Las patentes de software: un obstáculo para la innovación
Este artículo pretende dar una introducción no técnica a las patentes de software, que han levantado una gran controversia en el sector de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC). Se expondrán los motivos que han llevado a esta controversia, los principales argumentos de sus defensores y detractores, así como los riesgos que representan, en opinión del autor, para la innovación y el desarrollo de las TIC y para la inclusión digital de los países en vías de desarrollo.
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¿Qué son las patentes?
Una patente es un monopolio que el Estado concede a una empresa o un particular para la explotación de una tecnología específica. El objetivo las patentes es fomentar la innovación, dando un aliciente al sector privado para que invierta en el desarrollo de nuevas tecnologías, ya que impiden que otras empresas usen la tecnología patentada sin el permiso del titular de la patente durante el tiempo de validez de la misma (entre 15 y 20 años habitualmente). Durante ese tiempo el propietario de la patente tiene el derecho exclusivo de explotación de la tecnología en cuestión, lo cual le permite posicionarse de forma muy ventajosa en el sector y vender licencias a otras empresas si así lo desea. Esto es especialmente importante para pequeños inventores, ya que sin la protección de una patente una empresa más grande puede tomar sus ideas, producirlas a gran escala y desplazarlos del mercado.
Otra utilidad de las patentes es la difusión de información, ya que la concesión de una patente obliga al solicitante a hacer públicas las especificaciones de la tecnología patentada, que de otra forma podría mantener en secreto. Así, cuando la patente ha vencido cualquiera puede aprovechar ese conocimiento para usar, producir o vender la tecnología en cuestión. También favorece la aparición de una industria basada en la investigación, formada por empresas que desarrollan tecnología y luego venden las patentes o licencias de uso a otras empresas.
Como principales inconvenientes de las patentes se deben destacar los problemas asociados a los monopolios que crean, así como las dificultades que imponen al acceso a las invenciones patentadas. Además, los organismos que conceden las patentes se convierten en actores fundamentales en la regulación de los mercados, pues tienen la potestad de conceder o denegar monopolios.
¿Qué cosas se pueden patentar?
Aunque la legislación sobre patentes varía de un país a otro, existen puntos en común. La mayoría de países impiden las patentes sobre teorías científicas, métodos matemáticos, creaciones artísticas, etc., y en la mayoría de casos tampoco son patentables plantas, animales o sustancias naturales. Es decir, para que una invención sea patentable debe ser producto de la inventiva humana y tener un efecto físico sobre su entorno.
Además de ser patentable, una innovación debe cumplir ciertos requisitos para optar a una patente. Debe tener una aplicación industrial y representar un avance claro respecto al estado de la técnica, es decir, el conjunto del conocimiento de dominio público anterior a la solicitud de la patente.
Hay que tener presente que las patentes introducen una desviación importante en el capitalismo de mercado, creando monopolios que atentan claramente contra la libre competencia. Por tanto, el determinar qué cosas son patentables es una decisión muy importante, y es fundamental que las reglas de concesión de patentes sean claras y el funcionamiento de los organismos que las conceden transparente. Los monopolios, además de alterar el funcionamiento del mercado, dificultan el acceso a la tecnología durante el tiempo de vigencia de la patente, sobre todo a aquellos que no pueden pagar las licencias impuestas por el titular. Esto es especialmente grave en industrias como la farmacéutica, donde un medicamento que podría salvar miles de vidas queda bajo el control de una corporación durante años, impidiendo en la práctica su uso en las regiones más pobres del planeta.
Las patentes de software y la innovación
Los programas de ordenador no son más que algoritmos matemáticos codificados en un determinado lenguaje simbólico, por lo que no deberían ser patentables en la mayoría de países. Sin embargo, en la década de 1980 se empezaron a conceder en EUA gran cantidad de patentes que incluyen métodos informáticos. La situación empeoró a partir de la sentencia State Street Bank de 1998, por la que se permitió patentar métodos de negocio. De esta forma el sistema de patentes de EUA se desvió del criterio generalizado que no permite patentar algoritmos, estrategias de negocio y otras categorías que no cumplen con el requisito de tener un efecto físico sobre el entorno. Desde entonces se han concedido en EUA decenas de miles de patentes de software, es decir, patentes sobre algoritmos, características de programas y formatos de archivo, y lo mismo ha sucedido en Japón. En Europa, la Oficina Europea de Patentes (OEP) ha concedido también una gran cantidad de patentes de este tipo, incumpliendo así su propia normativa. Recientemente el Parlamento Europeo rechazó un intento de la Comisión de legalizar lo que ya es práctica común en la OEP.
Existen muchos argumentos en contra de las patentes de software, pero el principal es que un programa de ordenador no es más que un conjunto de algoritmos matemáticos, y por tanto no constituye materia patentable. Conceder una patente sobre un algoritmo de compresión de datos no es distinto a conceder una patente sobre el teorema de Pitágoras. Tratar de distinguir entre algoritmos matemáticos y no matemáticos, como hace la oficina de patentes de EUA, demuestra o bien una ignorancia absoluta sobre las matemáticas y la informática, o bien un gran interés en permitir a toda costa las patentes de software.
Uno de los argumentos más repetidos a favor de las patentes de software es que éstas fomentan la innovación, pues protegen los derechos de los desarrolladores. Este argumento, totalmente falaz, aprovecha la confusión existente entre derechos de autor y patentes. Los derechos de autor se conceden automáticamente al publicar cualquier obra, sea o no técnica, y protegen al autor de la copia o reproducción no autorizada de la misma, sin que este tenga que realizar ningún trámite. Por contra, las patentes no protegen una obra concreta sino una idea, y cuesta tiempo y dinero obtenerlas.
