obrera para con las medidas que llevan adelante.

A los pocos días el conflicto se profundiza frente al despido de varios operarios en huelga y por el regreso al paro del personal de una empresa que había levantado momentáneamente la medida de fuerza a la espera del cumplimiento de la oferta patronal.

Los trabajadores de cosecha efectúan cortes de ruta en varias localidades, los que son aplicados exclusivamente a los transportes de citrus. Paralelamente se intentan efectuar negociaciones con la mediación de la Secretaria de Trabajo pero la Asociación Tucumana del Citrus (ATC)12 exige el levantamiento de la medida de fuerza para dialogar.

El nivel de conflictividad se eleva cuando se produce el desalojo de los trabajadores concentrados frente a las empresas, a partir de un operativo policial resuelto en sede judicial. A pesar de la fuerte presencia policial en las plantas citrícolas, los dirigentes sindicales aseguran que dicho desalojo tuvo, en los hechos, escasa efectividad.
El conflicto tendía a profundizarse. La conducción nacional de UATRE llega a la provincia y, ante el fracaso de un nuevo intento de diálogo con las empresas, declaran el paro por tiempo indeterminado con toma de los lugares de trabajo.

Paralelamente, el sindicato intenta retomar la vía de la negociación y el problema citrícola se plantea en los niveles más altos de gobierno. El entonces gobernador Ortega recibe a delegados sindicales provinciales y nacionales y promete convocar a los representantes patronales para llegar a un acuerdo que ponga fin al conflicto.

En los periódicos locales de la época se afirma que el sindicato convocó a los trabajadores a una movilización hacia la Plaza Independencia en momentos en que se realizaba la reunión con el Gobernador. No obstante, dicha medida es posteriormente suspendida aunque se ratifica la huelga. En opinión de los dirigentes gremiales, en cambio, dicha movilización nunca fue convocada por ellos sino por sectores "de afuera", que perseguían intereses políticos.

Por último, y en dos reuniones, se llega a un acuerdo que da por finalizado el conflicto. En la primera de ellas, y ante la falta de coincidencias con los representantes de la Asociación Tucumana del Citrus (ATC), los delegados gremiales amenazan con reiniciar las acciones directas. La propuesta patronal consistía en un aumento que eleve el jornal de $ 9 a $ 10,6 en lugar de los $ 12 solicitados. Dicho aumento sería otorgado a través de cláusulas de "productividad". La negativa del gremio se basó en la imposibilidad de percibir el aumento si el trabajador pierde un día de trabajo y se mantiene la demanda salarial original.13

En la segunda reunión se llega finalmente a un arreglo. Los trabajadores aceptan la propuesta inicial de los representantes de ATC, pero se conviene en que el incentivo por productividad no se perdería por inasistencia de un día por quincena.

"Nos reunimos en la Secretaría de Trabajo, las partes y ahí fueron grandes discusiones. Cuando ya se llegaba a un acuerdo venía uno y lo rompía. Ya se llegó a un acuerdo el mediodía, se pasó a un cuarto intermedio para la tarde y luego se firmó. Me acuerdo que los representantes de la parte empleadora tuvieron que firmar en un bar, porque se levantaron. Hubo una discusión ahí y dijeron que no iban a firmar ahí." (Entrevista a dirigente sindical, 1999).

Con este acuerdo UATRE levanta definitivamente las medidas de fuerza que dieron origen al conflicto y la cosecha de 1994 comienza a desarrollarse con normalidad.

Por último, y con relación a los resultados finales del conflicto, cabe destacar tres cuestiones. En primer término, que sólo se acuerda sobre el reclamo principal -la corrección salarial- pero los demás planteos sindicales -blanqueo de trabajadores, regularización de cooperativas, pago de horas extras- quedan fuera de la negociación final y la situación no se modifica.

En segundo lugar, el monto del jornal efectivamente acordado dista sustancialmente de lo inicialmente reclamado por los trabajadores. De los $12 que se demandaban se consiguen sólo $10 efectivos con lo que éstos conceden más de $2 de lo que reclamaban para obtener solo $1.

Finalmente, el cobro efectivo del incremento adicional por productividad -que elevaría en casi $1 el jornal negociado- está condicionado a las cláusulas de ausentismo. Este requisito se contrapone con las condiciones en que se realizan las tareas de cosecha en la citricultura, ya que generalmente se "pierden" varios días de trabajo a causa de factores climáticos adversos que impiden cosechar. Esta no concurrencia, ¿será evaluada como ausencia del trabajador o como no convocatoria al trabajo por parte de la empresa?. Si bien, y según opinión de los dirigentes sindicales, esto estaría previamente pautado, abre la posibilidad para que no se haga efectivo el cobro de ese monto adicional porque no fue explicitado por Convenio.

