Ucrania siempre estuvo cerca: peligro de guerra y el futuro de la Argentina

Marcelo Falak


La crisis amenaza con un desmadre de la economía global. El condicionamiento de EE.UU., sobresaltos con la deuda y mayor presión sobre la inflación y el dólar.

Tras el fracaso de la última reunión de los jefes de las diplomacias de Estados Unidos y Rusia, Antony Blinken y Serguéi Lavrov, decenas de miles de soldados rusos, con equipamiento bélico pesado, penetraron en la madrugada de este lunes a sangre y fuego en Ucrania desde el este, dejando un número aún no determinado de víctimas, ocupando velozmente amplios territorios rusoparlantes de esa región y amenazando con avanzar hasta la capital, Kiev. Ante eso, Estados Unidos y sus socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) respondieron con una amplia movilización militar en toda la región y con una salva de sanciones que toca el principal nervio de la economía del país agresor: sus exportaciones de energía. "Reclamamos a nuestros aliados en todo el mundo su apoyo en la defensa del ideal de la democracia", urgió el jefe de la Casa Blanca, Joe Biden, en momentos en que se concreta el temor a un choque bélico en Europa con varios actores internacionales, el primero desde la Segunda Guerra Mundial, y las plazas financieras se desploman en todo el mundo.

La apertura de este artículo, claro, es un ejercicio de política ficción destinado a llamar la atención de quienes leen esta nota, pero no así el tuit insertado arriba. Más allá de eso, aunque resulte difícil de pensar, la posibilidad de una derivación extrema de la crisis que se cocina desde hace tiempo a fuego lento parece hoy más cercana. La Alianza Atlántica ordenó este lunes el despliegue de aviones y buques de guerra para "reforzar la disuasión y la defensa" en torno a la frontera ucranio-rusa, Moscú la acusó de "exacerbar las tensiones", Estados Unidos ordenó la salida de Ucrania de las familias de sus diplomáticos apostados en Kiev y recomendó vivamente que sus ciudadanos residentes en ese país hagan lo propio y las principales potencias europeas urgieron a sus nacionales a no viajar a la zona del conflicto o, si están allí, a abandonarla.

Ante lo que parece ya una Segunda Guerra Fría, cabe recordar que Estados Unidos y Rusia libran desde hace tiempo en América Latina en general y en Argentina en particular una puja singular por ampliar su influencia. Así las cosas, vale pensar cuáles serían las consecuencias para nuestro país en caso de que, literalmente, la sangre llegue al río.

Lo que ocurre en Ucrania es un asunto de primer orden global. Desde la caída de la Unión Soviética, el reparto de esferas de influencia en Europa entre Estados Unidos –la OTAN– y Rusia ha sido un tema caliente. Ahora, con un Vladímir Putin que suma eficazmente coerción y consenso –¿qué otra cosa es, si no, la hegemonía?– este último país retoma la vocación internacional común a las eras zarista y comunista y la coyuntura se hace incandescente.

Tradicionalmente, Ucrania ha sido un país ubicado en la esfera de influencia de Rusia, algo que quedó en entredicho tras el colapso de la Unión Soviética. El sector prooccidental de la dirigencia política de aquel país ve hoy la oportunidad de modificar eso y plantea un ingreso a la OTAN, algo que para Putin resulta inaceptable. Tal paso le permitiría a la Alianza Atlántica instalar tropas y armas –acaso nucleares– en su frontera sudoeste y acabar con su influencia en Europa Oriental.

La crisis tiene antecedentes que hacen más verosímil la posibilidad de un conflicto armado. En 2014, Rusia ocupó y anexó la hasta entonces ucraniana península de Crimea –estratégica para la salida al Mar Negro– y luego armó y prestó todo tipo de apoyo a milicias aliadas decididas a independizar el este rusoparlante de Ucrania con miras a una futura confluencia con la madre patria.

El estallido de un conflicto bélico resultaría disruptivo para la economía internacional. ¿Qué efectos tendría eso en la debilitada Argentina actual?

Un listado sensible

En primer lugar, el conflicto involucra a Rusia, el mayor exportador de trigo del mundo, y a Ucrania, el tercero de ese cereal y de maíz. Un eventual bloqueo del comercio a través del Mar Negro también afectaría a otros productores como Rumania y Kazajistán. Tal situación podría disparar los precios internacionales de esos y otros productos agrícolas bien por encima de sus ya elevadas cotizaciones actuales.

En principio, eso supondría un beneficio para la Argentina por mejorar el precio de sus principales exportaciones. Sin embargo, resultaría disruptivo para una economía internacional sometida a fuertes presiones inflacionarias, en especial por lo que ocurre con los alimentos y con la energía. También la Argentina sufre por la inflación de alimentos, algo que depara constantes roces entre el Gobierno y los productores de granos y carne.

En paralelo a lo anterior, los precios de la energía también se dispararían dado el rol de Rusia como uno de los principales productores y exportadores mundiales de petróleo y de gas y por el posible cierre del flujo de hidrocarburos hacia Europa. Esto podría resultar de una decisión de Moscú de presionar a los miembros europeos de la OTAN justo antes del otoño y el invierno boreales, que dependen de ese gas en un tercio de su consumo, en especial la gran potencia industrial de la Unión Europea (UE), Alemania.

En tal escenario, según cálculos del mercado, el crudo podría dispararse a 150 dólares por barril, lo que llevaría la inflación de varios países centrales y emergentes clave a récords aun mayores que los registrados el año pasado.

Dicho eso, surge que también la Argentina sentiría el impacto de la suba de esos costos en un índice de inflación de más del 50% que no está para sobresaltos, lo que podría llevar al Gobierno a amortiguar la emergencia con subsidios que volverían a complicar el frente fiscal, la inflación y una relación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que sigue irresuelta.

En caso de inestabilidad política y militar, los flujos financieros se precipitarían en masa en busca de refugios seguros como el oro y, fundamentalmente, los Bonos del Tesoro estadounidense. Eso haría caer los ya bajos rendimientos de estos últimos y dejaría stand-by la decisión de la Reserva Federal y otro bancos centrales importantes de revertir las políticas monetarias expansivas de la pandemia, a la vez que dejaría vacíos los mercados emergentes e impactaría negativamente sobre las monedas de este grupo de países.

En el caso de la Argentina, ello sumaría a una presión permanente contra el peso, dificultando el manejo de la política económica, incrementando los riesgos de devaluación del tipo de cambio oficial y, con ello, de un deterioro mayor que el actual de las condiciones de vida y los índices de pobreza e indigencia. La comida, algo que Argentina exporta y, salvo por el relativo desenganche que producen las retenciones, se haría en tal caso todavía más cara para las familias.

Eso es todo por ahora. Tenga usted una hermosa semana.

 

Letra P - 24 de enero de 2022

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