Un año del gobierno de Cambiemos

Jorge Molinero

 

Allá por marzo de 2016 habíamos indicado en un artículo que el verdadero plan del gobierno de Cambiemos era la recesión programada: ”En realidad, el gobierno de derecha de Macri crea ilusiones y promesas con la deliberada intención de no cumplirlas porque su plan es otro: la recesión programada para que los salarios reales y la ocupación caigan y volvamos a una distribución del ingreso favorable al capital concentrado.”

Para esos momentos eran muchos los que aun creían en las promesas de campaña, y eran de la idea que había que “darle tiempo” al nuevo gobierno para que sus planes pudieran desarrollarse y mejorar la condición de vida de los argentinos. Las críticas eran consideradas apresuradas, la ciudadanía recién estaba volviendo de sus vacaciones y esperaba que comenzasen los cambios positivos, puesto que ya se habían visto cambios negativos que el gobierno “vendía” como necesarios (fuerte devaluación con reducción de retenciones al agro y la minería, aumentos de precios y una reducción significativa de empleados públicos, acusados de vagos y clientelismo político). El mensaje del nuevo gobierno era que las variables económicas estaban distorsionadas por el exceso de intervención del Estado en la economía, y que una vez liberadas las fuerzas del mercado, y tras un breve período de reacomodamiento, se reactivarían las inversiones y las exportaciones, se reduciría la inflación y el país retomaría el crecimiento que había perdido.

El gobierno de Cristina había terminado con un crecimiento menor que el de los años anteriores, pero - en medio de muchas dificultades internacionales con caída de los precios de exportación, recesión de nuestro socio comercial Brasil, etc. -  había logrado mantener un crecimiento cercano al 2,5 % en 2015, cifra reconocida por el actual gobierno, y una desocupación baja, menor al 6 %.

Esas realidades son ignoradas y ocultadas en el mundo de los globos del gobierno. Toda la prensa hegemónica, tanto escrita como radio y televisión, repite a pie juntillas la cantinela de la “herencia recibida” que le dicta el gobierno. Pero ahora ha pasado un año completo y las promesas de reactivación no han sido cumplidas, sino todo lo contrario. En el curso de este año se incrementó fuertemente la inflación, resultado inevitable de la devaluación macrista, y a la importante reducción del empleo público en los primeros meses siguió el desplome de la actividad privada, con las caídas muy pronunciadas de la construcción y distintas ramas industriales, lo que luego fue repercutiendo en las otras ramas de la actividad, como el comercio y los distintos servicios. Inevitablemente, menor actividad significa menor empleo. La desocupación está ahora muy cercana al 10 % y no hay signos de reversión de este proceso. La “limpieza de la grasa militante” como llamaron a los despidos en el sector público, fue más que compensada con el ingreso posterior de sus propios seguidores, y hoy las plantillas de empleados públicos son más elevadas que en Diciembre de 2015.

No a todos les fue mal. Los sectores exportadores tradicionales como el agro pampeano y la minería se vieron beneficiados doblemente con la fuerte devaluación del peso, unido a la eliminación de las retenciones a la exportación, y su reducción en el caso de la soja. No fueron los únicos en ganar con el cambio. También hubo una gran ganancia financiera con la elevada tasa de interés que el Banco Central pagó por las LEBAC, que comenzaron en el 38 % anual y hoy se encuentran en el nivel del 25 %. La liberación del mercado de capitales hizo que entrara mucho dinero especulativo externo a ganar las tasas de interés de corto plazo. También ganaron los importadores y distribuidores de productos de lujo, como los automóviles de alta gama, a los que se redujo el derecho de importación, para atender a la demanda de los sectores de mayores ingresos. Pero las clases medias y los sectores populares vieron reducido su ingreso, ya que la inflación, que se ubica cercana al 45 % anual, no ha sido seguida por los salarios, con convenios entre el 30 % y el 35 %, cuando no por debajo de esas cifras.

El gobierno insiste en que las fuerzas económicas liberadas de las restricciones que ponía en Estado harían retomar el crecimiento, y así en el primer semestre se indicaba que había que esperar al segundo, y ahora que termina el año la promesa viene para el año que viene, pero no hay signos de los famosos “brotes verdes” por ningún lado. Sin dudas que algo reactivarán en los meses previos a las elecciones. Si retrocedés 10 puntos y luego ganás 2 a última hora, el gobierno te querrá hacer olvidar que en ese lapso total habrás perdido 8. Algunos caerán en la trampa, el gobierno apuesta siempre a que el pueblo no tenga memoria. Lo que ellos se proponen – con la inestimable ayuda de los medios de comunicación que los protegen – es mantener engañados a la mayoría que los votó por lo menos hasta las próximas elecciones de 2017.

