Universidad en crisis
–¿Qué cambió con la llegada de la democracia?
–Después de la asunción de Alfonsín se interviene la universidad, nombran autoridades y decanos, hacen algunos concursos. Esos concursos fueron mediatizados por Franja Morada y por cierta corriente de opinión: lo mismo que antes. Se excluyeron a algunos pocos cómplices directos de la dictadura, pero los demás permanecieron casi todos, de modo tal que no hubo un re-comienzo democrático en la universidad. Hubo elecciones y se respetaron las formas, pero el nudo fundamental de organización, que continúa hasta ahora, no era democrático. Para elegir al rector pueden votar unos pocos: la mayoría de los profesores no votan, solamente votan los validados por los concursos: minorías convertidas en camarillas.
–¿Por qué camarillas?
–Porque no se concursan todos los cargos, se llama a concurso a algunos. Esos pocos profesores son el grupo de poder de los elegidos para votar al rector. El resto de los profesores, la mayoría, son interinos, contratados o ad honorem; hay una gran cantidad de profesores que trabajan gratis, por “el honor”, como suele decirse. Eso es la explotación naturalizada del trabajo. La forma legal para elegir al rector recién empezó a ser cuestionada centralmente por el grupo que me propuso como rector, que empezó a plantear la verdadera democratización de la universidad. No fuimos acompañados por las izquierdas, y se hicieron cómplices del statu quo. Entonces, luego, esa misma izquierda, porque quiere ya mismo la Revolución, propone “Todo el soviet a los estudiantes”: el voto universal para elegir al rector. Y como los estudiantes son la mayoría de la institución, se liquidaría el gobierno tripartito, específico del ámbito universitario. Salvaron la conciencia revolucionaria con una propuesta absurda. Confunden la institución “nación” con la institución universitaria.
–¿Cree que en estos conflictos que vienen sucediéndose hay un debate entre dos modelos de universidad o es solo una cuestión de intereses particulares?
–El modelo vigente es el mismo que se consolidó durante los años de Shuberoff, que encarnó algo así como el menemismo del radicalismo. Los estudiantes votaban Franja Morada y la mayoría de los profesores y los egresados votaban Shuberoff. Había algo así como una trenza “menemo-alfonsinista” dentro de la UBA. Son dos políticas completamente acordes la una con la otra. En el campo del saber eran el complemento que correspondía perfectamente con la política neoliberal que estableció Menem. Por eso no hubo en la universidad ninguna reacción para denunciar, desde el poder del saber, cómo se estaba desintegrando la nación ante nuestros propios ojos con la complicidad de la universidad misma. Si la universidad es el lugar donde se elabora el conocimiento, ¿cómo es posible que en Derecho se hayan callado la boca y no hayan dicho nada cuando metieron la Corte menemista, cuando en Economía instauraron el neoliberalismo y expropiaron todo? ¿Cómo puede ser que en Psicología no hayan dicho una sola palabra sobre la transformación de la subjetividad a través de todo este proceso? ¿O que Medicina no haya denunciado la privatización de la salud pública y, por el contrario, esté produciendo ahora médicos que serán meros empleados explotados por la medicina privada?
–¿No hay actualmente, entonces, voluntad de democratizar la universidad?