Por otro lado, esta cláusula de presentismo tiene por objeto disminuir los costos fijos de las empresas al movilizar una cuadrilla de trabajadores, ya que en definitiva nunca conocen el número final de integrantes que la misma tendrá debido al ausentismo. Efectivamente, al garantizar la presencia de los trabajadores se puede calcular racionalmente los insumos y equipos que serán necesarios en cada tarea. Pero asimismo esta iniciativa patronal, que es aceptada en la negociación, pretende motorizar un efecto disciplinador en la mano de obra, toda vez que se incentive la práctica de concurrir diariamente al lugar de trabajo, neutralizando la relativa "libertad" que permite el trabajo a destajo.

3.2. La interpretación desde las estrategias de los actores
Siguiendo la perspectiva de trabajo centrada en los actores, interesa aquí identificar las estrategias que estos construyeron frente al momento del conflicto. Las mismas expresan las correlaciones de fuerza, las fuentes y las relaciones de poder y también las capacidades para imponer reclamos que actualizan los sectores en pugna.

La estrategia sindical desplegada incluye una etapa inicial de negociación que, al fracasar, da lugar a la confrontación, a la puesta en juego de los recursos de poder con los que cuentan los trabajadores: la huelga (previa movilización de trabajadores por convocatoria de asambleas en las seccionales, reuniones de comisiones internas) y la "agitación social" (cortes de ruta, quema de cubiertas, olla popular). Cuando los mecanismos de negociación colectiva que estaban en vigencia fallan se inicia el conflicto, se toman las medidas de fuerza.

En este caso, la causa o motivo del conflicto nos habla de un tipo de lucha de carácter "ofensivo"14 -la puja salarial- que se inscribe en el plano económico-reivindicativo. La elección de la huelga como medida de acción directa comporta un intento de modificar la correlación de fuerzas imperante entre el trabajo y el capital. Pero cuando esa correlación es desfavorable para los trabajadores -como en el caso de la citricultura tucumana- compromete y restringe sus capacidades para intervenir y provocar con su acción modificaciones estructurales (Villanueva, 1994). Este es el caso del conflicto que estamos analizando.

Para dar cuenta de la estrategia sindical resulta significativo revisar los niveles de combatividad que se desprenden de la acción de la UATRE. Durante el proceso concurren diversos factores que, por un lado tienden a morigerar y disminuir la intensidad del conflicto, tales como los mecanismos de negociación colectiva que se disparan de la propia estrategia gremial.

Estos mecanismos de negociación provocan que el conflicto tienda a "institucionalizarse" y que con ello disminuya su intensidad. Como señalara Dahrendorf (1974) ya la participación sindical contribuye a regular los conflictos, en la medida en que aparece una "institución" con la que pueden establecerse negociaciones vinculantes según ciertas reglas de juego previamente pautadas. Asimismo, y siguiendo a este autor, tanto los mecanismos de negociación colectiva como las instancias de arbitraje15 se orientan a la desaparición de los frentes rígidos y extremos de conflicto, tendiendo a mitigarlos y regularlos.

Pero, por otro lado, la indeterminación en la duración del paro y el boicot a los transportes de citrus hablan de medidas de acción directa que tienden a interrumpir el proceso productivo y con ello se orientan a elevar la combatividad e intensidad del conflicto.

"con el corte de ruta queríamos que no entrara fruta a las plantas, fue para darle mayor efecto al paro, mayor trascendencia y poder parar hasta las empresas chicas, porque con el corte de ruta no tenían forma de entregar su fruta a las plantas"(Delegado provincial de UATRE, entrevista 1999).

Además, en el marco de la estrategia aparecen elementos potencialmente disruptivos. Me refiero a la utilización de metodologías no tradicionales como los cortes de ruta.

A pesar de la fuerte impronta negociadora, en el caso del conflicto citrícola se verifican esfuerzos para que la lucha no queda circunscripta a la esfera productiva, intentando "sacar el conflicto a la calle", fundamentalmente a partir de los cortes de ruta. Si bien la metodología es similar a la que caracteriza a nuevos fenómenos de protesta disruptivos conocidos como "estallidos sociales" (Gómez, 1998), el objetivo de quebrar el aislamiento no se logra. A pesar de la utilización de métodos de protesta no tradicionales, no se producen los efectos de intensificación del conflicto, toda vez que la acción se mantiene en el contexto de una lucha gremial más bien tradicional. Además, el corte de ruta fue "selectivo" -sólo se aplicaba a los transportes de limón- y no total, con lo que pierde en parte su carácter más conflictivo.

