“Grecia debe independizarse del euro”
Grecia deberá negociar un acuerdo de financiamiento a largo plazo en junio, y tiene que hacer importantes pagos de deuda en julio y agosto. En los próximos cuatro meses el gobierno tendrá que prepararse para negociar esas cuestiones e implementar su programa radical. La izquierda europea está muy interesada en el éxito de Grecia, si es que este país logra doblegar a las fuerzas de la austeridad que hoy estrangulan al continente.
En febrero, el equipo de negociadores de Grecia cayó en una trampa de dos partes. La primera fue la confianza de los bancos griegos en que el Banco Central Europeo les ampliaría la provisión de liquidez, sin la cual dejarían de funcionar. Mario Draghi, presidente del BCE, aumentó la presión al endurecer los términos del suministro de liquidez.
Preocupados por los acontecimientos, los depositantes retiraron fondos; hacia el final de las negociaciones, los bancos griegos perdían mil millones de euros de liquidez por día.
La segunda fue la necesidad del Estado griego de financiamiento para pagar deudas y salarios. A medida que avanzaban las negociaciones, los fondos se fueron restringiendo. La UE, liderada por Alemania, esperó cínicamente hasta que la presión sobre los bancos griegos fue insostenible. Para la noche del viernes 20 de febrero, el gobierno de Syriza tenía que aceptar un acuerdo o enfrentar condiciones financieras caóticas la semana siguiente, para lo cual no estaba preparado en absoluto.
El convenio resultante extendió el acuerdo de préstamo, dándole a Grecia cuatro meses de financiamiento garantizado, sujeto a revisión regular por parte de las “instituciones”, es decir: la Comisión Europea, el BCE y el FMI. El país se vio obligado a declarar que honrará todas sus obligaciones con sus acreedores “en forma total y a tiempo”.
Además, apuntará a lograr superávits primarios “apropiados”, a desistir de acciones unilaterales que “impactarían negativamente en las metas fiscales” y a implementar “reformas” contrarias a las promesas de Syriza de bajar los impuestos, subir el salario mínimo, revertir las privatizaciones y aliviar la crisis humanitaria.
En resumen, el gobierno de Syriza ha pagado un precio alto para permanecer con vida. Las cosas se pondrán aún más difíciles por el estado calamitoso de la economía de Grecia. El crecimiento en 2014 fue de un insignificante 0,7%, mientras que el PBI se contrajo durante el último trimestre. La producción industrial cayó un 3,8% en diciembre y las ventas minoristas bajaron un 3,7%, a pesar de Navidad. Pero el indicador más preocupante es el derrumbe de los precios de un 2,8% en enero. Esta es una economía en una espiral deflacionaria con poco o ningún dinamismo. Frente a este escenario, insistir en la austeridad y los saldos primarios es una locura vengativa.
Los próximos cuatro meses serán de constante lucha para Syriza. Pocas dudas caben de que el gobierno enfrentará enormes dificultades para aprobar la revisión de abril realizada por las “instituciones” para garantizar la liberación de los fondos tan necesarios. De hecho, tan grave es la situación fiscal que los acontecimientos podrían desencadenarse aún más rápido. La recaudación tributaria se está desplomando, en parte porque la economía está congelada y en parte porque la gente demora los pagos a la espera de un alivio en la extraordinaria carga impositiva impuesta en los últimos años. Las arcas públicas estarán bajo presión ya en marzo, cuando habrá que hacer considerables pagos de deuda.
Pero aun suponiendo que el gobierno supere estos obstáculos, en junio Grecia tendrá que retomar las negociaciones con la UE para un acuerdo de financiamiento a largo plazo. La trampa de febrero aún está muy cerca, y lista para activarse de nuevo.
¿Qué deberíamos hacer nosotros, como miembros de Syriza, y cómo podría ayudar la izquierda de toda Europa? El paso más importante es advertir que la estrategia de esperar lograr un cambio radical dentro del marco institucional de la moneda única ha llegado a su fin. La estrategia nos ha dado la victoria electoral porque prometimos liberar a los griegos de la austeridad sin tener que soportar un conflicto mayor con la eurozona. Lamentablemente, los acontecimientos han demostrado, más allá de toda duda, que esto es imposible, y es hora de que reconozcamos la realidad.
Para que Syriza evite el colapso o la rendición total, debemos ser verdaderamente drásticos. Nuestra fortaleza reside exclusivamente en el enorme apoyo popular que todavía tenemos. El gobierno debería implementar rápidamente medidas para aliviar a los trabajadores de las terribles presiones de los últimos años.
iEco - 8 de marzo de 2015