5G y el regreso de la política bipolar

Juan Elman


China puede liderar la próxima generación de comunicaciones móviles. A Estados Unidos no le gusta esto.

Si tenés un celu Huawei es normal que ahora te sientas importante. Lo que antes te parecía una marca de precio razonable y calidad medianamente aceptable ahora se convirtió en la más discutida en todo el mundo. 

En el último tiempo la discusión por Huawei se mezcló con el otro gran tema que domina la conversación global: la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Esa que parecía resuelta en diciembre del año pasado cuando Donald Trump, presidente de Estados Unidos y su contraparte chino Xi Xinping cenaron en Buenos Aires, al cierre de la cumbre del G20. El acuerdo comercial que parecía continuar a la tregua estuvo a punto de ser firmado, pero Trump -fiel a su estilo-, retomó la escalada y pateó la posibilidad.

El acuerdo, sin embargo, puede ser alcanzado pronto -aunque el ritmo de la escalada cada vez se hace más difícil de desactivar. Pero la tensión de los últimos meses desnudó el otro gran frente de batalla entre Estados Unidos y China, que condiciona el futuro de las relaciones entre los dos: la disputa por el desarrollo tecnológico. En la batalla comercial, China puede ceder. En la tecnológica, mal que le pese a Donald, China no va a ceder.

Algunos ingredientes de esta disputa son la Inteligencia Artificial (IA), el Internet de las Cosas, Internet cuántica, vehículos autónomos, nanotecnología y otras cosas que dan miedo. El marco es la Cuarta Revolución Industrial, el término acuñado por Klaus Schwab en el foro de Davos del 2016 para describir a la economía del Siglo XXI. 

Todavía sabemos poco de cómo va a ser ese futuro, pero de algo podemos estar seguros: va a depender de la conectividad. Ahí es donde entra 5G, la quinta generación de comunicaciones móviles. 5G no es únicamente más -mucha más- velocidad para tu celular. 5G es lo que hará posibles a todas las otras tecnologías. Algo así como la médula de este futuro ecosistema digital.

Todo lo que leíste o escuchaste sobre Huawei en el último tiempo tiene que ver con esto. Si bien persisten diferentes versiones acerca de la relación de la empresa con el gobierno chino, Huawei es la punta de lanza en la estrategia china en la carrera por 5G. Y va ganando.

Si la tecnología ya es el escenario principal de disputa por la hegemonía global, la carrera por 5G, dependiendo desde donde se lo mire, puede ser un capítulo más o el inicio de una nueva temporada.

Vamos por partes.

¿Qué es 5G?

A primera vista puede parecer un 4G pero más cheto. Si la transición del 3G al 4G nos dio la capacidad de ver Netflix en un asiento del 140, entonces 5G, siguiendo la lógica, debería llevar esa velocidad a otro nivel. En un sentido esto es cierto: 5G va a ser entre diez y quinientas veces más rápido que 4G -según el optimismo de cada fuente-, permitiendo descargar una peli de alta definición en cuestión de segundos.

Pero, a diferencia del último salto de generaciones, la llegada del 5G promete ser revolucionaria. "El diferencial del 5G es que tiene una transmisión de datos más rápida, con tiempos de respuesta más cortos, casi inmediatos, y una confiabilidad que te asegura no perder señal" dice a Cenital Gustavo Fontanals, investigador en política de medios y telecomunicaciones, que cita como ejemplos los vehículos autónomos y las ciudades inteligentes, donde el tráfico se regula por sí solo. Esto solo podría funcionar, dice Fontanals, bajo estas condiciones: alta velocidad en la transmisión, baja latencia y ultra-confiabilidad.

El otro aspecto central de 5G es la comunicación entre máquinas, que desbloquea la promesa del Internet de las Cosas. Máquinas y objetos comunicados entre sí en una misma red y con centros de datos comunes, donde el celular va a ser un nodo más. 

Se trata de un cambio de paradigma: de los dispositivos móviles al ecosistema digital. El sueño de la sociedad digital realmente existente. 

