Mercosur - ¿Regionalismo o globalización? Tres aspectos para la decisión de políticas

Realidad Económica 165 [b]Raúl Bernal-Meza* [/b] [i]Los modelos y estrategias de integración económica han estado signados en la historia de la economía política mundial por dos elementos esenciales: las características de la estructura de las relaciones económicas internacionales y la predominancia de determinados marcos teóricos y paradigmas sobre los cuales se han construido los proyectos. Esta coincidencia de elementos esenciales se ha dado en cada tiempo histórico. Así, al modelo integrador del Mercosur le corresponde hoy una etapa de regionalización y mundialización de la economía con un marco teórico sustentado sobre el paradigma del regionalismo abierto, que se diferencia en gran medida de la tradición predominante en el pasado, aquella de sustitución de importaciones y proteccionismo.[/i] Este artículo aborda tres temas de reflexión que consideramos importantes para el proceso de decisión de política en el Mercosur, que definen en cierta forma el destino y contenidos del modelo. Cada país debe tomar su posición frente a estos temas y, a partir de esas posiciones nacionales, el Mercosur debería formular sus consensos: 1- El Mercosur: ¿Una estrategia de regionalización o de globalización en la economía política mundial? 2- El Mercosur como estrategia de desarrollo nacional. 3- La Agenda futura y pendiente del Mercosur.

Introducción

Globalización/ Mundialización y Regionalización de la Economía Política Mundial

Para ciertos analistas, la globalización y la regionalización son los elementos estructurales constitutivos de la sustitución de un orden en el cual predominaban los objetivos de seguridad de la guerra fría por los de un "nuevo orden", dominado por la economía capitalista, luego de la caída del modelo contestatario de acumulación. Más abarcativamente se habla hoy del nuevo sistema global, que incluye una transición política (promoción de las "democracias formales") y transiciones sociales derivadas de los cambios políticos, de la generalizada implementación de políticas económicas neoliberales, rápidos cambios tecnológicos y la creciente importancia de actores transnacionales (corporaciones) que, combinado con el retroceso sufrido por las formas de regulación estatal, han dado como consecuencia un avance de las organizaciones no gubernamentales, otros actores no estatales y -es preciso señalarlo- también de las organizaciones y grupos criminales.

De allí nuestra preferencia por la distinción entre globalización y mundialización, conceptos que hacen referencia a subsistemas distintos.

La mundialización de la economía capitalista supone que hay una profundización de la interrelación (si por esto comprendemos las relaciones tanto de interdependencia simétrica como la asimétrica, así como interdependencia de sensibilidad y de vulnerabilidad#1) de las economías, por vía de las corrientes de comercio, bienes y servicios, flujos de capital e inversión extranjera directa, en un marco de creciente predominio de las corporaciones transnacionales en el control de estas operatorias2. En tanto, la globalización, como perspectiva ideológica, impulsa la aplicación de políticas, por parte de los países en desarrollo, tendientes a que sus políticas económicas se ajusten a estas realidades de la mundialización, cuestión que se traduce en demandas por la apertura, desregulación y eliminación de trabas al ingreso de bienes, servicios, los movimientos de capitales y las transferencias de tecnología, asociados con profundos cambios en la naturaleza y relaciones entre sociedad, estado y gobierno.

Mundialización

Hasta hace pocos años, los patrones de inserción en la economía internacional fueron determinados por la estructura del comercio. Sin embargo, en los años recientes, la producción internacional integrada, la monopolización y la cartelización (mundialización) pasaron a constituir factores de integración adicional. La inversión extranjera directa es la que determina la estructura de este proceso, que puede venir a modificar el patrón existente de vínculos económicos internacionales (Baumann, 1995). Aumentos sin precedentes de la productividad, innovación y adopción de nuevas técnicas de producción y gestión, relocalización de mercados y factores forman parte de esta nueva integración, cuyo actor excluyente es la corporación transnacional.

Regionalización

Existen distintas lecturas al respecto, entre las cuales se distinguen aquella que la identifica como un fenómeno que forma parte del nuevo contexto global de la economía y que posiblemente tienda a fragmentarla y otra -que retomamos en líneas siguientes- que busca identificar en ésta componentes derivados del propio proceso de mundialización3#.

Como argumentamos en estudios de hace unos años (Bernal-Meza 1994; 1994a), la regionalización de la economía mundial es, paradójicamente, un corolario de la mundialización.

Es dentro del contexto general de reacción a la crisis de la acumulación capitalista de los '70 y '80 y a partir de sus centros (Estados Unidos, CEE, Japón) y en su propia dinámica, que debe ser entendida la tendencia contemporánea a la formación de grandes bloques comerciales, que asumen un peso geoeconómico y estratégico como las nuevas áreas clave de la expansión capitalista.

Algunos de estos agrupamientos se han venido reforzando por medio de acuerdos y procesos de integración formales, que van desde la zona de libre comercio al mercado común (Nafta y Unión Europea, respectivamente), aunque otro, como el caso de la zona económica denominada Asia-Pacífico, tiene una articulación más laxa, menos visible en términos institucionales, pero extremadamente compleja y dinámica, con una división internacional del trabajo que funciona regionalmente, avanzando desde el Japón a los NIC's y de éstos a la ASEAN y las zonas costeras chinas, mediante los flujos de inversión extranjera directa como motor del eficiente patrón de desarrollo, bajo las lógicas de la relocalización, buscando la disminución de los costos laborales, de la tierra y otras dotaciones.

Dentro del modelo de regionalizaciones se encontraría -con sus muy diferenciadas características que abordaremos más adelante- el Mercosur, modelo en el cual se combinarían perspectivas del regionalismo abierto, de políticas comerciales de apertura unilateral y no discriminatoria al mundo, con mecanismos propios de una unión aduanera y propuestas de transformación en un mercado común.

En el caso latinoamericano -tanto para el Mercosur como para diversos acuerdos comerciales bilaterales y algunos más amplios- la no discriminación hacia los vecinos ha sido una parte de la apertura, caracterizada por el desmantelamiento de la protección que, en definitiva, se basa sobre el cambio cualitativo de las concepciones y estrategias de desarrollo tradicionales de protección, promoción de la industrialización y sustitución de importaciones, por un modelo abierto de inserción en la economía mundial, el que sólo es posible acompañado de una importante internacionalización y transnacionalización de las economías nacionales.