En el caso de los programas de ordenador, esto quiere decir que una misma patente puede afectar a un número indeterminado de programas. Por ejemplo, la patente europea EP0394160 reivindica un método para representar gráficamente el porcentaje completado de una tarea mediante una barra de progreso. Esta patente no protege una implementación concreta de una barra de progreso, sino la totalidad de las barras de progreso de cualquier programa sobre cualquier plataforma. Esta es una más de la larga lista de patentes aberrantes que han concedido, principalmente, las oficinas de EUA, UE y Japón. Otras patentes de este tipo cubren los carritos de la compra en tiendas online (US5715314), el hipervínculo (US4873662), el pago con tarjeta de crédito en una tienda online (US6289319), calcular una lista de la compra a partir de una receta (EP0756731), vender a través del teléfono móvil (EP1090494) y un sinfín de "invenciones" similares.
Estas patentes son sólo una pequeña muestra de lo que se puede encontrar entre los centenares de miles de patentes de software concedidas hasta el momento. Pero ¿quién posee esas patentes? Es muy significativo comprobar que en EUA sólo el 5% de las patentes de software pertenecen a desarrolladores o productores de software. El resto están en manos de fabricantes de productos manufacturados o de empresas especializadas en el comercio de patentes. Este dato por sí solo invalida el argumento de que las patentes de software fomentan la innovación.
De forma paralela a la relajación de los criterios de concesión, se ha dado entre las grandes empresas de software una escalada de peticiones y compra de patentes, que tiene muchas similitudes con la carrera de armamento entre las potencias mundiales: las grandes corporaciones acumulan el mayor número posible de patentes, con las que presionan a las otras empresas. Se ha llegado así a una especie de paz por la intimidación, mediante tratados de no agresión entre corporaciones, en la que las patentes se usan como armas de disuasión. Esta situación recuerda a la guerra fría, pues también existe una amenaza de "destrucción mutua garantizada": ninguna empresa que use y desarrolle software puede permitirse un enfrentamiento judicial por patentes a gran escala, pues existe un riesgo muy alto de que sus programas violen una o varias de las patentes en posesión del oponente.
Los principales perjudicados por la situación actual son las pequeñas empresas de software y el mundo del software libre. Ambos grupos tienen en común la falta de recursos necesarios para defenderse de las demandas por violación de patentes de las grandes corporaciones, o para tratar de invalidar judicialmente las patentes más dudosas. Esto puede afectar muy seriamente al desarrollo de nuevos programas y a la evolución futura de Internet: recordemos que la mayoría de los protocolos y programas que hacen posible el funcionamiento de la red de redes se hicieron públicos sin restricciones de uso, como los protocolos TCP/IP y HTTP, el sistema de nombres de dominio DNS, el servidor web Apache, etc. Estas herramientas pudieron convertirse en estándares precisamente por estar libres de royalties. Para las grandes corporaciones las patentes también obstaculizan la innovación, pues con cada nuevo proyecto corren el riesgo de violar alguna patente propiedad de la competencia. A la larga, los riesgos económicos asociados al desarrollo de un nuevo producto pueden hacer inviable un proyecto antes de ponerlo en marcha, aunque sólo sea por el coste de un estudio previo para determinar qué patentes podría violar un determinado programa, y quién las posee.
Las patentes de software y la sociedad de la información
Para terminar, es interesante observar cómo se posicionan los distintos gobiernos y sectores de la sociedad civil frente a las patentes de software, pues esto nos muestra a quién benefician y a quién perjudican. Los países más desarrollados, con EUA a la cabeza, defienden la situación actual y pretenden extenderla a sus áreas de influencia, apoyados por las grandes corporaciones. En contra de la patentabilidad del software se han posicionado las principales asociaciones de profesionales de las TIC, asociaciones de PYME del sector y muy especialmente la comunidad del software libre. También se han opuesto a ella varios gobiernos europeos, suramericanos, africanos y asiáticos. En el escenario internacional, la lucha contra las patentes de software es uno de los caballos de batalla de los defensores de una globalización distribuidora de riqueza, que permita la libre circulación de información y ayude a reducir la brecha digital que amenaza con agrandar las diferencias entre países ricos y países pobres.
Las patentes de software suponen en este aspecto dos amenazas distintas. Por un lado, estas patentes cubren todo tipo de tecnologías de comunicación y formatos de archivo, por lo que suponen una amenaza para la libertad de expresión: el propietario de la patente sobre un sistema de publicación en línea, un programa de mensajería instantánea o un formato de archivo de imagen puede imponer a sus usuarios cualquier tipo de condiciones de uso, bajo la amenaza de cobrarle una licencia por el uso de esa tecnología.
Por otro lado, las patentes de software ponen en peligro la supervivencia del software libre, que representa para todos los países la posibilidad de ser dueños de su propia tecnología, adaptándola a sus necesidades y convirtiendo el gasto en licencias de software, que deben pagar a empresas extranjeras, en inversión en I+D en su propio territorio. El software libre, como muchos gobiernos ya han entendido, permite a cualquier país pasar de ser un consumidor de productos cerrados a producir y mantener las herramientas que necesita, liberándose así de la dependencia de empresas extranjeras. Esta posibilidad está ahora amenazada por el sistema de patentes, que ya tiene cautivos a los países en vías de desarrollo en otras áreas como la agricultura o la medicina. Es responsabilidad de todos exigir a los gobiernos de EUA, Europa y Japón que detengan la concesión de este tipo de patentes antes de que sea demasiado tarde.
Para saber más
La Fundación para una Infraestructura de Información Libre (FFII) fue uno de los principales opositores a la implantación de las patentes de software en la UE:
http://www.ffii.de/index.es.html
Fuente: Gobernanza: Revista internacional de gobernabilidad para el desarrollo humano, Nº. 41,