Textos, reportajes y comentarios de los autores sobre temas abordados en Imperio - Soberanía nacional y militancias en red
MICHAEL HARDT.
En lugar de oponer el Foro Social Mundial de Porto Alegre al Foro Económico Mundial de Nueva York, es más revelador imaginarlo como un lejano descendiente de la histórica conferencia de Bandung que tuvo lugar en Indonesia en 1955. Ambos han sido concebidos como intentos de combatir el orden mundial dominante: el colonialismo y el opresivo conjunto binario de la guerra fría en el caso de Bandung y el imperio de la globalización capitalista en el de Porto Alegre.
Las diferencias, sin embargo, son evidentes de inmediato. Por una parte, la Conferencia de Bandung, que congregó fundamentalmente a líderes de Asia y Africa, puso de manifiesto de manera dramática la dimensión racial del orden colonial y de la guerra fría, que, según la famosa frase de Richard Wright, estaba dividido por la "cortina del color". Porto Alegre, por el contrario, es un acontecimiento fundamentalmente blanco. Hay pocos participantes de Asia y Africa y las diferencias raciales de América están exiguamente representadas. Esto subraya la extensa tarea que aguarda a los participantes de Porto Alegre: globalizar aún más los movimientos, tanto dentro de cada sociedad como en todo el mundo, proyecto del cual el Foro es sólo un paso. Por otra parte, mientras que Bandung fue obra de un pequeño grupo de líderes, a Porto Alegre concurrieron una populosa multitud y una red de movimientos. Esta multitud de protagonistas es la gran novedad del Foro y es esencial para la esperanza que éste permite abrigar ante el futuro.
Por ello, la impresión primera y predominante del Foro Social Mundial es su desbordante enormidad. No se trata tanto de la cantidad de personas presentes - los organizadores hablan de 80.000 - sino más bien de la cantidad de eventos, encuentros, acontecimientos. El programa que informa de todas las conferencias oficiales, seminarios y talleres, la mayoría de los cuales tuvo lugar en la Universidad Católica, tiene el tamaño de un diario, pero pronto se advierte que hay innumerables reuniones no oficiales por toda la ciudad, algunas publicitadas en afiches y volantes, otras sólo de boca en boca. También hay reuniones independientes de los diferentes grupos que participan en el Foro, como la de los movimientos sociales italianos o la de las diversas ramas nacionales de ATTAC. También hay manifestaciones, algunas planeadas oficialmente, como el desfile inaugural masivo, y otras más pequeñas de protesta contra, por ejemplo, los legisladores de diferentes países presentes en el Foro que votaron a favor de la actual guerra contra el terrorismo. Por último, otra serie de eventos se desarrolla en el gigantesco campamento juvenil situado junto al río con sus cientos de metros de carpas que albergan a 15.000 personas en medio de un clima de festival veraniego de música, en especial cuando llueve y todos caminan por el barro envueltos en bolsas de plástico a modo de piloto. En pocas palabras, si alguien con tendencias obsesivas quisiera entender lo que ocurre en Porto Alegre, seguramente sufriría un colapso nervioso. El Foro es incognoscible, caótico, dispersivo. Y esa sobreabundancia llena a cada uno de gozo, mientras se pierde en un mar de gente de todo el mundo que trabaja de modo similar contra la forma actual de globalización capitalista.
Este encuentro abierto es el elemento más importante del Foro. Aunque éste es limitado en muchos aspectos importantes, como el social y el geográfico, sigue siendo una oportunidad para globalizar aun más el ciclo de luchas que se extiende de Seattle a Génova. Hasta ahora, esta red de movimientos se limita, en general, al Atlántico norte. Se ocupa de muchos de los temas que abordan aquellos que en otros lugares se oponen a la forma capitalista actual de la globalización o a políticas institucionales específicas como las del FMI, pero estos movimientos en sí mismos siguen siendo limitados. Reconocer la comunidad de proyectos con los que luchan en otras partes del mundo es el primer paso hacia la ampliación de la red de movimientos o la vinculación de una red con otra. El reconocimiento de esta comunidad es el motivo fundamental del clima de felicidad y festejo del Foro.
Pero el encuentro debería revelar y abordar no sólo los proyectos y deseos comunes sino también las diferencias entre los participantes, diferencias de condiciones materiales y de orientación política. Los diversos movimientos de todo el mundo no pueden conectarse entre sí en su estado actual sino que deben ser transformados por el encuentro a través de una especie de adecuación mutua. Los llegados de América del Norte y Europa, por ejemplo, no pueden más que sorprenderse en Porto Alegre por la diferencia del trabajo agrícola y la pobreza rural de Brasil, representados con mayor fuerza por el MST (Movimiento de los Sin Tierra). ¿Qué tipo de transformaciones son necesarias para que los movimientos de globalización euro-norteamericanos y los movimientos latinoamericanos de reforma agraria y lucha contra la pobreza rural no se conviertan en lo mismo o incluso se unan sino que se vinculen en una red común creciente? El Foro brinda la oportunidad de reconocer estas diferencias y cuestiones a aquellos dispuestos a verlas, pero no ofrece las condiciones necesarias para abordarlas. En realidad, la misma naturaleza desbordante y dispersiva del Foro que genera euforia por la comunidad de proyectos desplaza el terreno sobre el cual podrían cotejarse tales diferencias y conflictos.
