Lugar, género, y la estructura del trabajo urbano informal en Argentina
En agosto de 2003, la oficina del censo de Argentina anunció que el 45 por ciento de los empleados en Argentina, estaban trabajando informalmente: sin seguro social, cobertura médica, seguro de desempleo, o el derecho de pago de indemnización por despido, vacaciones u otros beneficios (INDEC 2002). Claramente la importancia de este fenómeno en Argentina no puede ser pasada por alto. Mientras que algunos pudieran afirmar que esta dependencia en el trabajo informal, no es de sorprenderse, considerando la crisis económica que alcanzó su nivel más alto en Argentina durante el año 2002, al tiempo que la situación se exacerbaba, los niveles del trabajo informal, se han incrementado regularmente desde la década de los 80s.
La dependencia en el trabajo informal, sin embargo, no esta limitada a economías en crisis, ni a países menos desarrollados. En su lugar, los investigadores han sugerido que a lo largo de las dos décadas anteriores, el trabajo informal se ha hecho progresivamente importante para un gran número de personas, inmersas en economías de todos tipos, incluyendo avanzados países capitalistas (Portes y Sassen-Koob 1987; Portes et al. 1989; Williams y Windebank 1993; Rakowski 1994a) Claramente la creciente importancia del trabajo informal acarrea repercusiones económicas, tanto a escala nacional, como en las vidas de los individuos. Tan solo en Argentina, la mayoría de los trabajadores viven sin seguro social u otros beneficios médicos, y los investigadores estiman que más de 10 billones de pesos de ingresos del gobierno se están perdiendo cada año, a través del trabajo informal (Bermúdez 2003). Aún así la importancia del trabajo informal no puede ser simplemente confinada a una cuestión económica. Mientras que no se pone en tela de juicio que, desde la perspectiva de los trabajadores individuales, el trabajo informal es parte de la elección para ganarse la vida, y en este sentido una actividad económica muy importante, también puede ser comprendido como una parte importante del proceso cultural, social y político.
En este artículo, considero la cuestión de qué es el trabajo informal y su significado en la sociedad Argentina, observando como tanto la práctica, como el significado del trabajo informal, se han estructurado mediante prácticas y discursos de género y lugar. En primer lugar establezco un marco teórico para comprender el trabajo informal como producto del proceso de género y la geografía, mediante la revisión de literatura correspondiente a los conceptos de género y lugar, a la vez que sugiero que cada uno puede ser visto como un proceso, operando a múltiples escalas, más que como una entidad estática y determinada. Entonces me sustento en las experiencias de vida de trabajadores informales de Argentina, para describir las formas en las que el lugar, el género y el trabajo están constituidos mutuamente en la práctica del desempeño del trabajo informal. Comienzo considerando cómo trabajan en conjunto las normas del género y del lugar, para mantener una práctica altamente segregada en cuanto al sexo corresponde, en términos de la estructura ocupacional y la ubicación del lugar de trabajo para los trabajadores informales. Entonces centro mi atención en el significado social del trabajo informal, observando como los procesos de género y lugar, funcionan para deslegitimizar el trabajo informal, utilizando o creando discursos que sugieren que este tipo de trabajo no es “un trabajo de verdad.”
Teorización del Trabajo Informal, Género y Lugar
Desde principios de la década de los 80, se ha realizado un gran número de investigaciones, con base en el concepto del trabajo informal, la economía informal o el sector informal. Esta literatura está primordialmente centrada en tres enfoque básicos, los cuáles ven al trabajo informal como una estrategia de supervivencia (Mizrahi 1989; Hintze 1991; Montecinos 1994; Forni y Roldan 1996), una actividad empresarial (de Soto 1989; Guissarri 1989), o un componente integral del éxito de las firmas formales (Portes y Sassen-Koob 1987; Castells y Portes 1989; Portes et al. 1989; Portes y Schauffler 1993). Mientras que el término trabajo informal ha sido empleado para hacer referencia a una gran variedad de actividades, que van desde el trabajo doméstico, o trabajo de subsistencia, hasta la actividad criminal; la mayor parte de las investigaciones identifica al trabajo informal, como el trabajo que se relaciona con productos y servicios legales, aunque la producción o distribución de éstos, es irregulada o ilegal (Castells y Portes 1989; Thomas 1992). Esto sugiere que el trabajo informal, frecuentemente carece de un contrato formal, no proporciona beneficios estandarizados, es excluido de protección y representación legal, y no cuenta con registros, o impuestos declarados.