La base de este proceso ha sido el regionalismo abierto4#, que implica dos procesos: 1) la "integración impulsada por políticas", que se advierte en la proliferación de acuerdos preferenciales de comercio y en las iniciativas para crear zonas de libre comercio -en particular las conducentes a uniones aduaneras-2) la "integración de hecho", generada a partir de la aplicación de políticas comerciales no preferenciales y de coincidencias en la adopción de políticas macroeconómicas nacionales.

Globalización/ Mundialización y Regionalización: los escenarios y sus condicionantes

La regionalización, como la configuración de grandes espacios económicos regionales, que movilizan importantes fuerzas económicas, sociales y políticas, ha tenido una importante extensión ñdesde el punto de vista de la dimensión geográfica que cubren sus ejemplos- durante los últimos 15 años.

Al constituir parte fundamental de la configuración relativamente reciente de la economía política mundial -y que ha adquirido mayor relevancia a partir del fin de la guerra fría-, la regionalización representa una fuerza central en la transformación actual del sistema social mundial.

La globalización ha tenido hasta hoy una fuerte importancia en el movimiento de los flujos financieros, menor en la deslocalización industrial (planificada y aplicada por las corporaciones transnacionales) y relativa sobre la cultura -a través de la imposición de pautas homogéneas en el estilo de vida, los hábitos de consumo y el flujo de exportaciones de productos culturales desde el Norte hacia el Sur5#-. No obstante, la dimensión de estos fenómenos todavía es, en gran medida, estimativa6#. Expresiones como "la globalización es una fuerza más poderosa que el regionalismo, a la hora de delinear la economía política mundial" (Ikenberry, 1998:80), es sólo una hipótesis aun sin demostración, aun cuando se pueda aceptar que el regionalismo sea un factor propicio a la globalización, en la medida que no se oriente hacia la exclusión, la fragmentación o el aislamiento.

Sin embargo, tal como se desprende de los análisis de capítulos precedentes, en el campo de la ideología su impacto ha sido significativo, influyendo con fuerza sobre las políticas públicas y los modelos de desarrollo, en particular en los países latinoamericanos.

Mundialización y Regionalización han implicado y representan en su conjunción un profundo proceso de transformaciones en la economía mundial contemporánea, asociado a significativos cambios en la distribución del poder militar, proceso que se ha venido reflejando en los cambios introducidos en la agenda internacional y multilateral.

Las tendencias objetivas derivadas de los cambios en la economía política mundial

Uno de los aspectos más significativos derivados de los efectos de la mundialización de la economía ha sido su impacto sobre los determinantes de la división internacional del trabajo. En efecto, de la mundialización se derivan hoy tendencias objetivas para la división internacional del trabajo, cuyos efectos son de enorme importancia para las economías, en particular aquellas "tomadoras de precios". Entre estas tendencias merecen señalarse:

1) La predominancia del comercio Norte-Norte y NIC's del Asia: comercio intrasectorial e intrafirma.
2) La profundización de los patrones de especialización intrasectorial entre las economías más desarrolladas.
3) Óptima asignación de recursos y de división de mercados entre las grandes corporaciones.
4) Acelerada erosión del paradigma sobre el ciclo del producto.
5) Creciente papel de la tecnología, la investigación aplicada y la información en la adquisición de las ventajas comparativas.
6) Especialización y sustitución productiva en los sectores de mayor valor agregado.
7) Creciente rol discriminatorio de la investigación científica/desarrollo en la configuración de la división internacional del trabajo.
8) Control y restricción del acceso a sistemas de transferencia de tecnología hacia los países en desarrollo, tendiente a congelar las ventajas comparativas ya existentes.
9) En el ámbito financiero, las inversiones directas siguen las corrientes de los principales flujos de comercio y servicios.

La realidad latinoamericana muestra que no existen empresas brasileñas, mexicanas o argentinas globalizadas, es decir, inductoras de flujos de comercio, inversión y tecnología; formadoras de precios; ocupando segmentos significativos en los sectores que dominan la frontera tecnológica y participando de esa economía mundial, desplazándose hacia todos los mercados, con la excepción de casos muy concretos -promisorios por cierto- pero desarraigados de un modelo de competitividad sistémica en nivel país7#. En nuestros países siguen siendo las corporaciones transnacionales las que lideran los avances en competitividad de la producción industrial8#, en ausencia de una articulación estratégica entre sector agrícola y sector industrial de capital nacional9#.

Situación de las economías en desarrollo de América latina en la economía mundial

La eliminación de políticas restrictivas de las importaciones, aplicadas en los últimos años, no ha sido suficiente para mejorar la inserción internacional de la región en su conjunto (Cepal,1996). Entre 1990 y 1994, la región latinoamericana se mantuvo inalterada en torno al 4 %, en su participación en el total de las exportaciones mundiales#10.

Una interesante conclusión podría obtenerse de estos datos; ella es que la liberalización de los intercambios intrarregionales no ha contribuido a ampliar la participación de la región en su conjunto en la economía mundial, pues, aunque "el comercio de América latina y el Caribe ha aumentado continuamente entre 1992 y 1995, tanto en volumen como en valor, con las ventas externas de la región superando los 220 mil millones de dólares, en el último año" (Cepal,1996:5), el comercio mundial ha aumentado a tasas más altas, y la región -durante los últimos diez años y con la sola excepción del año 1993- ha estado por debajo del crecimiento promedio del comercio mundial.

El regionalismo abierto no ha impulsado una diversificación de las exportaciones de Aladi ni del Mercosur, en relación con el número de socios comerciales, aunque ha habido una diversificación en cuanto a los productos exportados11#. De allí que la Cepal ha concluido que, a lo largo de las últimas décadas no hubo una diversificación de mercados para los países miembros de la Aladi como un conjunto y que, al contrario, los datos revelan que hubo una contracción, siendo 18 los principales mercados para las exportaciones de esta agrupación el año 1980, 17 para 1990 y 16 mercados para 1995 (Cepal,1997:7).

El comportamiento de las exportaciones de los miembros del Mercosur sigue indicando que el agrupamiento tiene una significativa importancia en el comercio exterior de sus socios, llegándose, en el caso de la Argentina a representar lo que se ha denominado como "la Brasil-dependencia". Los principales destinos de las exportaciones de la Argentina, Bolivia y el Paraguay son los mismos mercados de la Aladi. El Brasil sólo registra a un país de la región -la Argentina- como principal destino de las exportaciones totales, pero no para sus 3 principales productos de exportación, cuyos principales destinos son hacia países fuera de la región. En el Mercosur han ganado así importancia como socios de sus exportaciones los propios países de la subregión. El principal socio de la Argentina en 1995 fue el Brasil con 26%, alcanzando cifras cercanas al 31% para 1998; mientras que para el Brasil su socio del sur representó en 1995 el 9% de sus exportaciones.