Por otro lado, podría pensarse que las alianzas con otros sectores laborales o sociales y la creación de un sistema de solidaridades podrían haberse orientado a quebrar el relativo aislamiento del conflicto16. Como se desprende del relato de los hechos, esto tampoco fue posible en la medida en que ni el sindicato que agrupa a los obreros de fábrica, ni la CGT realizan medidas efectivas de apoyo a la lucha de los trabajadores citrícolas.

"Después de seis días de conflicto ningún dirigente de la CGT apareció por acá ni siquiera a preguntar qué pasaba" denunció el secretario adjunto de UATRE". (La Gaceta, 21/06/94).

"Nosotros hicimos la iniciativa y ellos (el Sindicato de la Alimentación y el de los Camioneros) se tuvieron que plegar y a su vez sacaron rédito para ellos, pero no movilizaron a su gente, los que movilizamos fuimos nosotros". (Entrevista a delegado provincial de UATRE, 1999).

Si bien el conflicto es conducido por la dirigencia gremial local, con el correr de los acontecimientos intervienen las máximas autoridades del sindicato a nivel nacional: "Fuimos a ponernos a la cabeza del reclamo de los compañeros" (Entrevista a secretario adjunto de UATRE, 1998), lo que habla de la significación que, en el ámbito de la estructura gremial tiene la actividad en la provincia. Según manifestaciones de los delegados tucumanos, la mayoría de los afiliados al mismo provienen del sector citrícola.

Siguiendo con el análisis de la estrategia sindical se observa cómo, en el transcurso del proceso de lucha, se amenaza con la profundización del conflicto y con el aumento de sus niveles de combatividad: del paro se pasa al paro por tiempo indeterminado y se inician acciones disuasivas frente a las empresas como la presión con inspecciones laborales con auxilio de la fuerza pública y presentaciones judiciales17. Paralelamente al despliegue de la acción directa se intentan reanudar las negociaciones pero aquí se agrega un componente que incluye al nivel estatal: se pretende presionar solicitando la intermediación del gobernador.

"Los gremialistas indicaron que: Ortega se comprometió, en privado, a realizar todo lo que sea necesario para solucionar nuestra situación (...) y exhortó a los empleadores a pagar salarios justos y dignos" (La Gaceta, 20/06/94).

Lo que se observa es el modo en que las partes en conflicto apelan a las potenciales fuentes de poder con que cuentan, ya sea las derivadas de la relación con el Estado -orden judicial de desalojo y represión policial en el caso de las empresas e, intervención del gobernador peronista18 en el caso del sindicato- como a otras fuentes (la "agitación" social, la visibilidad a través de la prensa, las presentaciones judiciales). Las capacidades para negociar y/o confrontar son construidas en la propia acción, actualizando recursos y/o creando otros.

La apelación a las capacidades para el enfrentamiento que detenta el sindicato -reales o fabuladas- como así también la intransigencia de su posición se expresan en los discursos de sus dirigentes: "llegamos al límite y no levantaremos la medida hasta que no tengamos una respuesta" (La Gaceta, 16/06/94); "no levantaremos el paro pues hace un año que venimos pidiendo mejoras" (La Gaceta, 18/06/94); "no levantamos el paro porque sino lo hacemos ahora que estamos en cosecha, no los "pillamos" más" (La Gaceta, 19/06/94); "nos vamos a retirar pero la lucha no terminó" (La Gaceta, 19/06/94).

De estos discursos surge que la elección del momento en que se produce el conflicto laboral no es neutral. Efectuar una huelga en la época de cosecha ha sido una estrategia que aparece recurrentemente en las experiencias de lucha de los trabajadores rurales. Esto es así porque en esta etapa del ciclo agrícola los trabajadores aumentan sus posiciones de fuerza y se acrecientan las posibilidades de éxito. Al aumentar considerablemente la demanda de mano de obra, se debilitan parcialmente los efectos disciplinadores del desempleo y aparece la perentoriedad por sacar el producto que tienen los empresarios agrícolas. Precisamente esa fue la época en que tuvo lugar el conflicto del 94.

En resumen, la UATRE montó una estrategia que articulaba la negociación con la manifestación de sus recursos para la lucha. Pero estos recursos se actualizan con el objeto de apuntalar su posición y mejorar las condiciones en las que se realizaba dicha negociación19. Asimismo se intento romper el aislamiento de conflicto con dos medidas: buscando la solidaridad y el compromiso de otras entidades gremiales y por otro lado, haciendo visible el conflicto a nivel social a partir de los cortes de ruta. Por último se buscan apoyos políticos apelando a lealtades partidarias tradicionales.

No obstante, y más allá de los beneficios que pudieran otorgarse a los trabajadores, la estrategia sindical persiguió como objetivo central la legitimación de su rol como actor representativo de los intereses del sector laboral. Para los dirigentes provinciales este conflicto resultó en una "gran conquista gremial" en la medida en que se consiguió la legitimación de la negociación con el sindicato como mecanismo de resolución de disputas.

