China: mensaje en un misil
El pasado 11 de enero, China voló en pedazos mediante un misil balístico un viejo satélite meteorológico situado en órbita a unos 850 kilómetros de la Tierra. Desde hace más de 20 años, nadie había efectuado una prueba de este tipo, por lo que el Gobierno estadounidense se vio sorprendido por el disparo, que de manera indirecta suponía una amenaza para las decenas de satélites de uso civil y militar que Washington tiene en el espacio.
¿Qué persigue Pekín con el ensayo? ¿Estaba lanzando una señal? ¿Es una prueba más del papel ascendente de China en la comunidad internacional? ¿Cómo reaccionará EE UU? Son preguntas que han surgido en los últimos días, y que se suman a la inquietud con que algunos países ven el ascenso chino. Un ascenso en el que se mezclan el proceso de modernización de su ejército, el secretismo de su programa espacial -que está integrado dentro de la estructura del Ejército Popular de Liberación- y el imparable desarrollo de su economía, que ha crecido a una media anual del 9,7% desde hace 27 años (esta semana ha anunciado que en 2006 subió un 10,7%).
Durante días, la Administración de George W. Bush esperó en vano una explicación, ya que tanto Estados Unidos como Rusia (entonces la Unión Soviética) -los dos únicos países que han llevado a cabo este tipo de experimentos- los suspendieron a mediados de la década de 1980 porque generaban un gran número de fragmentos, que suponían una amenaza para otros satélites. Pero Pekín se mantuvo en silencio.
La semana pasada, Washington decidió hacer pública la prueba china, provocando las protestas de Japón, Australia, Canadá, Reino Unido y Corea del Sur, que pidieron explicaciones a Pekín porque temen que pueda suponer, además, el inicio de una carrera armamentista en el espacio. Pero China insistió en el silencio. Hasta que el pasado fin de semana, durante la visita que el subsecretario de Estado estadounidense Christopher Hill estaba realizando a China para tratar sobre la crisis nuclear norcoreana, el Gobierno le informó del asunto.
Aún pasaron varios días hasta que el Ministerio de Asuntos Exteriores reconoció públicamente el ensayo. Pero se negó a explicar las razones que lo habían motivado, y se limitó a decir que Pekín "promueve el uso pacífico del espacio exterior", y que "no ha participado, ni participará nunca en una carrera de armas en el espacio".
Expertos, tanto fuera como dentro de China, creen que el Ejecutivo del presidente Hu Jintao ha querido lanzar una advertencia. "China está enviando un mensaje a Estados Unidos de que debe negociar un tratado que prohíba las armas antisatélites", afirma Charles Ferguson, investigador en Council on Foreign Relations, un centro de pensamiento no gubernamental estadounidense, que edita la publicación Foreign Affairs.
El llamado Tratado del Espacio Exterior, en vigor desde 1967, prohíbe únicamente las armas nucleares y de destrucción masiva. China y Rusia ofrecieron abrir negociaciones para impedir las armas en el espacio durante la conferencia anual sobre desarme de la ONU en 2002. Pero Estados Unidos ha vetado tradicionalmente estos intentos, argumentando que irían contra su posición de tener "libertad de acción" en el espacio.
En octubre pasado, Bush sancionó una nueva política por la que Estados Unidos se atribuye el derecho a prohibir el acceso al exterior a potenciales enemigos y a utilizar armas en el espacio, y se opone a cualquier tratado que restrinja su uso. Y esto, según los analistas, puede haber sido la gota que ha colmado el vaso en Pekín.
"Si China ha desarrollado este tipo de armas, es para contar con la capacidad de disuasión necesaria contra posibles adversarios", explica Zhou Jianming, director del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales de la Academia de Ciencias Sociales de Shanghai. La prueba de músculo reproduce la misma lógica utilizada por Estados Unidos a principios de la década de 1980, cuando desplegó misiles de alcance medio en Europa para forzar a la Unión Soviética a negociar límites a estas armas.
Los oficiales chinos creen que las ambiciones estadounidenses pueden estar dejando vulnerable a China. "La militarización del espacio se convertirá en el objetivo de la estrategia de seguridad nacional de todas las grandes potencias militares", señalan algunos libros de texto escritos por oficiales del Segundo Batallón de Artillería, responsable en China del arsenal nuclear. Los expertos del país asiático, sin embargo, aseguran que Pekín no desea seguir los pasos de Washington, ni desviar recursos de su programa espacial civil al militar, y sugieren que el ensayo ha podido ir destinado a forzar a Bush a sentarse a la mesa.
Zhou afirma que si países como Japón optan por realizar también este tipo de pruebas, "sería difícil para China decirle que no lo haga". Y añade: "Si Estados Unidos quiere controlar el espacio, otros países se verán obligados a responder. Si se produce una carrera de armas, el único responsable será Estados Unidos".
En caso de conflicto, la eliminación de los sistemas de espía enemigos sería una de las prioridades de Pekín, que piensa en una victoria -en un potencial enfrentamiento armado contra Estados Unidos o cualquier otro enemigo poderoso- más por la destrucción de sus puntos neurálgicos que a través de un choque frontal. El Ejército chino está inmerso en un proceso de transformación a largo plazo, con objeto de bascular de una fuerza basada en el número a otra avanzada, capaz de luchar conflictos de corta duración y alta intensidad contra rivales con gran capacidad tecnológica. Se prevé que para 2020 China se convertirá en la primera potencia militar de Asia. Su presupuesto militar oficial para 2006 fue de 283.800 millones de yuanes (28.200 millones de euros), un 14,7% más que en 2005; aunque el Pentágono calcula que la cifra real es dos o tres veces superior. No obstante, está muy lejos del de EE UU. Al mismo tiempo, tiene en marcha un ambicioso programa espacial. En 2003, se convirtió en el tercer país en situar a un astronauta en órbita terrestre.
La destrucción del satélite el pasado 11 de enero ha relanzado el debate en Washington entre los partidarios de regular lo que se puede o no hacer en el espacio y quienes piden rienda suelta. "Dudo que la Administración de Bush quiera negociar limitaciones a muchos tipos de armas en el espacio. Sin embargo, con el nuevo Congreso existe la oportunidad de que se produzcan comparecencias e intenten convencerle de que debe tomar las negociaciones en serio", señala Ferguson, un antiguo oficial de la Armada, que trabajó en el programa de submarinos nucleares.
Fuente: El País / España - 28/01/2007