1. El Mercosur: ¿una estrategia de regionalización o de globalización en la economía política mundial?

El papel del Mercosur
Desde nuestra perspectiva, la regionalización de América del Sur, siguiendo las hipótesis que sobre la globalización y la mundialización hemos señalado en dos trabajos anteriores#12, debería ser planteada como una estrategia dirigida a contrarrestar los factores y tendencias negativas que la globalización/mundialización están generando en las economías y sociedades en desarrollo.

Si bien la vulnerabilidad externa ha sido un factor estructural de la evolución de las economías menos desarrolladas -a pesar de haber ensayado distintos patrones de inserción internacional: primario-exportador; sustitución de importaciones; apertura unilateral hasta llegar a la mundialización- ella se ha acentuado con las actuales tendencias de la economía mundial y la globalización financiera. La baja capacidad de resistencia, reacción y respuesta a la influencia de los factores perturbadores y desestabilizadores externos, que se traduce en una pérdida de soberanía en la gestión de control y de gobierno sobre la gestión económica de los actores y operadores económicos y financieros que actúan en el interior de las economías nacionales, expresa crecientemente esa vulnerabilidad.

Nuestra perspectiva de interpretación de los procesos de regionalización, por lo tanto, es la de modelos que contribuyan a contrarrestar las tendencias negativas de la globalización, que se derivan de las tendencias objetivas provenientes de la mundialización en lo que se refiere a la división internacional del trabajo y al carácter tecnoproductivo de la inserción de las economías en desarrollo dentro de la economía mundial.

El regionalismo puede llegar a ser una respuesta y, al mismo tiempo, convertirse en un instrumento coadyuvante para el desarrollo nacional. Para esto debería cumplir un papel estratégico-estructural: alcanzar una sustitución regional de importaciones, la especialización y complementación intrarregionales y una inserción internacional dinámica, por vía de la competitividad.

Es evidente que, si bien el nuevo regionalismo latinoamericano ha sido una concepción de apertura, tanto económica como política, el regionalismo abierto, en tanto estrategia de inserción y en vinculación con las políticas de desarrollo, tiene distintas interpretaciones y quizás hay muy poca coincidencia en asignarle un papel más estratégico que coyuntural.

Desde nuestra perspectiva cuatro son los elementos clave de ese papel estratégico-estructural, que debería adquirir o tener el Mercosur para enfrentar, a su vez, los cuatro desafíos que se derivan de las nuevas condiciones de la economía mundial:

1º) Regionalización, para limitar la erosión a que está siendo sometido el estado, mediante la recuperación de la capacidad de regulación, entendiendo ésta como la capacidad de asignar y movilizar recursos, establecer las prioridades en el desarrollo sectorial y proteger las condiciones para un crecimiento con desarrollo.
2º) Regionalización, para recuperar el papel de la acumulación capitalista nacional (privada y estatal), vis-à-vis la acumulación mundializada (corporación transnacional), en la configuración de los determinantes (y las estrategias) para el desarrollo nacional, en la medida en que las corporaciones transnacionales pueden actuar como impulsores y también como inhibidores del desarrollo nacional13#.
3º) Regionalización, para fortalecer el papel del sector privado nacional, en su condición de clase hegemónica en el nivel estado-nación, con el propósito de que ésta se convierta, de una vez, en el actor modernizador, dinámico y transformador, a través de la incorporación del cambio y la innovación y su voluntad para proceder al diseño de nuevas estrategias empresariales.
4º) Regionalización, para revertir las condiciones estructurales negativas y las tendencias objetivas de la mundialización. Las nuevas tendencias objetivas de la DIT requieren una serie de transformaciones estructurales de las economías latinoamericanas, que permitan aumentar la complementariedad y la competitividad, aunque ambos problemas -si bien de más fácil diagnóstico- son extremadamente complejos a la hora de definir los mecanismos y decisiones de política para enfrentarlos.

El diagnóstico sobre la Argentina -en gran parte común para el resto de países latinoamericanos- es que la estructura industrial es casi del mismo tamaño que hace veinte años, en términos de capacidad de producción de bienes físicos, pero que ya no es articuladora de los procesos de inversión, ni motor de crecimiento, ni generadora de empleos, con escasa incorporación de nuevos competidores industriales -signo que sí caracteriza a otros desempeños exitosos en el mundo- y separada en dos segmentos: uno que impulsa estrategias de reestructuración ofensiva y otro con comportamientos de sobrevivencia (Kosacoff, 1997:43).

El Mercosur: regionalización en el debate de la mundialización

Mientras el punto de inflexión fundamental, en el orden político, para la construcción de este nuevo modelo de integración fue la democracia, la apertura y desregulación de las economías fue el pilar esencial en el orden de lo económico-comercial.

Paradójicamente, las críticas que desde hace un tiempo se le han venido haciendo al Mercosur, desde la reflexión de autores vinculados con el pensamiento económico hegemónico (Banco Mundial14#) es que éste se ha constituido en una fortaleza proteccionista; que está, obviamente, en contra de la liberalización internacional de la economía y de la apertura multilateral del comercio mundial.

Sin embargo, este no es el único tipo de ataque contra un supuesto proteccionismo del Mercosur. De hecho, hay tres formas de leer el nivel de liberalización/proteccionismo de unas economías dentro de un esquema de integración: 1) como baluartes proteccionistas; 2) como economías de bajo nivel de integración al mercado mundial (baja performance importadora-exportadora) o, 3) como unas economías excesivamente dependientes de la demanda importadora de otras, siendo todas ellas socias de un acuerdo.

Al comparar los niveles de protección de los años '70 o de los '80 (con aranceles promedio del 45%) con los actuales (13% en promedio) se desvirtúa la interpretación de estos modelos como baluartes proteccionistas15#. La crítica del Banco Mundial -y su punto más débil- ha sido justamente el hacer una evaluación de la performance del Mercosur desde una sola variable: el aparente efecto sobre corrientes de comercio16#. No hay, sin embargo, una definición basada sobre estudios específicos que permita argumentar cuánto del flujo de comercio argentino-brasileño es creación de comercio y cuánto lo es por desviación de comercio.

A pesar de estos antecedentes, se debería poner el análisis sobre el caso del Mercosur en el contexto de lo que ocurre en general en la región, donde el comercio entre los propios países que la integran creció a una tasa acumulativa promedia anual de 19,2%, en el período 1990-1994; mientras que el intercambio de la región con el mundo sólo se incrementó en un 5% en el mismo período17#.

