La escucha empática

Laura Guarinoni


El graph de un canal de noticias dice: “Otro jugador denunciado por violencia de género”. Son casi las 8 de la mañana de un martes feriado. Otro jugador, no es el primero. Esta vez se trata de Enzo Fragoza, del club Olimpo de Bahía Blanca. La víctima, entrevistada por los conductores, cuenta a través del teléfono que sistemáticamente la amenazaba con acuchillarla y que padecía violencia desde hace un año, mientras la tele muestra en loop los chats intimidatorios y fotos de su cuerpo golpeado. Arriba, en el margen derecho de la pantalla, hay un cartel negro angosto con letras rojas que dice: “Si sufrís violencia de género, llama al 144”. A esa misma hora, en otro canal de noticias, la misma placa: están hablando del caso de Úrsula Bahillo, la joven de 18 años asesinada por su ex novio, el policía Matías Martínez, en la ciudad bonaerense de Rojas.

¿Cuántas veces en los últimos años vimos la mención del 144 en los medios? Tantas veces quizás que ya la hemos naturalizado. En enero de 2015, meses antes del primer “Ni una Menos”, se promulgó la ley 27.039 que dispuso que toda información que se emita a través de los servicios de comunicación audiovisual sobre violencia de género “incluya la mención expresa a la línea telefónica gratuita 144”. Los canales cumplieron y a partir de allí la línea de alcance nacional se convirtió en una de las políticas públicas más mediatizadas. Hoy atiende cerca de 300 consultas diarias y según los datos oficiales las llamadas aumentaron un 21,4% en 2020 respecto al año anterior. Sin dudas es una de las respuestas estatales más significativas y de mayor alcance a la violencia machista pero ¿cuánto se conoce realmente del trabajo que hay detrás de la línea 144?

Asesorar, contener y derivar

Cuando los femicidios toman la agenda pública, como en estos días, una parte de los comunicadores y de la sociedad apuntan contra el funcionamiento de la línea 144, asemejando su responsabilidad a la que tiene la justicia o las fuerzas de seguridad. A raíz de la conmoción del caso de Úrsula, la semana pasada un medio posteó en sus redes una caricatura de un policía cruzado de brazos detrás de un teléfono rojo que decía 144. El repudio en las redes y por parte de las propias trabajadoras de la línea hizo que borren la publicación, que sólo mostraba el desconocimiento respecto de la tarea que se lleva a cabo en la línea. Sus trabajadoras explican que esa confusión les genera críticas constantes. “No depende de ninguna fuerza de seguridad y nuestro rol no es recibir denuncias sino asesorar, contener y derivar. No se trata de una línea de emergencia”, aseguran.

La línea 144 nació en abril de 2013 para cumplir con los objetivos establecidos por la Ley 26.485 de Protección Integral a las Mujeres, aprobada cuatro años antes. En su artículo 9 insta a implementar una línea telefónica gratuita y accesible de carácter federal destinada a “dar contención, información y brindar asesoramiento sobre recursos existentes en materia de prevención de la violencia contra las mujeres”. Durante los primeros seis meses recibió sólo 800 llamados y pronto los llamados diarios comenzaron a incrementarse.

El vuelco más importante se dio luego de la primera marcha del “Ni Una Menos” el 3 de junio de 2015, tras el asesinato de Chiara Páez, una adolescente de 14 años a quien su novio mató y enterró en el patio de la casa. La movilización convocó a más de 300.000 personas y esa semana la línea recibió 13.000 llamados. Otra suba de la demanda tuvo lugar tras la denuncia de violación de Thelma Fardín contra actor Juan Darthes. Las consultas aumentaron en un 83% la semana siguiente.

La línea cuenta con 142 operadoras, que se distribuyen en ocho turnos. Además de la línea de Nación hay dos descentralizadas: la de la Ciudad y la de la provincia de Buenos Aires. La nacional, cuya sede está en el microcentro porteño, recibe sólo los llamados de las provincias y del primer cordón de Gran Buenos Aires. Con la cuarentena obligatoria se implementaron nuevos medios de atención como el Whatsapp, el mail o la App de la línea.

Todos los canales son atendidos por las trabajadoras que forman un equipo interdisciplinario, compuesto por psicólogas, trabajadoras sociales, abogadas, y otras áreas afines, que se encuentran capacitadas y especializadas en perspectiva de género.

