Análisis - El excedente económico en la República Argentina
La conclusión principal que se obtiene de este estudio es que en la Argentina se genera un excedente de magnitud considerable. Adicionalmente, se observa que una gran proporción se destina a consumo improductivo por parte del estrato de mayores ingresos y, consecuentemente, el proceso de acumulación fuera del sistema productivo adquiere una importante dimensión. Por tanto, el país presenta una de las condiciones necesarias para poder salir del estancamiento en el que se halla inmerso: posee capacidad de acumulación endógena, condición necesaria pero no suficiente. Para que el despegue anhelado pueda efectivizarse es fundamental que se produzca una modificación en la actitud de quienes concentran y detentan el poder, dicho de otra manera, es imprescindible un cambio radical en las ideas sociales y en las actitudes socio-psicológicas que conforman la conciencia social de un determinado sector de la sociedad.
Introducción
Un análisis económico permitirá una aproximación a la comprensión de por qué una región con recursos naturales en exceso, prácticamente vacía de población en comparación con otras partes del mundo, sin graves conflictos étnicos ni raciales, no puede despegar de la periferia y, lo que es peor, sufre un proceso de deterioro creciente de las condiciones de vida de las mayorías, no obstante registrar períodos de alto crecimiento de la producción y el consumo global.
La pregunta por responder es si existe capacidad de acumulación endógena en la Argentina, es decir, si del propio funcionamiento del sistema económico se generan excedentes para ser destinados a la inversión productiva o, en su defecto, las razones por las cuales esto no se produce.
Si la respuesta fuera afirmativa, corresponde investigar quiénes se apropian de esos excedentes y cuál es su destino, si la inversión productiva, el consumo suntuario o si se produce fuga de capitales.
Por lo recientemente dicho y para seguir la línea de pensamiento señalada, se procederá en la siguiente sección a exponer y explicar los conceptos fundamentales por considerar a efectos de poder desarrollar el análisis propuesto, como así también su evolución según diferentes doctrinas del pensamiento económico. En la sección siguiente, se analizará el caso argentino en el periodo 1980/2000, presentándose el cálculo efectuado del excedente económico del estrato alto, para luego obtener conclusiones al respecto y recomendar posibles canales de acción. Finalmente, en el anexo se expone la metodología empleada y los supuestos asumidos para la realización del cálculo mencionado.
Marco teórico. Antecedentes
Para determinar la capacidad potencial de acumulación del sistema económico, el primer concepto por definir es el de excedente económico. Como primera aproximación y para definirlo brevemente, puede decirse que el excedente económico es la diferencia entre lo que una sociedad produce y los costos de esta producción.
Este concepto fue estudiado por los fisiócratas antes de la aparición de los economistas clásicos, para describir el funcionamiento de la economía de su tiempo, la sociedad francesa de la primera mitad del siglo XVIII. La única clase productiva era la que trabajaba la tierra, y generaba un excedente que llamaron Producto Neto, definido como la diferencia entre la cantidad de bienes totales producidos y el consumo de los campesinos. El producto neto creado por esos agricultores tenía que distribuirse entre las otras clases sociales para satisfacer sus necesidades: el clero, los nobles, los comerciantes, los artesanos, que según esta vertiente de la teoría económica eran clases no productivas o estériles.
La idea de Producto Neto implicaba, entonces, que toda riqueza se originaba en la agricultura y su excedente constituía la base del desarrollo de las actividades no agrícolas. Por consiguiente, se sostenía que el bienestar nacional se alcanzaría a través del fomento y promoción de esta actividad.
Es preciso aclarar aquí que si bien los fisiócratas limitaron su análisis a la agricultura, sin considerar que actividades no necesariamente agrícolas contribuían a aumentar la productividad en aquella esfera, y en consecuencia, a ampliar su excedente, pudieron observar la estrecha relación existente entre la forma de apropiación del excedente y la estructura de clases de la sociedad.
La aparición de la actividad industrial y la teoría del valor trabajo desarrollada por los clásicos impusieron la redefinición de este concepto, y fue considerada clase productiva la integrada por los campesinos y todos los participantes en el proceso de trabajo productor de bienes y servicios.