Mientras que la investigación teórica y empírica en el trabajo informal es extensa y está bien desarrollada, la literatura acerca del empleo informal permanece economicista, y resulta generalmente desatinada ya que no toma en cuenta como los procesos sociales no gubernamentales, tales como el género y la construcción de un lugar, estructuran y otorgan significado al trabajo informal. Existe una cantidad limitada de trabajo empírico, acerca de la estructuralidad del género del trabajo informal, la cual sugiere que las mujeres se encuentran sobrerepresentadas en el trabajo informal, y que el trabajo informal de los hombres y las mujeres difiere sistemáticamente en términos del tipo de trabajo, el nivel de remuneración y el control sobre la labor y los recursos (Hoyman 1987; Montecinos 1994; Tuominen 1994; Scott 1995; Arizpe 1997; Espinal y Grasmuck 1997; Vincent 1998). Asimismo, existe unas pocas investigaciones, que se centran en patrones espaciales del trabajo informal (Williams y Windebank 1993, 2000, 2001). Sin embargo, los enfoques teóricos que se centran principalmente en el trabajo informal, se equivocan al no considerar seriamente ni el género, ni el lugar en sus formulaciones. Esto es significativo, pues cómo este artículo demostrará, la naturaleza ubicua y sin regulación (o mejor dicho, fuera de las regulaciones gubernamentales) del trabajo informal, implica que tanto el lugar, como el género tienen el potencial de desempeñar un importante papel estructural.
Trabajos recientes en la teoría feminista y geográfica, demuestran que ambos, el género y el lugar fueron inicialmente entendidos, como categorías pasivas predeterminadas, empleadas para describir a individuos y locaciones; un enfoque con más matices revela la naturaleza dinámica, activa y maleable de ambos procesos. Especialmente, siguiendo a los escritores feministas post-estructurales, el género puede ser comprendido como un proceso de distinción, o diferenciación, el cuál sirve como una fuente primaria para determinar el significado de las relaciones de poder (Scott 1988; Pollock 1999). Luego entonces este proceso de desempeño del género ( “hacer” el género) funciona en un número de escalas, incluyendo aquellas del individuo (West y Zimmerman 1987; Butler 1990, 1993; West y Fenstermaker 1995). A nivel institucional se ve como los procesos del género afectan la estructura de las organizaciones, por si mismos, lo que subsecuentemente reproduce diferencias de género e inequidades (Acker 1990, 1992; Britton 2000). En lo simbólico y discursivo, se aprecian estos procesos a través de la producción de símbolos culturales disponibles, y los conceptos normativos que interpretan, limitan y contienen los significados de estos símbolos.
Análogamente, el lugar ha llegado a ser entendido como una articulación particular del proceso social, que ocurre en todas las escalas, tanto dentro como fuera del lugar mismo. De esta manera el lugar es visto, íntimamente ligado al proceso social y puede ser entendido como “La ubicación de conjuntos particulares de relaciones sociales intersectadas” (Massey 1995, 61). Debido a que la configuración del espacio social, que crea un solo lugar, en cualquier tiempo, está constantemente cambiando, el lugar debe ser concebido como un proceso, al igual que el género. Así los lugares son constantemente establecidos y reestablecidos, tanto por las actividades que ocurren en ellos, como por las conexiones de estas actividades entre ellas. Más aún, las relaciones sociales no solo construyen lugares, sino los lugares mismos son constructores activos de procesos sociales. (Massey 1994, 1995; Cresswell 1996; Harvey 1996; Hubbard et al. 2002). Esto ocurre en parte a través de la manera en que los significados de lugares, los cuales están estrechamente ligados a las identidades sociales y los procesos que los estructuran (Rose 1995), determinan, dan significado y legalizan las actividades que ocurren dentro de sus fronteras (Cresswell 1996).
