Brasil sigue gritando
Los inicios del conflicto
Hace casi dos meses, en las principales ciudades de Brasil, se comenzaron a desencadenar masivas manifestaciones provocadas en un principio, por la suba del boleto del transporte público En las últimas semanas, los que salieron a las calles de todo el país fueron los sindicatos, que se han movilizado con el objeto de obtener mejoras laborales y sociales, en marchas que tuvieron un seguimiento popular y mediático mucho menor que las protestas de junio.
El incremento en la tarifa que desató la sucesión de marchas fue de 20 centavos de real (10 centavos de dólar), el equivalente a un aumento, en Argentina, de $ 1,10 a $ 1,50/1,60, aproximadamente. En términos cuantitativos no parece muy significativo, pero en los últimos años el transporte público en Brasil ha subido un 114%. Un trabajador de bajos ingresos, además, destina en promedio un 30% de su salario para viajar, por lo que cualquier aumento sensibiliza considerablemente a la población.
Las movilizaciones hasta el jueves 13 de junio fueron relativamente pequeñas y controladas, pero la brutal represión policial determinó la inmediata multiplicación de las mismas. El 17 de junio hubo manifestaciones multitudinarias, de las que participaron más de 100 mil personas, convocadas principalmente mediante redes sociales como Facebook y Twitter, en su mayoría jóvenes universitarios y gente de clase media. El Movimiento Passe Livre fue el principal convocante. Durante dos semanas, las significativas movilizaciones de los jóvenes brasileños tuvieron una fuerte cobertura de la mayoría de los medios de comunicación de la Argentina y Latinoamérica. Sin embargo, este seguimiento minuto a minuto del estado de situación del clima brasileño mermó con el correr de los días, hasta que las protestas fueron “tapadas” por la llegada del Sumo Pontífice a las Jornadas Mundiales de Juventud (JMJ).
Pero que el tema haya salido de la agenda de los principales medios no significa que las exigencias del pueblo brasilero hayan caducado.
¿Cuáles son los principales reclamos?
Lejos de expresar solamente una protesta por el transporte público, las manifestaciones permitieron también canalizar otras reivindicaciones que el pueblo manifiesta y que se han alentado debido a los gastos multimillonarios generados por la próxima Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos que tendrán sede en Brasil. Algunas de las banderas que más se agitaron fueron las de la educación, la salud, la mejora del transporte público y la corrupción.
En materia educativa, múltiples informes y encuestas reconocidas a nivel mundial, como el presentado por la Organización para el Crecimiento y Desarrollo Económico (OCDE), denominado “Panorama de la Educación 2013”, han puesto de manifiesto que Brasil posee una calidad educativa muy baja. La infraestructura de las escuelas es mala y, aunque se han obtenido logros, estos siguen siendo insuficientes. Las tasas de alfabetización y finalización de estudios primarios han crecido, pero el nivel con el que egresan los alumnos no es alentador. ¿Qué sentido tiene la educación, si no garantiza un nivel de formación tal que permita a los ciudadanos poder hacerse de esos conocimientos para construir una calidad de vida mejor? Si bien, según los últimos datos oficiales publicados por el Instituto Nacional de Estudios e Investigaciones Educativas (INEP) y por el Ministerio de Educación brasileño (MEC), Brasil invierte el 6,1% de su PBI en Educación, la estructura educativa falla porque termina nivelando para abajo y eso a largo plazo resulta desfavorable para el desarrollo de la población. Por otro lado, los sistemas de salud también se encuentran colapsados. Brasil tiene un Sistema Único de Salud (SUS) cuyo eje fundamental es la democratización del acceso a la salud, de la relación médico-paciente, promoviendo poner fin a la objetivación que padecen las personas que se atienden. El sistema cubre a 150 millones de personas (el 75% de la población) y su principal problema es el déficit de profesionales de la salud (médicos, enfermeros, auxiliares), de medicamentos y de infraestructura hospitalaria. Entre 2005 y 2009 las estadísticas indicaban que existían 3 médicos, 4 enfermeros/as y 0,5 odontólogos cada 1000 habitantes.
Estas razones fundamentaban muchas de las voces que se proclamaron en las calles brasileñas. Ante dichos reclamos, en un principio, los Estados tuvieron que dar marcha atrás con la medida que incrementaba el valor del boleto del transporte público, que también presenta deficiencias significativas. Además, la Presidenta Dilma Rousseff propuso una convocatoria a un plebiscito popular para hacer una reforma política y lanzó un pacto nacional por la educación, la salud y el transporte público, por el cual el Gobierno federal daría un significativo apoyo financiero y técnico a los Estados y municipios para que avanzaran en esas áreas.
¿Cómo siguen las protestas sociales, hoy?
El jueves 11 de julio las cinco principales centrales sindicales convocaron a una jornada nacional de protestas en al menos veinte estados, a la que bautizaron como “Día Nacional de Lucha”. Decenas de rutas, autopistas y accesos a puertos fueron bloqueados y el transporte público sufrió paralizaciones.
Las marchas más numerosas se dieron en la región metropolitana de San Paulo y en Curitiba (Paraná, sur), que son dos de las principales regiones manufactureras del país. En ambos casos, las marchas más multitudinarias congregaron a cerca de 20 mil personas, en su mayoría trabajadores de industrias pesadas, metalúrgicas y de las plantas de automóviles –entre ellos Força Sindical, el segundo más importante del país, que pidió que la huelga fuera general–. La movilización paralizó las obras de las refinerías Abreu y Lima, que construye la petrolera estatal Petrobras en el estado de Pernambuco (noreste), y de la central hidroeléctrica Teles Pires en Mato Grosso (oeste). La principal demanda de los sindicatos es la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales, que actualmente se extiende 44 horas, además de otras reivindicaciones para reducir la precariedad laboral, aumentar las pensiones y otros subsidios a los trabajadores.
Brasil es hoy la sexta mayor economía mundial, luego de Estados Unidos, China, Alemania, Francia y Japón. Esto significa que es uno de los países que más influye en el mercado global, debido a sus altos niveles de producción y tecnología y de participación en los intercambios internacionales. En 2012 el PBI de Brasil fue de 2,4 billones de dólares y representó el 44% del PBI de América Latina. Esta variable constituye el valor de todos los bienes y servicios finales producidos dentro de una nación en un año determinado, la cual es frecuentemente utilizada para analizar el bienestar per cápita de un país.
Entonces, al ser Brasil uno de los países que más ingresos recibe, que más inversión tiene, el que lidera en materia económica y tracciona la economía de toda América Latina, resulta en parte contradictorio que presente un nivel educativo y sanitario tan precario. Esto nos lleva al interrogante de si estar a la vanguardia económica garantiza el cumplimiento de los derechos básicos de la ciudadanía. O si resta disputar quién se apropia de las ganancias derivadas del crecimiento económico, y cómo los trabajadores y la población en general luchan por sus derechos, aprovechando el contexto económico favorable.
En este sentido, no se puede negar que en estos últimos años Brasil ha logrado grandes conquistas sociales. La significativa disminución de la pobreza, la desigualdad y el hambre, la gran cantidad de puestos de trabajo generados y el aumento del nivel de vida de un gran porcentaje de la población, conforman los principales logros. Estos a su vez han permitido que viejas y nuevas generaciones recuperen la voz, y que hoy la estén haciendo audible. La profundización de las medidas, no conformándose con cuestiones “aceptables” sino buscando la optimización del cumplimiento de los derechos sociales de la población, es la deuda aun pendiente.
ANRed - 4 de agosto de 2013