Adam Smith (1723-1790), filósofo escocés, identificaba como causas de la riqueza de las naciones dos factores primordiales de la producción: la acumulación de capital físico mediante el empleo productivo del ahorro y el incremento de la productividad del trabajo como consecuencia de la división del trabajo, estando esta última limitada por la extensión del mercado. En la obra de Smith el análisis del cambio dinámico de la sociedad descansaba sobre la teoría de la acumulación, teoría que venía condicionada por la distribución del ingreso entre las diversas clases sociales y, más particularmente, sobre la parte que iba a los capitalistas y a los terratenientes, considerando que era poco probable que los asalariados recibieran lo suficiente para permitir excedente alguno sobre sus necesidades, mientras que los otros dos grupos sociales sí podían tener fondos suficientes y destinar dicho excedente para financiar inversiones y para sostener sus niveles de vida normales.
Sin embargo, observó que el excedente debía dedicarse a la ampliación de la capacidad productiva, ya que posteriormente ello conduciría a una ampliación de la producción y, por tanto, a una mayor riqueza en el futuro, al permitir mayores posibilidades de división del trabajo, ya que ésta implicaba un aumento en la productividad. Destacó que los capitalistas eran los agentes principales a través de los cuales los ingresos se convertían en acumulación. Asimismo, consideraba el trabajo como el creador del valor de los bienes; sostenía que se debía lograr la mayor eficiencia de aquél, lo cual se conseguía a través de la división social del trabajo.
Por su parte, para Thomas Malthus (1772-1834) el único trabajo que se consideraba productivo era aquel cuyo resultado era susceptible de ser acumulado, es decir, aquel que contribuía a incrementar la riqueza del país, punto en el que coincidían todos los economistas clásicos. Sin embargo, su concepción se diferenciaba de las de Smith y los fisiócratas en el sentido de que para él la economía no funcionaba naturalmente ni tenía como consecuencia una situación de equilibrio, como postulaban aquéllos. En contraposición, asumía que la economía estaba en permanente desequilibrio y sus perspectivas respecto de su futuro eran sombrías a raíz de su teoría sobre el crecimiento de la población.
David Ricardo (1772-1823), otro de los exponentes de la escuela clásica inglesa, hacía girar sus explicaciones en torno de la idea de equilibrio económico, por lo que el precio de equilibrio de cada bien era fijado por su costo de producción, entendiéndose por éste el costo del trabajo incorporado a los productos. De esta manera, también sostuvo que la riqueza estaba dada por el trabajo, pues para él, el valor de los bienes estaba determinado por el trabajo que demandó elaborarlos. Su análisis de las causas del valor tenía la misma finalidad que la teoría fisiocrática: descubrir el origen del producto excedente y la consiguiente clasificación de las diferentes actividades y clases de la sociedad y de las diversas políticas en relación con la producción, la acumulación y la distribución de ese producto excedente. Por tanto, consideraba que el salario era igual al costo de producción del factor trabajo, es decir, el monto de los medios necesarios para asegurar la subsistencia del trabajador, cuyo aumento continuo dependería finalmente de la acumulación de capital.
Por su parte, los neoclásicos pasan por alto la existencia de cualquier excedente e intentan demostrar que cada trabajador recibe exactamente "su" parte del producto, al ser remunerado según su productividad marginal.
Adicionalmente, consideran la economía como tendiente a un equilibrio natural, siendo el mercado el mejor asignador de recursos y distribuidor de ingresos en el sistema económico. De este modo evitan vincularse con observaciones sobre la estructura económico-social de los países.
Según lo expuesto en los párrafos anteriores, puede observarse claramente que tanto Adam Smith como David Ricardo sostuvieron que el valor de un bien estaba determinado por el trabajo que tenía incorporado, razón por la cual concluyeron que el trabajo era el creador de la riqueza. Esto dio origen a la concepción marxista respecto de la ganancia, permitiéndole a Marx profundizar su diferenciación entre el valor de uso de una mercancía y su valor de cambio para establecer los cimientos de su teoría del plusvalor, considerando la producción de la plusvalía como la operación fundamental de la economía capitalista.