Los resultados presentados en este artículo son una porción de un proyecto más amplio, el cual se concentra en el entendimiento del significado del trabajo informal en Argentina, a múltiples escalas, así como el entendimiento de cómo las funciones del trabajo informal, no son solamente una actividad económica, sino política, de género y geográfica también. La principal fuente de datos de este proyecto se deriva de 93 entrevistas en profundidad semiestructuradas a trabajadores informales en Buenos Aires, realizadas entre los meses de Enero y Noviembre del 2002. El diseño de esta investigación busca integrar, en la medida de lo posible, diferentes experiencias de trabajadores informales. Para lograr este fin, se entrevistó a un número aproximadamente similar de hombres y de mujeres, en representación de trabajadores tanto de clase media como baja, así como un gran número de áreas geográficas dentro del Gran Buenos Aires. El diseño de esta investigación también garantiza la representación de la gente que se desempeña en una variedad de ocupaciones y lugares de trabajo. De esta forma, no solamente los trabajadores domésticos y los jornaleros estuvieron representados a lo largo de esta investigación, sino también los masajistas, recogedores de basura, electricistas, psicólogos, maestros, trabajadores sociales y muchos otros más. Un análisis y observación etnográfica complementan los resultados de las entrevistas.
Segregación Ocupacional por Sexo y Tipología del Género
Las experiencias de mis entrevistados sugieren que el trabajo informal, está segregado en gran parte por sexo y el tipo de ocupación, así como que los trabajos informales corresponden en gran medida a la tipología del género, reflejando y posiblemente exacerbando patrones encontrados en el lugar de trabajo formal en Argentina (Cortes [date unknown]; Di Marco 1988; González 1990; Garcia de Fanelli 1991). Mientras muchos hombres y mujeres realizan trabajos que no están regidos por la tipología del género, los trabajos clasificados como masculinos o femeninos se encuentran preponderantemente segredados por sexo, con 89 por ciento de los trabajadores inmersos en trabajados tradicionalmente masculinos y 92 por ciento de las trabajadoras desempeñándose en trabajos tradicionalmente femeninos. (Ver tabla 1).
El patrón ocupacional de la segregación por sexo entre los trabajadores informales, es significativamente diferente de acuerdo a la clase, sin embargo, la elección ocupacional es estructurada de acuerdo al sexo, siendo esto menos evidente para los segmentos de clase media. (Ver tabla 2). Aunque la segregación de sexo no fue pronunciada en la clase media, y la gente trabajaba en trabajos neutrales, existían pocos casos en que los hombres o las mujeres realizaran trabajos predeterminados como opuestos a su género. Este patrón de segregación ocupacional por sexo es típico en el trabajo informal, en otros contextos geográficos, tal como es evidenciado en la literatura empírica del trabajo informal, la cual se refiere a una estricta división de ocupaciones basadas en normas de género, que reflejan o exageran la segregación ocupacional por sexo en la economía formal (Hoyman 1987; Tuominen 1994). Los resultados presentados aquí, también confirman investigaciones tempranas, realizadas en Argentina por Gonzalez (1990), quien concluyó que las mujeres de todas las clases encontraron trabajos típicamente femeninos en el sector informal.
La segregación ocupacional de sexos, es solo una manera en la que el género procesa la función a través de la organización del trabajo informal; no solamente es diferente la composición de sexos de diferentes trabajos, sino que los empleos informales en Argentina, son frecuente y fuertemente clasificados de acuerdo al género. Britton (2000) define la tipología del género como el proceso, a través del cual los trabajos son vistos como apropiados para hombres y mujeres, diferenciándose de la composición sexual, o quien trabaja de hecho en diferentes empleos (Scott 1988; Acker 1990, 1992; Pateman 1998; Britton 2000). Más que de género neutral, los trabajos son así creados apropiadamente para hombres o mujeres, como son “Constituidos para encarnar las características de masculinidad y feminidad, sancionadas socialmente, pero variables” (McDowell 1999, 135). De esta forma, mientas la tipología del género es una característica constante en las ocupaciones, el estilo por sí mismo es fluido.
La tabla 1 proporciona una indicación de los tipos de trabajo, los cuales de acuerdo a los datos de la observación y entrevistas, son típicamente clasificados como masculinos y como femeninos en el contexto de Argentina. Por la forma en que la tipología del género es naturalizada como parte del orden social, los entrevistados fueron previsiblemente incapaces de explicar las razones de dicha tipología. Cuando los trabajadores verbalizaron sus razones para la tipología del género de los trabajos, estas razones fueron frecuentemente basadas en el discurso de la habilidad. Esto es claro en el siguiente comentario de Miriam, quien trabaja en los mercados de trueque en Argentina:
el hombre tiene más facilidad para trabajar de albañil o en albañilería... o cortar el pasto, cosas que muchas veces las mujeres – yo no porque, yo trabajos pesados sé hacer – pero muchas personas no saben hacer... limpieza y no saben otra cosa en cambio el hombre no...