5G: Modelo para armar

Para que la promesa del ecosistema digital se haga real, 5G debe ser acompañado de una brutal inversión en infraestructura. Es que, a diferencia de la generación anterior, la red, para funcionar en ámbitos urbanos o industriales, va a depender de millones de microceldas que deben conectarse entre sí. Ya no alcanzan un par de torres gigantes situadas estratégicamente. Esto, junto con otro componente esencial de la base-los cables de fibra óptica-requiere de una inversión en tecnología y capital que pocos actores pueden llevar adelante

 "5G es un cambio de paradigma muy importante según el tipo de proveedores que pueden garantizar el servicio. Son pocas las empresas que pueden hacerlo, con lo cual la concentración en el mercado de telecomunicaciones se va a profundizar" dice Carolina Aguerre, directora de la diplomatura en Gobernanza de Internet de la Universidad San Andrés, en diálogo con Cenital. Huawei es una de estas empresas que provee equipamiento. Y acá una primera clave para empezar a entender el problema: son muy pocas.

Las empresas que pueden hacerlo son principalmente las chinas Huawei y ZTE, las europeas Nokia y Ericsson, la surcoreana Samsung y la estadounidense Cisco. Otras empresas, como Qualcomm, Intel o Panasonic aparecen en otras etapas del desarrollo de la red y tienen una escala menor. De todas ellas Huawei es, hasta el momento, la mejor posicionada para ofrecer un equipamiento con alto desarrollo tecnológico a un menor costo, la única que está involucrada en casi todos los aspectos de la red y la que tiene más patentes relacionadas a la tecnología 5G, lo que significa que las demás empresas van a tener que pagarle por usarla. Huawei es la empresa más picante del condado. 

5G tiene dos fases. La primera, que ya empieza a aparecer en países desde Corea del Sur y Estados Unidos hasta Uruguay, se monta sobre la infraestructura vigente y es la que va a aumentar la velocidad de tu celu. Es la segunda etapa la que habilitará el desarrollo de un ecosistema y se estima que va a aparecer cerca del 2025, aunque para eso faltan resolver algunas cosas: el modelo de negocios, o cómo se va a pagar esta fiesta desde el punto de vista de las operadoras telefónicas; las cuestiones técnicas, como los estándares y el uso de frecuencias; y las cuestiones gubernamentales, como la asignación de espectro (5G necesita más espectro que las anteriores generaciones) y la disposición de la nueva infraestructura. La ventaja la tendrá quien pueda ofrecer un modelo viable que resuelva estas incógnitas. 

Como detalla la consultora Eurasia en su reporte "la geopolítica de 5G", cada una de esas cuestiones y decisiones vinculadas al desarrollo de la red se politizó. El tono que prima en la cobertura mediática respecto al tema se podría resumir así: Donald dice que China va a espiar a Occidente a través de Huawei así que pide encarecidamente a los gobiernos que copien a Estados Unidos y le den de baja a la empresa. Algunos, como Australia, Taiwán y Japón, acatan. Otros, como Francia, Alemania y Reino Unido se hacen eco de la preocupación y endurecen las condiciones de provisión de equipamiento, aunque no la vetan. Muchos, sin embargo, se suben a la ola Huawei y le dicen a Estados Unidos que muchas gracias, pero vuelvan cuando tengan algo mejor para ofrecer. China y Huawei también se defienden: que empresa y Estado asuntos separados, que es falso que el equipamiento va a ser utilizado para espionaje, que con qué cara Estados Unidos habla de espionaje cuando te espía a través de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), como reveló el camarada Edward Snowden.

Por primera vez en su historia, China está en condiciones de liderar la próxima generación de comunicaciones móviles. Esto es importante por dos motivos. Primero, porque coincide con la disputa general en el ámbito tecnológico entre las dos potencias y es una red que atraviesa el resto de esferas o subesferas. Segundo, porque en la futura infraestructura digital el volumen de información personal que va a circular va a ser considerablemente mayor, y uno de los actores claves en ese océano global de datos va a ser un país no occidental.

Y acá es donde se pone interesante. 

Estados Unidos y China: la bipolaridad de esta era

El ascenso de China, sus ambiciones globales y capacidad de cumplirlas, mientras el orden global tallado a medida de Estados Unidos y Occidente se desvanece en el aire, son el telón de fondo de cada uno de los roces del último tiempo. "El declive de Estados Unidos y el desconcierto que prima en Europa ubican a China en el lugar de querer asumir un liderazgo global, aspirando a ser una potencia industrial, productiva y tecnológica", dice a este medio Dafne Esteso, investigadora del Centro Latinoamericano de Estudios Políticos y Económicos de China (CLEPEC). Ejemplos de esto son el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda y el Plan China 2025, los ejes materiales de esa ambición. Estados Unidos sigue liderando, pero "la inversión china es cada vez mayor y en algunas áreas ya lo están superando" dice Esteso, quien insiste en pensar al ascenso como "pacífico".