Cuando analizamos la evolución del comercio exterior del Mercosur, encontramos que entre el año anterior al inicio formal del acuerdo comercial del Mercosur (1990) y el primer año de su transición a una vigencia plena (1995), la proporción del total de las compras externas que corresponden a las importaciones entre los países del Mercosur efectivamente aumentó (de 15% a 19%), aunque este proceso ha sido similar con lo ocurrido en otros conglomerados, como el Nafta (de 23% a 24%) y la Unión Europea (de 23% a 29%)18#.

2. El Mercosur como estrategia de desarrollo nacional

"El desarrollo económico es probablemente la dimensión esencial de las relaciones internacionales de los países subdesarrollados"19#. Esta afirmación de Luciano Tomassini nos permite situar el debate sobre el Mercosur (y en general sobre la integración económica latinoamericana) en el nivel de importancia fundamental que éste tiene, como estrategia internacional, tanto económica como política.

Coincidiendo en que el desarrollo económico es la base de las relaciones internacionales de los países subdesarrollados y que su estrategia de vinculaciones internacionales debe tener, como objetivo esencial, cambiar positivamente esa condición de atraso económico, es que revisamos el papel del Mercosur como una instancia que, desde la política, formula una estrategia de integración económica, como instrumento para cambiar las condiciones de la inserción internacional.

Como hemos señalado, la apertura no puede ser una ideología; es una consecuencia de la elección de una estrategia de desarrollo orientada al mercado interno y a la exportación20. La apertura debe ser parte de una política industrial y tecnológica; por tanto gradual y selectiva, para permitir el desarrollo para la competencia. Además, cada país requiere de una selectividad específica en esa apertura ya que el mismo camino produce efectos distintos según sea el tamaño de la economía y la estructura productiva y social del país.

Las políticas de integración bien aplicadas no son incompatibles con las políticas para mejorar la competitividad internacional; por lo contrario, ayudan a mejorarla ; pero éstas deben estar insertas en estrategias de desarrollo de largo plazo. Es en este sentido que también retomamos la apelación por una integración subregional que hemos definido como estratégica (Bernal-Meza;1994).

Pero este debate debe encuadrarse en la nueva disciplina multilateral del comercio21# , ya que como resultado de la Ronda Uruguay y de otros acuerdos internacionales, las opciones se han restringido para los países en desarrollo, en cuanto a las posibilidades de adoptar políticas comerciales e industriales activas y selectivas, aunque aún resta un margen de maniobra que permite alcanzar objetivos en ese sentido, que sean compatibles con la nueva disciplina#22.

La naturaleza exógena de los modelos de integración y de inserción en la economía mundial
Los estilos de desarrollo vigentes actualmente en la mayoría de los países latinoamericanos significaron un drástico giro respecto del paradigma con el cual se concibieron los modelos de integración de los años '50, '60 y '70. En el caso particular de la Argentina esa relación dialéctica se fundó sobre el diagnóstico según el cual los problemas argentinos eran de naturaleza esencialmente económica, por lo que era necesaria la adopción de un programa de carácter economicista que separaba la gestión económica de la gestión político-social en la política pública gubernamental.

El punto a reflexionar aquí es el impacto en el largo plazo de concepciones sobre las cuales se ha construido esta nueva etapa de la integración que por su naturaleza exógena, tiendan a recibir el efecto de las reformulaciones -tanto de diagnóstico como de políticas- a que estos paradigmas puedan dar lugar, tal como se ha advertido recientemente en referencia a "los supuestos para el desarrollo", que se vinculaban con las orientaciones de política necesarias para la promoción y creación de un acuerdo de libre comercio de las Américas.

Como se recordará, en 1989 John Williamson escribió un artículo (a petición) en el cual había una lista de diez orientaciones de política, que reflejaban la opinión de los organismos multilaterales, la OECD y el gobierno de E.U.A., que podían hacer posible la incorporación de los países latinoamericanos a la regionalización impulsada por Washington.

Lo importante es que la condición para el ingreso era la aplicación de políticas de apertura y desregulación, por parte de las economías latinoamericanas. La fundamentación ideológica fue aportada por el artículo de Williamson, lo que cristalizó en las denominadas normas de condicionalidad de los organismos multilaterales de crédito (Banco Mundial, FMI, BID).

El fracaso, desde el punto de vista social y económico de la aplicación de estas "orientaciones de política" (desempleo, aumento sustancial de la pobreza, regresión de la ya altamente desigual distribución de la riqueza, etc.), condujo a que estas mismas entidades convocantes organizaran, en la primera semana de septiembre de 1996, una "Conferencia sobre el Desarrollo", para lo cual se pidió al mismo autor una revisión de sus anteriores puntos de vista, lo que derivó en el cambio cualitativo de los contenidos de gran parte de esas orientaciones. Sin embargo, la reflexión necesaria sobre la formulación de políticas, por parte de las sociedades latinoamericanas (a través de sus representantes) estuvo ausente.

Esta línea de revisión, que busca ahora la implementación de políticas activas (es decir intervencionistas por parte del estado) en educación, tecnología, competencia y medio ambiente, se conoce con el nombre de "Consenso post Washington", cuya cabeza visible es Joseph Stiglitz23#, economista jefe del Banco Mundial y ex jefe de asesores económicos del presidente Bill Clinton. El punto central de las reflexiones de Stiglitz apunta a los elementos cuya ausencia o debilidad hacen imposible el buen funcionamiento de los mercados. Para este economista no sólo se requiere baja inflación (o control de variables macroeconómicas) sino más regulación fiscal, políticas activas para promover la competencia que a su vez incentiven la transferencia de tecnología. Al reafirmar la necesidad de la intervención estatal, llama la atención sobre la falta de regulación financiera de los gobiernos, tema que se inscribe en las llamadas "reformas de segunda generación", entre las cuales está justamente, atender al deterioro de los ingresos populares, a la falta de transparencia en los mercados y servicios de carácter monopólicos y mayor preopcupación por la educación y el desarrollo científico-tecnológico.
El cambio o viraje de las interpretaciones dominantes hace diez años se relaciona con los modestos éxitos económicos obtenidos por los países en desarrollo, logrados a cambio de un fuerte deterioro social e institucional. Es importante entonces llamar la atención a la ausencia doméstica y regional de opciones que refresquen la discusión sobre las estrategias posibles de desarrollo, sobre una base creativa que tenga en cuenta el conocimiento profundo de las necesidades y problemas de las sociedades latinoamericanas.