Adicionalmente, mucha gente también cree que ciertos trabajos son simplemente inapropiados para las mujeres, incluyendo trabajos de fábricas, en las calles, y trabajos que requerían un alto grado de interacción con el público. Esto frecuentemente se relaciona con la falta de respeto que las mujeres reciben en los trabajos, así como conductas inapropiadas de las que podrían ser objeto. Muchos hombres de clases media y baja, por ejemplo secundan los sentimientos de José, un Psicólogo que me dijo “Se lo que pasa en las fábricas y nunca dejaría que mi mujer trabaje allá.” Las mujeres también expresaron que se sentían más seguras trabajando en el hogar, que en una fábrica o en la calle. Miriam, por ejemplo, comentó, “No, me hubiera gustado pero nunca hice el intento de buscar en una empresa, nunca fui, no sé para mí sería más cómodo o mejor en una casa de familia, porque está un poco más seguro. En una fábrica o en cuestiones de limpieza no sabés a dónde te metés o con quién tenés que andar...en cambio en una casa de familia vos sabés.” Es importante notar, sin embargo, que este patrón de tipología de género, era mucho más pronunciada entre los entrevistados de clase baja, que entre los de clase media.
Estructura del Género en la Locación de Trabajo
Tal y como las razones de los participantes entrevistados sugiere, la ubicación del lugar de trabajo es una importante consideración para comprender como se estructuran los trabajos en Buenos Aires. Más específicamente, la ubicación geográfica del trabajo informal, demuestra una fuerte conexión con el sexo del trabajador, y las razones que los trabajadores dieron para justificar esto, recae fuertemente en las normas de género y desempeño individual de estas normas. Esto fue especialmente cierto en el caso para mujeres, quienes frecuentemente basaron sus decisiones concernientes a la ubicación del trabajo, basadas en normas de género que las reconocían como cuidadoras de su familia. Ambos, participantes masculinos y femeninos trabajaban dentro y fuera de sus hogares, las mujeres se referían a sus hijos como el factor primario en su decisión con respecto al lugar de trabajo. Todas las 18 mujeres que entrevisté quienes trabajaban desde casa (ya sea en parte o totalmente) citaron esto como su razón para su decisión acerca de su lugar de trabajo, o como un beneficio de la ubicación de su trabajo. La decisión de Silvia, quien trabaja atendiendo un kiosco (tiendita) que está localizada en un cuarto en su casa, es característica de la experiencia de muchas de estas mujeres. Ella me dijo:
Trato de ahorrar y juntar unos pesos y a este esfuerzo yo pongo este kiosco. Y ya por los chicos los había descuidado mucho… o sea, yo estaba cansada del trabajo ya en empleada domestica. O sea, bueno, una de las oportunidades que tengo es para ponerme un kiosquito para poder estar en la casa, estar con los chicos, porque yo los dejé desde muy chiquitos, y bueno, no, me voy a ocupar más de ellos. Y bueno, por eso, para poder ocuparme yo, estar en la casa, estar con los chicos, y bueno, a la vez.
Adicionalmente, muchas otras mujeres quienes no trabajaban en casa, también mencionaron que ellas querían trabajar lo más cerca posible de su casa, para estar cerca de sus hijos. El papel de la proveedora de cuidado, sin embargo, no parecía influir la decisión de los hombres para decidir sobre el mismo punto.
Una importante consecuencia de este patrón es que “hacer lo que marca el género” para las mujeres – satisfaciendo las normas del género que asocian a la mujer a su función principal como proveedora de cuidado – frecuentemente afecta cuál será su lugar de trabajo. Mientras que esto no determina el grado de formalidad del trabajo, el hogar es acogedor visto como un sitio para el trabajo informal; si es que es visto como un lugar de trabajo. En otras palabras, la gente no espera trabajar formalmente desde casa. En su lugar, el trabajo de casa está asociado con relaciones privadas, domésticas o personales, y así es visto como exento de los requisitos del trabajo formal. Tal y como Andrés, un maestro privado me dijo, “Digamos es algo que uno vaya a una institución le dan las clases, pero como esto está en mi casa, es una tarea más bien privada, es un acuerdo entre dos y eso es todo. Digamos, no facturo, pero bueno, nunca en 15 años de dar clases me han reclamado una factura.” Este sentimiento que el hogar es un lugar para el trabajo informal, se evidencia también en la perspectiva de Eloisa, quien trabaja como psicóloga. Ella declara, “No tenía ninguna oficina, una cosa absolutamente informal. Era de la casa.”