Marx (1818-1883), economista y filósofo alemán, expresó que en una mercancía podían distinguirse dos planos o dimensiones. Por un lado, se tenía el valor de uso, que era el valor que poseía la mercancía para aquel que la usufructuaba, por lo que dicho valor se realizaba con el consumo de aquélla. Dado que era un valor totalmente subjetivo, no era apropiado tomarlo como medida para el intercambio. Por tanto, debía haber algún parámetro que permitiera la medición y comparación, a efectos de posibilitar su intercambio. De esta manera surge la noción de valor de cambio de una mercancía.
El valor de cambio de una mercancía estaba determinado por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producirla, donde "socialmente necesario" significa, según Mandel (1973:34) "la cantidad de trabajo necesaria en las condiciones medias de productividad del trabajo existentes en una época y un país determinados". Consecuentemente, se estaría en condiciones de definir el concepto de plusvalía desde el punto de vista del valor en la teoría marxista, el cual guarda una profunda vinculación con el concepto de excedente.
En este sentido, puede afirmarse, tal como lo hace el autor anteriormente citado, que la plusvalía no es otra cosa que "la forma monetaria del producto social excedente, es decir, la forma monetaria de esa parte de su producción que el trabajador abandona al propietario de los medios de producción, sin recibir nada a cambio; es el trabajo que el obrero proporciona gratuitamente al capitalista, quien se la apropia sin ofrecer compensación alguna" (Mandel 1973:13).
Pero es preciso dejar en claro aquí, tal como lo hizo Marx en su obra, que la realización de la plusvalía es la condición de la acumulación del capital, por lo que se está en condiciones de afirmar, bajo este esquema, que la acumulación es la capitalización de la plusvalía. Por consiguiente, en tanto y en cuanto la plusvalía no sea realizada, sólo ha sido producida y como tal sigue encerrada en las mercancías (definiendo mercancías como aquellos bienes que no están destinados al consumo directo de los mismos productores sino a ser intercambiados en el mercado) y el capitalismo no puede utilizarla. Una vez que ha sido realizada, a través de la venta de las mercancías en el mercado, tiene dos destinos: una parte es consumida de manera improductiva por el capitalista para satisfacer sus necesidades privadas, retirándola así del proceso productivo, y otra parte de la plusvalía es acumulada al utilizarla para transformarse en capital (capitalización de la plusvalía). Bajo esta misma línea de razonamiento, puede afirmarse, por tanto, que el excedente que no es absorbido también es excedente que no se produce, es meramente excedente potencial, por lo cual necesariamente debe ser absorbido, sin entrar a considerar aquí qué parte de la sociedad lo hace o debería hacerlo, y esa absorción puede adoptar tres formas: consumo, inversión y desperdicio.
Para poder profundizar nuestro estudio es preciso definir algunos conceptos adicionales, que resultarán fundamentales a la hora de analizar tanto el nivel de excedente como su distribución. El primero de ellos corresponde a la definición de productividad social del trabajo, que podría ser cuantificada dividiendo el producto bruto interno sobre la población ocupada de un país o región. A su vez, el nivel de dicha productividad dependerá de determinadas capacidades alcanzadas por la población, tales como su especialización, la división social del trabajo, el nivel de capital físico disponible y la tecnología en uso.
El segundo concepto relevante es la estratificación social asociada con las distintas etapas de evolución de las formaciones sociales. Esta estratificación corresponde a clases y capas sociales diferenciadas según su acceso a la propiedad y al consumo, y según su función en el proceso productivo, todas, a su vez, cruzadas por relaciones asimétricas de poder.