Para Esteban Actis, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de Rosario, 5G es el área donde más se pone de manifiesto la estrategia china en el campo tecnológico. "Al atravesar toda la Cuarta Revolución Industrial, tener el dominio, mayor expertise y competitividad en esa área va a ser clave de cara al capitalismo que se viene y, en consecuencia, en las relaciones internacionales" dice, consultado por Cenital. Si bien Huawei es la punta de lanza en esa estrategia, China viene invirtiendo de manera sostenida en ciencia y tecnología, especialmente en lo que se denomina Investigación y Desarrollo (I+D).

"Los chinos están entusiasmados porque este es un área donde tienen el mejor producto en relación al costo; están más avanzados que el resto. Es la primera vez que están venciendo a Estados Unidos en este campo. El resto del mundo va a usar su producto, y ya no se trata de ositos de peluche o juguetes de plástico" dice Tim Wu, profesor de Derecho en la Universidad de Columbia y referente global en cuestiones tecnológicas, en diálogo con Cenital.

Para entender 5G y la batalla que se viene en el resto de la esfera tecnológica es necesario separar enfoques. "En Estados Unidos el mercado manda y el gobierno funciona a partir de mandatos de la industria. En China es totalmente al revés" dice Aguerre. Esto tiene ventajas y desventajas para ambos países, que también se despliegan en 5G: si bien China tiene la ventaja a nivel know-how por haber arrancado antes, Estados Unidos mantiene el liderazgo en innovación, siendo superior en la tecnología que va a habilitar 5G, como vehículos autónomos o ciudades inteligentes. La diferencia de enfoques también permite entender la relación de los gobiernos con las empresas nacionales.

El principal problema de Estados Unidos en 5G es que no tiene contraoferta, un Huawei yanqui. La empresa que más se le acerca es Cisco, pero su escala es mucho menor y está lejos de alcanzar a la empresa china. Después cuenta con Qualcomm e Intel, jugadores clave en el negocio de microchips pero que tampoco son proveedores integrales de infraestructura. El otro actor importante en 5G -muchas veces minimizado por el prisma binario- es la Unión Europea, con la empresa finlandesa Nokia (aliada con la alemana Siemens y la francesa Alcatel) y la sueca Ericsson. Estas empresas son vistas como el contrapeso occidental, pero por ahora también siguen lejos del diferencial de Huawei: la capacidad de ofrecer equipamiento a escala global y bajo costo. Como consecuencia, el enfoque de los Estados Unidos de Trump sigue la línea de la política con China desde su llegada al poder: jugar a la defensiva.

"La visión que está primando en la administración Trump es la de seguridad nacional" sostiene Aguerre. Este fue el argumento deslizado a la hora de vetar el equipamiento chino en Estados Unidos y con el que Donald toca las puertas en el resto de Occidente. El año pasado, el sitio Axios filtró un documento del Consejo de Seguridad Nacional que sugería la posibilidad de construir la red en el país con fondos federales, nacionalizar 5G. Esto hubiese significado un punto de inflexión en la carrera. Hace unos meses Trump enterró esa posibilidad, dejando claro que el sector privado va a liderar el proceso. Pero no se bajó de la montaña rusa: "La carrera al 5G es una carrera que Estados Unidos debe ganar" declaró.

En mayo Trump volvió a la carga y confirmó la primacía de esa visión. Declaró una "emergencia nacional" y prohibió a las empresas estadounidenses hacer negocios con empresas de telecomunicaciones "que pongan en riesgo la seguridad del país". No hizo falta nombrar a Huawei para entender a quien iba dirigido el decreto, que significó un duro golpe para la empresa china. Ya no se trataba únicamente de ser vetada para construir 5G en Estados Unidos: el decreto implica que algunos componentes que Huawei utiliza para su tecnología -vinculados a ciberseguridad y del área de microchips, sobre todo- que compraban a empresas estadounidenses iban a tener que ser reemplazados por otros proveedores. 5G está revirtiendo la interdependencia económica entre los dos países, un proceso inédito desde la globalización, conocido como "desacople"

Unos días después fue Google quien anunció que rompía con Huawei, limitando el acceso de los smartphones que circulan en el mercado occidental a actualizaciones de Android y aplicaciones del gigante de Silicon Valley. Las relaciones de Google con China, no obstante, ya venían complicadas.