La asociación del hogar con el trabajo informal se mantiene no solo para la gente que trabaja en sus casas, sino para aquellos que trabajan en las casas de otros también. Esto es significante para los trabajadores domésticos, cuya condición informal es naturalizada, porque su trabajo se desarrolla en el entorno doméstico. Los siguientes comentarios ilustran esto claramente:
No, no tengo ningún beneficio… a veces me daba cien pesos, cincuenta pesos, como un regalo de fin de año...nunca fue... en si, creo que no nos pertenece, no sé como será la ley. (Rosa, trabajadora doméstica)
En las casas de familia casi no te pagan en blanco, te pagan en negro, ahora no sé como será, pero en ese tiempo nunca te blanqueaban como decís tenés obra social y eso, no tenés nada nunca. (Mónica, cartonera, lavandera y trabajadora doméstica)
Así, ya sea que el trabajo se realice en la casa de uno o en la de otros, el lugar del hogar es un factor importante en la constitución simbólica del trabajo informal, o en la naturalización de la relación entre la informalidad y ciertos tipos de trabajo. En esta forma, como escribe Cresswell, “el lugar de un acto de un participante activo en el entendimiento de lo que es bueno, justo y apropiado” (Cresswell 1996).
Es importante señalar que la naturalización del hogar como lugar del trabajo informal, hace que las mujeres quienes escogen trabajar en sus casas, como resultado de las normas asociadas al género y su papel de proveedoras de cuidado del hogar propio; o como sirvientas domésticas en las casas de otros, por la segregación por sexo y tipología de trabajos, tomen la decisión de trabajar informalmente. El desempeño de las normas del género del proveedor de cuidado y la estructura organizacional del género, crean un sistema en el cual las mujeres están propensas a escoger una precaria situación de trabajo, la cual podría ayudar a explicar porque continúan siendo sobre representadas en el trabajo informal (González 1990; Portes y Schauffler 1993; Barbieri 1996; Stang 2003). En esta manera, la combinación entre género y lugar de trabajo, en las formas de desempeños individuales de género representados en el trabajo informal, la estructura organizacional del género del trabajo informal, y la creación de lugares de informalidad apropiada o aceptada, influencia el grado de informalidad en que la gente trabaja y define los prámetros de informalidad socialmente aceptables.
Trabajo “Real”: Género, Lugar y la Legitimidad del Trabajo Informal
La práctica del trabajo no solo es afectada por procesos de género y lugar, sino también por el significado del trabajo informal mediante la dependencia y recreación de un discurso de lo que constituye la legitimización, o trabajo “real.” Fue claro en mis entrevistas que en general, el trabajo informal frecuentemente no era considerado “trabajo real” ni por los trabajadores, ni por los miembros de su familia. La principal indicación de esto fue la omisión de experiencias de trabajo informal, en las respuestas relacionadas con el historial de empleo. Así un gran número de hombres y mujeres quienes, al ser interrogados si sus cónyuges trabajaban, respondieron de una manera similar a Gladys: “No, hace changas, nada más.” La siguiente conversación con Vanesa, una mujer quien trabaja fuera de la casa limpiando y desde su casa manejado un puesto de verduras, implica el cuestionamiento necesario para traer a la luz mucho de la actividad de trabajo informal durante el proceso de la entrevista:
R: ¿Cuándo empezaste a trabajar? ¿A qué edad?
V: Yo a los 30 ahora, 29 digamos, en mayo cumplo los 30. En abril empecé yo
R: Y antes ¿no trabajaste?
V: No, porque nos alcanzaba, pero ahora no.
R: Pero en la verdulería ¿has estado trabajando?
V: Ahí si, mucho tiempo...
En esta forma, fue el silencio de la gente acerca de sus experiencias, más que sus comentarios, lo que más claramente reveló que no consideraban el trabajo informal como legítimo.
