A 20 años de la muerte de Jorge Luis Borges
"Vaciló y con esa voz llana, impersonal, a que solemos recurrir para confiar algo muy íntimo, dijo que para terminar el poema le era indispensable la casa, pues en un ángulo del sótano había un Aleph. Aclaró que un Aleph es uno de los puntos del espacio que contienen todos los puntos. (...) -Tarumba habrás quedado, de tanto curioserar (...) ¡Qué observatorio formidable, che, Borges!"
El Aleph de la calle Garay era tan formidable que resultaba irrealizable hasta para su propio creador. "Cuando estuve en Madrid -recordaba Borges en 1984- alguien [un periodista] me preguntó si yo había visto el Aleph. Me quedé atónito; mi interlocutor, que no sería una persona muy sutil, me dijo: "Pero cómo, si usted nos da la calle y el número". Bueno, dije yo, qué cosa hay más fácil que nombrar una calle e indicar un número. Entonces me miró, y me dijo: "Ah, de modo que usted no lo ha visto". Me despreció inmediatamente, se dio cuenta de que yo era un embustero, un mero literato."
Borges partió el 14 de junio de 1986. Demasiado pronto para constatar que el observatorio de la calle Garay que él había inventado estaba camino de convertirse en realidad. En una realidad virtual, que permite observar el universo del conocimiento y la información desde cualquier punto del planeta donde exista una conexión telefónica y una computadora. Una conexión que ahora puede ser inalámbrica y una computadora que ahora puede estar embebida en un diminuto teléfono celular.
Todo había comenzado el 20 de octubre de 1969, cuando un grupo de estudiantes de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA) dirigido por el Dr. Leonard Kleinrock, lograba que dos computadoras conectadas a través de líneas telefónicas intercambiaran mensajes utilizando la técnica de "conmutación de paquetes"; que consiste en dividir un mensaje en porciones que viajan separadamente por el camino más conveniente, y que al encontrarse en el lugar de destino reconstruyen fielmente el mensaje original, recurriendo -si es necesario- al reenvío de los paquetes perdidos o dañados en el camino.
La red del experimento inicial, que estaba formada por una computadora en UCLA y otra en Stanford, a unos 500 kilómetros de distancia, pronto se extendió a otros centros de investigación, los que al dotarse de sus propias redes internas conformaron una red de redes llamada Internet-ARPANet ; Internet por interconnected networks y ARPANet por red de la Advanced Research Projects Agency, la organización patrocinante del proyecto.
Al separarse, en 1980, la parte de la red afectada a defensa -para formar MilNet- la parte civil continuó funcionando bajo los auspicios de la Fundación Nacional para la Ciencia (National Science Foundation). El resto es historia reciente. En 1993 la red civil tomó el nombre de Internet y en 1994 varias compañías telefónicas privadas se hicieron cargo de la explotación comercial de sus líneas dorsales (sus backbones ). Finalmente, hacia 1995, con la llegada de los grandes proveedores de servicios, Internet comenzó a convertirse en un observatorio doblemente formidable. Formidable por la variedad y la inmensidad de su contenido, y formidable también porque ese contenido quedaba instantáneamente al alcance desde cualquier lugar. Una cosa, sin embargo, es disponer de un observatorio formidable, y otra es poder explorar su contenido sin quedar "tarumba de tanto curiosear".
En el Aleph de la calle Garay, el contenido siempre era abrumador porque Borges se había animado a meter todo el universo en una esfera del tamaño de un ojo humano. El contenido de Internet, aunque virtual y distribuido, corría el riesgo de aturdir a quien se aventurara a explorarlo. Algo que felizmente no ocurrió gracias a una herramienta que permite saltar de una página a otra de Internet como salta un niño de un cuadro a otro en un juego de rayuela.
Por increíble que parezca, entonces, la herramienta que convirtió a la exploración de Internet en un juego de niños, está basada en una idea de Julio Cortázar, que en 1963 publicó Rayuela , la primera obra de ficción cuyos capítulos pueden ser leídos en cualquier orden. Tal como sucede actualmente con las publicaciones en hipertexto: el texto electrónico que rompe la linealidad del texto tradicional y permite a cada lector formar su propia secuencia de lectura; que puede tomar la forma de un árbol, una red o una telaraña con múltiples entrecruzamientos. De una web , como se dice en inglés.
Tim Berners-Lee, un especialista en computación del CERN (Consejo Europeo de Investigación Nuclear, en Ginebra, Suiza) creó en 1983, basándose en el hipertexto, un hipervínculo global que permite capturar y mostrar documentos sin límites de localización geográfica. Esta técnica, que fue incorporada a la red en 1989, es la que hoy permite navegar por Internet con la misma facilidad de un juego.
El resultado es un Aleph virtual tan formidable como el de la calle Garay, pero más fácil de curiosear. Un Aleph conocido con el nombre de World Wide Web o, simplemente, la Web: miles de millones de páginas web, con miles más incorporándose cada hora, que viajan por la red global iniciada en 1969 por Leonard Kleinrock, quien, a justo título, se ha convertido en el indiscutido padre de Internet; no en el abuelo, como aparece cuando se le asigna esta paternidad a uno de sus discípulos -Vinton Cerf- coautor con otros miembros del grupo de UCLA del protocolo TCP/IP.
Impresionante como es, la Web constituye sólo una parte de Internet, que es sobre todo una plataforma universal en la que, junto a la Web, conviven las aulas virtuales, el correo electrónico, el comercio electrónico, el chateo y el ágora virtual, una innovación que promete instalar la democracia directa o semidirecta para desplazar a la democracia representativa carente de representatividad.
Todo lo cual constituye un logro remarcable, considerando que el objetivo inicial de Kleinrock era hacer que dos computadoras conectadas a través de líneas telefónicas intercambiaran mensajes utilizando la "conmutación de paquetes"; y que Borges sólo pretendía desafiar a sus lectores metiendo en un observatorio del tamaño de un ojo humano todo lo que existe en el universo; sin superposición y sin disminución de tamaño.
Un logro remarcable para la Argentina, si se tiene en cuenta que Jorge Luis Borges es el primer nativo del continente americano que puede ser considerado, junto al italiano Leonardo da Vinci (1452-1519), el francés Julio Verne (1828-1905) y el inglés H. G. Wells (1866-1946), uno de los precursores de los grandes avances tecnológicos del siglo XX.
¡Qué observatorio formidable, señor Borges! ¡Qué observatorio formidable, doctor Kleinrock!
El autor es Philosophy Doctor (PH.D.) en Sistems Science de la UCLA, en la que fue discípulo de Leonard Kleinrock.