La misma estrategia de regionalismo abierto, formulada por la Cepal a comienzos de los años 90, que apuntaba a conjugar una participación más amplia de la región en la economía internacional con sistemas preferenciales de comercio entre socios de la misma región, debería ser revisada en función de los cambios que se han venido produciendo en la economía y la política mundiales.

El Mercosur como estrategia para mejorar cualitativamente la inserción de las economías de sus socios en la economía mundial:
Podría señalarse como tendencia histórica que las economías del Mercosur -como la casi totalidad de las de América latina- han tenido, como variable fundamental de la competitividad internacional, a la tasa de cambio.
La aplicación de planes de estabilización cambiaria, como "el Plan de Convertibilidad" en la Argentina y el "Plan Real" en el Brasil, conjugaron, asociados, dos elementos negativos para la competitividad: un cambio sobrevalorado, con tasas de interés elevadas. Ambos factores han contribuido a hacer más frágil la posición comercial de estos países frente a la mundialización económica. De forma en cierto sentido inverso, al proceder el Brasil, recientemente, a liberalizar la tasa de cambio, su producción se ha transformado nuevamente en "competitiva", en relación con los precios relativos.

Desde el punto de vista regional de la competitividad, lo que entendemos aquí es que ésta debe constituirse en la vía para la inserción internacional dinámica de las economías del Mercosur, cuyo punto de partida es el aumento de la productividad y la calidad de la producción industrial.

El aumento de la productividad y la calidad de la producción industrial es la base de la competitividad internacional de largo alcance, en la medida en que ella es parte de una política: la política de la competitividad industrial. He aquí la naturaleza fundamental de la vinculación de la integración con las estrategias nacionales de desarrollo y aun con las necesidades de estabilidad macroeconómica.

El modelo de competitividad del Mercosur, que se constituye en el mayor desafío, vis-à-vis los cambios ocurridos en la economía mundial, debería apoyarse en la experiencia de modelos exitosos como los de los países del sudeste asiático. Este patrón se basó esencialmente sobre la industrialización, pero ensamblando dos aspectos: la protección del mercado interno con la promoción de exportaciones.

La competitividad industrial debe seguir a una bien planificada y selectiva exposición a la competencia internacional -tal lo demuestran los ejemplos del Japón, Corea, Taiwan y los nuevos incorporados funcionalmente a la DIT regional (Malasia, Indonesia, Singapur)-, en conjunción con una combinación óptima de políticas de corte sectorial (con estímulos a determinados sectores industriales vinculados con la alta tecnología), con políticas de corte horizontal o asociadas a la infraestructura y la capacitación (energía, transportes, servicios, ciencia y tecnología, capacitación laboral, fomento a las exportaciones, etc.).

Para economías pequeñas como las del bloque subregional, la necesidad de reafirmar el Mercosur es fundamental. Kosacoff señala que los progresos alcanzados por el Mercosur (cuadruplicación del comercio en una década, notable crecimiento del comercio intraindustrial) son importantes, en la medida en que permite ganancias de escala y especialización. Sin embargo, la diferencia del tamaño de las economías es muy significativa, al igual que el grado de competitividad de muchas empresas y sectores estratégicos y el Mercosur no ofrece hoy un marco institucional adecuado para resolver las controversias, donde la formulación de políticas logre compatibilizar todos los aspectos que permiten un desempeño económico exitoso en nivel internacional, como son las políticas macroeconómicas, el comercio intraindustrial y los marcos regulatorios, con los temas sociales y políticos (Kosacoff, 1997;1998; Boscherini & Kosacoff,1998).

De manera general, para todos los miembros del Mercosur, la cooperación estratégica entre ellos permitiría un mejor conocimiento -compartiendo la información a que individualmente puedan tener acceso- de los costos de producción de los competidores internacionales, especialmente en los segmentos de la frontera tecnológica o aquellos sectores intensivos en capital y tecnología. Sin embargo, gran parte de las estrategias posibles se vinculan con la necesidad previa de la concertación entre empresas-desarrollo tecnológico-gobiernos.

Se coincidirá entonces en que el Mercosur debe ser repensado#24, desarrollando una nueva agenda que funde una nueva visión sobre el desarrollo integral, en la cual las cuestiones sociopolíticas y culturales adquieran la relevancia que les corresponde, en el proceso de modernización de las sociedades de sus países miembros.

Concepción sociopolítica de la competitividad y reestructuración industrial
La competitividad no es la expresión que representa a los segmentos transnacionalizados o globalizados de la sociedad. "La competitividad no se mide por el grado de integración a la economía mundial del sector o la porción de su sociedad más transnacionalizado, sino por el todo social. Es toda la sociedad nacional y sus sectores público y privado que en su conjunto deben ser competitivos. Sociedades duales, fragmentadas -por la distribución desigual de la riqueza, el trabajo inestable, la desprotección e inseguridad, la pérdida de la cultura y los retrocesos en educación- no pueden ser competitivas; para esto basta mirar los ejemplos de este siglo, desde Finlandia hasta Nueva Zelandia, Corea del Sur o Singapur. En este sentido, el Mercosur hereda una pesada carga social, que es la agenda pendiente en el desarrollo económico y social de cada uno de los países miembros"#25.

3. La agenda (futura o pendiente) del Mercosur

El repaso de las dificultades, dilemas y menú de opciones que se presentan al Mercosur, en tanto estrategia de inserción, requieren hacer una selectiva especificación, entre elementos histórico-sociales y culturales e histórico-económico-estructurales.

¿Integración vs. fragmentación?
La experiencia histórica de las relaciones internacionales señala que las tendencias hacia la fragmentación han sido predominantes sobre aquellas hacia la integración. Una mirada a la tradición de proyectos y modelos de integración en América latina confirma también esta afirmación, aunque muchas veces no se trate de fracasos abiertos, sino de una evolución negativa hacia la irrelevancia de las estrategias, tal como sucedió (por sólo considerar los proyectos de la segunda mitad de este siglo) con la ALALC-ALADI y el Acuerdo de Cartagena.

Como ha señalado un especialista, "de ahí que sea importante reflexionar sobre las metodologías que permiten, a través del tiempo, mantener vigente el impulso de integración entre un grupo de naciones"#26, en particular cuando surgen estrategias extrarregionales que se constituyen automáticamente en la iniciativa más dinámica y atractiva27#. Este es uno de los dilemas que enfrenta hoy el Mercosur, cuya naturaleza expresa las realidades que representan los actores: la búsqueda de generación de interdependencias (como es el caso del Mercosur), y las relaciones de dependencia (Estados Unidos-América latina, con una excepción relativa, en el caso del Brasil)28#.

