Textos, reportajes y comentarios de los autores sobre temas abordados en Imperio - Imperio, multitud, éxodo
Es un fastidio cuando se considera el nacimiento del mundo globalizado simplemente como un dato efectual, una expansión del imperio que quedaba.
La globalización, que parte de manera definitiva en el 89, no llega sólo de la acción de un alargamiento de un imperio cuando el otro desaparece, sino que nace de fenómenos históricos desgraciadamente profundos. La globalización es el punto de confluencia de la lucha obrera y proletaria, que no era ya posible regular dentro del espacio del Estado-nación. La dinámica lucha - determinación de inflación - regulación de las cuentas estatales - presión sobre el welfare - ruptura de los elementos materiales de la constitución burguesa, han determinado la medida que prima una teoría de los limites de la democracia (y extrañamente encontramos aquí al mismo Hunttington que escribe el 'choque' de la civilización', documento de la Trilateral de los años 70), e imprimen un fuerte impulso a la superación del Estado-nación.
Por otra parte el Estado-nación no era sólo la capacidad de mantener la lucha en una regulación interna. El Estado-nación era fase del Estado imperialista, del Estado colonialista; también en este aspecto en la mitad del siglo pasado teníamos el fin definitivo de los procesos coloniales, el nacimiento de un nuevo mundo (que será llamado "tercero"), en el cual con la libertad, la presión sobre el salario salta por los aires el mecanismo que mantenía los precios de las materias primas. Precisamente en nombre de esta liberación comienzan las grandes presiones de la fuerza de trabajo sobre la globalidad. Por no hablar de la crisis soviética, que nace en un momento preciso, cuando se trata de pasar del modo de producción fordista al modo de producción posfordista: un pasaje imposible sin la libertad del trabajador.
Este movimiento fortísimo y ligado al desarrollo de la ciencia, de la educación pública al interior de los países socialistas, donde hay la necesidad de introducirse en este nuevo mundo. Un nuevo mundo en el cual, precisamente, cambia la naturaleza de la fuerza de trabajo, de los procesos productivos.
La globalización nace, pues, como un elemento desgraciadamente positivo, es un signo de libertad, es un signo de la fuerza de los procesos históricos que hacen saltar la jaula del infierno que es el Estado-Nación. El Estado-Nación, que ha hecho morir durante siglos a la gente en las guerras más estúpidas, en las trincheras más absurdas. El Estado-Nación, cuya ideología no podía sino llegar necesariamente a los hornos de Auschwitz. Nosotros frente a su fin y frente a la liberación de la fuerza proletaria del Tercer Mundo nos hemos encontrado en este formidable pasaje: la globalización. ¡Finalmente! Esta claro que asumir este pasaje no significa que el capitalismo ha sido derrotado. El capitalismo asume este pasaje, se reorganiza a este nivel, y es aquí que nace la problemática del Imperio. Badate bene, el Imperio nace de manera diversa de la pura y simple expansión del Estado-Nación USA. Los americanos en toda esta historia, sobretodo en la primera fase, entran plenamente, aunque entran mucho más como centro y vértice del capitalismo mundial que como fuerza estatal. Es el capital colectivo que viene investido desde un primer momento como organizador de este mundo. Entre los años 80 y 90 se empieza a buscar una forma de gobierno. La ONU no sirve, porque dentro de las Naciones Unidas se revela la paradoja de la democracia mundial: a nivel mundial "un hombre, un voto" es una frase insensata. Querría decir, como bromean algunos teóricos, dar a la China la mayoría imperial.. Entonces al problema de la organización se responde con una forma de soberanía diversa. La soberanía, que los Estados-Nación no reconocen para organizar en forma diversa, viene transferida siempre hacia aquellas versiones que son las instituciones nacientes, a medida que van formándose, e identificándose a nivel mundial: el G8, el FMI, etc... Son, en el fondo, organizaciones que estaban inventadas por la gestión del keynesianismo internacional al final de la II Guerra Mundial, aunque devienen como organismos de mediación del capitalismo, de regulación capitalista a nivel mundial. Este proceso, evidentemente, deviene siempre más difícil, porque desplaza una serie de conflictos del interior de los países a la escena mundial. La recomposición de la lucha sobre la escena mundial, llegada en los años 80-90, ha sido absolutamente formidable. Habíamos tenido en las luchas importantes (de Tien-a-men a Corea, de Indonesia a Los Ángeles, de Chiapas a la lucha de París del 95) que habían identificado ya el poder mundial capitalista como adversario. Pero eran luchas desordenadas, no constituían un ciclo, no acababan de tener aquella masa de choque que sólo las luchas unidas, que hablan el mismo lenguaje, resultan tener.