Es posible admitir que entre ambos procesos básicos, la división social del trabajo y la estratificación social, entendida como desniveles en el consumo de grupos sociales, existe una estrecha relación. En primer lugar, vale decir que el proceso de estratificación social presupone la existencia de la especialización en el nivel de las actividades productivas y, en consecuencia, de un aumento en la productividad del trabajo. Sin embargo, en segundo lugar resulta pertinente aclarar que la división social del trabajo no es causa suficiente para que exista un excedente, dado que se han presentado casos en el transcurso de la historia de la humanidad en los que la especialización fuera de las actividades productivas no ha dado lugar a significativas modificaciones de la estructura social, aunque pueden interpretarse como casos excepcionales. No obstante ello, el estudio de las estructuras de poder que acompañan a toda estratificación social, constituye la principal fuente de información sobre el proceso de formación y aplicación del excedente.
Definiendo poder como la capacidad que tiene un grupo social de forzar la formación y/o apropiación del excedente, se podrán explicar las relaciones institucionales e históricas que permiten la reproducción social de las distintas clases y estamentos. Por tanto, en este sentido, el excedente se constituye en una explícita manifestación material de la existencia de un sistema de poder, teniendo siempre presente que el proceso de reproducción de las desigualdades sociales ejerce una influencia decisiva en las demás formas de utilización del excedente.
Con estos conceptos se puede comprender la importancia de la teoría del excedente económico, pues estudia las formas desiguales de apropiación de los frutos del aumento de la productividad del trabajo, dado que un indicio indiscutible de la existencia de un excedente lo constituyen las desigualdades en los niveles de consumo de los miembros de una sociedad.
Se concluye entonces que la productividad del trabajo y la forma en que se distribuye el ingreso condicionada por el ejercicio del poder, los sistemas de dominación cuyas raíces se encuentran en el proceso de acumulación y el grado de desigualdad social, determinan en cada sociedad el nivel del excedente y su destino.
Bajo estos lineamientos, tanto Furtado (1978) como Baran y Sweezy (1968) destacan la lucha de clases como factor decisivo en la determinación de la utilización de los excedentes y, consecuentemente, en todo el carácter de la sociedad. Es por eso que resulta relevante conocer los procesos sociales mediante los cuales se determina la importancia relativa del excedente, procesos que son producto de la interacción de fuerzas antagónicas, las que precisamente surgen a raíz del enfrentamiento basado sobre la propiedad privada de los medios de producción. Y no sólo hacen hincapié en los antagonismos sociales dentro de un país, sino que también se refieren a la internacionalización de la lucha de clases.
Ya desde los fisiócratas el concepto de producto neto se relacionaba con la estructura de clases. Para Marx, la producción creaba una renta suplementaria en beneficio de ciertas clases. Esta noción resurge al cabo de un siglo considerando en dicha ocasión que eran los capitalistas y no los terratenientes quienes se apropiaban de la plusvalía, variante distinta del producto neto.
Finalmente, debemos precisar aún más el concepto de grado de desigualdad social. El grado de desigualdad social está determinado por la diferencia entre el ingreso medio de la población (PIB/hab.) y el nivel de ingreso del trabajador manual no calificado (salario básico de subsistencia).
Celso Furtado denomina costo de reproducción social de la población (CRS) al nivel de ingreso del trabajador manual no calificado multiplicado por el total de la población. Este concepto representa lo que gastaría el conjunto de la población si consumiera como lo hace el trabajador manual no calificado, es decir en el nivel de subsistencia mínimo de esa comunidad. Es preciso aclarar que se considera al trabajador manual a los efectos de determinar el costo de reproducción social por dos motivos. Por un lado, para demostrar que la sociedad en su conjunto establece pautas básicas de consumo que aseguran la supervivencia y reproducción de su especie y, por otro, porque constituye el sector que menos ha recibido los beneficios propios de la acumulación destinada al perfeccionamiento del factor humano. Una explicación adicional radica en el hecho de que si la población en su conjunto adoptara el nivel de vida de los trabajadores manuales, las formas de consumo asociadas con la estratificación social tenderían a desaparecer.
Este costo de reproducción social está determinado en el espacio y en el tiempo, y tiene un componente privado, el salario, y un componente público, los servicios públicos gratuitos, a los que se le deben restar los impuestos al consumo, ya que éstos son una deducción directa del ingreso.
Por consiguiente, tenemos la siguiente expresión:
CRS = S + G - IC
Donde:
S: salario básico de operario no calificado.
