Una exégesis de “Mr. Keynes y los clásicos” de J.R. Hicks
Buena parte de los macroeconomistas, adscriptos a las más diversas corrientes teóricas, coinciden en que existen significativas diferencias que separan al “sistema económico” originalmente propuesto por J. M. Keynes en su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936) del modelo “ISLM”, cuyo temprano origen se ubica en el tan breve como célebre artículo publicado por J. R. Hicks al año siguiente, “Keynes y los «Clásicos»: una posible interpretación” (1937).1 La primera y más notoria de estas diferencias remite sin dudas al desigual grado de influencia que logró cada uno de ellos. No es que la Teoría general haya pasado desapercibida ni mucho menos, pero lo cierto es que mientras las casi 400 páginas escritas por Keynes fueron por lo general consideradas un material intrincado y de difícil acceso, el “pequeño artefacto” -así bautizó a su versión de ISLM- que Hicks expuso de manera compacta, empleando las escasas 12 páginas de su artículo, pronto se convirtió, por lo contrario, en el genuino motor de la llamada revolución keynesiana y el núcleo central de la “síntesis neoclásica”.2 Aún hoy, -y pese a los mencionados reclamos acerca de su falta de fidelidad- las ideas originales de Keynes se confunden en más de una oportunidad con aquel ingenioso, elegante y sencillo modelo. Pero, claro está, las diferencias entre el sistema de Keynes y el modelo de Hicks no se agotan en el terreno de la repercusión obtenida sino que la distancia que aquí interesa señalar se ubica en el plano conceptual.