¿Mercosur vs. ALCA?
Uno de los interrogantes más importantes que se presentan al Mercosur es si éste tendrá la capacidad de mantener un dinamismo tal que le permita enfrentar las estrategias de regionalización hemisférica impulsadas por Estados Unidos o si éstas terminarán por fagocitar -como en el pasado- otra de las iniciativas latinoamericanas. Es posible que este dilema se relacione con la situación actual del Mercosur, en la medida en que éste, aun siendo el más exitoso esquema de integración de la región, no ha llegado aún al punto de no retorno.

La II Cumbre de las Américas instruyó a los ministros responsables del Comercio de los países participantes para iniciar las negociaciones correspondientes al ALCA, de conformidad con los principios, objetivos, estructura, modalidades y demás decisiones que estableció la Declaración Ministerial de San José (marzo de 1997), convocando a reunión al Comité de Negociaciones Comerciales y a los Grupos de Negociación para junio y septiembre, respectivamente. También definió una serie de "acciones adicionales", incluyendo propuestas destinadas a promover la modernización de los mercados financieros, los programas de ciencia y tecnología, la cooperación energética y la infraestructura en el continente, en especial de transporte y telecomunicaciones29#. En ese contexto, ambas partes no solamente se han abocado a discutir fechas de lanzamiento para el ALCA sino también aspectos relativos a cómo se va a negociar, aunque no está aún claro que la integración hemisférica se construya sobre la convergencia de los esquemas de integración existentes en la región, tal como se acordó en la Cumbre de Miami. Sin embargo, debe aclararse que la Casa Blanca no presentó ningún avance logrado en su frente interno que permitiera abrir negociaciones concretas al respecto.

Las perspectivas que se advierten, en el camino de la construcción eventual de un ALCA -a partir de los escenarios políticos analizados- son, en primer lugar, la instalación de dos polos de negociación: E.U.A. y MERCOSUR. La intención de la administración Clinton de expandir Nafta, con el ingreso (postergado) de Chile, y de negociar ALCA (vía fast-track con el apoyo del Congreso norteamericano), se enfrenta con la estrategia que actualmente defiende el Mercosur, que es la de una negociación gradual y segmentada, que resguarde los sectores industriales clave de las economías de sus países miembro, mediante un cronograma aceptable, pues, tal como lo expresó el canciller del Brasil, "de lo que se trata es de discutir el futuro de nuestras empresas y de nuestro empleo"#30. En segundo lugar, las posiciones intermedias de otros países de América latina, más vinculados comercialmente con Estados Unidos que con los miembros del bloque sudamericano, que demandan que el Mercosur se convierta realmente en una oferta interesante, para que atraiga sus posiciones hacia una convergencia de intereses, lo que fortalecería al propio Mercosur como polo de negociación por la región. En tercer lugar, que ante la capacidad e influencia que representan económica y políticamente los Estados Unidos, el resultado final dependa básicamente de la capacidad de América latina -liderado por un bloque homogéneo en torno del Mercosur- de coordinar y concertar posiciones frente a Estados Unidos. Pero esta sola perspectiva pone en el marco del análisis, inevitablemente, el papel del Brasil como polo estratégico de ellas.

Pero más allá de los pasos que se están dando en torno de la agenda bilateral Estados Unidos-América latina y Caribe, a partir de la Cumbre de Santiago, las cuestiones claves del ALCA pasan por tres aspectos. En primer lugar, la forma en que esta estrategia de regionalización hemisférica se vinculará con la economía mundial, lo que lleva a imaginar el despliegue de nuevas condiciones para el comercio multilateral, a sólo unos años de la creación de la OMC.

El hecho es que la política de comercio de Estados Unidos conlleva un impulso hacia disciplinas mayores para América latina de las que actualmente le exige la OMC. En efecto, la OMC brindaría flexibilidades mayores que las que la región tendría en cuanto a una relación directa con E.U.A., con lo cual el tema de las nuevas condicionalidades afectaría tanto a las estrategias multilaterales, frente al regionalismo (Nafta-ALCA), como a la aplicación de las normas OMC; es decir, se requeriría un análisis más acabado de las ventajas de alcanzar un acuerdo, en nivel ALCA, que fuera compatible con la OMC o de impulsar una revisión (reformulación) de las normas OMC.

Conclusiones

El qué hacer o el para qué
Las condiciones para consolidar un proceso de integración con dimensiones regionales (América del Sur) o hemisféricas estarán dadas por la unificación de algunos criterios elementales, como el sentido de la integración, para que ésta sea funcional al desarrollo.

Los desafíos de las tendencias objetivas de la DIT
Uno de los más grandes desafíos del Mercosur es su capacidad para enfrentar los riesgos y dificultades que se derivan de las tendencias objetivas de la división internacional del trabajo.

Hasta la fecha, el mejoramiento de la calidad de esa integración a la economía y el comercio mundiales sigue siendo una asignatura pendiente y constituye el principal desafío. Sin embargo, sería un grave error imaginar que la inserción internacional es un asunto sólo comercial. Abordar ésta en su forma compleja implica atender los múltiples temas que a ella se vinculan tanto en política doméstica como en relaciones internacionales. Ello hace que el Mercosur sea una parte solamente de las implicaciones externas de la inserción internacional. Pero a su vez éstas y las internas remiten a la concepción misma del desarrollo, bajo las condiciones y los cambios ocurridos en el escenario económico y político mundial.

El Mercosur y el dilema de Alicia: ¿hacia dónde va el Mercosur?
El crecimiento del comercio bilateral y subregional, ¿es sinónimo de su éxito como proyecto?
Si tomamos en cuenta sólo el crecimiento de la interdependencia comercial desarrollada en el Mercosur, podríamos coincidir en que aquí radica su gran éxito, pero, al mismo tiempo, las propias asimetrías entre los miembros hacen caer en los socios menores -en particular en la Argentina, en relación con el Brasil- los costos de la asimetría macroeconómica. Esto ha sido claramente advertible a partir de la crisis brasileña de 1998-1999, cuando la liberalización de la tasa de cambio y la continuación de las distintas medidas que regulan de manera indirecta su comercio exterior (importaciones y exportaciones) generaron un grave proceso de recesión económica en la Argentina.

Si, como señala Bouzas, además de la orientación general de la política comercial y el mecanismo adoptado para la liberalización preferencial durante la "etapa de transición", una no despreciable dosis de suerte en el proceso del aumento de la interdependencia económica entre sus miembros ha sido un factor clave (Bouzas, 1996:68), ¿podemos seguir sosteniendo este modelo sobre tales premisas?

