Argentina. Derrumbe neoliberal y proyecto nacional
El libro de Alfredo E. Calcagno y Eric Calcagno resume con meridiana claridad una etapa oscura de la vida argentina -una más pero "distinguida" por la sumatoria de calamidades inducidas- y desnuda la perversidad del modelo rentístico-financiero que se instaló con fuerza a partir de 1976. La degradación de nuestro país se reconoce en los índices de pobreza, la desocupación, la desindustrialización y la pérdida de soberanía nacional.
Se describe en la obra la crisis de civilización a la que asistimos y que es producto del régimen neoliberal imperante, que elude todo compromiso con los límites éticos, morales y políticos. Bajo el paradigma de la internacionalización de las sociedades pretende destruir la visión y la defensa de los genuinos intereses nacionales. Este inaceptable enfoque colonial es impulsado por argentinos que responden gerencialmente al poder económico concentrado y hegemónico.
La falta de rostro humano del modelo vigente se comprueba indubitablemente cuando se privilegian los instrumentos por sobre las personas o los intereses nacionales. En lugar de mostrar preocupación por la pobreza, la homogeneidad social, la industrialización o la autonomía nacional se derrochan palabras y tinta para justificar la importancia de las metas macroeconómicas: equilibrio fiscal, comercio exterior, apertura comercial y financiera, privatizaciones y legislación laboral más laxa.
Los autores puntualizan que es menester el fortalecimiento del Estado y la recuperación de su poder articulador del conjunto de la sociedad. Se requiere un Estado alejado de las presiones de los grupos dominantes y el capital concentrado. También es necesario el involucramiento social que contribuya con su protagonismo a evitar un Estado cercado. Es muy interesante y creativa la invitación a la irreverencia para que el dominado no consienta más el oprobio al que lo somete el dominador. Argentina, dicen los Calcagno, tiene la "oportunidad de profundizar el régimen neoliberal o abrir un camino político de reformas profundas". Aquí habría que responder una cuestión central: qué política va a regir la economía.
La síntesis que se hace sobre la historia y teoría económica y la descripción de las distintas Argentinas: agraria - industrial - rentística, permite una rápida comprensión de lo que ha acontecido en el país. Este ejercicio se ve luego facilitado con la lectura del capítulo 2. Allí se hace una autopsia del modelo rentístico-financiero, una enumeración de algunas de las usinas de pensamiento que le dan sustento teórico al modelo y una crítica a la dirigencia política y económica que abdicó de su función esencial de recuperar la economía nacional. Se agrega un detallado análisis de los ejes del modelo: la convertibilidad, el ajuste estructural del FMI, la deuda externa, las privatizaciones, la apertura comercial y el ajuste fiscal. Es particularmente ilustrativo el cuadro "Argentina: Inversión extranjera directa (IED) 1992-2001". El mismo tiende a desvirtuar un axioma del establishment: las inversiones extranjeras directas son determinantes y fundamentales para el crecimiento. Señalan los autores que los capitales extranjeros vinieron en realidad a comprar empresas en funcionamiento, y en lo posible monopólicas, de gran rentabilidad, públicas y privadas. Fuera de esas compras, agregan, de reinversión de utilidades y de endeudamiento con sus casas matrices, su aporte de capital al desarrollo nacional fue negativo.
El capítulo 3 reseña con precisión a los que se han beneficiado con el modelo rentístico-financiero y también los ejecutores o gerentes, naturalmente en sintonía con la economía de los países centrales, lugar donde cierran su ciclo de acumulación. Aquí, una vez más, aparece el rol del FMI que emplea su autoridad en el ámbito nacional en apoyo del modelo rentista.
A la Argentina no podía haberle ido de otra manera de cómo le fue si se analiza el comportamiento de la mayor parte del sistema financiero. Su carácter expoliador y ajeno al modelo de desarrollo productivo es ejemplificador. Ha habido un conjunto de medidas antinacionales que no deberían quedar impunes. Se han dado procesos -o triquiñuelas- financieras que no han hecho más que deteriorar la economía y, como siempre sucede, a los más pobres y desprotegidos. Las AFJP, uno de los tesoros incorporados como nueva forma de ganar mucho haciendo poco, es una de las causas del desfinanciamiento del Estado. Las empresas privatizadas son otro ejemplo de la entrega del país al capital concentrado y a cambio de nada. Las joyas de la abuela fueron compradas con títulos devaluados de la deuda argentina (tomados por el Estado nacional al valor nominal), con créditos externos -que hoy se reclama al Estado que los absorba- y con escasa o nula inversión real. ¿Quién no haría negocios de esta manera? ¿Dónde está el riesgo empresario?
