90° aniversario de la Revolución Rusa / Jorge Gómez Barata*
[i]I
“REVOLUCIÓN ES SENTIDO DEL MOMENTO HISTÓRICO”[/i]
De modo análogo a como ocurre en la naturaleza, en el desarrollo social predomina la evolución por medio de la cual se realiza una permanente e ininterrumpida acumulación de cambios cuantitativos y cualitativos que imperceptiblemente, sin que nadie lo auspicie, dan lugar al advenimiento de lo nuevo y de lo progresivo.
En su magnifica combinación de evolución orgánica y progreso cultural, ciencia y espiritualidad, materia y conciencia, la historia humana reafirma la vigencia de tales procesos.
[i]III
EL CAPITALISMO PUEDE SER TRASCENDIDO[/i]
La Revolución Bolchevique es historia, no porque haya muerto sino porque ha sobrevivido. Una revolución como aquella puede ser combatida, olvidada, traicionada y silenciada y, aunque tanta evidencia parece abrumadora, no es suficiente para derrotarla.
Las revoluciones no son derrotables porque el tiempo no es reversible y porque los datos de la realidad al grabarse en la historia se vuelven hitos y paradigmas.
La trascendencia de la Revolución Bolchevique radica en haber sentado el precedente de que el capitalismo puede ser trascendido.
Por primera vez, una clase emergente no acaudalada impuso su voluntad. Los esclavos y los siervos nunca pudieron, los proletarios si.
Desde el primer día, 7 de Noviembre de 1917, los bolcheviques fueron combatidos con todas las armas y recursos de la reacción mundial, no porque occidente sintiera conmiseración por la suerte del pueblo ruso, sino por un viejo adagio: “Cuando veas las barbas de tu vecino arder…”
El triunfo de la Revolución Socialista de Octubre en el antiguo imperio de los zares de Rusia fue un aviso del enorme poder de la clase obrera, de la capacidad de convocatoria del socialismo, del hallazgo organizacional que significó el partido de nuevo tipo y la certeza de que, a pesar de todo, el capitalismo podía ser superado.
En aquel minuto histórico, no se trataba ya de las elaboraciones teóricas de Carlos Marx, difundidas entre los círculos intelectuales de los socialistas europeos sino que, al empalmar con la clase obrera, aquellas ideas adquirían una inusitada fuerza material.
En octubre de 1917 el fantasma del comunismo de que habló Carlos Marx, se transmutó en realidad y el escepticismo se graduó de esperanza. Desde entonces fue más temido y más combatido.
En febrero de 1917 en Rusia tuvo lugar la más tardía de las revoluciones burguesas europeas y ocho meses después la primogénita entre las revoluciones socialistas.
La guerra desatada por la contrarrevolución y la agresión extranjera provocaron la extrema radicalización de un proceso obligado a cruzar sucesivas líneas de no retorno.
En el horizonte aparecieron nuevos problemas cuando, la enfermedad y la muerte de su conductor, Vladimir Ilich Lenin, permitió que la división se introdujera en las filas de la revolución y se expresara en la pugna de Stalin y Trotski por el poder que, a la postre, resultó letal.
En aquella pugna prevaleció Stalin, no porque fuera el más idóneo sino porque abusó del poder de que la revolución lo invistió. Debilitado por las purgas que lo privaron de militantes ejemplares, deformado por las prácticas burocráticas, paralizado por la manipulación de los órganos dirigentes y por el miedo a las acusaciones falsas y los procesos judiciales amañados, el partido fundado y educado por Lenin no pudo reaccionar.
Paradójicamente, cuando sobre la Unión Soviética se dejó caer el huracán de fuego de la invasión nazi, el país, el pueblo y el Partido depusieron sus conflictos y acatando el liderazgo de Stalin, protagonizaron la más colosal e insuperable batalla por la supervivencia nacional y el socialismo.
En aquella coyuntura, ante tareas de envergadura histórica que no lo absuelven, el carácter enérgico y la vocación autoritaria de Stalin, actuaron como elementos
En 1953 murió Stalin y a la necesidad de la sucesión se unió la urgencia de la rectificación.
En tan difícil coyuntura el partido leninista pareció renacer y con impar valentía, en su XX Congreso, emprendió la más profunda y ejemplar autocrítica que recuerdan los anales del movimiento revolucionario de todos los tiempos; no obstante las esperanzas no se confirmaron.
El inmovilismo y el dogmatismo prevalecieron.
A los problemas internos, en cada momento se sumaron la Guerra de Corea y la Guerra Fría, el conflicto con China e incluso los errores cometidos por los líderes y los partidos gobernantes en Europa Oriental, así como la guerra sucia y la propaganda anticomunista, las agresiones y las conspiraciones, los sabotajes y los bloqueos que terminaron por dar al traste con la primera experiencia socialista.
Los científicos sociales saben que las leyes del desarrollo social, validas para la comprensión de formaciones sociales completas y grandes períodos de tiempo, suelen ser ineficaces para entender anécdotas concretas.
Derrotada y silenciada, con sus lideres demonizados y sus espacios ocupados, la Revolución Bolchevique, primera experiencia socialista, permanece en la historia, como un legado a cuyas enseñanzas, positivas y negativas, acudirán los luchadores sociales de todas las épocas.
*Profesor, investigador y periodista cubano, autor de numerosos estudios sobre EEUU.
Fuente: [color=336600]En Lucha / El mundo al revés – octubre 2007[/color]