"Yo digo que fue un éxito porque nos permitió lograr el reconocimiento (...) los empresarios hoy mismo valoran el tener un gremio fuerte y representativo (...) con quienes tienen que tratar algún problema, con alguien organizado, con una institución. Y eso es positivo para los empresarios". (Entrevista a delegado provincial UATRE, 1999).

Por su lado, los sectores empresarios también despliegan un conjunto de estrategias durante el desarrollo de los acontecimientos. Los cursos de acción a seguir partirán de iniciativas propias o podrán entenderse como respuestas a las estrategias sindicales, en particular frente a aquellas que tendieron a elevar la conflictividad.

Una de las tácticas seguidas por las empresas es la de amenazar con despedir a los trabajadores en huelga. La amenaza del despido funciona como un mecanismo tendiente al disciplinamiento de la mano de obra, particularmente en situaciones de altos niveles de desocupación como ocurre en la provincia de Tucumán. Asimismo, las empresas citrícolas buscan el apoyo del Estado, apelando a su poder de policía con el objeto de diluir y neutralizar el conflicto.
Despidos y desalojos policiales manifiestan la posición de autoridad y los recursos de poder de las empresas. La participación estatal en el conflicto se orienta, en primer término, a reprimir y, con ello a defender indirectamente los intereses de una de las partes, lo que demuestra que "las luchas de las "clases subalternas" activan mecanismos de regulación, control y represión en el campo de las instancias políticas del Estado. La eficacia de estos mecanismos es proporcional a la relación de fuerza vigente en el momento del conflicto" (Villanueva, 1994).

"Ahora vamos a luchar contra los empresarios y el gobierno que ordenó reprimirnos y apalearnos" señalaron los trabajadores encabezados por el delegado provincial de UATRE. (La Gaceta, 19/06/94).

Por otro lado, resulta significativa la interpretación que los propios actores le dan a los hechos. Estas interpretaciones hablan de la forma en que estos reconstruyen la historia. Dicha reconstrucción traspasa los límites del plano discursivo porque tiene consecuencias para la acción futura. Asimismo, se evidencian en ella los distintos sentidos que movilizan la acción de los sujetos implicados.

Así, los dirigentes de UATRE manifiestan que el conflicto se produce ante el fracaso de las negociaciones y frente a la "intransigencia patronal", lo interpretan como un "éxito" en la medida en que tuvo un alto acatamiento "pese a que hubo un desgaste tremendo porque se pierden los jornales" (Entrevista delegado provincial UATRE, 1998).

Es relatada como una "lucha tremenda", una "huelga bastante grande" por medio de la cuál se consiguen los reclamos planteados. En síntesis, para la dirigencia sindical el conflicto de 1994 fue la acción más importante emprendida en la provincia y se lo considera una victoria sindical, porque se interpreta que además de la "corrección salarial por productividad", se obtuvo "el compromiso empresario de no ocupar mano de obra de cooperativas" (Entrevista a delegados provinciales de UATRE, 1998).

No obstante, la participación en la protesta cobra diferentes sentidos según la posición de los sujetos involucrados. Como mostrara, para los dirigentes provinciales el conflicto contribuyó a legitimarlos como interlocutores válidos, los invistió como representantes genuinos de los intereses de los trabajadores y los habilitó a discutir y negociar en igualdad de condiciones con la patronal. Asimismo, estos aseguran que sus acciones modificaron la estrategia de los "otros", en tanto la cámara empresaria reemplaza la conducción que seguía una línea "dura" por otra que persigue una posición más "negociadora".

Para quienes -por ser delegados internos de una de las empresas en conflicto- ocuparon posiciones más cercanas a "las bases" el sentido de la acción fue otro. En este caso se presenta a la protesta como el "bautismo de fuego" de su labor como sindicalistas, ya que les permitió acumular experiencia en el manejo de ciertas situaciones. Para estos sujetos posicionados en otro nivel de la estructura gremial, el conflicto permitió "ponernos más duchos en la tarea gremial" (Entrevista, 1999). Asimismo jerarquizan el hecho de "haber sido escuchados" como uno de los logros de la lucha, como una diferencia que la protesta incorporaba.

Finalmente, en el caso de los trabajadores en huelga, es posible pensar que se pusieron en práctica mecanismos de delegación muy marcados, lo cual desdibuja una activa participación, fundamentalmente en la toma de decisiones acerca de la estrategia a seguir.

