Fake news: una oportunidad para la alfabetización mediática

 

Las noticias falsas no son un fenómeno nuevo, pero sí lo es la amplitud con que pueden reproducirse en las redes sociales. Cuando hoy, en varios idiomas, se habla de fake news, se da cuenta de ese fenómeno. La pérdida de centralidad de la fuente y la posibilidad de «viralización» –otro término de época– disminuyen a menudo el interés por la veracidad de la noticia y las capacidades críticas de lectura para identificar lo falso. En la medida en que grandes proporciones de la población se informan en las redes, estas cuestiones tienen consecuencias políticas muy directas, como se vio en varios sucesos recientes.

Los marines del siglo XXI

 

La poderosa bomba que significa la fusión de la postverdad como falso referente de la realidad, con la masificación de las redes sociales y medios de comunicación ajenos a cualquier responsabilidad social con la verdad, está creando un instrumento muy peligroso sobre el que se fundamentan las decisiones políticas.

Un año fuera de la Ley

La comunicación social y la libertad de expresión están en riesgo en la Argentina. Se cumple un año del desmantelamiento de las leyes 26.522 y 27.078 de probada legitimidad democrática y control constitucional, que consagraban derechos esenciales en materia comunicacional.

Mitologías periodísticas

Todas las profesiones suelen tener discursos autocelebratorios, que exaltan las cualidades de los propios saberes y acciones y su centralidad frente a otras ramas. Pero el caso del periodismo es especial, primero porque por su propia naturaleza, obliga a que la autocelebración sea compartida, a gusto o disgusto, por buena parte de la sociedad que consume medios, segundo, y este es el punto, por la imagen mítica que construye sobre sí mismo. Una expresión de esta mitología, elaborada prolijamente durante la última década, es la idea del “periodismo independiente”.

Comunicación y política: la imposibilidad de separarlas

Hace alrededor de 15 años, uno de los más lúcidos intelectuales argentinos, Sergio Caletti, señalaba que una de las dificultades para pensar críticamente las vinculaciones y entrecruzamientos entre los fenómenos comunicacionales y políticos era la naturalidad misma de esos cruces aunada a la persistencia de una “concepción en última instancia técnica de la comunicación y la política”; es decir, a la identificación de la comunicación con estrategias de producción y diseminación de mensajes y de la política con un aparato o maquinaria social y, por consiguiente, como institucionalidad regulada.

La comunicación popular es el camino

Golpear a todo lo que mínimamente huela a democratización de la comunicación -eje estratégico para superar las asimetrías existentes y desmonopolizar la palabra en beneficio de un mayor pluralismo y diversidad-, parece ser una de las prioridades de los gobiernos de derecha, legítimos e ilegítimos, en la región.

De un plumazo y de entrada de juego, Mauricio Macri, al asumir su mandato en Argentina, vía decreto ejecutivo prácticamente desarma la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, para proteger al puñado de monopolios mediáticos que gravitaron en su elección.

El gobierno macrista eludió en la OEA responder por el ataque a la Ley Audiovisual

El gobierno macrista eludió responder en Washington, ante una Comisión de la OEA, por las medidas que tomó por decreto para aumentar la concentración de medios y administrar a discreción el segmento audiovisual, lo que viola la Convención Americana de Derechos Humanos.

La aprobación del decreto 267/15, con el cual el gobierno modificó la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual para favorecer a las empresas privadas, en especial el grupo Clarín, motivó el viernes 8 una audiencia convocada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que es parte de la OEA, y que puede hacer recomendaciones a los Estados o presentar casos ante la Corte Interamericana.

Menos voces en el Sur

El gobierno de Macri ha decidido desvincular al Estado argentino de la señal de noticias Telesur después de once años. La señal pertenece a la compañía “multiestatal” La Nueva Televisión del Sur C.A., cuyo paquete accionario compartía Venezuela, Cuba, Ecuador, Uruguay, Bolivia, Nicaragua y nuestro país. Tras esta determinación, la Argentina se transforma en el primero en abandonar la compañía. Asimismo, las consecuencias de deshacerse de ese 16% de acciones que poseía el Estado argentino tienen efectos directos pues Telesur dejará de formar parte de la grilla de TDA (televisión gratuita con alcance al 80% de los argentinos) y ya no será obligatorio para los cableoperadores brindarle un espacio. En buen criollo: Telesur no se verá más en la Argentina.

Menos Telesur es menos diversidad

Si no hay marcha atrás y la decisión oficial se formaliza, la Argentina dejará de integrar el consorcio de Telesur. Sería triste. Pero lo más triste sería que Telesur saldría de los contenidos de TDA, la televisión digital abierta que permite ver tele gratis en todo el país al que no quiere cable y, sobre todo, al que no puede pagarlo.