Por qué es tan importante entender lo que es el dinero en el caso de Grecia

Robert W. Parenteau
Mientras Grecia se tambalea bajo el peso de una depresión que ya supera la de los años treinta en Estados Unidos, parece complicado ver una vía de escapatoria de lo que cada vez más parece un plan de “rescate” de los de extensión y ampliación de la deuda por sucesivos reendeudamientos financiados con un esquema Ponzi. De hecho, hay modos mucho más creativos y efectivos de solucionar algunos de los dilemas macrofinancieros a los que Grecia se enfrenta sin que implique la salida del euro. Pero estas soluciones desafían muchos de los paradigmas económicos existentes, incluída la propia concepción del “dinero”.

En la conferencia del Levy Economics Institute que tuvo lugar en Atenas el Noviembre de 2013, propuse los títulos de anticipo de impuestos (TAI), una forma de que Grecia abandone la austeridad sin tener que salir del euro (una versión actualizada en XXX). Esta propuesta se basa en un conocimiento profundo de lo que el dinero es en realidad y de los distintos roles que desempeña en nuestras economías. Abba Lerner plasmó la esencia de las monedas fiduciarias modernas, que los estados con soberanía monetaria crean de la nada. El siguiente fragmento de hace más de medio siglo recoge la idea fundamental de Lerner (como veréis, la visión de Lerner conforma gran parte de la aproximación neo-chartalista de los actuales partidarios de la Teoría Monetaria Moderna):

“El estado moderno puede hacer que cualquier cosa se aceptada como dinero… es cierto que no bastaría con una mera declaración de que tal cosa u otra es dinero, a menos que no esté respaldada por la más convincente evidencia constitucional de que el estado es absolutamente soberano. El truco consiste en que el estado debe estar dispuesto a aceptar aquello que propone como dinero en los pagos que recibe de los impuestos y del resto de obligaciones.”

De este modo, el estado moderno impone y exige el cumplimiento de una obligación tributaria a sus ciudadanos y, a su vez, determina lo que hace falta para poder pagar los impuestos. Esto significa que un estado con una moneda soberana nunca hace frente a restricciones de ingresos. De hecho, el gobierno primero debe crear dinero para que el sector privado pueda encontrar el modo de pagar los impuestos y los bonos del estado. Por tanto, ni los impuestos ni los bonos del gobierno son realmente su fuente de financiación. Pero, ¿cómo puede ser eso posible?

El gobierno es en sí mismo la fuente última del dinero que necesita para pagar sus gastos. Los impuestos sencillamente dan valor al dinero, puesto que los hogares y las empresas no financieras no pueden crear dinero – esto es falsificar. De hecho, con tal de conseguir dinero tienen que vender un producto o un servicio al gobierno, o ser beneficiarios de un subsidio corporativo o de un programa de transferencias a los hogares desarrollado por el gobierno.

Es en este contexto se enmarca la propuesta de los TAIs. Es importante señalar que los TAIs son, por diseño, deudas emitidas por el gobierno como cualquier otro bono. Es un instrumento de deuda que el titular puede usar para realizar el pago de sus impuestos a un tipo de cambio de 1 TAI=1euro. Al darle valor a estos TAIs (es decir, al permitir que sean usados para pagar los impuestos nacionales) se asegura una fuente natural de demanda de estos títulos. Además, es muy probable que los griegos que así lo decidan acaben usando los TAIs para sus transacciones privadas, los cual es una de las razones importantes por las que la propuesta de los TAI aporta un modo de escapar de la austeridad sin tener que abandonar el euro.

¿Escépticos? Hay otros ejemplos históricos de monedas locales que operan en paralelo a las monedas nacionales. Como señaló el economista L. Randall Wray, cuando la crisis argentina se profundizó después del año 2000, los gobiernos locales empezaron a emitir los “Patacones” (bonos con interés) como monedas locales, y los usaron para pagar a los trabajadores y a los proveedores, y a la vez eran aceptados para el pago de los impuestos. Las empresas de servicios públicos empezaron a aceptarlos – sabiendo que los usarían para pagar parte de sus impuestos – y su aceptabilidad se extendió incluso a compañías internacionales como McDonald’s.

Hay otros ejemplos históricos cercanos, algunos de los cuales pueden enfatizar la ironía de adoptar este tipo de propuesta en una moda del tipo “lo que es bueno para la oca es bueno para el ganso”. Nada menos que Hjalmar Horace Greely Schacht, que estaba involucrado con los bancos alemanes Reichbank y Dresdner Bank y que por la década de 1930 era Ministro de Economía, introdujo los bonos Mefo, que se parecen a los TAIs a pesar de que estos últimos se basan en los principios neo-chartalistas y su valor se deriva de su uso como crédito para el pago de los impuestos.

