¿Debería Shell continuar en manos privadas?
Sobre los dichos de Aranguren
1) Es preferible importar gas natural y combustibles que desarrollar nuestros propios recursos. Aranguren expresa lo que expresa porque energía abundante y barata para el mercado interno, la industria, el comercio y el bienestar ciudadano no son negocio para el anarquismo de mercado.
2) En este sentido, el menemismo del siglo XXI una vez en la Casa Rosada alineará los precios locales de los combustibles a los costos internacionales; eliminará los subsidios a la energía incrementando por 10 las tarifas de luz y gas natural. La energía volverá a ser un bien escaso y caro, fundamental para deprimir el aparato productivo e industrial nacional y volver a empobrecer a las clases populares. El consumo se desplomará; el excedente disparará.
3) Vinculado al punto anterior. La planificación energética del menemismo del siglo XXI se centrará en la exportación masiva de estos excedentes, no por incremento de la producción/productividad, sino por la atrofia nacional. Más se desarrolla y se reindustrializa el país, menos excedente para exportar. Más se expande el mercado interno, más petróleo y gas demandará y, por tanto, menos habrá para vender a empresas, chimeneas y hogares extranjeros.
4) El desarrollo de una industria petrolera nacional -con YPF a la cabeza-; el desarrollo de Vaca Muerta, de las provincias productoras y de las centenares de miles de familias y empresas vinculadas a la actividad son enemigo público del mercadismo energético. En pocas palabras, la soberanía energética no sólo no importa sino que será combatida apenas asumido el neoliberalismo el 10 de diciembre. ¿Por qué?
5) Ser soberanos, esto es, tener la capacidad de decidir y definir las políticas en función de los intereses populares y nacionales implica la defensa irrestricta de nuestros recursos y riquezas. Atacar la capacidad soberana de la Argentina es la lógica aspiración de quienes administran el país respondiendo a lineamientos foráneos, lineamientos para los cuales cualquier cosa que huela a soberanía, a Estado, a autoabastecimiento y autosuficiencia (en el marco de una economía moderna, industrial e inclusiva) resulta más que inconveniente.
Sintetizando, con Mauricio Macri el menemismo del siglo XXI luchará para desnacionalizar YPF, transfiriéndola de la órbita estatal (nacional y provincial) a las manos de los fondos buitre y las corporaciones locales y extranjeras. Aquí el primer paso para hacerse de Vaca Muerta. ¿Por qué? Vaca Muerta es la moneda de cambio que el macrismo acordó con los fondos buitre. Acatará el fallo del Juez Griesa y terminará pagando al terrorismo financiero y especulador desnacionalizando YPF y entregando Vaca Muerta como forma de pago. Es de esta manera que el menemismo del siglo XXI reinsertará a la Argentina como granero del mundo en la división internacional del trabajo, abriendo su comercio de par en par, desmantelando su industria, excluyendo al 99% de su población y a la inmensa mayoría de sus provincias.
El comprobado perjuicio de Shell
Desde el Observatorio OETEC -investigaciones de Ignacio Sabbatella- examinamos en sendos trabajos el comportamiento de Shell bajo la gestión de Aranguren. A modo de resumen, diremos que la empresa ha mantenido de forma deliberadamente deprimida la capacidad de elaboración de combustibles de su única refinería, provocando al país un perjuicio de cerca de 1.000 millones de dólares en importaciones que podrían haberse evitado. En 2014, el factor de utilización de la refinería Dock Sud fue el más bajo desde 2012, ubicándose en 81,6% (capacidad ociosa del 18,4%) contra un 90,2% por parte de YPF. El 2014 y en comparación con el año anterior, la elaboración de todos sus combustibles registró números negativos. Citamos: nafta súper -3,5%; nafta ultra -6,9%; gasoil -0,9%. Igual para las ventas en los mismos segmentos: -5,8%, -9,5% y -5,9%, respectivamente.
Se podría argumentar que las ventas cayeron para todas las empresas. Veamos qué sucedió con YPF para idéntico período: 6%, 1,2% y 1,5%. Las diferencias se reflejan contundentemente en la cuota de mercado de ambas compañías: mientras que Shell perdió 3,1%, YPF ganó 4,6%. Si bien durante 2014 Shell recurrió en menor medida al mercado externo para cubrir la demanda de combustibles, siguió importando nafta súper y gasoil. Importó la primera por un valor de 49.966.104 dólares y el segundo por 211.324.647 dólares. En otras palabras, Shell importó 7,3% de la nafta súper y 15,8% del gasoil vendidos en el mercado local, en lugar de optar por la importación de crudo liviano que le permitiera elevar el uso de la capacidad instalada con la que cuenta, opción menos onerosa para la balanza comercial del país. Y así podríamos continuar revisando números y hallando nuevos perjuicios y sospechosas involuciones, como por ejemplo el desempeño de la empresa durante el conflicto por la Resolución 125: en el mes del célebre "no positivo", la caída de gasoil fue del 34%, la de ultra 58% y la de súper 68%. La declinación fue, como se aprecia, dramática; su inicio: a mediados del mes de abril.
Los pasos de Sir Winston Churchill
En 1914, apremiado por la carrera armamentista con Alemania y ante la ausencia de compañías estatales de petróleo Churchill afirmó en memorando entregado personalmente al Foreign Office: "[La estrategia oficial] pasa por mantener viva la competencia de fuentes de suministro independientes, que frustre la formación de un monopolio universal y de esa manera proteja al Almirantazgo de convertirse en una entidad dependiente [en materia de petróleo]... Y como el libre mercado se está convirtiendo en una libre farsa, [el Almirantazgo] deberá convertirse en dueño, o bien, hacerse del control mayoritario de la fuente [de crudo]". ¿A qué monopolio se refería? Al Grupo Royal Dutch/Shell y a la Anglo-Persian Oil Company (dueña de los principales reservorios de Medio Oriente).
La solución de Churchill fue presentada en la Casa de los Comunes en 1914, estableciéndose que el gobierno británico tomaría el 51% del paquete accionario de la Anglo-Persian, colocando dos directores propios en dirección ejecutiva de la compañía. A la Shell, más complicada de nacionalizar, le reservó las siguientes palabras: "[Debemos] preservar el interés británico sobre los yacimientos de Persia de las maquinaciones de la Shell, así como de cualquier otra compañía foránea o cosmopolita. Sólo así podremos obtener el poder de regular el desarrollo de acuerdo a nuestro interés naval y nacional". La propuesta de Churchill fue aprobada en el Parlamento por 254 votos afirmativos contra 18 negativos. En conclusión y volviendo al caso argentino, un futuro gobierno de Daniel Scioli debería, en función del comprobado daño que Shell ocasionó al país y a la ciudadanía, seguir los pasos de Winston Churchill.
Observatorio de la Energía, Tecnología e Infraestructura para el Desarrollo (OETEC) - 13 de noviembre de 2015