Instituciones y gestión del desarrollo: aportes para la construcción de una nueva Argentina
Políticas clientelísticas, usos indebidos del aparato del estado, burocracia ineficiente, ausencia de transparencia y de participación, e inexistencia de control social de la gestión pública en general, derivan y favorecen el ejercicio de gobiernos corruptos, en los que el fin de la política es el enriquecimiento personal y no el trabajo para y por la gente. En este contexto mejorar y aumentar la producción, la competitividad y, en definitiva, el desempeño económico no están entre sus metas, ni pueden estarlo.
En la medida en que estos procesos se consolidan, comprometiendo, uno a uno, todos los poderes políticos, el deterioro moral avanza y llega a la población, a la sociedad civil. Y así algunos ciudadanos arriesgan también su ética en este accionar perverso, mientras otros van alejándose más y más de la política, en sus formas y manifestaciones tradicionales. Se produce un creciente desinterés por la política y los políticos en su versión comúnmente conocida, ante la evidencia de que este funcionamiento viciado e inmoral es estructural y sistémico.
Sin embargo, sólo más política, otra política, puede revertir este proceso.