Secesionismo petrolero en Suramérica / Joel Sangronis Padrón*

¡Divide et impera! Las estrategias imperiales han cambiado poco desde la época en que las legiones de Roma imponían a sangre y fuego su poder y dominio sobre casi todos los pueblos mediterráneos y europeos. Luego de someterlos militarmente los romanos generalmente dividían los territorios conquistados en provincias más pequeñas y débiles (Galia cisalpina y trasalpina, Hispania anterior y ulterior, Lusitania, etc) a los fines de debilitar cualquier forma de resistencia. De igual forma los romanos promovían el establecimiento de regímenes de gobierno ejercidos por individuos pertenecientes a los pueblos conquistados que les fueran leales y afines como una forma de introducir cuñas estratégicas dentro de esas colectividades, situaciones éstas que disminuían la posibilidad de resistencia por parte de los pueblos sometidos. [size=xx-small][b]Artículos relacionados:[/b] . Separatismo y construcción imperial en el siglo XXI / James Petras* . EE. UU. promueve la desestabilización regional / Eva Golinger* . Características de las experiencias en curso en Venezuela, Ecuador y Bolivia / Eric Toussaint* . Los paradigmas de la militarización en América Latina / Ana Esther Ceceña* [/size]

Por otra parte, ni el imperio romano, ni ningún otro imperio a lo largo de la historia, promovió internamente formas políticas de tipo federativo o autonómico porque comprendían que la pérdida de unidad conllevaría inexorablemente a su debilitamiento y desaparición.

Los ingleses, hace dos siglos atrás, y los estadounidenses actualmente, han aprendido bien esa parte de las enseñanzas romanas.

Actualmente observamos como el capitalismo globalizado promueve fusiones y alianzas corporativas, mancomuna bloques económicos y hasta continentes (caso de la Unión Europea) para reforzar su poder y maximizar sus ganancias sobre el resto de la humanidad, pero de igual forma constatamos con indignación y dolor como la antiquísima estrategia de balcanizar, de fragmentar para mejor dominar, sigue mordiendo y lacerando la viva carne de los países de nuestra América; en esta ocasión el objetivo que persiguen las elites imperiales que controlan la sociedad capitalista mundial para promover procesos secesionistas en nuestra América Latina es el petróleo!

¿Puede alguien creer que en un escenario mundial de guerras neocoloniales de rapiña por el petróleo ocurran por casualidad rebrotes secesionistas precisamente en regiones de América Latina cuyo subsuelo es rico en hidrocarburos?

¿Tienen algún tipo de sentido histórico, diferente a los intereses energéticos imperiales, los movimientos secesionistas en América Latina en un momento en el que la mayoría de las naciones del mundo avanzan hacia la integración económica, política y hasta militar?

¿Acaso será un simple azar geográfico el hecho de que en las tres regiones de Latinoamérica en donde han aparecido “espontáneamente” movimientos secesionistas (Zulia en Venezuela, Guayas en Ecuador y Santa Cruz de la Sierra y Tarija en Bolivia)) existan grandes reservas de hidrocarburos en su subsuelo?

El establecimiento de gobiernos nacionalistas, independientes y de verdadera proyección social en estos tres países ha hecho que se disparen todas las alarmas dentro de los círculos de poder del complejo energético-industrial-financiero que desde hace décadas detenta el poder en los EEUU, quienes han ordenado a sus perros de presa en el departamento de estado que activen la estrategia de la secesión y, llegado el caso, de la guerra civil en estas repúblicas. Este tipo de acciones buscaría diezmar a la población de esos territorios y destruir la mayor parte de las infraestructuras allí existentes para que la posterior recuperación institucional por parte de los respectivos Estados nacionales sea, sino imposible, por lo menos extremadamente difícil, de esa forma, depredar las riquezas naturales, (en este caso petróleo y gas) resultaría para las transnacionales a quienes ellos representan, muy fácil. El ejemplo patente de lo anteriormente señalado lo podemos observar detalladamente en la bárbara agresión imperial al pueblo de Irak, y la posterior guerra civil que en ese país el mismo ejército imperial invasor ha fomentado.

Loa aislados casos de separatismo político que el mundo ha visto en los últimos años (antigua Yugoslavia, Repúblicas ex soviéticas, Timor Oriental) han respondido a injerencia e intereses exógenos y a estrategias de balcanización con criterios geopolíticos principalmente por parte de los EEUU y sus aliados.

El objetivo es claro: mientras más atomizados y fragmentados estén nuestros pueblos será mucho más fácil para las grandes corporaciones a quienes el gobierno de los EEUU representa, rapiñar y despojar los recursos naturales que se encuentran en esos territorios.

Las oligarquías y grupos regionales que en Latinoamérica actúan de cipayos para los intereses del imperio enmascaran las verdaderas intenciones de sus amos tras el necio y manoseado cuento del autonomismo administrativo o del neo federalismo como sustento de sus pretensiones.

Estos sectores aspiran a figurar como procónsules, o mejor aun, como chulos del imperio y sus corporaciones en las nuevas pseudo republiquitas que nacerían de la secesión de nuestras patrias, todo esto, por supuesto, luego de la consabida guerra civil (que ellos jamás pelearían) que sobrevendría con su saldo de destrucción y muerte.