G: gasto público realizado en salud, educación y asistencia social disponible en forma gratuita.
IC: Impuestos al consumo
Los determinantes históricos del CRS están relacionados con el grado de organización de la clase obrera y las conquistas sociales logradas en su proceso de lucha; en consecuencia sufre los avatares de las relaciones de fuerza de cada etapa. En el transcurso del tiempo puede subir o bajar el CRS, también puede cambiar regionalmente, o variar sus componentes internos. Lo importante por tener en cuenta aquí es que el comportamiento en el tiempo del costo de reproducción de la población es un fiel reflejo de la evolución de la productividad laboral y de la capacidad de la clase obrera para modificar la utilización del producto social en beneficio propio.
En este sentido, los aportes de Marx vinculados con el concepto de lucha de clases, ampliamente desarrollado por él en su análisis del modo de producción capitalista, han sido muy útiles ya que han permitido profundizar y poner énfasis en el estudio de los conflictos sociales que afectan directamente el CRS y, por lo tanto, definen el monto relativo del excedente.
La forma en que quedan determinados los componentes internos del CRS es muy importante pues se presentan situaciones en las cuales el aumento del componente privado (salario) eleva los costos directos de las empresas; en cambio, si aumentan las prestaciones públicas gratuitas, no incide en el costo siempre que no estén asociadas con aumentos de impuestos directos a las empresas.
Por lo tanto, si aumenta el producto bruto promedio por habitante y se mantiene constante o disminuye el CRS se trata de un proceso de incremento de la desigualdad social. Por lo contrario, si se eleva el CRS, o crece más proporcionalmente que el PIB por habitante se trata de un proceso de disminución de la desigualdad social.
Los países desarrollados han pasado de la primera a la segunda de las situaciones. A la inversa, en los países periféricos los incrementos de la productividad social del trabajo se han traducido y se traducen en consumo y destinos de los excedentes que incrementan las desigualdades sociales. La Argentina no es una excepción.
El caso argentino
Según Baran y Sweezy (168:12-13) "los modos de utilización de los excedentes constituyen el mecanismo indispensable que enlaza los fundamentos económicos de la sociedad con lo que Marx llamó su superestructura política, cultural e ideológica". Asimismo, estos autores afirman que la magnitud del excedente es un índice de productividad y riqueza, de la libertad que tiene una sociedad para alcanzar las metas que se ha fijado a sí misma. Por tanto, puede inferirse que una forma de ver cómo la sociedad hace uso de esa libertad es analizando la composición del excedente: cuánto se invierte para ampliar su capacidad productiva, cuánto es destinado al consumo, y cuánto desperdicia y de qué manera.
Ya dejamos claramente explicitado que una primera aproximación al cálculo del excedente generado por una sociedad es la aparición de desigualdades en los niveles de consumo de los miembros de la comunidad. Para medirlo en nuestro país contamos con las estimaciones del producto bruto interno, generadas por el Banco Central, y la Encuesta permanente de Hogares realizada por el INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos), donde se muestra los niveles de ingresos personales por décil (10%) de la población.
En el cuadro Nº 1 se muestra el porcentaje por decil que recibió la población en 2000. El PIB estimado es de 276 mil millones para una población de 36,75 millones.
Cuadro Nº 1. Distribución del ingreso por decil, 2000
Fuente: IEFE
Se ha supuesto también que la inversión nacional se realiza a partir de los ingresos de este sector, lo que resulta razonable habida cuenta de que son los que canalizan toda la capacidad de ahorro.
Los resultados no dejan de ser sorprendentes, en especial el año de la hiperinflación en el que el último quintil de la población se apropia del mayor porcentaje histórico sobre el PIB, que alcanza un 19% (medido como porcentaje de consumo superfluo del estrato alto respecto del PIB). Asimismo, dicho porcentaje asciende al 17% en el último año y ronda el 15% en los años 1999, como también en 1995 y en 1996, mientras que durante los años restantes oscila entre el 10 y el 15%. Por lo tanto, puede inferirse que cada vez que el país ha sido afectado por crisis externas como ha ocurrido en los años mencionados, el estrato más alto de la población ha aprovechado las circunstancias para apropiarse de una mayor porción del PIB.