"La gente, ellos decían: bueno, estamos ganando tan poco y son ustedes los que nos representan a nosotros, ustedes tiene que ver cuál es la salida" (Entrevista a dirigente provincial UATRE, 1999)

Este fenómeno de la delegación se acentúa cuando se interroga por la existencia de divergencias de opiniones en el momento de planificar la acción: "Teníamos el mandato de la gente, de hacer lo que a nosotros nos parezca, era una confianza que habían depositado en nosotros" (Entrevista a dirigente provincial UATRE, 1999).
Asimismo cobre relevancia la evaluación diferente de las potencialidades y los sentidos que adquirió el uso de ciertas metodologías de lucha durante el conflicto tales como los cortes de ruta. Para aquellos que eran miembros de la comisión directiva de una de las plantas tomadas durante el conflicto, el corte de ruta significó el "poder ser escuchados" aludiendo a la visibilidad que dicha acción estaba en condiciones de otorgarles a los trabajadores. Estos sujetos hacen referencia a los efectos simbólicos de dicha acción. A diferencia de ellos, los dirigentes provinciales atribuyen al corte de ruta un sentido más pragmático, como mecanismo que incrementó el alcance y acatamiento del paro, porque obstaculizaba la circulación de fruta.

Por supuesto que otra es la imagen del conflicto que sostienen los dirigentes de la cámara empresaria. Para la organización patronal los sindicalistas (y no los trabajadores) son los oponentes que, "crean los conflictos, presionan y amenazan con inspecciones del Ministerio de Trabajo, convocan a la prensa y queman unas cuantas cubiertas como parte del espectáculo". (Entrevista a dirigente de ATC, 1998).

Como señalara Vasilachis de Gialdino (1998) en su análisis de la legislación laboral, "los trabajadores son representados como agentes de actos negativos y se los muestra como causantes de conflictos (...) mientras que los empresarios son representados como el lado pasivo del conflicto, como los que tienen que ser protegidos por la legislación los trabajadores se exhiben como el polo activo del conflicto social"

El discurso empresario intenta quebrar dos factores que contribuyen a fortalecer la posición sindical: la representatividad y legitimidad de sus reclamos. En igual sentido, se intenta desprestigiar al contrincante al apuntar contra la "validez" de los reclamos circunscribiéndolos a planteos que contemplan intereses meramente sindicales -como el pago de la cuota sindical- sin hacer mención a la puja salarial que inicia el conflicto.

Asimismo es significativo cómo las empresas argumentan las causas de los despidos. En los telegramas se hace referencia a "la injuria grave producida por la brutal agresión a la empresa (...) poniendo en peligro la economía de la provincia" (La Gaceta, 10/06/94).

Los empresarios se instituyen a sí mismos como garantes y guardianes de los intereses generales "de la provincia", con lo que incorporan un recurso de poder
-simbólico- a la vez que intentar debilitar la posición de los trabajadores.

Por otro lado, los discursos de estos últimos se orientan con iguales objetivos de deslegitimación del adversario, apelando a imágenes desprestigiantes: "un ingeniero ingresó violentamente con su auto abalanzándose sobre tres obreras" (La Gaceta, 17/06/94); "persiste la huelga por la falta de cumplimiento de la patronal" (La Gaceta, 18/06/94), "seguiremos protestando con los empresarios negreros" (La Gaceta, 19/06/94), "La empresa cortó en forma inhumana el suministro de agua en la colonia Nro. 1" (La Gaceta, 21/06/94).

Cuando se interroga a los gerentes y demás cuadros directivos de las empresas sobre el conflicto, se lo identifica con una forma, no totalmente legítima, de efectivización de planteamientos gremiales: "(se da en plena cosecha porque) es la época que eligen ellos para presionarnos" (Entrevista a gerente de empresa citrícola, 1998).

Por otro lado, y siguiendo con la perspectiva de los actores, se evidencia como el resultado final, que no satisface los reclamos iniciales, es evaluado de manera diferente por las partes en pugna. Para los sindicalistas se trata de un "éxito" gremial mientras que, los empresarios lo recuerdan como un reclamo frente al cuál "no se les accedió" o se lo hizo parcialmente. Esta divergencia entre los puntos de vista refleja que los resultados del conflicto no son neutrales, en tanto que contribuyen a la acumulación de las capacidades para imponer intereses detentadas por los actores enfrentados.

En resumen, se trata de un conflicto que, si bien tiene consecuencias disfuncionales (la interrupción del proceso productivo) estas "tienden a disiparse por la institucionalización del conflicto vía negociación, lo que obtura el paso al nivel político" (Villanueva, 1994).

De tal forma que la lucha queda circunscripta a la esfera de lo económico-reinvidicativo y no se traslada al espacio político, a pesar de la intervención del Gobernador20. No se evidencia una movilización de los trabajadores que permita pensarlos como actores dinámicos y protagonistas de los reclamos; no se tejen alianzas sociales más abarcativas ni se consigue instalar en el debate provincial la situación de los trabajadores citrícolas. Los mecanismos de "agitación social" no funcionan como núcleos convocantes y articuladores de otras protestas locales. Esto impide la potenciación de las acciones y confabula contra el éxito de la lucha.