Todo esto nace con el movimiento de Seattle, que resulta oponerse al poder imperial en el mismo momento en que se da. Y tenemos entonces un ciclo de luchas, que aunque todavía superficiales y con todas sus limitaciones, viene precedido en la opinión pública capitalista internacional como un movimiento de extrema peligrosidad, en la formación del Imperio. En este punto se debe decir qué hacer. Una cosa a evitar es considerar la nación americana como un nuevo estado imperialista, ¡no es simplemente esto! Existe también este elemento aunque la unidad del rango hoy es absolutamente fundamental. No existe más la posibilidad de regresar al Estado-Nación para oponerse a la nación americana. Las elites de los antiguos Estados-Nación son estados coptados de manera masiva hacia el vértice del Imperio. Gran parte de las discusiones en la segunda mitad de los años 90 que atraviesa la gestión de la guerra en USA atañe a la posibilidad que la capacidad capitalista intervenga de manera directa y fuerte sobre la reorganización del Imperio y del nuevo orden mundial y asumir una aceleración de este proceso. De aquí viene toda la temática del escudo espacial, que se vuelve como una gran mediación respecto a la necesidad de determinar el nuevo orden. Se trata de crear, como en un cuadro bizantino, un centro protegido (los USA y los estados occidentales), en el cual se muestra la acumulación del poder. Todo esto, la última tentativa de tener afuera al resto del mundo, salta el 11 de septiembre. Y por eso la guerra. Pero ¿qué guerra? ¿Cómo se hace una guerra sin un "afuera"? Esto es la guerra como "policía". La ciencia de la guerra americana estaba desarrollándose de un lado en torno al escudo estelar y del otro en la transformación del ejército en tropas de fácil utilización y de inmediata posibilidad de desplazamiento por el mundo.
El ejército americano debía convertirse en un ejército de marines. Ahora nos encontramos de frente a lo que es una acumulación de todos los instrumentos tecnológicos, diplomáticos, económicos, financieros, policiales, para la organización de este mundo global. Un mundo global en el cual, hasta ahora, parecía estar ausente la acción del "gran gobierno". "Big goverment is over", se decía, mientras ahora se dice "big goverment is back". Esta gran función de gobierno procesal, de "governance", es decir, de acción administrativa continua que supera en sí cualquier fijación jurídica precedente. Este dinamismo que confunde la definición de la regla y su garantía, que hace del ejército el instrumento jurídico, el instrumento constitutivo. Esto es lo que está sucediendo.
Nosotros tenemos hoy una maduración que ya desde hace algunos años podía ser largamente prevista. Nadie habría podido naturalmente prever la causa próxima de este proceso, aunque que el proceso debiese andar en estos términos era bastante evidente porque seguía las reglas funcionales de la explotación, a nivel global. Era necesario inventar un modelo igualmente eficaz como lo habían sido los Estados-nación, como lo había sido el derecho internacional patizzio. Era necesario inventar otros instrumentos. Si se observan las técnicas de reorganización constitucional que se están realizando para dar respuesta a esta gran crisis, es evidente que se trata de resistir. Pero ¿resistir cómo?. ¿Resistir dónde?. Resistir desde el punto de vista de la nueva sociedad mundial de los trabajadores, desde el punto de vista de la movilidad. Buscan bloquear la fuerza de trabajo en su movimiento, pero nadie lo conseguirá. Es necesario resistir a la nueva jerarquía que impondrán, es necesario hacerla saltar. ¿Existe todavía la posibilidad de luchar en un mundo semejante o vale la pena verdaderamente de desertar en todos los sentidos? Desertar en el saber, en el ejército, en la fuerza de trabajo intelectual. Y de ahí la necesidad de partir. Mis amigos dicen: "contra el arte de la guerra, el arte de la deserción".
El mantener un estado de miedo y formarlo en términos hobbesianos, como decía Ferrajoli, les será muy difícil. Aunque les será muy difícil sólo en la medida en que no se haga más pueblo, y si se haga multitud. En una multitud inteligente que se reapropia el trabajo y que no tiene más necesidad del capital. Nosotros no podemos devenir más en pueblo. El pueblo coincide con la soberanía, no tiene sentido a nivel de globalización.[...]
