Economía, sentido común y disputa cultural

Un fantasma recorre la Argentina, el fantasma de la repetición. Su potencia no sólo se sustenta en la continuidad de las estructuras económicas en las que se sostiene el poder de los grupos concentrados sino, también y con sintomática intensidad, en la sutil y brutal estrategia discursiva y mediática que le ha permitido fundar, desde los años de la dictadura genocida, el núcleo último del sentido común. La derecha siempre ha sabido de la importancia del relato y de la construcción de subjetividad. Su poder se sostiene, más que en la dureza de la dominación económica, en la hegemonía cultural que nunca ha perdido, más allá de los enormes esfuerzos hechos desde 2003 para disputársela en nombre de las mayorías populares. Ese es el núcleo del conflicto. Ahí radica la debilidad del Gobierno.

Las paritarias y el modelo de acumulación

El proyecto económico del kirchnerismo no está sobreexpandido por los aumento salariales y el gasto público, sino que enfrenta la restricción de la falta de inversión y la fuga de capitales, generados por quienes tienen ganancias excesivas y manejan los precios.

El kirchnerismo asumió el gobierno tras la crisis del plan de convertibilidad y de valorización financiera del capital, para impulsar un modelo de defensa del mercado interno, del salario, y del empleo, que Néstor Kirchner denominó “un capitalismo en serio”, esto es, en su interpretación, condicionar la tasa de ganancia a la producción y a la generación de puestos de trabajo.