Las transcripciones del juicio de Nuremberg describen así el plan de Schacht:

“Las transacciones con bonos Mefo funcionaban del siguiente modo: los bonos Mefo procedían de los contratistas de armamento y eran aceptados por una compañía de responsabilidad limitada que se llamaba Metallurgische Forschungsgesellschaft, m.b.H. (MEFO). Esta compañía era una organización fantasma; tenía un capital nominal de solo un millón de Reichmarks. Los bonos Mefo vencían a los seis meses, pero se podían prorrogar consecutivamente cada tres meses. El que escribía la deuda podía presentar sus bonos a cualquier banco de descuento en cualquier momento y estos bancos, a su vez, podían redescontar los bonos en el Reichsbank en cualquier momento dentro del vencimiento de tres meses más temprano.”

Los politicos alemanes que hacían frente a restricciones financieras a lo largo de los años treinta, idearon instrumentos de financiación del estado alternativos; sin embargo el plan de los Mefo de Schacht era un juego de trileros que se basaba en la complicidad del banco central y no es así como funcionan los TAIs.

Podemos encontrar ejemplos menos extremos en la década anterior al plan de Schacht: EEUU tenía al menos cinco formas de papel moneda circulando a la vez en los años veinte – a pesar de la preocupación sobre la hiperinflación generada por la terrible experiencia de Weimar en 1922-23. Estas formas de papel moneda eran intercambiables y eran:

- Certificados de oro (canjeables por monedas de oro hasta que F.D. Roosevelt prohibió que los agentes privados tuvieran oro).
- Certificados de plata (canjeables por monedas o lingotes).
- Títulos del Banco Nacional (emitidos por los bancos tutelados por el estado con un valor nominal equivalente a los bonos depositados por el banco en el Tesoro)
- Títulos de Estados Unidos (emitidos directamente por el Tesoro y también denominados Títulos de Curso Legal aunque no tenían “respaldo”).
- Títulos de la Reserva Federal (canjeables por oro en el Tesoro o por oro o “dinero legal” en cualquier Banco de la Reseva Federal hasta la prohibición de F.D. Roosevelt cuando pasaron a ser declarados títulos de curso legal canjeables por dinero lícito en la Fed o el Tesoro).

De hecho, los experimentos con instrumentos financieros alternativos que pueden ayudar a que las economías se recuperen durante las crisis monetarias y financieras son a menudo citados por los economistas de la Escuela Austríaca, especialmente el ala/grupo Hayekiano que está a favor de privatizar el dinero. Son ejemplos de ello los certificados de compensación que se crearon y extendieron durante el Pánico de 1907 y la Gran Depresión. Por tanto, la adaptabilidad de las finanzas y de los sistemas monetarios es mucho más amplia de lo que nos hacen creer, y no siempre está conducida por el estado, lo cual da elementos sobre los que pensar a los neo-chartalistas.

Aquellos que no son neo-chartalistas pueden tomar una posición escéptica ante la idea de que sea sostenible un tipo de cambio de 1TAI por 1 euro. Sus argumentos se centran en el hecho de que incluso si uno dotara de valor a los títulos de anticipación de impuestos permitiendo su uso en la cancelación de obligaciones tributarias, el valor de los TAIs se desplomaría en relación al euro y, por tanto, no serviría de mucho para estimular la demanda agregada mediante su uso a la hora de financiar los gastos fiscales.

Vamos a considerar este argumento por un momento: digamos que los TAIs se desploman y empiezan a “negociarse” en las bolsas privadas de Grecia a un cambio de 4 TAIs por 1 euro o un desastre del estilo. Digamos que usted es un ciudadano griego. Usted tiene “atrasos” tributarios (como muchos tienen) y escucha que Syriza establece el cumplimiento de las obligaciones tributarias como una alta prioridad y que la Troika o las Instituciones les obliga a hacerlo si quieren tener acceso a fondos prestados de fuentes oficiales externas. Digamos que sus atrasos tributarios equivalen a su salario anual. Usted usará euros para comprar TAIs descontados y los entregará al Tesoro, que está obligado por ley a aceptar los pagos de impuestos en TAIs a la equivalencia establecida de 1 TAI por 1 euro. En el proceso se da efectivamente una gran deducción fiscal – pero para obtenerla tienen que vender euros y comprar TANs – lo que mantiene el precio de los TAIs alto en relación a los euros. Si los ciudadanos hacen esto una y otra vez con sus atrasos tributarios y los pagos de impuestos que están por venir, sea cual sea la “depreciación” de los TAIs en relación a los euros que se haya dado, se arbitrará esencialmente fuera del mercado.