La Agenda de trabajo
Visión del mundo, naturaleza y proceso de cambios, integrados en una perspectiva de conjunto requieren -vistos los desafíos a enfrentar- de una agenda de trabajo, que debe ser una propuesta para la reflexión. Al aludir a la necesidad de que el Mercosur sea repensado hemos querido hacer referencia a objetivos y la agenda futura31#, en la cual se deben incluir la planificación y ejecución de nuevos sectores productivos, que se sustenten sobre políticas regionales/locales de desarrollo, que permitan la complementación de recursos humanos de alta calificación tecnológica y científica, un recurso por cierto bastante escaso en nuestros países y la discusión de políticas sectoriales de promoción del desarrollo regional. Aquí se advierten dos cuestiones distintas; en primer lugar la cooperación económica-científica-tecnológica dentro de la estrategia de desarrollo integral; la segunda, ampliar -a través del efecto multiplicador de la planificación sectorial y regional- el entorno dinámico del Mercosur.

No podrá imaginarse un desarrollo equilibrado perpetuando un espacio integrado en el cual coexistan un polo dinámico con otros donde no haya una modernización de las instituciones y de las estructuras económicas y sociales. Cambiar esta situación estructural permitirá impedir la reproducción, al interior del Mercosur, de un subsistema centro-periferia. Para ello hay que diseñar esa agenda de desarrollo regional que promueva la interconexión de espacios modernos y no-modernos (incluso arcaicos), de espacios transnacionalizados con aquellos "provincianos", de los intensivos con los extensivos, donde todos sean dominados por el mismo sentido de ciudadanía, pertenencia y democracia. No puede haber crecimiento económico sin una sociedad integrada socialmente y estable políticamente. En este sentido, uno de los objetivos de la institucionalización del Mercosur debería ser la profundización de instancias de participación y representación de las regiones, cuya conveniencia ha quedado demostrada en la experiencia de la Comisión Europea, como un mecanismo de equilibrio en el desarrollo integral, a través del "Consejo de Regiones".

Con ese propósito, podemos sugerir una agenda de trabajo e investigación sobre temas específicos, que se derivan del diagnóstico que hemos hecho en las páginas precedentes.

En primer lugar, es necesario retomar y recuperar el debate sobre el desarrollo y su relación con la integración económica y social. El debate sobre las estrategias posibles de desarrollo; la discusión sobre el corto y el largo plazos en la formulación de políticas y la reflexión sobre la funcionalidad/viabilidad del cuerpo teórico sobre el desarrollo es hoy una "asignatura pendiente" en la política nacional de muchos países en desarrollo y en particular en el Mercosur (4+2). Al mismo tiempo, la integración debe constituir parte de las estrategias de desarrollo y darle, por tanto, un sentido estratégico, como el que hemos sugerido. Vale la pena advertir, además, que si la integración no está dirigida hacia el esfuerzo por cambiar las "reglas del juego" de la economía política mundial (tendencias de la mundialización, consecuencias para la división internacional del trabajo, etc.), se correrá el riesgo de que el poder acumulado con el proceso integrador se diluya o se agote, tal como sucedió con otros esquemas en el pasado.

En segundo lugar, abrir la reflexión sobre el papel de los bloques de comercio, en relación con la existencia de economías hegemónicas y los esfuerzos de estas últimas por preservar mercados. Esto permitiría profundizar la discusión sobre la eficacia y conveniencia de la búsqueda de acuerdos de liberalización de comercio, entre economías marcadas por la asimetría de su desarrollo y dimensión, desde las perspectivas abordadas aquí.

En tercer lugar, la naturaleza esencial de lo político, la convergencia de políticas exteriores en temas claves para los objetivos y estrategias de inserción en el sistema internacional, que permiten sostener en el largo plazo algo que -a la luz de los desencuentros políticos recientes32#- lleva a preguntarse en qué consiste realmente esa alianza estratégica entre la Argentina y el Brasil sobre la cual se ha sustentado el Mercosur.

En cuarto lugar, el fortalecimiento de la institucionalidad, en la medida que ella puede asegurar la participación más equitativa de los países, sus respectivas sociedades nacionales y sus regiones, dentro de un todo integrado.

Todos estos aspectos deben ser volcados en una matriz que defina el tipo de ubicación político al que aspira llegar el Mercosur o a representar en tanto bloque subregional, puesto que en corto plazo deberá enfrentar negociaciones simultáneas y en distintos frentes: en niveles interregional, bilateral y multilateral.

Desafíos, dilemas y oportunidades
Una síntesis del estado actual del Mercosur permite tener un panorama de los progresos y de los desafíos pendientes. Ubicado el Mercosur en el contexto de la economía política mundial se advierte que éste es actualmente el cuarto bloque comercial del mundo; que el proceso de integración que representa es el más exitoso que ha conocido la región en su historia, dados los alcances de las interdependencias y los volúmenes de comercio obtenidos, con un crecimiento histórico de la inversión extranjera directa y de las inversiones intra-Mercosur; manifestado una creciente capacidad de atracción (ampliación a nuevos socios) y de negociación internacional (vis-à-vis la Unión Europea y Nafta). Es evidente que el Mercosur cambió el grado de interés estratégico global por América del Sur, incrementando en mucho la capacidad de negociación hacia otros bloques y hacia terceros países33#.

No obstante, cuando se plantea el tema de cómo transformar en ganacias (desarrollo económico, comercio, inversión extranjera directa, acceso a nuevas tecnologías, etc.) el perfil político y económico alcanzado regional e internacionalmente, surgen las dudas.

1º) No habiéndose alcanzado aún el "punto de no retorno", debido esencialmente al bajo nivel de institucionalidad, complementariedad e interdependencias económico-productivas e industriales, los factores que hoy dan continuidad al Mercosur son una mezcla -en sí mismos- de incógnitas políticas: a) el papel de significativa importancia que juega el Mercosur en la política exterior y en las relaciones internacionales del Brasil; b) la dependencia comercial argentina del Brasil. Allí también radican los intereses para que los dos socios principales sigan profundizando el mercado común.
2º) Considerando al Mercosur como una estrategia de regionalismo abierto, frente a la globalización/mundialización, los objetivos de "profundización" y "ampliación" conducen a dos agendas que en sí mismas también presentan desafíos y riesgos. La profundización del proceso, porque al significar una mayor concentración en el mercado interno (como ocurrió con la Unión Europea) dificulta la inserción del bloque en una economía mundial supuestamente más multilateralizada y abierta, aspiraciones éstas permanentes de la política comercial externa de América latina. La ampliación, porque puede diluir el proceso de integración y limitar el Mercosur a poco más que una zona de libre comercio. Como ha advertido un especialista, el regionalismo abierto (o regionalismo multilateral) no es lo mismo que multilateralizar el regionalismo#34

Comparado con otros ejemplos de regionalismo (Nafta/TLC o la Unión Europea), el Mercosur es un modelo sui generis, con el que sus miembros buscaron -a través de reglas confiables- crear una interdependencia que, en sus inicios no existía, ni entre la Argentina y el Brasil ni en nivel subregional. En ese sentido ha sido un éxito; pero también el hecho de que haya crecido mucho más su comercio con el resto del mundo que el comercio en su interior es un claro llamado de atención por la falta de una dinámica endógena de comercio, que remite a sus propias deficiencias estructurales de orden económico-industrial.