Los tipos de trabajo informal que fueron pasados por alto más frecuentemente, incluyeron trabajos que eran inestables o inconstantes, y los cuales se realizaban en la casa. El primero de este grupo se aplica en primer lugar a la gente haciendo changas, cartoneando, haciendo trueques, o desempeñándose en trabajos inestables, temporales o de medio tiempo. Aunque hablé con mucha gente cuyos únicos ingresos consistía en una mezcla de estas actividades, y que estaban comprometidos de “tiempo completo” en ellos, no los consideraban actividades laborales legítimas. Los siguientes comentarios lo expresan claramente:
(Ahora estás trabajando?) En este momento no, antes he trabajado en casa de familias, ya no trabajo hace 4 años que no, ahora ando en los trueques vendiendo o comprando... lo que sea tenemos que tener alguna entrada. (Miriam, hace comida y artesanías en su casa, vende pequeños artículos a sus vecinos y trabaja en los mercados de trueque)
No, ahora no tengo trabajo. Hace dos meses estoy sin trabajo, porque no tengo un trabajo fijo, así. Siempre he vivido así de changas, pintura, albañilería, vendedor, he trabajado de todo. (Maximo, hace changas)
Mientras que mucha gente esta de acuerdo en que los trabajos inestables, temporales, o de medio tiempo no son los tipos de trabajo ideales, estas características describen en gran medida al trabajo informal, y como resultado mucho del trabajo informal no es visto como una actividad legítima, ni por los mismos trabajadores ni por los otros.
Mientras que el primer grupo tendía a la deslegitimación, al punto que no alcanzaban las expectativas del “trabajo real,” otro grupo de trabajos informales no fueron percibidos como trabajo legítimo, ya no por los atributos del trabajo, sino por la ubicación en donde este se realizaba. Específicamente el trabajo remunerado que se hace en la casa no es visto como trabajo real, aunque el mismo trabajo desempeñado fuera de la casa, en un entorno formal, frecuentemente si lo es. Este es el caso de actividades tales como cocinar; limpiar; atender un kiosco o un puesto de verduras; vender ropa, comida, o cosméticos; y servicios personales como masajes, depilación, corte de cabello y la enseñanza. Los siguientes comentarios ilustran la forman en la cual el trabajo hecho en casa no es concebido como “trabajo real”:
No, no, no, ella (mi esposa) no trabaja. Tuvo así, como te puedo decir, unas tareas así manuales, pero cerca, ahí de mi casa, a unas cuadras, o si no, dentro de mi casa, alguna ropa para arreglar o alguna tarea o alguna torta para hacer, y algo así por alguna persona que lo ya ha necesitado en este momento. (Julio, Conductor informal de remis)
Ahora no está (mi marido) trabajando. Estuvo trabajando en una estación de servicio pero ahora no está trabajando, ahora está más en el kiosco. (Norma Raquel, maneja un kiosco desde la casa)
Si, si (hice) depilación en casa pero, viste, no era trabajo era para pasar el tiempo, viste. (Carmen Lucia, trabaja en un salón hacienda depilación)
En el caso de los últimos comentarios, estos individuos han trabajado en los mismos trabajos afuera de sus casas y describieron la misma actividad, cuando se realiza lejos de la casa, como una actividad laboral. Esta actitud es mejor expresada por Natacha, quien trabaja en el servicio doméstico, como conserje en un banco, y cocinando comida que vende diario a los empleados del banco. A pesar del hecho que gana más cocinando en su casa, que haciendo los dos trabajos de limpieza, ella solo veía los empleos de limpieza como “trabajo.” Como ella dijo: “¡Puedo ganar más cocinando que trabajando!”
