Deporte y política
"A diferencia suya, yo fui votado para estar en esta banca". Se lo decía el diputado Romario a Jerome Valcke, secretario general de la FIFA, mientras le leía una nota en la que su propio presidente, Joseph Blatter, lo trataba de "chantajista". El diputado Jose Renan Calheiros dijo que el tiempo se había acabado, pero Romario siguió. "¿Usted recibió sobornos?", le preguntó a Ricardo Teixeira, titular de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF). A su sucesor, José María Marín, lo acusó luego de haber sido cómplice de la dictadura militar de los años '60 y pidió que fuera encarcelado.
El Romario diputado trataba a Blatter de "ladrón". Se juntaba con el periodista británico Andrew Jennings para denunciar a "la mafia de la FIFA". Y exigía al Comité Olímpico Internacional (COI) que explicara ante el Congreso de Brasil cómo funcionaba la venta y reventa de boletos y paquetes turísticos para los Juegos. Fue primero el diputado y luego el senador más votado en la historia de Río de Janeiro. Lloró un día en la Cámara al ser felicitado por la sanción de una ley de su autoría que beneficiaba a niños con discapacidad. Armó "Partidos Solidarios", un equipo de legisladores que jugaba a beneficio y ganaba votos. Romario, claro, era la estrella. Una tarde anotó dos goles en un partido en Canoas, Rio Grande do Sul, y dos mil hinchas lo ovacionaron cuando dejó el campo. "¿Imaginó alguna vez -preguntó orgulloso- que miles de personas aplaudirían a los políticos?".
Como hacía en la cancha, cuando fue héroe de Brasil en el Mundial 94 y sacaba goles de la galera, Romario acaso imaginó que su carisma bastaría para ser alcalde de Río. Nacido en la favela de Jacarezinho, Romario arrastró votos de zonas humildes, pero tanta autonomía asustó a su propio Partido Socialista Brasileño (PSB) y a sus aliados. A Romario le apareció entonces una cuenta no declarada en el banco suizo BSI, equivalente a 7,5 millones de reales. El excrack viajó a Suiza y "demostró" que era mentira. Tres meses después llegó la nueva filtración. La conversación telefónica de un senador preso hablando de la cuenta. Romario debió admitir que era suya. Chau al sueño de ser alcalde de Río. Ni siquiera le sirve ahora su rol como presidente de la CPI del Senado que investiga al fútbol. El pobre Romario había citado a la CBF, pero sus compañeros de Comisión, viejos aliados de la CBF, usaron una trampa reglamentaria y salvaron a sus amigos. La maniobra fue liderada por Renan Calheiros, un hombre con numerosos procesos judiciales, padre de aquel Calheiros que en 2011 había mandado a callar a Romario con la FIFA. Presidente del Senado, Calheiros padres es el hombre que tomó juramento al nuevo presidente del país, Michel Temer. Con todos estos senadores, sin embargo, votó Romario la semana pasada el impeachment en contra de Dilma Rousseff, la presidenta destituída que sí era enemiga acérrima de Teixeira y de toda esa banda. Romario, que hasta semanas parecía contrario al impeachment, declaró con voz temblorosa a las tres de la mañana en el Senado que hablaba con la "conciencia limpia". "Tengo limitaciones como todo ser humano, pero tengo un juramento que cumplir", expresó. Y acusó a Dilma de cometer "delitos mostrados con detalle por profesionales competentes". "Mentira -escribió Eric Nepomuceno al día siguiente-, (Romario) se convenció al lograr el nombramiento de algunos de sus apaniguados en el gobierno de Temer". Días pasados, Romario entró a un restaurante y le comenzó a pasar lo mismo que le está sucediendo a otros diputados y funcionarios del nuevo gobierno. Le gritaron "golpista".
"Saudades do Dr Sócrates!", me escribe desde Brasil un colega amigo. En las protestas callejeras de estos días se han visto banderas de Palmeiras, de Flamengo y otras que reivindican a la "Democracia Corinthiana". Es el Corinthians autogestionado de Sócrates de los años '80 cuyo plantel votaba todo. El equipo bicampeón paulista que, cuando los militares querían una "democracia controlada", salía a la cancha pidiendo elecciones "Diretas Já". Lo mismo piden hoy miles de ciudadanos en marchas que no tienen buena prensa. La tele prefiere trasmitir telenovelas, shows o goles mientras la policía reprime a los manifestantes, como sucedió el domingo pasado. "Luchamos más de veinte años por el derecho a manifestar. No será un gobierno ilegítimo el que nos impida tomar las calles. No nos dejemos intimidar". La proclama fue lanzada a través de un video en la web por el periodista Juca Kfouri, uno de los principales impulsores de aquella Democracia Corinthiana. Le recordé a Kfouri una charla que mantuvimos en 2011 en Bogotá en la que él era muy crítico del gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), por su alianza con constructoras que inflaban precios de obras costosas para el Mundial 2014 y los Juegos de Río. "Mantengo esas críticas, claro, pero esto que sucedió -me dice Kfouri- es un golpe parlamentario, mediático, político y judicial. Peor que el del '64 porque aquel no tuvo disfraz. Es el golpe de una élite -añade- que no aceptaba ver a pobres en las universidades, disputando lugares de trabajo, en aviones. ¡Qué impertinencia de estos pobres que entraron al mercado e incomodaban a una élite blanca".
