Panorama de la impresión 3D

Helena Marchini
Si bien pasaron más de 35 años desde que aparecieron en el mercado las primeras tecnologías de impresión 3D —a manos de la empresa 3D Systems—, fue recién en la última década que lograron una mayor injerencia en la industria y en la agenda pública. Durante 2014, según la consultora norteamericana Wohlers Associates especializada en la temática, “el mercado de la impresión 3D, que comprende a todos los productos y servicios del mundo, creció a 3070 millones de dólares en el año (lo que acumula un crecimiento del 34,9% en relación al período anterior)”.

¿A qué se debe el repentino éxito comercial de estas tecnologías? Por un lado a las evidentes posibilidades que brindan en diferentes sectores productivos, como la fabricación de implantes médicos, el desarrollo de piezas de maquinarias, la impresión de modelos y matrices de inyección, sus posibilidades de realizar producciones en baja escala, entre otros aspectos. Por otro lado, también es importante destacar “el crecimiento de Internet y el comercio electrónico, las plataformas de crowfunding (financiación colectiva de proyectos), el redescubrimiento de la robótica, el auge de la programación de la mano del éxito de celulares y tablets, el vencimiento de patentes de impresoras 3D y, fundamentalmente, la difusión de la filosofía de código abierto (que promueve el trabajo colaborativo)”, destacó Jorge Ceballos, diseñador industrial del Laboratorio de Materialización del Centro de Diseño Industrial del INTI.

3D, nueva capacidad del INTI

Es muy frecuente escuchar que gracias a la impresión 3D se podrán sustituir importaciones, debido a que estas tecnologías permiten fabricar piezas complejas –a través de un proceso de ingeniería inversa- en una sola impresión.

Además de esta aplicación, la impresión 3D ofrece un abanico muy grande de posibilidades que podrían resultar estratégicas para mejorar la capacidad productiva nacional.

Una primera consideración a tomar en cuenta es que existe una gran diversidad de tecnologías de impresión 3D en el mercado argentino y que su mejor elección dependerá de la necesidad a cubrir. Por ejemplo, en aquellas situaciones en las que se requiere imprimir piezas con un alto nivel de precisión y detalle (con buena terminación superficial, condiciones de resistencia controladas o que requieran la utilización de varios materiales) las impresoras de uso domiciliario no resultan suficientes y se debe recurrir a equipos profesionales —como son las líneas de impresoras Project y sPro de 3dSystem, Objet y Fortus de Stratasys o las líneas profesionales de Exone y EOS, entre otras—.

Tomando en cuenta las potencialidades de este sector, el INTI importó recientemente de Israel una impresora Objet500 Connex de la empresa Stratasys para ofrecer a la industria servicios de impresión profesional que hasta ahora sólo estaban disponibles en el exterior. La nueva impresora forma parte del Laboratorio de Materialización y, desde su incorporación, se han acercado al área más de 140 emprendedores para solicitar asistencia para mejorar su proceso de diseño y desarrollo de productos.

Futuro expectante

“Si bien desde el imaginario social suele presentarse la idea de que estas tecnologías de impresión 3D no tienen límites, el panorama actual se encuentra más expectante hacia las potencialidades del sector que con muestras fehacientes de casos de éxito inmersos en la lógica de mercado tradicional”, concluyó Ceballos del INTI. Es decir, actualmente los productos obtenidos de los sistemas de impresión tridimensional (tanto los de bajo costo como los más sofisticados) distan en calidad y costo de los obtenidos por métodos tradicionales de producción, y sólo tienen sentido cuando la necesidad de personalización incide ampliamente en la relación costo-beneficio.

Tomando en cuenta este escenario, es importante que las empresas argentinas conozcan las diferentes posibilidades que ofrecen estas tecnologías para incorporarlas tempranamente en su matriz productiva y mejorar así su competitividad. Pero el desafío no es sólo individual, sino que debe asentarse en el análisis y el debate sobre los posibles efectos para el entramado productivo y social del país, y las estrategias públicas y sectoriales necesarias para afrontar un nuevo marco tecnológico.

Saber Cómo Nº 114 (INTI) - agosto de 2015

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