Se trata de un conflicto que permanece "dentro del sistema social", esto es -en términos de Graciarena (1967)- una puja de intereses institucionalizada y legitimada por la aceptación de ciertas reglas del juego, restringida a medios controlados, de carácter parcial y limitado.

4. Las posibilidades para la construcción de la protesta social. A modo de conclusiones
En este artículo se intentó comprender las estrategias de los agentes en un momento privilegiado para el análisis de la acción: el proceso de la lucha manifestado en el único conflicto laboral detectado en la actividad. El estudio de este caso de conflicto laboral abre interrogantes que se enlazaban con el problema de las condiciones para la protesta social entre estos trabajadores.

Como resultado de este análisis -y de otros desarrollados sobre el momento de la negociación laboral- he hallado que en estos momentos de la interacción los trabajadores rurales se encontraban deficientemente posicionados, que no contaban con recursos para hacer valer sus reclamos y que sus capacidades de determinación estaban seriamente afectadas.

Mientras que las empresas concentradas que lideran y comandan la actividad en la provincia detentaban altas cuotas de poder y se encontraban fortalecidas, los trabajadores demostraban una situación de creciente debilidad para obtener acuerdos y condiciones laborales que satisfagan sus intereses.

Un conjunto de factores contribuía a tal situación: los altos índices de desempleo urbano y subempleo rural registrados en la provincia; la situación de desprestigio de la organización gremial, de erosión del poder sindical y de pérdida de legitimidad de su intervención; una legislación laboral relativamente poco protectora y extensamente incumplida; la profundización de la precariedad y flexibilidad laboral en el campo; los altos niveles de trabajo "en negro" como la modalidad que asume la contratación laboral, entre otros. Asimismo las estrategias llevadas adelante por las empresas
-particularmente las de disciplinamiento laboral y de "desconflictivización"- horadaban aún más las posiciones de "poder" de los trabajadores, en especial la de los asalariados transitorios que se ocupan en las tareas de cosecha de limón.

Los resultados obtenidos muestran una imagen de muy baja conflictividad, de inexistencia de procesos significativos de resistencia social entre los trabajadores citrícolas a pesar de que en el mercado de trabajo se evidenciaran fenómenos de violencia social y simbólica (los bajos salarios, la inestabilidad laboral y el "fantasma" del despido, el disciplinamiento, en otros) que hablan de una situación potencialmente conflictiva.

En definitiva, y como se adelantó en la introducción, aparece un escenario en donde los trabajadores no manifiestan posibilidades para transformarse en actores sociales y hacer emerger la lucha social. En este marco, resulta central la indagación sobre el papel del sindicato en este mercado de trabajo, por sus estrategias y por las lógicas que las gobiernan, por la influencia de dichas estrategias en la construcción de "antagonismos" que den lugar a la emergencia de actores sociales dinámicos con capacidad para intervenir, y finalmente, por las representaciones que construyen los trabajadores sobre el sindicato que los representa.

En relación a ello se mostró que la estrategia sindical desplegada durante el conflicto encontró sustento en una actitud negociadora que se orientó hacia la legitimación de su rol de interlocutores válidos más que a mejorar las posiciones de poder de los propios trabajadores a los efectos de obtener beneficios que modificaran sus condiciones de trabajo y de vida.

No obstante, esta observación no explica por sí sola la baja conflictividad ni la inexistencia de procesos significativos de lucha y resistencia social entre los trabajadores citrícolas. Las correlaciones de fuerza presentes en el mercado de trabajo citrícola a las que se aludió anteriormente, contribuyen a explicar esta imposibilidad. Mientras que la ATC refleja en el ámbito institucional el poder de agentes económicos altamente concentrados, la UATRE no escapa a las regularidades que presenta el sindicalismo agrario en la Argentina, el que "ha tenido históricamente un carácter limitado, ha sido temporalmente intermitente y ha desarrollado experiencias puntuales" (Forni y Neiman, 1993). Actualmente, su acción se encuentra debilitada también, por efecto del marco general de deslegitimación de las organizaciones sindicales.

Pero, por otro lado, ciertas condiciones presentes en el mercado de trabajo operan como factores que dificultan la construcción de antagonismos. Por ejemplo, los mecanismos de intermediación de la mano de obra podían entenderse también como una estrategia empresaria destinada a bloquear conflictos potenciales entre otras cosas porque la figura de los contratistas de mano de obra o de las "cooperativas" de trabajo contribuían precisamente a diluir la imagen del "antagonista".

