Notas periodísticas - La era del imperio
Evocadora de grandes estructuras políticas de la historia, fuente de civilización y tierra arrasada a través de los siglos, tanto como de las ficciones de la bélica interplanetaria de Hollywood, la palabra imperio vuelve a circular en los últimos años, esta vez como descripción del presente. Aparecido en marzo en EE.UU. y aún no traducido al castellano, Empire (Imperio) es un tratado de filosofía política escrito por el filósofo italiano Antonio (Toni) Negri y el estadounidense Michael Hardt, un joven profesor de literatura de la Universidad de Duke, que ha escrito otros tres libros anteriormente. En momentos en que el panorama editorial y académico argentino sugiere la extenuación de la pasión crítica, y el campo del pensamiento se sume en la elegía de los vencidos, Imperio planta su optimismo en el debate con gran originalidad y postula una versión del presente que abre los ojos.
Negri y Hardt sostienen que asistimos al nacimiento de una época, la era del Imperio, que podría sintetizarse como el régimen impuesto por la libre circulación del capital. No es una metáfora sino un concepto teórico: es un estadio superador de los imperialismos de la Guerra Fría. En el horizonte futuro, los opositores deberán aprender la solidaridad del republicano español y la pobreza alegre y altiva de San Francisco de Asís. Las multitudes, sostendrán los autores en la conversación con este suplemento, podrían ser compensadas con la "ciudadanía global", que confiera a los sujetos productivos el derecho a seguir al capital, para reconquistar su espacio. Y citan el precedente de un Imperio maduro: en el año 212 d.C., el emperador romano Caracalla promulgó la Constitutio antoniniana, un edicto que concedía ciudadanía romana a todos los habitantes del imperio, a fin de abolir la discriminación existente entre los itálicos y los trabajadores de las provincias apartadas.
El poder según Hardt
Michael Hardt cuenta que escribió Empire con Negri mientras éste permanecía exiliado en París. Se trata de "un texto escrito a dúo, donde corregimos respectivamente de manera que no contiene una sola línea que no sea de ambos". Así respondió a las preguntas de Zona.
-Ustedes sostienen que el Imperio no tiene centro, ¿qué quiere decir?
- Una de nuestras preguntas iniciales fue que la era actual no coincide con la noción clásica del imperialismo norteamericano. El Imperialismo era una máquina de codificar y territorializar los flujos de capital, bloqueando algunos canales y facilitando otros. El mercado global, por el contrario, necesita un espacio abierto de flujos sin codificar y desterritorializados. No son los Estados Unidos, en tanto país, la estructura de poder que supervisa los distintos intercambios económicos y culturales que llamamos globalización; de hecho, tampoco controla los flujos y procesos del capital global. Cuando decimos que el Imperio no tiene centro no significa que no haya diferenciaciones ni concentración de dominación.
-No fechan el Imperio en 1989.
-Está relacionado pero uno no debe olvidar preguntarse por qué cayó el Muro. El proyecto general del libro es una periodización distinta del siglo XX, trazar el momento de pasaje de la modernidad a la posmodernidad, del imperialismo al Imperio. Pensamos en varias fechas, como la cadena de protestas estudiantiles y obreras a fines de los 60, o 1971, fecha crucial, cuando la administración Nixon desacopló el dólar del patrón oro. Hay muchos otros indicadores de esta transición , que se prolongó unos veinte años.
-Ustedes tienen una visión polémica de las ONG. Dicen que conducen guerras justas sin fronteras y que esta "intervención moral se ha convertido en la línea de avanzada de la intervención imperial". Vendrían a ser "las órdenes mendicantes del Imperio".
-La fundación misma de la Liga de las Naciones, en 1919, apunta a erigir criterios jurídicos supranacionales. Hay una variedad de modos en que las ONG mitigan los daños causados por el capitalismo, pero no obstaculizan el poder del Imperio sino que lo suplementan. Desde luego la gente comprometida con esta tarea tiene las mejores intenciones; lo que debemos advertir es que el efecto de las campañas se coordina con los intereses del capital. Decimos en el libro que su acción se orienta a la producción simbólica del Enemigo. Por eso las comparamos con los dominicos de fines del Medioevo o los jesuitas al comienzo de la modernidad, que lucharon por identificar las necesidades universales y defender los derechos humanos. Las organizaciones humanitarias tuvieron efectos individuales importantísimos en Latinoamérica, pero han sido funcionales al trazado del poder general.
