La nacionalización de los ferrocarriles

Durante la segunda guerra mundial, la Argentina fue uno de los principales proveedores del Reino Unido, al que en adelante, y por tradición, llamaremos Inglaterra. En ese período Inglaterra en forma unilateral decidió retener -congelar- las libras que debió haber pagado a nuestro país. Ese proceder determinó que, al finalizar la contienda, el monto acumulado ascendiera a unos 150 millones de libras esterlinas equivalentes a más de dos mil millones de pesos de entonces.

Situación y perspectivas de la comercialización de granos

En esta oportunidad compartimos todo lo que dejó la Segunda Mesa de la V Jornada “La problemática agraria en la Argentina”

El objetivo es analizar los cambios en el sistema de comercialización de granos de las últimas décadas y avanzar en el debate sobre algunas cuestiones significativas, los gravámenes a la exportación, la concentración de la actividad –en particular en el comercio de soja y derivados– las ventas directas por fuera de los recintos de las Bolsas (práctica que resta transparencia al mercado) y el propósito del Estado de regular las exportaciones de trigo y acentuar los controles sobre el conjunto de la actividad.

Tecnología e innovación ferroviaria en la Argentina

La Argentina, además de ser un país con trenes, apunta también a ser un país con industria ferroviaria. Para ello se están dando pasos decisivos, tanto en el sector público como en el privado. Entre ellos, trazar un plan integral, llevar adelante inversiones y desarrollos tecnológicos con un fuerte componente innovador. El uso de trenes en todo el mundo está creciendo y en diversos foros técnicos y sectoriales se menciona la necesidad de elaborar un programa para regenerar las condiciones de consolidación y crecimiento de la industria nacional. Lo cierto es que tanto para el desarrollo de la industria carrocera, tanto de unidades de pasajeros como de carga por automotor y la rehabilitación de las unidades existentes, es necesaria una fuerte inversión en modernización tecnológica.

Doble mano

Un millón y medio de brasileños tomaron por asalto las avenidas de decenas de capitales, embravecidos contra el despilfarro de la Copa, el transporte caro, la represión policial, la corrupción y la burocratización de la clase política. También hubo algunos, no pocos, que repudiaron la censura, privada del multimedios Globo. Y aunque se trató de un alzamiento impensado la marea de indignados, de a poco, fue encauzándose detrás de algunas banderas históricamente defendidas por la izquierda, sumadas a otras de nuevo tipo.

El precio del progreso

Con la elección de Dilma Rousseff como presidenta, Brasil quiso acelerar el paso para convertirse en una potencia global. Muchas de las iniciativas en ese sentido venían de antes, pero tuvieron un nuevo impulso: la conferencia de la ONU sobre medioambiente, Río+20 (2012), el campeonato mundial de fútbol en 2014, los Juegos Olímpicos en 2016, la lucha por un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el papel activo en el creciente protagonismo de las “economías emergentes” (Brics: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), la nominación de José Graziano da Silva para director general de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en 2012, y la de Roberto Azevedo para director general de la Organización Mundial de Comercio, en 2013, una política agresiva de explotación de los recursos naturales, tanto en Brasil como en Africa, especialmente en Mozambique, el impulso de la gran agroindustria, sobre todo para la producción de soja, agrocombustibles y ganado.

Litio, el "oro blanco" del Cono Sur

Varios expertos pronostican que en unos 40 o 50 años el mundo agotará sus reservas de petróleo. Para entonces habrá que encontrar fuentes alternativas para el transporte.

Los científicos ya creen haber encontrado la solución: vehículos híbridos o eléctricos que funcionan a base de una batería de litio.

Las proyecciones más conservadoras estiman que para 2020 habrá en el mundo unos 20 millones de estos autos, aunque otros elevan esa cifra a 200 millones. Esto se suma a las baterías de litio que ya se usan en teléfonos celulares, computadoras y otros dispositivos electrónicos.