Al margen de la democracia

Augusto Taglioni


El 15 de marzo, seguidores del presidente de Brasil Jair Bolsonaro se movilizarán para manifestarse en contra del Congreso, el Supremo Tribunal Federal y los “políticos tradicionales”.

La movilización surgió “autoconvocada” por redes sociales (Whatsapp y Twitter) luego del enojo público del General retirado y jefe de Gabinete Institucional del ministerio de Seguridad, Augusto Heleno, ante el rechazo parlamentario para que el ejecutivo controle una caja presupuestaria de 30 mil millones de reales (6900 millones de dólares). “No nos dejemos chantajear por el Congreso. Que se joda”, dijo Heleno ante micrófonos que creía apagados. 

A su vez, la periodista de Estadao, Vera Magalahes, reveló que el propio Bolsonaro compartió un video entre sus contactos de Whatsapp  que  postulaba consignas tales como “todo poder nace del pueblo” o “vamos a rescatar a Brasil” además de consignas en su defensa ante presuntos ataques de Brasilia. 

Además, entre los flyers de convocatoria compartida por la familia Bolsonaro estaban incluidos el pedido de juicio político a ministros del STF, la salida de los presidentes de la Cámara de Diputados Rodrigo Maia y del Senado, David Alcolumbre, y la aplicación de un nuevo Acto Institucional 5 (Al-5), un decreto de la dictadura que daba poderes extraordinarios al Presidente de la República y suspendía varias garantías constitucionales que fue defendido en su momento por Eduardo Bolsonaro. 

Por el artículo 2º del AI-5, el Presidente de la República podía decretar el receso del Congreso Nacional, de las Asambleas Legislativas y de las Cámaras de Concejales. 

La cita no es inocente y expone la correlación de fuerzas desfavorables del oficialismo en el poder legislativo en pleno año electoral. La lógica indicaría que si andás necesitando apoyos ajenos a tu espacio político, en un  presidencialismo de coalición como el de Brasil, lo más sensato sería pensar la manera más inteligente de tejer acuerdos. No fue así. Bolsonaro decidió hacer lo contrario y hostilizar con todo el sistema político y judicial de su país. ¿División de poderes? ¡Me arruga la ropa!. 

La insurrección que pretende convocar el bolsonarismo no será más que una movilización de un núcleo duro que sigue viendo al presidente como una figura en los márgenes de la institucionalidad a pesar de ocupar la centralidad del poder.

El jefe de Estado y parte de la coalición de gobierno se subirán sobre esa falsa premisa para encarar el año de las elecciones municipales profundizando ese perfil outsider y, por sobre todas las cosas, sacar a la luz (aún más) un sentir profundamente antidemocrático. 

En ese sentido, los militares se sumaron a la jugada para seguir ejerciendo presión sobre las instituciones de la democracia mientras el bolsonarismo se convence de su cruzada fundamentalista antiestablishment que emparenta al presidente con Donald Trump. Son dos tácticas diferentes en un mismo teatro de operaciones. 

A este marco hay que agregarle la dramática situación en el estado de Ceará luego del amotinamiento policial que cuenta con el apoyo del bolsonarismo y generó 147 muertos en 5 días. Este conflicto que se inició por un reclamo gremial fue tornándose más grave con la presunta infiltración de milicianos que incidieron en el endurecimiento de la postura de los uniformados. 

El tema de los milicianos no es nuevo y se remonta a los orígenes de estos sectores parapoliciales en Río de Janeiro y sus vínculos con la familia presidencial. Esta semana hubo un episodio grave cuando se produjo el asesinato del miliciano Adriano da Nóbrega en un operativo conjunto entre la policía de Río de Janeiro y Bahía. Nóbrega se encontraba prófugo y su abogado denunció que su muerte fue una forma de esconder el vínculo con los Bolsonaro. El presidente pateó la responsabilidad del hecho al gobernador petista de Bahía, Rui Costa. 

La intervención militar en Foraleza por pedido del alcalde del PT, Camilo Santana, más allá de contar con la lógica de quien pide refuerzos para controlar una situación que se fue de las manos, es la excusa perfecta para que el gobierno federal aumente la presencia militar en estados opositores, algo que el oficialismo quiere replicar en todo el territorio. 

Este combo que mezcla a la máxima autoridad del país con vínculos delincuenciales será en algún momento una bomba que terminará estallando en las manos del propio mandatario. 

Volviendo a la marcha del 15, cabe recordar que la ruptura de Bolsonaro con el Partido Social Liberal redujo fuertemente la representación parlamentaria oficialista. Pasó de 53 a 30 diputados y de 3 senadores a solo 1. Gobernadores que antes eran buenos aliados como el de Río de Janeiro, Wilson Witzel, también se fueron alejando. Witzel consideró que la actitud de Bolsonaro contra el Congreso merece la apertura de un proceso de impeachment. En esa línea de repudio se ubicó el conjunto del sistema político. 

La situación del gobierno es de debilidad, aunque no lo dimensionan de esa manera, ya que parece ser que el 15 de marzo será la mejor carta de presentación de Alianza por Brasil, el nuevo espacio con el que Bolsonaro pretende llevarse puesto a todos en las municipales y garantizarse la reeleccíon en 2022. 

¿Con qué espalda lo podría lograr? El núcleo duro, los militares y los antiglobalistas que desprecian a los partidos tradicionales, parece poco ejército para lograr la victoria en un escenario de minorías legislativas y dispersión de las fuerzas de derecha. Este panorama explica la insistencia del gobernador de Marañao, Flavio Dino, para unir a todas las fuerzas de izquierda en un mismo espacio que contenga al PT de Lula, el PDT de Ciro Gomes, el PCdoB y hasta el conductor televisivo, Luciano Huck. 

Habrá que esperar el rol de la economía que cuando parecía repuntar empezó a ver nubarrones. Como bien cita el politólogo Ignacio Pirotta en su reciente nota en Perfil, basándose en el informe Focus realizado por el Banco Central, “la proyección de crecimiento del PBI en 2020 pasó de un 2,5% a inicios de enero al 2,3% en la última semana y el real perdió un 9,55% de su valor en lo que va del año”. 

A esto hay que sumarle el posible impacto que genere la retracción de la economía china por el coronavirus que afectará el comercio al gigante asiático, principal socio comercial de Brasil. 

Como vemos, el bolsonarismo querrá hacerse fuerte en un momento de alta debilidad y la marcha del 15 de marzo expresará cavalmente el proyecto que más entusiasma al excapitán del ejército y que se ubica en los márgenes de la democracia.

Será un ensayo en el cual, Bolsonaro irá por todo, pero tiene muchas chances de quedarse sin nada.

 

Resumen del Sur - 29 de febrero de 2020

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