-En Latinoamérica existe una sensación de duelo por el Estado-nación, mientras los gobiernos no disimulan que las economías nacionales cesan o se refugian en los bloques regionales de comercio.
-Existe un pensamiento común a la izquierda de que es el momento de reforzar las atribuciones del Estado-nación contra el capital global. Mi idea es que si bien esto es posible en cierta medida, sólo conduce a situaciones de aislamiento peores. Desafortunadamente, cuando el viejo concepto de nación pone límites al Imperio, provoca al mismo tiempo una miseria sin precedentes. Por eso necesitamos recrear un nuevo tipo de estrategia, antes que bregar por la resurrección de las fronteras nacionales como estrategia defensiva.
-Sin embargo, ha sido el Estado-nación el que marcó límites, aunque éste suela encarnarse en monstruos. Irak y Serbia son ejemplos. Con las sanciones económicas o las intervenciones militares, el Imperio aísla pero fracasa.
-El tercer pilar del Imperio es el poderío militar, que suplementa los otros pilares, la globalización del comercio y la justicia. Pensemos en las últimas intervenciones globales: Kosovo es claramente una violación de la soberanía nacional desde su mismo argumento político, que fue diametralmente opuesto al que se planteó en el ataque a Irak. La excusa de la intervención en Oriente Medio fue que Irak había violado la soberanía nacional de Kuwait, por lo tanto una fuerza internacional debía restaurarla: políticamente se actuaba en defensa de una soberanía. En el caso de Serbia, por el contrario, su soberanía nacional debía ser violada en bien de los kosovares. Yo no siento absolutamente ninguna nostalgia por el Estado-nación. Históricamente funcionó de manera positiva y progresista. Pero ya en la última etapa, en los 60, desde su propio lenguaje actuaba de manera defensiva, enfatizando lo nacional frente a un poder extranjero. Personalmente, no estoy dispuesto a defender la soberanía nacional de Serbia, tal vez sí la de Cuba.
-Ustedes sostienen la ineficacia de términos como Tercer Mundo. Hoy, aseguran, la producción y circulación capitalista en Gran Bretaña y Brasil no difieren en naturaleza sino en grado.
-Esto no significa que no existan regiones subordinadas y zonas dominantes. Lo que queremos decir es que ya no sirve emplear esas categorías como esclusas entre regiones. No podemos seguir pensando en grandes bloques binarios, que nos impiden ver las diferenciaciones internas, e incluso los pasajes e intercambios sobre el control de capital. Al interior de Brasil existe ese mismo rango de diferencias.
-La conclusión son figuras arquetípicas de la resistencia europea: la multitud, los pobres...
-Existe, por cierto, una ineficacia humana ante el sufrimiento colectivo. Nosotros tratamos de pensar en la multitud indiferenciada, hecha de vastas comunidades. Con el libro casi listo, asistimos a las protestas de Seattle y Washington, que fueron interesantes pero están llenas de contradicciones todavía. Yo no creo que sea útil resistir al comercio ni al flujo del capital sino avanzar con él.
-Si el capital es global, dicen, entonces la ciudadanía del emperador Caracalla...
-... Las migraciones masivas se han vuelto necesarias para la producción. En algunos casos se trata de verdaderas migraciones forzadas. La movilidad ha sido fuente de tormento, pero esto no quita que los migrantes puedan reivindicar el derecho a la movilidad. No se trata de una demanda utópica, sino de la reforma del status jurídico de las poblaciones para equipararse con las transformaciones económicas. El capital ha demandado el aumento de la movilidad de la fuerza laboral. La producción en los países dominantes es completamente dependiente del influjo de trabajadores desde las regiones subordinadas. Por lo tanto la demanda política sería que la producción capitalista sea reconocida jurídicamente y que las fuerzas laborales tengan plena ciudadanía. En otras palabras, premiar con ciudadanía al trabajador que crea capital. En ese mismo horizonte está también el derecho a la statis, a permanecer en un lugar. La multitud debe tener derecho a decidir dónde, cuándo y en qué dirección moverse.