El deporte, cada vez más exigido por los resultados y condicionado por sus patrocinadores, tiene hoy pocos Sócrates y Democracias Corinthianas. En Argentina, en los violentos años '70, desaparecieron cerca de medio centenar de deportistas. Me lo contó Claudio Morresi, exSecretario de Deportes, el lunes pasado, apenas después de la inauguración en la exESMA del Espacio de Deportes y Derechos Humanos. Allí está la veintena de rugbiers de La Plata Rugby Club, el futbolista Gustavo "Papilo" Olmedo, la Leona Adriana Acosta, el atleta Miguel Sánchez, el tenista Daniel Schapira, el ajedrecista Gustavo Bruzzone y tantos otros. Por un lado la militancia política. Por otro, gestos rebeldes míticos, como el de Muhammad Alí, despojado de su título cuando se negó a combatir en Vietnam, o el de los atletas estadounidenses John Carlos y Tommie Smith, expulsados de por vida por subir al podio de México 68 con su puño de Black Power. No hay por qué exigirle nada a los atletas, reflexiona el colega Juan José Panno, que trabajó en los contenidos del Espacio en la exESMA. Lo que sí podría hacerse, acota, es "pedirles que sostengan una posición ética". Por eso, además de contar la historia del deporte argentino, el Espacio de la exESMA reivindica gestos como los de la Peque Paretto cuando en los últimos Juegos Panamericanos de Toronto, aún dolorida por la derrota en la final, alzó a su rival cubana que le había ganado el oro. O el de Cachito Vigil cuando avisó al árbitro que el rival Alemania había marcado un gol legítimo. Gestos que, agrandados por el ruido que suele producir el deporte, algunos usan para colocar a los deportistas como referentes morales, un rol excesivo, funcional acaso para líderes que sí tienen más exigencias, porque reclaman votos, sacrificios o fidelidad.
Estados Unidos debate hoy el caso del jugador de football americano Colin Kaepernick, que sigue sin ponerse de pie cada vez que, antes del partido, se ejecuta el himno de su país. Es una protesta por la brutalidad policial contra la población negra. Donald Trump le dijo que se vaya a vivir a otro país y Barack Obama dijo que respetaba su gesto. También lo hace la Nacional Football League (NFL), aunque uno de sus ejecutivos dijo que Kaepernick le hacía recordar a Rae Carruth, un jugador condenado por el asesinato a balazos de su pareja embarazada. Estados Unidos es acaso el único país que ejecuta el himno nacional antes de cada partido, sea de NBA, béisbol, football americano o inclusive en el US Open. Patria y deporte en versión de Primer Mundo. La Liga del básquet femenino (WNBA) dejó de aplicar sanciones porque eran cada vez más las jugadoras con camisetas de apoyo al movimiento "Black Lives Matter" (Las Vidas Negras Importan), como lo habían hecho antes LeBron James y otros en la NBA. Kaepernick, adoptado por padres blancos de clase media, molesta más porque espera el momento del himno para mostrar su protesta, que repitió días atrás en San Diego, una ciudad con fuerte presencia militar. "Una falta de respeto -cuestionaron los críticos- para nuestros militares que dejan su vida por el país". Kaepernick antipatriota. "Amo a mi país", insistió en aclarar el jugador, y anunció que donará más de un millón de dólares a organizaciones que se ocupan de la violencia contra la población negra. Miles de aficionados lo silbaron cada vez que entraba en acción en San Diego. No lo afectó. Lideró a la victoria a los San Francisco 49ers. Decenas de periodistas deportivos se han ensañado con él. "Son los mismos -observa Dave Zirin- que hoy, medio siglo después, elogian a Muhammad Alí por su 'legado'". Y que, metiendo a la patria en el medio, evitan hablar del reclamo de Kaepernick. "There are bodies in the streets", sigue diciendo el deportista. "Hay muertos en las calles".
La Nación - 7 de septiembre de 2016