Es de hacer notar la falsedad de las promesas de campaña de Cambiemos, y el caso más flagrante, que se siente en el bolsillo de los consumidores, es el aumento de la inflación, a la que dijeron habían venido a eliminar. Durante 2015 teníamos inflación también, pero de menor magnitud (del orden del 20 al 25 % anual) mientras que a nadie le cabe la duda que esta se aceleró a partir de la devaluación de Cambiemos. La otra falsedad fue que recibiríamos una “lluvia de inversiones” del exterior, puesto que ahora había un clima pro negocios. De un país con muy baja deuda externa que dejó el gobierno anterior, Cambiemos se abocó a un proceso de endeudamiento externo significativo. Según la investigación de la Fundación Germán Abdala hasta noviembre de 2016 el sector público había incrementado la deuda externa en 48.772 millones de dólares. Pero prácticamente ni un dólar de ese nuevo endeudamiento está dirigido hacia las inversiones productivas (infraestructura, caminos, diques, centrales de energía, petróleo, industria). El nuevo endeudamiento fue utilizado para financiar los gastos corrientes al Estado Nacional y también a muchos estados provinciales. ¿Por qué? Porque el déficit público que decían que era muy elevado (mintiendo cifras que inventaban) en vez de reducirse se amplió, ya que se eliminaron o redujeron muchos impuestos que gravaban actividades muy rentables como el agro de exportación, la minería a cielo abierto y otras. Si se sacan impuestos a los ricos y se reducen los salarios reales y la ocupación, también cae la recaudación de impuestos al consumo (IVA y otros). El déficit fiscal del gobierno de Cambiemos es muy superior al del FPV.

La llamada “lluvia de inversiones” se redujo al ingreso de capitales especulativos que vienen a ganar elevadas tasas de interés en pesos e irse cuando tengan la presunción que se acaba la fiesta, dejándonos sólo las deudas a pagar. El gobierno arregló con los fondos buitre pagándole sin chistar beneficios del 1600 % sobre el capital (ya que compraron los bonos a precios de remate) y aceptando las condicionalidades que los financistas le imponían para traer el dinero a la mesa del “casino nacional” en que se transformó el mercado de capitales, sin ningún control en beneficio de la economía nacional. La pérdida de soberanía que todo este nuevo endeudamiento implica nos encadenará por años al momento de pagarlo. 

Si un país se endeuda en dólares la prioridad es que esos dólares se usen para generar o facilitar exportaciones (desde nuevas industrias a infraestructura, diques que amplían el área sembrada, vías de comunicación que hacen llegar las mercaderías en forma barata a los puertos, etc.) o para sustituir importaciones, complejizando el aparato productivo de la industria. Si se usa para gastos corrientes del Estado cuando llegue el momento de pagar la deuda (y sus elevados intereses, ya que no nos prestan barato) no tendremos cómo hacerlo y las opciones serán mayor endeudamiento o devaluación pronunciada. El endeudamiento no se puede hacer eternamente y mientras avanza se siguen aceptando las condiciones cada vez más leoninas para su renovación, en una pérdida progresiva de la soberanía nacional en el campo financiero, en un retorno a las pesadas cadenas de la dependencia.

El plan del gobierno, volvemos a decirlo una vez más, es quebrar la resistencia de los sectores del trabajo y las clases medias, que con el fantasma de la desocupación deberían bajar sus pretensiones salariales, consagrando de esa forma una distribución del ingreso nacional más injusta. El gobierno de los ricos busca un país para pocos con el retorno de la desocupación, la pobreza y la exclusión social.

Hasta el momento al gobierno le está yendo muy bien en lo que se propone, y al grueso de la población mal. Hay que dejar de oír sus cantos de sirena. El pueblo argentino tiene una tradición de defensa de sus derechos, y está en todos los sectores afectados, y en sus organizaciones políticas y sociales, revertir esta situación. Debemos estar a la altura de los desafíos y no errar el camino, que es la unidad de las mayorías sociales que están siendo golpeados por estas políticas.

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