Asimismo, varios estudios de caso muestran que la posibilidad de construcción de antagonismos -y con ello de desplegar la protesta- está fuertemente asociada con la emergencia y apropiación del derecho21 por parte de los sujetos subordinados: ¿Los trabajadores citrícolas visualizan sus derechos y los factores que los niegan o amenazan? ¿El sindicato funciona como generador de discursos que apelen a derechos? ¿La organización sindical proporciona el espacio que haga visible problemas comunes, genera acciones que disparan núcleos convocantes?
Estudiando la lógica que gobierna las acciones del sindicato, surge que el rol que la organización gremial juega en el mercado de trabajo citrícola tucumano se circunscribe al de ser una entidad comprometida con el cumplimiento de la legislación laboral vigente, pero sin que esto implique un tratamiento colectivo en torno al derecho. Por ello la acción sindical no se direcciona hacia la visibilidad de espacios de reconocimiento conjuntos que posibiliten el surgimiento de un "nosotros" entre los trabajadores rurales.

En sentido contrario, la estrategia negociadora de UATRE tendía más bien a eludir o suavizar conflictos abiertos, armonizando y conciliando las interacciones entre los agentes que conforman al mercado de trabajo. Esta imagen del mercado como ámbito armónico, en dónde prima la conciliación de las posturas termina enmascarando las desigualdades en términos de recursos y capacidades de presión, en definitiva de poder, que dibujan el mapa de las correlaciones de fuerza presente.

Por otro lado, los trabajadores han construido una representación de la entidad gremial alejada de una imagen que la exhiba como un órgano colectivo que los represente, frente al cuál puedan acudir para defender sus derechos, para presionar por mejores condiciones de trabajo, en suma, para ampliar sus posiciones de fuerza frente a los sectores "patronales". Por el contrario, del análisis efectuado surge que la UATRE no cumple un papel significativo en las prácticas cotidianas de los cosecheros de citrus.

No obstante, en algunos de los trabajadores entrevistados aparecía cierta conciencia de sus derechos como trabajadores. Para estos cosecheros la posibilidad de cambio no parece estar referida a la acción sindical sino más bien orientada hacia el Estado. Es en el agente estatal en quien depositan la tarea de motorizar las transformaciones que permitan mejorar su posición como asalariados en el mercado citrícola tucumano. La dificultad reside entonces, en construir las capacidades que les permitan a estos sectores deficientemente posicionados articular sus demandas para incluirlas en la agenda estatal. Esta posibilidad está abierta a la dinámica -siempre en transformación- de la acción social.

Bibliografía

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Otras fuentes

Revistas y periódicos

Diario La Gaceta. Nota publicada el 10/06/94

Diario La Gaceta. Nota publicada el 16/06/94

Diario La Gaceta. Nota publicada el 17/06/94

Diario La Gaceta. Nota publicada el 18/06/94

Diario La Gaceta. Nota publicada el 19/06/94

Diario La Gaceta. Nota publicada el 20/06/94

Diario La Gaceta. Nota publicada el 21/06/94

Diario La Gaceta. Nota publicada el 23/06/94

Entrevistas

Entrevistas a dirigentes gremiales UATRE (nacionales, provinciales y delegados internos), dirigentes de Asociación Tucumana del Citrus, gerentes de empresas citrícolas.

Encuesta a trabajadores citrícolas (modulo sobre sindicalización) 1998. Equipo de investigación coordinado por Susana Aparicio.

Notas

1. Los resultados expuestos en este artículo fueron obtenidos en el marco del proyecto de investigación, coordinado por Susana Aparicio, el que se interroga por los cambios y las continuidades en los mercados de trabajo rurales tomando como caso el mercado dinamizado por la citricultura tucumana.

2. Socióloga. Docente Investigadora. Grupo de Estudios Rurales. Instituto Gino Germani. Facultad de Ciencias Sociales. UBA.

3. Ver Alfaro (2000).

4. Tradicionalmente el mercado de trabajo fue conceptualizado como un fenómeno meramente económico o demográfico. Otras perspectivas lo conciben como una "institución social". En esta línea, lo entendemos como un "campo" en el sentido que este concepto tiene en la propuesta teórica de Pierre Bourdieu.

5. Para una análisis exhaustivo de los diferentes ámbitos en los que tiene lugar la negociación laboral y del marco legal que regula las relaciones laborales ver Alfaro, (1999).

6. El problema del conflicto es una cuestión fundante de la reflexión sociológica que ameritaría un recorrido por los aportes de los pensadores formativos: Marx, Durkeim, Weber o Parsons. Tal es su centralidad que es posible distinguir dos paradigmas y hablar de una "sociología del consenso" -cuyos máximos exponentes son el positivismo y el funcionalismo- y una "sociología del conflicto" -orientación compartida por Marx y Weber-. Al respecto ver Graciarena (1967), Giddens (1987) y Dahrendorf (1974). En este artículo, menos ambiciosamente, se reflexiona sobre un conflicto laboral específico.