En este sentido, el Foro de Porto Alegre es quizá demasiado alegre, demasiado festivo y no suficientemente conflictivo. La diferencia política más importante que atraviesa el Foro tiene que ver con el papel de la soberanía nacional. Hay dos posturas básicas de respuesta a las actuales fuerzas dominantes de la globalización: se puede trabajar para fortalecer la soberanía de los Estados-nación como barrera defensiva contra el control del capital extranjero y global o se puede luchar por una alternativa no nacional a la forma actual de globalización que sea igualmente global. La primera plantea al liberalismo como categoría analítica básica y considera que el enemigo es la actividad capitalista global irrestricta con débiles controles del Estado. La segunda está más claramente plantada contra el capital en sí, ya sea regulado por el Estado o no.
La primera podría denominarse postura antiglobalización, en la medida en que las soberanías nacionales, aun cuando estén vinculadas por la solidaridad internacional, sirven para limitar y regular las fuerzas de la globalización capitalista. Por ello, para esta posición, la liberación nacional sigue siendo el objetivo último, como lo fue para las antiguas luchas anticoloniales y antiimperialistas. La segunda, en contraposición, se opone a cualquier solución nacional y, en cambio, pretende una globalización democrática.
La primera posición, la de la soberanía nacional, ocupa los espacios más visibles y predominantes en el Foro de Porto Alegre. Esta postura está representada en las grandes sesiones plenarias, es repetida por los voceros oficiales del Foro y aparece en las informaciones de prensa. Uno de los principales propulsores de esta posición es la conducción del PT (Partido de los Trabajadores) brasileño, que de hecho es el anfitrión del Foro, ya que tiene a su cargo el gobierno de la ciudad y de la región. Es obvio e inevitable que el PT ocupe un lugar central en el Foro y aproveche el prestigio internacional del evento como parte de su estrategia de campaña para las próximas elecciones.
La segunda voz dominante de la soberanía nacional es la de los dirigentes franceses de ATTAC, que sentaron las bases del Foro en las páginas de Le Monde Diplomatique. En este sentido, la conducción de ATTAC está muy cerca de muchos políticos franceses, como Jean-Pierre Chevènement, que propugnan el fortalecimiento de la soberanía nacional como solución a los males de la globalización contemporánea. En cualquier caso, éstas son las figuras que dominan la representación del Foro tanto internamente como en la prensa.
La postura no soberana de globalización alternativa, por su parte, es minoritaria en el Foro, no en términos cuantitativos sino de representación. En realidad, la mayoría de los participantes del Foro quizá haya ocupado esta posición minoritaria. En primer lugar, los diversos movimientos que han realizado protestas desde Seattle hasta Génova en general se orientan hacia soluciones no nacionales. De hecho, la misma estructura centralizada de la soberanía del Estado se opone a la forma de red horizontal que han desarrollado los movimientos. En segundo término, los movimientos argentinos que han surgido en torno a la presente crisis financiera, organizados en asambleas barriales y de delegados de ciudades, también se muestran hostiles a las propuestas de soberanía nacional. Sus eslóganes reclaman deshacerse no de un político en particular sino de todos ellos -- "que se vayan todos"--, de la clase política en su totalidad. Por último, en la base de los diversos partidos y organizaciones presentes en el Foro, el sentimiento es mucho más hostil a las propuestas de soberanía nacional que en los estamentos superiores. Esto es especialmente cierto en el caso de ATTAC, organización híbrida cuyo vértice, especialmente en Francia, se mezcla con políticos tradicionales mientras que las bases están firmemente asentadas en los movimientos.
La división entre la postura de la soberanía y la antiglobalización y la de la no soberanía y la globalización alternativa, por lo tanto, no puede entenderse cabalmente en términos geográficos. No marca la división entre norte y sur o entre Primer y Tercer Mundo. El conflicto corresponde más bien a dos formas diferentes de organización política. Los partidos tradicionales y las organizaciones centralizadas en general ocupan el polo de la soberanía nacional, mientras que los nuevos movimientos organizados en redes horizontales suelen agruparse en el polo de la no soberanía. Es más, dentro de las organizaciones tradicionales y centralizadas, el vértice tiende a la soberanía y la base a alejarse de ella. No es de sorprender, quizá, que aquellos que ocupan posiciones de poder estén más interesados en la soberanía y los excluidos lo estén menos. De cualquier modo, esto puede contribuir a explicar por qué la postura de la soberanía nacional y la antiglobalización podría predominar en las representaciones del Foro aun cuando la mayoría de los participantes tienda hacia la perspectiva de una globalización alternativa no nacional.
