ALCA: un proyecto hegemónico
Regionalización o globalización ?: tres aspectos para la decisión de políticas
Estados Unidos y sus vecinos del sur en las Cumbres de las Américas
Luego de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos logró terminar de desplazar a las potencias europeas y erigirse como el poder hegemónico en América. Consiguió fortalecer el sistema interamericano, acordar en 1947 el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y, un año más tarde, conformar la Organización de Estados Americanos (OEA). Esto lo logró con promesas de ayuda económica (mandatarios regionales reclamaban una suerte de Plan Marshall para América Latina), cuya concreción se fue postergando hasta que la Revolución Cubana instaló la Guerra Fría en la retaguardia estadounidense (aunque Washington ya había utilizado la excusa del peligro rojo para apoyar el golpe contra Jacobo Arbenz en Guatemala, en 1954).
La estrategia de Washington para terminar con la integración
La crisis y las desproporciones (estructurales y coyunturales) requieren de más integración, requieren profundizar la integración. Ese es el camino correcto, y no el camino de “sálvense quien pueda”. Hay que buscar soluciones que nos ayuden a superar en conjunto las circunstancias críticas regionales y nacionales.
El Mercosur en tiempos de cólera
En sus orígenes, el Mercosur (Ms) se propuso construir una zona de libre comercio que derivara hacia un espacio aduanero común. Pero, en los hechos, subsisten varios espacios aduaneros y no hay evidencias de que esta situación se supere, al menos en el corto plazo. Las razones son, sin duda, varias y remiten, en última instancia, al debilitamiento de la affectio societatis entre las partes.
En esta nota se priorizan tres razones para explicar el debilitamiento del Ms: el primero es el cambio en la economía internacional, la emergencia de China y su impacto sobre la región; el segundo refiere a la incapacidad de los socios del Ms para elaborar y presentar una respuesta coordinada a ese reto; el tercero se detiene en las diferencias entre los socios en un contexto de beneficios comerciales asimétricos y en la ausencia de disciplina sobre la cual montar la construcción de confianza en el proyecto común.
Primeras señales de un gobierno neoliberal
Las recientes elecciones demostraron un fortalecimiento del sentir democrático de todo el pueblo argentino. Más allá de los apasionamientos propios de toda campaña electoral, cabe destacar la normalidad con que se han desarrollado los comicios y la transparencia garantizada por el Estado.
El resultado nos indica que la sociedad argentina está hoy representada por mitades. Aunque el escaso margen del ganador no es un dato adicional, lo cierto es que hay una nueva fuerza política de signo marcadamente contrapuesto al modelo actual, que iniciará una nueva etapa en la vida política nacional.
Los secretos del TPP
En su discurso del miércoles pasado, CFK citó –y avisó que subiría a su Facebook– un artículo firmado por el Premio Nobel Joseph Stiglitz –y por el profesor del Instituto Roosevelt Adam S. Hersh– sobre “la farsa” del TPP. Recomendó leerlo para entender a qué se le llama eufemísticamente “libre comercio”. Hace diez días, intempestivamente dados los entuertos, las protestas y las presiones no sólo de centrales sindicales sino también de cámaras empresarias tanto de México como de los propios Estados Unidos y Canadá, el TPP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica) fue firmado por once países costeros del Pacífico: Australia, Nueva Zelanda, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Perú, Singapur y Vietnam.
Las tres Latinoaméricas
Como el foie gras, la Declaración de los Derechos del Hombre y la guillotina, América Latina es un invento francés. Aunque se ha naturalizado y hoy parece un simple recorte geográfico, la idea surgió en 1860, como resultado de las ambiciones de Napoleón III de incorporar al continente americano a la esfera de influencia de Francia a través del establecimiento en México de la monarquía de Maximiliano de Austria. En los planes del emperador de la farsa, el decisivo apoyo francés consolidaría un México independiente que funcionaría como barrera frente al expansionismo de Estados Unidos, garantizaría los intereses coloniales de París en el Caribe y permitiría abrir los mercados de Centroamérica y el Norte de América del Sur (1).
Aunque el Segundo Imperio Mexicano terminó en un fracaso y Maximiliano fue fusilado tres años después de asumir el trono, la idea de América Latina como la región que comprende a todos los territorios no anglófonos de América se fue afianzando.
Reflexiones sobre el No al ALCA y la cumbre de Mar del Plata
Hacia finales del siglo XX y principios del siglo XXI se produce una serie de fenómenos que contextualizan, en el escenario global, el rumbo adoptado por los estados de América latina con relación con la propuesta del ALCA. Entre éstos se destacan la reacción organizada frente a la reunión ministerial de la Organización Mundial de Comercio en Seattle de 1999, preparatoria de la Ronda Doha de 2001: 50.000 personas manifestándose –sorpresivamente para los medios internacionales y el establishment– en contra del proceso de liberalización comercial, neoliberal, impulsado por la OMC.
Lo que está en juego en Brasil
Desde que, como una de sus primeras posturas internacionales, el gobierno de Brasil -encargado, junto con EUA, de concluir las negociaciones del ALCA-, ha bloqueado el proyecto norteamericano de un área de libre comercio, las posiciones de los dos países han comenzado a distanciarse. Desde entonces, las diferencias solo han aumentado.