Para ganar la carrera, la estrategia de Trump se centra en el otro aspecto importante de 5G: la batalla por el control y procesamiento de los datos. O bienvenidos al barro.

Ya no quieren tu amor: la guerra por los datos

Vivimos en sociedades de la información. Todo lo que hacemos y decimos conectados, desde buscar vuelos a Japón en un recreo de la oficina, pasando por tu like a la última foto de Facundo Moyano en remera apretada, hasta un audio a tu amigo contándole sobre la reunión del día anterior queda registrado. Ese conjunto de huellas digitales, cuyo desglose arroja diferentes resultados y patrones, es el Big Data. Traducir este volumen de datos en conocimiento acerca de los patrones de consumo, o incluso tendencias de votos, es uno de sus principales atractivos. El meme de Mark Zuckerberg en traje dando explicaciones al Congreso de Estados Unidos por el escándalo de la filtración de datos en Facebook es un reflejo de este paradigma, que es bien actual y no pertenece a ninguna distopía del futuro. Lo que sucede con la llegada del ecosistema digital, atravesado por 5G, es que ese volumen de datos va a aumentar considerablemente. 

"La discusión principal viene porque aquel que controle la circulación de la enorme cantidad de datos en esta nueva infraestructura va a tener mucho poder" dice Fontanals, que advierte sobre la diferencia entre la mera circulación de datos y el saber cómo procesarlos. "Actualmente internet tiene una gran cantidad de servicios digitales. Los datos de esos servicios circulan sobre redes que, si bien pertenecen a muy pocos jugadores, todavía están dentro del ámbito nacional: son las operadoras. Hoy los que le están sacando el valor agregado a esos datos no son las operadoras sino los grandes intermediarios de contenidos, las plataformas como Facebook o Google" explica.

"En Estados Unidos hay una puja cada vez más fuerte por el capital informacional entre actores privados. 5G es parte de esa puja" sostiene Gonzalo Bustos, docente e investigador en temas de ciber-diplomacia en FLACSO, en conversación con Cenital. "Trump, en los últimos dos años, ha tomado medidas en favor de las operadoras". 

La disputa hacia fuera no es menos compleja, pero al menos puede ser enunciada más fácilmente: Estados Unidos, junto con otros países, en su mayoría occidentales, aseguran que Huawei va a ser el caballo de Troya del gobierno chino en esta nueva infraestructura, para así poder espiar a Occidente. 

El argumento tiene dos partes. Primero está la vinculación entre China y Huawei. La empresa es privada, por lo que no tiene vinculación directa con el Partido Comunista Chino. Sin embargo, el pasado del fundador de la compañía como integrante del Ejército Popular de Liberación, los contratos con algunas ramas del Estado, que también aportó capital en los inicios, pero sobre todo el hecho de que difícilmente una empresa china con el tamaño y proyección de Huawei pueda funcionar en el país sin el aval del Partido le imprimen credibilidad a las sospechas. ¿Puede negarse la empresa a ser supervisada por el Estado respecto al manejo de la información que circula en la infraestructura? ¿Están atadas empresa y Estado en ambiciones y proyectos de cara a la Cuarta Revolución Industrial? ¿Puede existir Huawei sin China? Son apenas algunas de las preguntas que surgen y a priori demuestran que la sospecha de la ligazón entre ambos actores es difícil de desactivar.

Después está la cuestión del control y procesamiento de los datos de la infraestructura. Y acá, en parte por la complejidad de 5G, en parte porque todavía no está funcionando, no se puede comprobar que Huawei vaya a obtener y procesar esta información con otros fines. Eso es lo que dice la empresa: no es seguridad, es política. Nos pegan porque somos chinos. Hay, de todas formas, diversas investigaciones -sobre todo de origen europeo- que coinciden en catalogar esta posibilidad como un riesgo real. Este es el enfoque que hoy pareciera estar primando en muchos países. ¿Hay evidencia que certifique que Huawei vaya a espiar a través del equipamiento? No. ¿Es suficiente para descartar el riesgo de que ocurra? Tampoco. 