La línea atiende las 24 horas los 365 días del año y se asesora en todos los tipos y modalidades de violencia: física, psicológica, sexual, económica y patrimonial, simbólica, política, doméstica, institucional, laboral, contra la libertad reproductiva, obstétrica, mediática y en el espacio público. El llamado puede ser anónimo, puede comunicarse directamente la víctima o su núcleo cercano.

La tarea se complejiza porque los territorios, las necesidades y los contextos de cada persona que llama son diferentes, así como las instituciones que dan respuestas a la violencia a nivel local. “Se trabaja con la persona sobre cuál es la mejor propuesta para esa situación en particular. No es la misma la de una persona que está en un contexto rural que la que está en un gran centro urbano, que su vecina más próxima está a un departamento de distancia. No es lo mismo una joven migrante en absoluta desprotección que una persona que tiene sus redes vinculares más próximas y quizás más recursos”, explica Martha Linares, directora nacional de Asistencia Integral a las Víctimas de Violencia por Razones de género del Ministerio de las Mujeres Géneros y Diversidad.

Juana es musicoterapeuta y operadora de la línea 144 nacional desde hace casi cinco años. Trabaja seis horas durante cinco días de la semana, el régimen es de jornada laboral reducida por el desgaste que implica la tarea diaria. A partir de que la cuarentena alterna la presencialidad con el teletrabajo: 15 días atiende en la oficina de Paseo Colón y 15 desde su casa. Asegura que desde el momento en que entró a trabajar allí supo que la tarea la atravesaría “en tanto feminista, en tanto profesional de la salud, en tanto mujer y en tanto lesbiana” y que su responsabilidad era ejercerla al máximo de su potencial. Cuenta que la tarea “tiene que ver con poder escuchar y a través de esta escucha empática y atenta visibilizar las modalidades que adquiere la violencia en el relato de esa persona contactante. Muchas saben concretamente que están viviendo una situación de violencia, le pueden poner nombre, indicar de qué tipo es, pero otras veces la consulta tiene que ver con descubrir juntas de qué se trata ese padecimiento. No siempre la violencia está entendida, desarmada y verbalizada”.

El primer paso, la evaluación del riesgo

Tres días antes de su femicidio, Úrsula fue a la Comisaría de la Mujer de Rojas y denunció que Martínez la había amenazado de muerte. No era la primera vez que lo denunciaba, lo había hecho al menos otras cuatro veces. La orden para darle un botón antipánico se emitió el mismo día del crimen. Era tarde. Úrsula no llamó a la línea 144 pero sí eligió otros canales para pedir auxilio y allí se encontró con una nueva violencia: la institucional. Desde el Ministerio de Seguridad bonaerense admitieron que “no se ponderó el riesgo que corría”.

Desde la línea 144 hacen hincapié en que el primer paso siempre es evaluar el riesgo para la persona que está al otro lado del teléfono. Linares explica que hay dos ejes vertebrales en la asistencia: los indicadores de riesgo y el consentimiento de la persona a ser acompañada. Antes de cualquier intervención siempre se evalúa el riesgo. Existen varios indicadores creados por sistemas internacionales, por ejemplo si el agresor tiene portación de armas, si tiene antecedentes por situaciones de violencia, la seguridad de la vivienda, la proximidad o no del agresor, si la persona tiene medidas de protección vigente, si tiene hijes en común, si está embarazada. “Hay una serie de evaluaciones que se hacen en diálogo con la persona, no como un checklist sino que se va construyendo ese diálogo para conocer dónde está parada y se intenta trabajar en conjunto en una salida acorde a ese momento”, aclara Linares.

El 144 no trabaja sobre la emergencia. Se atienden todas las consultas que llegan a la línea pero para las urgencias se pide a la persona que se comunique de manera directa con el 911 porque trabaja de manera georreferenciada. Paralelamente la operadora hace el mismo llamado para reforzar el pedido. Muchas veces éstas acompañan a la persona hasta que se la saca del domicilio y se la pone en resguardo. Existe además un área que hace el seguimiento de este tipo de casos y de aquellos que encuentran una traba o dificultad.