Es importante, además, sumar los acumulados de la última década que alcanzan casi a 300 mil millones. Si se compara con el endeudamiento público, la acumulación o gasto suntuario de los últimos 10 años duplica la deuda pública externa. Más impactante es el resultado si se observa la suma total correspondiente a los últimos veinte años, que nos muestra un monto de acumulación que asciende a los 580 mil millones de pesos. Por otro lado, si miramos el monto del consumo superfluo en los distintos años, se infiere que va en paulatino aumento, con algunas oscilaciones, aunque no hay dudas sobre su tendencia creciente.
Las afirmaciones anteriormente vertidas pueden analizarse con mayor claridad a través del gráfico Nº 2, en el cual puede verse la tendencia ascendente que presenta la serie correspondiente al consumo superfluo del estrato bajo consideración, como así también el constante incremento de su ingreso.
Conclusiones y recomendaciones
No quedan dudas sobre la posibilidad de desarrollo económico de la Argentina. Existen recursos y la capacidad de generar riqueza está dada por la productividad social del trabajo de los argentinos, que aumentó un 70% en la última década, la renta agraria de las explotaciones más extensas, la renta petrolera y la renta minera. El principal problema económico por resolver es su fuga al extranjero, su dilapidación y su uso irracional.
Como todas las cuestiones trascendentes de los pueblos, la solución no depende solamente de la economía. Un proyecto nacional que parta de la necesidad de ser dignos en el concierto de las naciones es lo único que permitirá asumir las dificultades que implican torcer el destino de este excedente económico -hoy concentrado en pocas manos- en sectores sin vocación nacional, que ni siquiera perciben el riesgo que implica para sus privilegios el mantenimiento de estas crecientes desigualdades. Si se abocara a modificar la composición del excedente, reduciéndose la parte destinada a aumentar la estratificación social, logrando la homogeneidad a través de una elevación de las pautas de consumo de la masa, en relación con la productividad social, y manteniéndose o incrementando la orientada a la acumulación en el sistema productivo, habría señales de estar dirigiéndose por buen camino.
Por lo expuesto en párrafos anteriores, resultaría importante el papel del estado en la determinación del costo de reproducción de la población, dado que si se limitase a aumentar ese costo, ello conduciría a una disminución de las desigualdades en la sociedad pero también implicaría una reducción de la tasa de crecimiento de la productividad. Sin embargo, si lograse conciliar ese incremento del costo de reproducción social con un elevado nivel de acumulación en el sistema productivo, la mayor igualdad social no alteraría el crecimiento de la productividad. Por lo tanto, considerando que el nivel de excedente en cada sociedad viene determinado por la productividad del trabajo y el grado de desigualdad social, el estado tendría que orientar sus fuerzas hacia la modificación de la estructura de acumulación realizada fuera del sistema productivo.
Pero, fundamentalmente, habría que preocuparse por elevar la productividad de las actividades en las cuales se hallan ocupados los sectores de menores ingresos, a efectos de que el consumo sea impulsado endógenamente, dando lugar a un aumento en su nivel de vida y, a su vez, sea posible allí el surgimiento de un proceso de acumulación del sistema productivo. Esto último se debe a que si el fruto de un aumento ocasional de la producción fuese totalmente absorbido por el consumo, mejorarían momentáneamente las condiciones de vida, sin que sufriese alteración alguna la capacidad productiva. Debe tenerse presente que lo esencial del proceso acumulativo es la transformación del excedente en capacidad productiva. Y por este mismo argumento es que puede decirse que tanto el desempleo como la subutilización de la capacidad productiva constituyen las señales más seguras y los síntomas comunes de una inadecuada absorción del excedente.
Apéndice. Metodología y supuestos en el cálculo del excedente económico del estrato alto en la Argentina
El período de análisis se extiende desde 1980 hasta 1998.