¿Deserción o conflicto? No siento la cuestión en términos alternativos. Esta nueva forma de soberanía global lleva consigo la investidura del modo de producción y sobre todo de reproducción de la vida y de la sociedad, por esto insistimos en calificar como biopoder al poder imperial y como tejido social a todo lo que hace a la vida y al trabajo. El trabajo ya ha devenido en tejido social, en cuya vida, la formación, el trabajo asalariado, la comunicación, la cooperación social, aparecen explotados. Es sobre esta explotación global de la vida que se desarrolla el biopoder. Es aquí que nos encontramos de frente a la deserción, o, mejor, al éxodo. Ya no hay la posibilidad del sabotaje clásico, o de un disfrute de juego, porque estamos dentro. Hoy el trabajador tiene el instrumento de trabajo en su cabeza, ¿cómo va a rechazar o a sabotear el trabajo? ¿se suicida? El trabajo es nuestra dignidad.
El rechazo del trabajo era imaginable en una sociedad fordista, hoy deviene siempre menos pensable. El rechazo del comando sobre el trabajo, es otra cosa. Cuando se dice éxodo se trata de conseguir construir la nueva forma de vida. Este tipo de sociedad capitalista se institucionaliza violentamente a través de los mecanismos constituidos de guerra. ¡Nosotros no la queremos más! No puede manifestarse contra el G8 diciendo "otro mundo es posible" y después no practicar colectivamente un éxodo. Un éxodo inevitablemente conflictivo, porque te impondrán obedecer. Pero debemos poner la cuestión en estos términos. Comprendo el idealismo constituyente, jurídico, iluminista, bellísimo de Ferrajoli. Pero lo comprendo sólo en base a esta radicalidad de elección. Si me obligan a reinventar la democracia, yo no insisto. Ya tengo bastante con una democracia que convenía perfectamente al capitalismo. Hoy esta no conviene más, porque el poder no puede ser reproducido globalmente en la misma forma y sobre los mismos criterios que operaban a nivel nacional y, por eso, se hace la guerra. Una guerra que incide sobre lo cotidiano. Por ello la guerra bacteriológica es una terrible parábola, una metáfora de aquello en que se está mostrando el Poder. Es sobre este terreno que merece la pena hablar del Imperio.
Quizá Hardt y yo hemos usado un método un poco mecanicista al traducir el esquema obrero a nivel internacional, pero la satisfacción ha sido la de encontrar en nuestras posiciones toda la literatura postcolonial. Toda la gran escuela india funciona en estos términos!!!
El concepto de multitud: desde el punto de vista científico es un concepto ciertamente todavía primario, que se lanza para ver si funciona. Pero cuando para calificar el nuevo proletariado se habla de multitud se habla de una pluralidad de sujetos, de un movimiento en el cual operan singularidades cooperantes. Hay una diferencia abismal con el concepto de clase. La multitud trabaja, es completamente explotada, pero se junta a través de las redes, y enlazados en estas, la cooperación, el lenguaje. La multitud tiene una multiplicidad productiva, constituyente, todos elementos que pueden también ser referidas a categorías marxianas clásicas: a la modificación de la fuerza de trabajo en la subsunción real, al pasaje a la producción del general intelect. El concepto de multitud viene entonces usado como un instrumento, pero ¿cual puede ser su relevancia política? Sobre este terreno creo que estamos viviendo una enorme acumulación primitiva a nivel mundial. Para dar una imagen de lo que está sucediendo desde el punto de vista de la subjetividad, no tenemos sino las imágenes del materialismo primitivo lucreciano: existe un gran movimiento de partículas, átomos, singularidades que juntándose construyen aquí y allí. Está claro que esta nueva carne del proletariado debe devenir cuerpo, y puede devenir cuerpo solo sobre la base de un dios, sobre la base de una autoorganización que acabe con la democracia pero también con el socialismo, con la forma de gestión democrática o socialista del capital.
No es ciertamente un horizonte agradable en el que nos encontramos. Me parece que la guerra en la cual estamos entrando es mucho más similar a la guerra de los treinta años y sus masacres, una clase de estado de naturaleza, un tipo de escenario como aquel. Este motor de constitución que el Imperio asume y llama guerra produce catástrofes.