Por lo general se considera que la respuesta a toda situación de violencia por motivos de género es la denuncia penal o civil pero el ejercicio diario enseñó a las profesionales de la línea que no siempre es la opción adecuada, ni la única. “A veces la estrategia de exponer a una persona que no tiene ninguna red de contención empeora su situación. Si esa persona no puede garantizar por sí misma el acceso al alimento, a una vivienda o si tiene hijes en común con el agresor puede verse limitada. Además, no todas están listas para transitar todo lo que implica realizar la denuncia, y pasar quizás por una revictimización. Hay situaciones en las que se pueden trabajar primero con las redes comunitarias, con la familiar y de cercanía”, opina Linares.

Daniela, quien trabaja como operadora desde 2015, destacó que las redes son fundamentales porque la violencia se sostiene la mayoría de las veces en el aislamiento. “El agresor trabaja metódicamente aislando a su pareja o a la persona violentada. Quizás en un primer momento la mujer no lo vive como algo grave pero cuando se encuentra con algún hecho de violencia se da cuenta que está completamente sola. Al agresor no le conviene nunca que comente lo que sucede al interior de la pareja con nadie”.

En cuanto al consenso, desde la línea explican que es fundamental en tanto se debe respetar el deseo y los tiempos de la víctima. Si la persona no quiere brindar sus datos se la respeta y nunca se las contacta nuevamente si no hay un consentimiento previo expreso.

Hace pocos días se conoció que durante 2020 hubo un total de 108.403 llamados a la línea. El 90% fueron para pedir asistencia y estaban vinculados a violencia doméstica. El incremento en la cifra respecto a 2019 se relaciona con la cuarentena, que obligó a las mujeres a permanecer en sus casas, uno de los lugares más inseguros. Los meses con mayor promedio de llamados diarios fueron abril (327), mayo (317) y julio (312). “Quienes trabajamos hace varios años en la línea sabemos que la presencia del agresor es básica para poder abordar la situación de la persona que llama. Muchas veces hace el contacto cuando él se encuentra trabajando. Con la cuarentena más rígida eso desapareció. Hubo un incremento de las consultas. Los medios electrónicos alternativos, como el WhatsApp de la línea, fueron clave para que pudieran consultar por escrito y corrieran menor riesgo”, dijo Daniela.

Durante la gestión macrista la línea 144 debió resistir los embates y el desfinanciamiento. El dato se corrobora tan solo con mirar las erogaciones presupuestarias para prevención, sanción y erradicación de la violencia machista. El presupuesto total destinado a cuestiones de género en el último año del gobierno de Cambiemos fue de 234,3 millones de pesos, lo que equivalía a 11,36 pesos por mujer.

Las trabajadoras tuvieron que organizarse para no perder el trabajo y para que la línea no deje de ser una política pública. Verónica Misseri delegada de ATE y quien trabajó durante ocho años en la línea de la provincia, contó que desde 2016 se tercerizó su contratación a través de la empresa Provincia NET. “En ese momento se pedía productividad, se cuestionaban los tiempos de descanso de las trabajadoras, las licencias por salud. Se quitaron las reuniones de equipo, se empezó a resquebrajar el trabajo interdisciplinario y se cortaron las capacitaciones. Todo ello era justificado con que éramos terciarizadas y así se restringía los derechos laborales”, explica.

A principios de 2020 comenzaron a realizarse los pases a planta. Con la construcción del primer Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad a nivel nacional, y su par en la provincia de Buenos Aires, se plantea un cambio de paradigma en relación con el abordaje de las violencias por motivos de género. El año pasado se abrió un proceso participativo y federal para la construcción del Plan Nacional que busca pasar de un abordaje individual a uno integral e interseccional, impulsando políticas públicas que permitan crear condiciones materiales para que las personas afectadas por las violencias de género puedan desarrollar un proyecto de vida autónomo.

La línea 144 continúa siendo una de las principales herramientas para combatir la violencia de género en nuestro país. Porque brinda información, y el conocimiento empodera. Sin embargo, sin la articulación y el correcto funcionamiento de las demás áreas del Estado muchas veces ese esfuerzo se pierde y otra vez nos encontramos con la violencia más cruenta y con reiterados femicidios en las tapas de los diarios.

 

El Cohete a la Luna - 21 de febrero de 2021

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