–Con respecto a los profesores, a los que están como interinos, que son la mayoría, los pueden echar en cualquier momento. El interino depende de la buena voluntad del Consejo de la Facultad, y el Consejo siempre tiene el poder de no renovarles el interinato. Y la mayoría de los que sí votan, los concursados, forman parte del cogollo, en general quieren mantener el statu quo: su propia permanencia imperturbable. Por lo menos están cómodos: llegaron. Por suerte en algunas pocas facultades, Sociales, Arquitectura, eso se está reduciendo. Seguramente si le preguntás a los estudiantes en los cursos si prefieren la democracia interna te dirán que sí, pero no se van a mover. Nada los motiva. Están despolitizados, y creo que es la misma izquierda la que los despolitizó previamente al mal politizar sus objetivos con sus consignas a ultranza: no los encuentran a partir de los intereses de los estudiantes mismos. Y es por eso que gran parte del estudiantado se ha ido abriendo. El estudiantado fue desvirtuado por la izquierda, que tenía como objetivo formar militantes para la Revolución, y utilizaba a la universidad como una cantera de donde extraerlos. No querían darse cuenta de la importancia del debate en el interior de la universidad. Debate necesario para formar una conciencia política enriquecida y activa con el poder del conocimiento y el planteo de los grandes problemas nacionales que allí debería producirse: despojó a la universidad de su valor político intrínseco. Por eso ahora solo reúne pequeños grupos para impedir que se hagan las sesiones del Consejo, porque no cuentan con la mayoría de los estudiantes para que salgan, como sucedía antes, a apoyarlos.
–¿Qué necesita hoy la universidad?
–El verdadero desafío sería que el estudiantado, quien, por decirlo así, está más “libre” para hacerlo, pueda darse objetivos que representen los verdaderos intereses del país mayoritario, y ponga el conocimiento al servicio de la conciencia que una nación debe tener de sí misma. La universidad no solo tiene que elaborar conocimientos en cada área, tiene que orientarlos para incluirlos en un proyecto verdaderamente democrático. Tiene que elaborar conciencia de nación independiente, pero todo eso está casi ausente hoy en la educación universitaria, salvo en muy pocas facultades: aquellas cuyo objeto de estudio es la sociedad misma. El que estudia Psicología no sabe nada de los problemas sociales que darían sentido a las teorías, porque lo suyo es el individuo. Se estudia por compartimientos estancos. En casi todas las facultades se desinteresan del problema de la formación del hombre como ser pensante, del ser humano y de la historia que lo ha conformado como sujeto. Saben la historia pequeña que corresponde al área que tocan, y eso pragmáticamente: para ganarse luego la vida. Su ser persona no está en juego en el saber que reciben en forma pasiva.
–¿Incluso en las facultades con una tradición más crítica se van adaptando los contenidos a los requerimientos del mercado?
–No tienen otra alternativa, porque no hay trabajo. Además, para poder aspirar a complementar la miseria del sueldo hay que entrar en un sistema de incentivos y llenar planillas y hacer muchas tareas burocráticas. Así, disolvés tu relación con el colectivo universitario y te postulás, como individuo aislado y parte del mercado, a ciertos fondos que el Banco Mundial le presta al Estado, ni siquiera le regala. A cambio, obliga a plantear el saber y los programas de estudio acordes con la revolución neoliberal.
–¿Qué diferencia habría entre el modelo actual y el modelo tradicional del “profesional liberal”?
–Los viejos profesionales liberales tenían su boliche propio: el médico su consultorio, el abogado su bufete, al menos eran de algún modo independientes. Muchos de ellos estaban ligados a instituciones sociales, al barrio, a los hospitales por ejemplo. Ahora no, la mayoría son empelados a sueldo que tienen miedo de que los echen, y en la facultad ocurre lo mismo: todos los interinos están a sueldo y los pueden echar sin indemnización. Todos penden de un hilo que el poder puede cortar arbitrariamente.
–Es una manera de control…
–Completamente. Los únicos que todavía están en libertad son los estudiantes. Pero sus dirigentes no encuentran el modo de ejercer ese poder para transformar la universidad y por lo tanto a la nación, con esa libertad específica que tienen en sus manos. “Lo han despreciado y en llanto empapado lo tengo ante mí”, como en el tango.
*Filósofo, profesor universitario, postulado como candidato a rector de la UBA en 2002, autor de “La cosa y la cruz”, “El terror y la gracia” y “Freud y el problema del poder”, entre otros libros.
**Marina Garber es periodista y actualmente trabaja para Acción Digital.
Fuente: Acción Digital - 1.09.2007