Como cualquier agente de Wall Street que se dedique al arbitraje sabría, la única razón por la que uno no debería comerciar, todo el día y cada día, sería que un creyera que el “creador del mercado”, el Tesoro, ha perdido su capacidad o credibilidad para aceptar los TAIs como medio de pago de los impuestos a 1TAI por un euro. Y cabe recordar que el creador del mercado, en este caso el Tesoro Griego, tiene autoridad prácticamente ilimitada para imponer nuevos impuestos y elevar los tipos impositivos existentes, lo cual afecta directamente a la demanda de los TAIs. Por supuesto, hay una restricción política (recuerden la superestrella del Tennis Bjorn Borg que amenazó en emigrar de Suecia por los altos tipos impositivos de los setenta), y Grecia ha tenido que hacer su pacto de cumplimiento de las obligaciones fiscales antes de que los TAIs hayan sido implementados. Pero si este mecanismo de ajuste no funciona, el Tesoro puede variar la proporción de gasto del gobierno que se financia mediante la emisión de TAIs, influenciando directamente el flujo de oferta de TAIs.

En otras palabras, por diseño, el mecanismo de ajuste a través del arbitraje mantendría la equivalencia de 1TAI por 1euro en una banda de fluctuación bastante estrecha, siempre y cuando esté claro que las obligaciones fiscales pueden ser, y serán, liquidadas con el Tesoro a un tipo de cambio de 1TAI por 1 euro. Cualquiera que trabaje en Wall Street o la City entendería este proceso de ajuste. Al fin y al cabo, el “arbitraje” en Wall Street se hace sobre minúsculas discrepancias de puntos base en varios instrumentos financieros a la velocidad de la luz en programas automáticos de arbitraje y en comercio de alta frecuencia. Los TAIs tienen un mecanismo de ajuste ya construido y que precisamente funciona del mismo modo.

Por la inusual estructura híbrida de los TAIs (un título al portador perpetuo y de cupón cero) merece la pena señalar la siguiente ironía: ¿no es curioso cómo nos quedamos asombrados y, apremiados, por los ingenieros financieros de Wall Street cuando crean todo tipo de instrumentos de deuda que pueden contabilizarse como capital (por ejemplo, los bonos perpetuos que se usan como capital de nivel 1 bajo las regulaciones del Acuerdo de Basilea), y cualquier tipo de capital que se asemeje a una deuda? O mejor todavía, ¿cómo aplaudimos la ingenuidad de los ingenieros financieros cuando agrupan monstruos de Frankenstein en swaps de rendimiento total, cambiando un tipo de rendimiento de un activo por otros tipos de rendimientos, aunque nunca cambien nominalmente la propiedad del activo? (y recuerden que de acuerdo a las investigaciones de Jan Kregel, estos tipos de instrumentos desempeñaron un papel esencial en la crisis asiática de 1997-8 y en la reciente crisis).

Sin embargo, por alguna razón extraña e innombrable, al mismo tiempo se evita siquiera barajar la posibilidad de un nivel similar de creatividad y hibridización en el ámbito de las finanzas públicas. O rechazamos directamente las propuestas declarándolas muertas desde el primer momento por imposibles, porque albergan tipo de inconcebibles complicaciones, porque son propensas a llevar a la irresponsabilidad fiscal o a una asignación ineficiente de recursos y, por último, por el riesgo a que generen procesos de hiperinflación lo cual es motivo particular de hiperventilación del Bundesbank… incluso a pesar del hecho de que cada vez más naciones de la eurozona se ven inmersas en una deflación de precios (y otras, como Grecia, han padecido deflación en las rentas).

Este parece ser el caso incluso para las cosas que han hecho con éxito las naciones y que deberíamos conocer (como los tipos de moneda que circulaban paralelamente en EEUU en los años veinte) aunque nadie parece recordar, o al menos nadie osa mencionar este tema “prohibido”. El dinero es importante para Grecia. Entender la naturaleza del dinero, y diseñar instrumentos financieros basados en esta comprensión es importante si tratamos de encontrar una solución práctica y efectiva para el rompecabezas griego de cómo abandonar la austeridad sin tener que salir del euro.

La ignorancia, tanto de los principios financieros esenciales como de la historia económica, no es excusa para exigir de forma sádica la profundización de la crisis humanitaria y, por ende, de la creación potencial de un estado fallido, en nombre de alcanzar lo que se denomina como finanzas sólidas o responsabilidad fiscal, aunque una reflexión sensata nos llevaría lejos de esto. Es momento de abandonar la farsa y solucionar el problema.

Robert W. Parenteau es un economista norteamericano, columnista habitual en la revista postkeynesiana New Economic Perspectives

Sinpermiso - 15 de marzo de 2015

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