El papel del género y lugar en la legitimización y deslegitimación del trabajo informal, se torna más claro mediante la consideración de estas razones que el trabajo de la casa no es frecuentemente considerado como “trabajo real.” Como McDowell sugiere “La definición del trabajo como una labor asalariada en un empleo formalmente estructurado, está basada en la idea masculina del trabajo” (McDowell 1999, 125), y por esta razón, una conexión de las actividades laborales al entorno doméstico, viola el ideal masculino del trabajador sin conexiones a la familia y feminiza la actividad laboral, deslegitimizándolo así. Para comprender como se hacen estas conexiones, es necesario recordar que las ideas de “trabajo” y “trabajador” se nutren en gran medida de las diferencias entre las nociones socialmente construidas de lo masculino y lo femenino. En oposición a la idea que la noción universal generalizada de “trabajador” es neutral en lo que al “género” concierne , hasta el punto tal que el trabajador hombre puede estar aliviado de las preocupaciones domésticas de reproducción a través de la labor de otra persona (específicamente su mujer), se ubica la noción de la abstracción. Esta hace que el trabajador sea “solo” un ser masculino, porque solo un hombre puede existir solamente para su empleo, mientras que, al seguir atadas a las responsabilidades del trabajo doméstico, las mujeres no pueden satisfacer las demandas de un trabajo abstrayente, lo que evita que puedan ser percibidas como verdaderas trabajadoras (Acker 1990, Davidoff 1998).
Más aún es claro con base en la evidencia anterior que simplemente porque la construcción del trabajo está basada en el ideal masculino, no significa que todo el trabajo hecho por hombres se apega al ideal este ideal de trabajo; más bien mucho del trabajo informal realizado por todos los participantes entrevistados, sin importar el sexo, no era considerado trabajo real. Así se hace referencia al ideal masculino de trabajo (más que simplemente el sexo del trabajador) que la formalidad o informalidad del trabajo sirve como indicador de su legitimidad. Esta relación del trabajo informal con lo femenino, es reforzada por múltiples binarismos, alrededor de los cuales se estructuran las teorías del trabajo informal, tales como formal/informal; productivO/reproductivo; publicO/privado; modernO/tradicional; EMPRESARIAL/orientado a la subsistencia; A GRAN ESCALA/a pequeña escala; global/local; y UNIVERSAL/particular. Mientras que los teóricos del trabajo informal no lo codifican como femenino explícitamente, el trabajo informal constituye un término subsecuentemente feminizado en una dicotomía.
La asociación del trabajo informal con el “dependiente” femenino en lugar de “trabajador” masculino, también se apoya en el entorno físico en el cual el trabajo informal es frecuentemente realizado. Scott (1988) y Wilson (1993) discuten que el trabajo realizado fuera del contexto. Cuando el “lugar de trabajo,” se ubida especialmente en el entorno doméstico, no es considerado como trabajo, en su lugar es feminizado, como sugieren mis hallazgos. Redclift (1985) secunda esto, sugiriendo que como la economía doméstica y la producción familiar el trabajo informal implica
“la delimitación de un entorno separado, donde la subsistencia tanto de consumo como individual es formada mediante las finanzas personales, existente en oposición dual al mundo “público” de producción y acumulación, aún así articulada en ciertas formas no específicas y definidas principalmente por la ausencia de esas cualidades, las cuales se piensa que caracterizan a la economía, política y sociedad como un todo.” (Redclift 1985, 95)
Así, definido en contraste con el entorno público y económico, el entorno informal está asociado con lo domestico y lo femenino subsecuentemente. Una vez más esto no es para discutir que los trabajadores informales son vistos como seres femeninos, sino más bien que mientras el discurso de lo formal e informal no está especificado por el género, se apoya en el discurso del género, para traducirse en una relación de poder entre dos entornos que sirven para legitimizar el trabajo informal (Scott 1988). En este sentido, mientras que el trabajo informal es realizado en la casa fue claramente legitimizado mediante su conexión directa con el entorno doméstico, creo que es posible discutir que todo el trabajo informal es deslegitimizado hasta cierto punto mediante una asociación simbólica con lo femenino.
Conclusión
En este artículo, he discutido que para comprender el significado y funciones del trabajo informal, especialmente afuera de un contexto económico, la forma en la que se toman en cuenta el género y la geografía. Apoyándome en las experiencias de trabajadores informales de Buenos Aires, explico como la segregación ocupacional de acuerdo al sexo, la tipología del género, y el trabajo informal funcionan juntos para crear una práctica de trabajo informal que se estructura tanto en género como en lugar. También discuto que el lugar y el género funcionen juntos para deslegitimizar el trabajo informal, ya que ese trabajo informal de la casa frecuentemente no es considerado como trabajo real. Considerando las formas en las que la informalidad es simbólicamente asociada con la feminidad, no solamente mediante su conexión al entorno doméstico, pero también mediante la asociación de las nociones genéricas del trabajo y el trabajador con el ideal masculino, discuto que todo el trabajo informal sea –hasta cierto punto al menos- visto como menos legítimo que el trabajo formal.