La población del país fue agrupada en tres estratos de ingreso, ordenando a los hogares de menor a mayor ingreso per cápita. Así, el primero de ellos corresponde al 40% de la población más pobre, representando al estrato de ingresos bajos; el estrato 2 corresponde al estrato de ingresos medios y agrupa al 40% siguiente, y el tercero identifica al 20% de la población más rica, representando a la población de ingresos altos.
A efectos de determinar el ingreso correspondiente a cada estrato, se aplicó el porcentaje de participación en el PIB de cada uno, dato extraído de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH, INDEC). Debido a la complejidad que implica trabajar con todos los datos agregados de los aglomerados urbanos para una serie de tiempo tan extensa, se utilizaron los datos correspondientes al Gran Buenos Aires, que incluye los partidos del Conurbano Bonaerense y la Capital Federal, considerándose datos representativos para el total del país.
Dado que se considera que el estrato alto es el que cuenta con capacidad de ahorro, se supuso que la inversión nacional (representada por la Inversión Bruta Interna en el sistema de Cuentas Nacionales) se realiza a partir de los ingresos de dicho estrato. Por consiguiente, por diferencia entre el ingreso del sector y la inversión nacional se obtuvo el consumo aparente respectivo.
Para ser acordes con la realidad y reflejar de manera más precisa los particulares estilos de vida del sector, se asumió un consumo de subsistencia per cápita de 750 pesos mensuales (9.000 anuales) a efectos de satisfacer sus necesidades según pautas o patrones sociales imperantes. A partir de este dato se calculó el consumo necesario del estrato para su mantenimiento, como producto entre la población integrante (un quinto de la población total) y el monto de consumo de subsistencia per cápita anual. Debido a que el porcentaje de participación en el PIB se extrajo de la EPH y teniendo presente que ésta utiliza como variable para estratificar a los hogares según el nivel de ingreso el "ingreso per cápita del hogar", fue indispensable ajustar el valor del consumo necesario del estrato tomando en cuenta las diferencias de tamaño de los hogares a fin de expresar todos lo valores en unidades equivalentes. Es por ello que el consumo necesario del sector fue multiplicado por un coeficiente que indica la relación del tamaño de la familia tipo para el estrato alto (de 3 personas, según la propia EPH), respecto del tamaño del hogar promedio de la población total (4 personas).
Por diferencia entre el monto al que ascendió el consumo aparente y el consumo necesario se calculó el consumo suntuario o superfluo realizado por el estrato en cada año.
Haciendo la sumatoria de los montos correspondientes a cada año, se obtuvo que el consumo suntuario llevado a cabo por el estrato de ingresos altos durante el periodo analizado ascendió a 490.276 millones de pesos.
Las series de los agregados económicos que se utilizaron en el cálculo se corresponden con el PIB a precios de mercado y con la Inversión Bruta Interna, ambas expresadas en millones de pesos de 1993, que fueron extraídas de las publicaciones de la Dirección Nacional de Cuentas Nacionales, en los que los montos de los años 1999 y 2000 corresponden a estimaciones preliminares efectuadas por el mismo organismo.
Referencias bibliográficas
Baran, P. y Sweezy, P. (1968), El capital monopolista. 1º edición, México, Siglo XXI editores SA.
Beker, V. y Mochón, F. (1994), Economía. Elementos de micro y macroeconomía. España, McGraw-Hill.
De Santis, Gerardo (1999). Introducción a la economía, estructura y problemas de la economía argentina. 2º edición. Buenos Aires, IEFE.
Furtado, Celso (1965). Desarrollo y subdesarrollo. Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires.
Furtado, Celso (1978). Prefacio a una nueva Economía Política. 2º edición. Buenos Aires, Siglo XXI editores SA.
Instituto Nacional de Estadística y Censos (2000). Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares 1996/1997. Buenos Aires, INDEC
Mandel, Ernest (1973). Introducción a la teoría económica marxista. Buenos Aires, Ediciones Cepe.
Notas
· Director del Instituto de Estudios Fiscales y Económicos (IEFE).
1 Ver el apéndice para un análisis de la metodología y los supuestos subyacentes al cálculo del excedente económico del estrato alto en la Argentina.