Tiene en su haber, además, un reconocimiento internacional para nada despreciable, cuyo mejor ejemplo es haber alcanzado con la Unión Europea una relación fuertemente institucionalizada, lo que marca un diálogo fluido y consolidado, más dinámico y equilibrado que el que se tiene con Estados Unidos.

Sin embargo, el bajo desempeño estructural y estratégico del Mercosur, reflejado en las limitaciones de la inserción económica internacional hacen que este progreso no se haya traducido en una relación económica equilibrada e igualmente beneficiosa para ambos grupos regionales.

En cuanto a las relaciones políticas con Nafta, si bien el Mercosur se perfila cada vez más como una piedra angular de una futura negociación por ALCA, ambos bloques difieren profundamente, tanto en intereses económicos a largo plazo, en la calidad de la inserción y la diversificación de intereses político-económicos, así como en la visión que ambos tienen sobre el sistema internacional y las relaciones internacionales. También difieren en la calidad y calificación de los respectivos grupos nacionales de interés y poder, así como en la dinámica institucional por la que han optado respectivamente.

En definitiva, el Mercosur tiene aún una pesada carga pendiente, con una agenda política, social y cultural que desarrollar, para la cual faltan todavía las grandes visiones idealistas y las voluntades políticas para llevarlas a cabo. El Mercosur cambió el modo de hacer política en la subregión#35; es de imaginar entonces que gracias a ese progreso se puedan hacer los ajustes estructurales y coyunturales para dar una nueva dinámica a la integración latinoamericana.

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Notas:
* Licenciado en Ciencias Políticas y Sociales (Sorbonne); Master en Economía Política (Sorbonne); Master en Relaciones Internacionales (FLACSO); Doctor en Sociología (Sorbonne-UCA). Profesor Titular Exclusivo de la Universidad Nacional del Centro y Profesor de la Universidad de Buenos Aires. El presente estudio se ha realizado como parte de las actividades de investigación del Departamento de Relaciones Internacionales de la FCH de la Universidad Nacional del Centro, con subsidio de la SECYT.
##1 Según la definición de Keohane y Nye, ver, R.O. Keohane & J. Nye, Poder e Interdependencia. La política mundial en transición, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1988, Primera parte.
2 Según estimaciones de Edward Graham (Global Corporations and National Governments), citado por Ikenberry (1998), el inventario global agregado de IED aumentó de 503.000 millones de dólares en 1980 a 3,35 billones de dólares en 1993. Como señalamos en nota más adelante, solamente unas 1.000 corporaciones transnacionales realizan, efectivamente, inversión extranjera directa.
3 La bibliografía de referencia se encuentra citada en nuestros estudios anteriores. De ella merecen citarse, por su importancia para la región, los trabajos de la Cepal, Sela, etc.
4 #El concepto, en los términos popularizados por la Cepal, se define como "un proceso que surge de conciliar (...) la interdependencia nacida de acuerdos especiales de carácter preferencial y aquella impulsada básicamente por las señales del mercado resultantes de la liberalización comercial en general" (CEPAL, El regionalismo abierto en América Latina. La integración económica al servicio de la transformación productiva con equidad, Santiago, Naciones Unidas, 1994, p. 12). Un interesante debate en torno de este concepto, como política, se encuentra en Alfredo Guerra-Borges, Globalización de la regionalización en América Latina: un punto de vista alternativo, en Comercio Exterior, México D.F., Vol. 46, Nº 6, junio de 1996, pp. 436-442.
5 # Cfr. Ortíz (1994) y nuestro capítulo "Cultura, Globalización e Identidad Cultural: perspectivas desde América Latina y Argentina".
6 # C. Moneta, citando estudios del CEII (Francia), señala que la deslocalización de las filiales de las corporaciones transnacionales en el extranjero alcanzará a un 25% de la producción total alrededor del año 2.000. Cfr. Moneta (1998:59).
#7 Existen actualmente, según el Informe Mundial de Inversiones de la UNCTAD correspondinte a 1997, 13 empresas latinoamericanas: 6 mexicanas, 4 brasileñas, una venezolana, una argentina y una chilena. Si bien la gran mayoría son empresas del rubro petroquímico, es interesante destacar el caso de la argentina "Metalúrgica PESCARMONA" en el rubro de motores y turbinas. No obstante, el informe no la destaca, poniendo de relevancia, como único ejemplo argentino a YPF, como la octava multinacional del mundo en desarrollo, encabezado por la coreana "Daewoo". Estas 13 empresas son la presencia latinoamericana en el conglomerado de más de 39 mil corporaciones transnacionales presentes en la economía mundial, de las que solamente unas 1.000 (todas ubicadas en el mundo trilateral Europa, E.U.A. - Canadá, Japón-Asia Pacífico) realizaban IED. Aunque la comparación refleja las enormes diferencias de desarrollo económico, industrial y tecnológico entre las economías centrales y las economías latinoamericanas, habría que agregar a esos escasos 13 ejemplos algunas otras de origen chileno (aunque más que corporaciones son grupos económico-financieros) que están incursionando en rubros de la agroindustria, alimentos y servicios.
8 #Ver, Luciano G. Coutinho, op. cit.; José Tavares de Araujo Jr., "Concorrência, Competitividade e Política Económica", en R. Baumann (Organizador), op. cit., pp. 75-86; Fernando Fajnzylber, "Competitividad internacional: evolución y lecciones", en Revista de la Cepal, Santiago, Naciones Unidas, Nº 36, oct. 1988; Coutinho & Ferraz (Coords.), Estudo da competitividade da indústria brasileira, Sao Paulo, Papirus, 1994; Ferraz, J.C., Kupfer, D., Haguenauer, L., Made in Brazil: as racionalidades da produção e os desafíos competit

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