Además de resaltar la importancia del papel del lugar en la estructura del trabajo informal, una posible implicación que surge de esta conclusión es que los trabajadores no se formalicen como resultado del hecho que ellos no perciben lo que están haciendo como trabajo real. Este puede ser el resultado porque sus trabajos se realizan en espacios domésticos o en casa, o puede ser el resultado de la asociación simbólica del trabajo informal con este lugar a través de su feminización. Si este es el caso, las implicaciones son muy importantes para comprender porque la gente trabaja informalmente y como se pueden tomar acciones para el status formal de este trabajo. Actualmente uno de los objetivos centrales de la oficina ejecutiva de Argentina es reducir las tasas del trabajo informal, y están intentando lograr esto principalmente a través de programas de capacitación para el trabajo, aumentando la conciencia entre los empleados y los trabajadores en lo que concierne al trabajo informal, mediante un incremento del número de inspectores, así como el aumento de multas para quienes empleen informalmente a la gente (Kirchner lanza hoy…” 2003; “Se profundizará la lucha…” 2003). Mientras esto puede ser efectivo para aquellos trabajadores que trabajan informalmente en locaciones formales, para los muchos otros trabajadores informales, estas estrategias de legalización son irrelevantes tanto para ellos, como para su actividad laboral. Adicionalmente, en los casos donde las mujeres están escogiendo trabajar en sus casas por sus redes la segregación ocupacional por sexo, la formalización no se llevará a cabo hasta que se haga un esfuerzo concentrado en expandir la noción del trabajo (formal) a la actividad que se lleva a cabo en esos lugares.
NOTAS
Ver Rakowski (1994a; 1994b) para una explicación de estas teorías.
Porque mi método de muestreo se concentra en la captura de diversidad entre trabajadores informales más que ser representativo de fuerzas laborales como totalidad, hice un esfuerzo especial para entevistar a gente trabajando en un número de diferentes ocupaciones. Como resultado de esto, creo que los porcentajes de segregación por sexo presentadas aquí son probablemente mucho menores que el total de los trabajadores de Argentina.
Mientras que esto se relaciona con diferentes creencias, educación y experiencias, creo que puede ser un producto de la entrevista por sí misma, porque mis preguntas acerca de la tipología de género de los trabajos, fueron sentadas en el contexto de nuestra conversación y usualmente se refirieron a los trabajos que la gente había hecho. Porque muchos trabajadores de bajos ingresos realizan rabajos fuertemente clasificados por el género, mientras que los trabajadores de clase media tendían a realizar trabajos más neutrales en lo que al género se refiere, las diferentes explicaciones de la tipología del género entre los dos grupos, puede ser en parte un reflejo de los tipos de trabajo que los individuos han tenido en cada uno de estos grupos.
Solamente tres de los hombres que entrevisté, hablaron de su habilidad para estar cerca de sus hijos, como una ventaja de su lugar de trabajo (así sea dentro o fuera de la casa). Adicionalmente, solo ocho de 45 hombres mencionaron querer o necesitar estar cerca de sus hijos es un facto que determina la ubicación de su trabajo, 23 de las 47 mujeres que entrevisté hablaron de esto como un tema importante en su proceso de toma de decisiones.
El argumento de Rosemblatt (2000) en el contexto del frente de coalición popular en Chile, clarifica esto, ella discute como no solo las mujeres, sino que también trabajadores rurales, informales o no industriales son vistos como hijas de casa: subordinados quienes reciben protección de un patrón, pero no tiene derechos. Ella asevera “Esta jerarquía de género fue construida en parte relacionado los tipos de labor productiva que se dijo prometerían el progreso – ya sea industrial o minero- a las formas hegemónicas de masculinidad y entonces por asociación masculina hegemónica con derecho político y poder” (50).
Por la noción de que el término marginalizado es un término femenino, me apoyo en la definición de feminidad de Moi como la que es marginalizada por el orden simbólico patriarcal y así es siempre un término subordinado o idea (Moi 1997).
Anexos
[size=xx-small]Bibliografía
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Fuente: [color=336600] Revista Lavboratorio - Nº. 20 - año 2007[/color]