Debemos enmarcar estos procesos secesionistas dentro de la lógica del modelo de guerra de cuarta generación que desarrollan las elites del imperio usamericano en contra del resto de la humanidad. Todas las anteriores guerras mundiales (1era, 2da y guerra fría) produjeron reordenamientos político-territoriales y reorganizaciones de las relaciones de producción a nivel mundial a favor de las potencias victoriosas. Esta cuarta guerra mundial persigue estos mismos fines:

El reordenamiento de los territorios de las naciones latinoamericanas, en función de sus riquezas energéticas, de agua dulce o biodiversidad, elaborado por los ideólogos imperiales, busca garantizar su “patio trasero” como reserva estratégica en la lucha contra otras potencias emergentes (China, Rusia, Europa) que el mundo verá en los próximos años.

Es en este contexto donde podemos y debemos ubicar la creación por parte de los thinks tanks del pentágono del Plan Colombia y la Iniciativa Andina. Estos planes nacen en un principio como supuestos planes antidrogas pero en los dos últimos años han derivado en planes antiterroristas con una vertiente abiertamente intervencionista y militar denominada Plan patriota.

Los verdaderos objetivos de esos “planes de ayuda” usamericanos no son ni el control de la producción y tráfico de drogas ni la ya desgastada (aunque aun útil para fines propagandísticos) lucha contra el terrorismo; el fin último de estos planes es el control directo por parte del ejercito usamericano de las reservas hidrocarburíferas del arco Orinoco-andino-amazónico que se extienden desde las costas de Trinidad y Tobago, pasando por la faja petrolífera del Orinoco y los ricos yacimientos de los llanos orientales colombianos y las prometedoras y aun inexploradas regiones del Putumayo y Nariño neogranadinos; de todo el golfo de Guayaquil en el litoral ecuatoriano hasta cerrar en los departamentos de Santa Cruz y Tarija en el oriente boliviano.

Para asegurar estos objetivos el departamento de estado usamericano ha convertido al ejercito regular del estado oligárquico colombiano en el mejor armado de Suramérica, con armas e instalaciones específicas para librar guerras de tipo convencional (tanques, helicópteros artillados, aviones cazas de última generación, pistas de aterrizaje para bombarderos pesados, etc) que nada tienen que ver con una guerra contrainsurgente ni mucho menos con una supuesta lucha contra el narcotráfico o contra el terrorismo.

Colombia por su excepcional posición geográfica sirve perfectamente como base de operaciones a los fines de controlar todo el territorio de este arco energético. Para reafirmar lo anterior solo hay que revisar en el mapa del hermano país la ubicación de las bases militares que ha establecido en los últimos tiempos el comando sur usamericano en territorio neogranadino: La base militar de Arauca tiene como finalidad monitorear el yacimiento de caño limón, pero especialmente se posiciona en la frontera con Venezuela y sus inmensas reservas de la faja del Orinoco; a su vez las bases de Larandia y Tres Esquinas ubicadas en el Putumayo y en Caquetá se asientan directamente sobre el arco ya mencionado.

El acuerdo firmado el año pasado por el departamento de estado usamericano con el gobierno de Trinidad y Tobago contempla la construcción de una base aeronaval casi montada sobre las costas orientales venezolanas, es decir sobre las bocas del Orinoco y la plataforma deltana rica en gas. El cerco sobre Venezuela se cierra con las bases de Reina Beatriz en Aruba y Hatos en Curazao casi superpuestas al estado Zulia en el occidente venezolano y al mayor complejo refinador del mundo, el de Punta cardón en el estado Falcón.

De igual forma, la construcción de la gigantesca base aeronaval de Manta en el Ecuador no encuentra otra explicación geoestratégica posible sino la de cerrar las tenazas sobre el Putumayo y Nariño colombianos y asegurar el control sobre la cuenca del golfo de Guayaquil y la asistencia militar a un posible intento secesionista de las provincias petroleras allí ubicadas (Los Ríos, Oro y Guayas). Para concluir, la construcción de la enorme base (capacidad de albergar a 16.000 efectivos y pistas de aterrizaje aptas para B52 y Galaxys) de Mariscal Estigarribia en el Paraguay, en plena frontera con Bolivia, enfoca directamente a las provincias orientales de está última nación y otorgan a las fuerzas imperiales usamericanas capacidad de intervención inmediata en dichas provincias.

A las bases antes señaladas habría que añadirles la de Nanay en Iquitos, en territorio del Perú pero con capacidad de apoyar acciones en Bolivia, Ecuador o en Colombia.

Como se puede observa, el despliegue de estas bases por parte del comando sur de las fuerzas armadas usamericanas reproducen casi al calco la ubicación de los yacimientos hidrocarburíferos del arco Orinoco-andino-amazónico.

Una oleada de intentos secesionistas, desarrollados en forma coordinada, serian inmediatamente apoyados por el desproporcionado contingente de tropas en ellos estacionados. Las respuestas de nuestros gobiernos y pueblos a posibles intentos balcanizadores e intentos de promoción de luchas fratricidas entre nuestros pueblos por parte del imperio usamericano y sus lacayos nacionales debe plantearse, en forma teórica y práctica, de inmediato.

*Joel Sangronis Padrón es profesor de la Universidad Nacional Experimental Rafael Maria Baralt (UNERMB), Venezuela.

Fuente: [color=336600]América Latina en Movimiento (ALAI) – 18.05.2007[/color]

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