El diálogo con Negri
El camino filosófico del marxista Antonio Negri, hasta este Imperio, es de diálogo y confrontación entre la filosofía y la práctica política. Es preciso tomarlo a la luz de la tradición filosófica italiana. Antonio Gramsci también escribió su obra en la cárcel. Nacido en Padua en 1933, Negri evolucionó desde la Acción Católica hacia la izquierda y conjugó la docencia en teoría del Estado con la militancia gremial (en el grupo radical Autonomía Obrera). A partir de 1971, las Brigadas Rojas producen una escalada de violencia en Italia. En 1979, un año después del asesinato del dirigente demócrata cristiano Aldo Moro, Negri y otros 30 militantes de la Autonomía son acusados de crímenes contra el Estado, bajo el estado de emergencia nacional. Tras cuatro años preso, es elegido diputado por el Partito Radicale Italiano y sale en libertad con inmunidad parlamentaria. Pero sus fueros son suspendidos en una votación de 300 contra 293 legisladores. Se refugió en Francia, donde ingresó como profesor en el Colegio Internacional de Filosofía, protegido por el gobierno pero sin permiso de residencia.
El diálogo de Negri con los lectores argentinos se interrumpe con la dictadura militar y es retomado con la traducción de sólo dos de sus libros, Fin de siglo y El poder constituyente. Regresó a Italia el 1` de julio de 1997 pero no fue amnistiado. Zona dialogó con él por teléfono. Negri niega que seguir llamándose comunista hoy signifique participar de lo que ahora se llama "el nuevo anarquismo". "No veo cuál ha sido la contribución del anarquismo, fuera de sembrar la confusión -responde-. Sí estoy entre los que aún se baten por la igualdad, pero no siento ninguna nostalgia por la caída del campo socialista." Negri sostiene que el mercado mundial está dado y es bueno que así sea, porque sólo a través de la globalización las comunidades lograrán superar la miseria. Entre la izquierda y la derecha, dice, sólo hay comedia. Por eso no se interesa mucho por las protestas locales. "¿Qué país puede decir hoy que existe una vía nacional? -se pregunta-. Todos los gobiernos trabajan en esta inédita sinergia global: integran una única dirigencia mundial, incluidos los del Tercer Mundo. Europa no puede llamarse aliada sino sirviente. Ya no se trata de una plutocracia. Su régimen es más semejante al de los antiguos procónsules." esto es así, según él, porque hay una sola potencia que tiene la bomba atómica, el dólar, el idioma y los medios para propalarlos. "Tradicionalmente la soberanía se definía como el poder irrecusable de un país sobre un territorio -explica-, su capacidad de hacer legislación, construir una moneda y sus relaciones de cambio, y controlar los movimientos de su población. Hoy cada uno de estos elementos ha caído. No hay posibilidad alguna de determinar la propia moneda. Desde los años 70, el dólar es la única moneda que se tiene como su propio valor. ¿Cuánto vale un dólar?: un dólar." Negri sostiene que la mayor paradoja es que los Estados Unidos sean el país más democrático del mundo. "Pueden permitírselo; en cambio, hay algunas ficciones que Europa debe mantener." Negri cree que sólo con la plena realización del Imperio, las "multitudes" verán el fin del trabajo clandestino. (La primera en proponer ciudadanía global para el pueblo judío fue la filósofa germano-estadounidense Hanna Arendt). Evoca el éxodo de inmigrantes que diariamente llegan a las costas italianas, albaneses, kosovares, oleadas de chinos, mientras el nordeste italiano profundiza su amistad con el austríaco Haider. Negri pondera que tal vez le falten a Europa otros 10 millones de inmigrantes para ver materializado el reclamo de la ciudadanía global. "Finalmente -dice-, lo más interesante es la hibridación final, el cambio antropológico que sobrevendrá a las poblaciones europeas, hoy aquejadas de envejecimiento demográfico. Por eso, el horizonte de la igualdad no está en resistir el Imperio, sino en sostener las condiciones para esa hibridación antropológica irreversible. No soy yo quien pueda ofrecer buenas noticias de la raza blanca."