Una alianza de científicos y vecinos
El proyecto de una minera australiana despertó la alarma de un pueblo, que recurre a expertos para informarse y decidir.
San Francisco del Monte de Oro se encuentra en el centro-norte de San Luis, a 100 kilómetros de la capital provincial. Tiene aproximadamente 3 mil habitantes que, tradicionalmente, desarrollaron actividades agropecuarias en un escenario casi virgen, rodeado de sierras, montes, una frondosa flora y una fauna bien diversa que incluye desde jabalíes hasta cóndores. El paisaje se completa con cinco ríos caudalosos que constituyen la reserva hídrica, que alimenta la naturaleza puntana y convirtió al sitio en un emergente destino turístico.
El equilibrio vecinal se vio trastocado cuando comenzaron a correr los rumores de que la empresa australiana Latin Resources tenía intenciones de explotar el litio de Géminis, una mina que se ubica a 8 kilómetros del municipio de la ciudad y de la plaza principal. De inmediato, la comunidad comenzó a moverse y a solicitar el auxilio de informes técnicos a especialistas y científicos de la zona. “En pleno 2018, todavía tomamos agua directamente de los ríos y eso es impagable. Por eso, apenas advertimos las intenciones de esta compañía nos preocupamos por su posible contaminación a partir de la explotación minera a cielo abierto. La sierra es muy rica, está llena de minerales y aunque la empresa señala que no contaminará, nosotros sabemos que no es así y buscamos el apoyo de personas que pudieran estudiar el caso y confirmar nuestros temores”, señala Diego Otero, referente del grupo de vecinos autoconvocados.
El desembarco de Latin Resources se enmarca en una situación nacional definida. Según el especialista del Conicet Bruno Fornillo, “Argentina se erigió como el país que ofrece las condiciones más ventajosas para que las corporaciones globales, ávidas de contar con el insumo, se instalen en el territorio”. El litio se rige por el código minero menemista, que ofrece amplias facilidades y garantías para el establecimiento de empresas extractivas internacionales porque las regalías que pagan son exiguas. No tienen restricciones para la exportación directa del carbonato de litio. Los actores extranjeros se reservan su área para una eventual explotación en el futuro. Se genera, de esta manera, una suerte de mercado financiero inmobiliario.
A mediados del siglo XX, la explotación de Géminis se realizaba de manera artesanal, con pico, pala y auxilio de burros para transportar apenas 2 mil kilos de material al mes. En la actualidad, los vecinos se organizan porque saben que cualquier proceso extractivo a gran escala implica una transformación en el medioambiente.
El litio es un metal que, principalmente, se halla en salmueras naturales: pegmatitas, pozos petrolíferos, campos geotermales y agua de mar. Su mercado es creciente, la demanda aumenta año tras año y se estima un crecimiento promedio de entre 10 por ciento y 12 por ciento anual en los próximos 5 años. Se utiliza para baterías, cerámica y vidrios, grasas y lubricantes, en la industria metalúrgica y como psicofármaco. Existen dos formas de extracción básica del mineral: una, la más conocida, a través de salinas (es lo que ocurre con los salares que componen el triángulo Argentina, Bolivia y Chile) y otra, a partir de rocas duras. Este último caso corresponde a lo que sucede en San Francisco, donde el “oro blanco” se extrae del espodumeno. “El litio solo representa el 7 por ciento del espodumeno, con lo cual se prevé un movimiento de rocas demasiado importante para la cantidad del recurso que se puede llegar a aprovechar. Para una empresa como Latin Resources es fundamental desarrollar un modelo de explotación capaz de mover un volumen de material que justifique su inversión”, dice Emilio Ahumada, Doctor en Ciencias Geológicas (Universidad Nacional de San Luis) y referente cuyo estudio técnico fue solicitado por los vecinos de la zona. Y completa: “En la explotación a cielo abierto se perforan las rocas, se insertan dinamitas y se explotan para transportar el material a un procesamiento de molienda y poder separar el litio del resto de los componentes residuales”.
Otro conflicto subyace con los recursos descartados: “Cuando se fractura la roca se produce la exposición de los minerales al medioambiente y se generan grandes pasivos ambientales: toneladas de material destruido que quedan en el lugar como esqueletos que nadie quiere trasladar”, apunta Juan Arbia, médico toxicólogo (UBA) que ejerce su profesión en el hospital de la ciudad. Latin Resources, en este sentido, notificó que realizará un socavón de 300x500 metros, lo que equivale a abrir en la sierra un agujero del tamaño de una cancha de fútbol, sin tener en cuenta transformaciones vinculadas a la generación de rutas de acceso y demás edificaciones necesarias para el proceso extractivo. Hace un tiempo, sin permiso gubernamental se generó un camino de acceso hacia la mina de 12 kilómetros, que generó desmonte y una destrucción paisajística considerable.
“El litio se emplea como psicofármaco para pacientes con trastornos bipolares. Liberar al aire este tipo mineral a partir de explosiones y posibilitar su interacción con el agua es bastante preocupante, en la medida en que podría generar un impacto tanto en los ecosistemas marinos –causando la mortandad de peces–, así como también producir trastornos emocionales en las personas”, destaca Emilio Ahumada.
En su página, la empresa declara tener el apoyo de las comunidades aledañas, algo falso, ya que en ningún momento se reunió con ningún vecino ni autoridad municipal. “Junto al Concejo Deliberante estamos denunciando esta situación, aquí no hay ningún acuerdo firmado con los vecinos. Están haciendo lobby y buscan limpiar su imagen para atraer grupos inversores que apoyen el proyecto”, concluye Otero.
Página/12 - 26 de diciembre de 2018