7. La identificación de este conflicto fue posible a partir de la consulta a informantes claves y de una tarea de rastreo en fuentes hemerográficas. Se revisaron sistemáticamente los números del diario La Gaceta de Tucumán correspondientes al período comprendido entre los meses de mayo a septiembre desde el año 1994 a 1998.

8. Estos planteos, que he conceptualizado como "microresistencias" consisten en la disconformidad de los trabajadores sobre condiciones de trabajo y sobre las posibilidades efectivas de alcanzar determinado volumen cosechado al final del día que les garantice los ingresos mínimos esperados o convenidos, ya que el pago es "a destajo". Estas situaciones pueden desembocar en interrupciones parciales de la cosecha hasta que se efectúe una nueva negociación sobre volúmenes y precios.

9. Los dirigentes sindicales hablan de un acatamiento del 90%, el cual se origina en la paralización de las tareas en todos los niveles de la actividad, en tanto efecto de la interrupción de la cadena productiva que el sindicato persiguió.

10. Posteriormente, este sindicato, que cuenta con 1700 afiliados en la actividad, anunciará que no efectuará dichas medidas. No obstante, este sector también recibirá una corrección salarial como consecuencia del conflicto citrícola.

11. En ese momento los sindicatos provinciales más fuertes que integraban la CGT eran la FEIA (empleados) y la FOTIA (obreros de surco y de ingenio) por el sector azucarero. Según los sindicalistas rurales: "Los muchachos estuvieron allí, en las ollas populares, ayudaban con algo, con mercadería, con carne" (Entrevista 1999).

12. Se trata de la Cámara que agrupa a los sectores empresarios y productivos de la actividad. Es liderada por las empresas citrícolas integradas que concentran gran parte de la producción.

13. En realidad, la "productividad" era una especie de cláusula similar al pago por presentismo. De ahí la negativa sindical inicial para su aceptación.

14. Ejemplos de causas "defensivas" serían la lucha por la preservación de la fuente de trabajo, contra despidos o suspensiones, atrasos en los pagos (Rufolo, 1998).

15. Un ejemplo de estos organismos de arbitraje sería la Secretaria de Trabajo tanto en su función de acercamiento de las partes como en su intervención para la homologación de convenios colectivos

16. Esto se refleja en algunos hitos de la historia de las luchas de los trabajadores rurales en Argentina. Por ejemplo, en el caso de los conflictos obreros ocurridos en el mercado cerealero pampeano durante la década del 20 se observa la importancia de una red sindical de solidaridad, la que permitió amplificar la protesta y proveyó de recursos para la lucha. La eficacia de esta red de apoyo explica en parte el "éxito" del conflicto. Ver Ascolani y Sartelli (1990).

17. Como lo recordara un dirigente sindical: "No nos dejaban entrar en las fincas, para hablar con los cosecheros y para afiliarlos. A partir de una denuncia fuimos a hacer una inspección con la Secretaria de Trabajo pero en la entrada principal nos ponen una camioneta, no nos dejan pasar. Entonces fuimos ir a buscar a la policía de la zona. Luego hicimos la presentación en los Tribunales" (Entrevista 1999).

18. Asimismo el Secretario de Trabajo era de extracción gremial, ya que venia de la FOTIA. No obstante, el Secretario de la producción era, a su vez, un representante de la cámara empresaria citrícola.

19. Esta tendencia negociadora se evidencia aún en organizaciones sindicales rurales que detentan un pasado más combativo, como el caso de FOTIA. Como señalara Craviotti (1992) al analizar la estrategia del sindicalismo azucarero tucumano: en los 80 se verifica una mayor predisposición a la negociación que a las medidas de fuerza. Hay un compromiso con la defensa de las fuentes de trabajo, lo que explica que se encaren alianzas con los sectores industriales.

20. Entendemos que la intervención del entonces gobernador Ortega, si bien trata de ser capitalizada por los sindicatos a fin de aumentar su poder de presión, constituye un momento más bien institucional, por medio del cuál se vuelven a disparar los mecanismos de negociación que canalicen la acción colectiva de los trabajadores. No se trata, por lo tanto del ingreso del conflicto a una instancia de lucha política o que el mismo generara "hechos" políticos.

21. El papel de la reivindicación de algún derecho que esta siendo negado como motor para la construcción de respuestas colectivas ha sido jerarquizado por algunos teóricos que se ocuparon del problema de la acción colectiva. En la historia de las luchas de los trabajadores rurales los "derechos negados" han disparado conflictos como el caso del incumplimiento de las "leyes obreras" que dio origen a las huelgas azucareras de Tucumán de la década del 20. Ver Santamaria (1984)

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