Como ejemplo concreto de esta diferencia política e ideológica, se pueden imaginar las reacciones que proceden lógicamente de cada una de estas posiciones frente a la actual crisis económica de Argentina. De hecho, la crisis argentina se cierne sobre todo el Foro como una premonición amenazadora que anticipa una cadena de desastres económicos que podrían caer sobre otros países. La primera posición señalaría el hecho de que la crisis argentina fue provocada por las fuerzas del capital global y las políticas del FMI conjuntamente con las demás instituciones supranacionales que socavan la soberanía nacional. La reacción de oposición lógica sería entonces fortalecer la soberanía nacional de la Argentina (y otras naciones-Estados) contra estas fuerzas externas desestabilizadoras. La segunda posición identificaría las mismas causas de la crisis, pero insistiría en que una solución nacional no es ni posible ni deseable. La alternativa al imperio del capital global y sus instituciones sólo se encontrará en un nivel igualmente global, a través de un movimiento democrático global. Los experimentos prácticos con la democracia que hoy tienen lugar a nivel barrial y urbano en la Argentina, por ejemplo, plantean una necesaria continuidad entre la democratización de la Argentina y la democratización del sistema global. Naturalmente, ninguna de estas perspectivas ofrece una receta adecuada para lograr una solución inmediata de la crisis que elude las recetas del FMI --y no estoy convencido de que tal solución inmediata exista--. Hoy presentan más bien diferentes estrategias políticas de acción que, con el transcurso del tiempo, intentan desarrollar alternativas reales a la forma actual de dominio global.
En otra época, podríamos haber montado un enfrentamiento ideológico al viejo estilo entre las dos posiciones. La primera podría acusar a la segunda de hacerle el juego al neoliberalismo, socavar la soberanía del Estado y preparar el camino a una mayor globalización. La política, afirmaría a continuación esta postura, sólo puede ejercerse en el terreno nacional y dentro de la nación-Estado. Y la segunda podría responder que los regímenes nacionales y otras formas de soberanía, por corruptas y opresivas que sean, son meros obstáculos a la democracia global que buscamos. Este tipo de enfrentamiento, sin embargo, no puede darse en Porto Alegre, en parte por la naturaleza dispersiva de este evento que tiende a desplazar los conflictos y, en parte, porque la posición de la soberanía ha ocupado las representaciones más importantes con tanto éxito que no es necesaria una disputa.
Pero el principal motivo de la falta de enfrentamiento puede tener que ver con las formas organizativas que corresponden a ambas posiciones. Los partidos tradicionales y las organizaciones centralizadas tienen voceros que los representan y libran sus batallas, pero nadie habla en nombre de una red. ¿Cómo se discute con una red? Los movimientos organizados en redes ejercen su poder pero no se mueven a través de oposiciones. Una de las características fundamentales de la red es que ningún par de nodos se enfrenta entre sí por contradicción sino que éstos están siempre triangulados por un tercero y luego un cuarto y un número indefinido de otros nodos de la red.
Esta fue una de las características de los eventos de Seattle que más nos ha costado comprender: grupos que creíamos objetivamente contradictorios entre sí - ambientalistas y sindicatos, grupos de la iglesia y anarquistas - de pronto podían trabajar juntos en el contexto de la red multitudinaria. Para adoptar una perspectiva ligeramente distinta, los movimientos funcionan de manera similar a una esfera pública, en el sentido de que pueden permitir la plena expresión de las diferencias dentro del contexto común de los intercambios abiertos. Pero esto no significa que las redes sean pasivas. Las redes desplazan las contradicciones y generan en cambio una especie de alquimia o cambio fundamental que transforma las posiciones fijas tradicionales en flujos de movimientos. Las redes imponen su fuerza a través de una especie de contra corriente irresistible.
A semejanza del Foro mismo, la multitud de los movimientos siempre es desbordante, excesiva, e incognoscible. Por lo tanto, es sin duda importante, por una parte, reconocer las diferencias que dividen a los activistas y los políticos reunidos en Porto Alegre. Por otra, sería un error intentar leer esta división según el modelo tradicional de conflicto ideológico entre sectores opuestos. La lucha política en la era de los movimientos de redes ya no funciona de ese modo. Pese a la evidente fortaleza de los que ocupan el centro de la escena y dominan las representaciones del Foro, en última instancia puede que hayan perdido la batalla. Quizá los representantes de los partidos tradicionales y las organizaciones centralizadas reunidos en Porto Alegre se parezcan demasiado a los viejos líderes nacionales que concurrieron a Bandung --imaginen a Lula del PT brasileño en la postura de Ahmed Sukarno como anfitrión y a Bernard Cassen de ATTAC Francia en la de Jawaharlal Nehru como huésped más destacado--. Los dirigentes, sin duda, pueden promover resoluciones que afirmen la soberanía nacional en torno a una mesa de conferencias, pero nunca podrán dominar el poder democrático de los movimientos. Eventualmente, ellos también serán incorporados a la multitud, que es capaz de transformar todos los elementos fijos y centralizados en otros tantos nodos gracias a su red indefinidamente expansiva.
Traducción de Elisa Carnelli