"Desde un criterio técnico, el riesgo es que Huawei ofrece una infraestructura y tecnología que es menos segura que la de otros. Huawei dice que está trabajando para mejorar sus estándares de seguridad, pero hoy el riesgo no se puede descartar" dice Aguerre, que advierte que si el foco en la seguridad escala puede frustrar varios proyectos de la empresa china. "Si tu red es menos segura es vulnerable no solo a penetraciones de gobiernos sino también de hackers o actividad maliciosa" sostiene. Gobiernos como los de Francia, Alemania y Reino Unido reflejan esa preocupación y piden más garantías, aunque por ahora no demuestran intención en vetar a Huawei.

Pero el trasfondo de esa discusión incluye un problema principal, que es inherente a la complejidad y magnitud de 5G: a pesar de que la información sea encriptada, el riesgo de filtración siempre va a existir, y va a ser difícil poder detectarlo. ¿Se pueden mejorar los estándares de seguridad? Sí. ¿Alcanza para descartar la posibilidad de que alguien acceda a esos datos, los procese y utilice a gusto y piacere? Nop. Clima global de época: 5G está signado por la incertidumbre.

Y acá la cuestión trascendental en relación a los datos. Como reveló Edward Snowden en el 2013, Estados Unidos accede a un enorme cúmulo de datos principalmente a través de las plataformas. Los datos hoy no navegan en aguas neutrales. La pregunta, entonces, es: ¿Qué pasaría si el Partido Comunista Chino desplaza a Estados Unidos de esa posición? ¿Cuáles serían las consecuencias globales de ese desplazamiento?

El problema de la tercera vía

Uno de los riesgos más importantes frente a la carrera por 5G es la de un internet que deje de ser interoperable y reemplazado por diferentes esferas de influencia: algunas dominadas por China, otras por capitales europeos y estadounidenses. Las cadenas globales de valor en tecnología se están desglobalizando y las diferencias en cuestiones técnicas (estándares, frecuencias) junto a la presión geopolítica pueden llevarnos hacia la fragmentación (¿bifurcación?) de la red, un futuro que ya ha sido pronosticado en el pasado y que se hace más real frente a esta coyuntura. 

"Un ecosistema 5G bifurcado va a empujar a terceros países -especialmente a aquellos en vías de desarrollo- a tomar duras decisiones" concluye el reporte de la consultora Eurasia. Ir con China, que ofrece el equipamiento más barato -oferta difícil de rechazar para regiones atrasadas- o con capitales más occidentales, ya conocidos. 

Acá la vida adulta y las relaciones internacionales se parecen un poco: las decisiones acarrean costos. La cancelación por parte de China de proyectos de cooperación económica con Australia en minería, pesca y agricultura, interpretada por muchos como una respuesta al bloqueo de Huawei en el país, es apenas un ejemplo de lo que puede empezar a verse. Amenazas similares podrían suceder del otro lado, considerando los antecedentes de Trump en atar la agenda económica del país con la geopolítica. Por lo pronto ya amenazó con dejar de compartir inteligencia con los países que no veten a Huawei, con Alemania como el mejor ejemplo. 

"5G va a ser mucho más problemático para países que tengan una vulnerabilidad estructural en términos económicos y políticos, que van a tener menos margen de maniobra. Para países como Argentina va a ser una situación de mucha delicadeza y donde los costos por cualquier decisión que se tome van a aumentar" dice Actis.

Hoy el escenario ya aparece complicado para aquellos países que tienen vinculación con ambas potencias, como Brasil y Argentina. Chile, con un ejecutivo alineado a Washington, ya sufrió presiones a domicilio, aunque por ahora se resiste a vetar a Huawei. El nuevo escenario de competencia tecnológica aumenta la apuesta. 5G puede explotar los famosos triángulos de terceros países con Estados Unidos y China.

Mientras los rótulos de "guerra fría" vuelven a la escena, con la cuestión tecnológica como principal novedad, el mundo se empieza a preparar. Una nueva carrera está en marcha.

 

CENITAL - 7 de junio de 2019

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