El caso de las empresas petroleras, en especial Repsol-YPF, es el paradigma de la entrega. Surge una reflexión que no involucra a los autores del libro: ¿No son pasibles de ser caratulados como traidores a la patria quienes llevaron a la práctica estas maniobras en contra del país?
La corrupción de este tiempo infame tiene responsables, con nombres propios, que deberían dar cuenta de sus actos. La rapiña, y los dueños y agentes de la misma, no pueden quedar impunes si se aspira a la construcción de un proyecto de nación más justa, solidaria y soberana. Como dicen los Calcagno, padre e hijo, hay dueños que deben irse y pagando sus culpas: el FMI y Repsol, entre otros. Pero atención, pagando sus culpas.
El capítulo 4 comienza hablando de las oportunidades perdidas luego de la caída del gobierno de la Alianza. La devaluación terminó beneficiando otra vez a los grandes grupos económicos y también a las entidades financieras en detrimento del conjunto de la comunidad. La devaluación era esperada. Sin embargo, la forma como se encaró concluyó, por ejemplo, con una subvención de 19.887 millones de pesos del Estado a 80 de los principales grupos empresarios del país.
Los autores sostienen la falsedad de la tesis que indica la imposibilidad de independencia del FMI, la que se erige sobre la base del latiguillo: "nos caeríamos del mundo". Colocan dos ejemplos bastante recientes. El de Malasia, que con su política independiente y rechazando a los funcionarios del FMI emergió con rapidez y vigor. La contracara fue Indonesia, la que con sumisión se hundió en la más profunda recesión. Señalan que los dos funcionarios que se encargaron de Indonesia fueron Mario Blejer y Anoop Singh. Algo dicen ambos personajes para la Argentina.
El desafío de la reindustrialización es planteado por ambos Calcagno y presentan una cronología de las distintas etapas vividas por la Argentina. Es fundamental, agregan, enterrar el modelo rentista y desarrollar un fuerte proceso industrializador que tenga una perspectiva nacional y se apoye también sobre el fortalecimiento real del Mercosur y de rechazo al ALCA, tal como hoy está planteado. Lo importante es que el libro hace contribuciones metodológicas concretas, es decir, no se limita sólo a hacer diagnósticos.
El capítulo 5 transita el camino del aporte de ideas y propuestas para elaborar un plan alternativo. Es interesante puntualizar que el capítulo comienza citando la primera parte del artículo 40 de la Constitución Nacional: "La organización de la riqueza y su explotación tienen por fin el bienestar del pueblo, dentro de un orden económico conforme a los principios de la justicia social".
El peligro de la disolución nacional sigue vigente. En tal sentido, es imperativo la búsqueda de opciones políticas y económicas al régimen de la renta financiera. En esa dirección, describen los autores algunas propuestas: el Plan Fénix, elaborado por un grupo de docentes de la UBA y el de la CTA (Central de Trabajadores Argentinos) que sostiene la necesidad de un shock distributivo, autonomía nacional y democratización.
Resulta atractiva para el análisis la propuesta de los autores de luchar contra lo pésimo, aunque ello implique cuestionar la estructura del poder económico. La aplicación de esta política permitiría identificar los males que existen y atacarlos según una escala de prioridades y sobre la base de un programa articulado. Naturalmente, se requiere conciencia social, voluntad y poder político para llevarla a cabo. Ahora bien, para luchar contra lo pésimo se requiere la recuperación del Estado, el cambio de la economía y una asignación diferente de los recursos públicos.
Los Calcagno describen quince pésimos a combatir, que comienzan por el hambre y la desocupación y terminan con la falta de una clase empresaria capaz. En el medio aparecen, entre otros, las 9,3 millones de personas sin seguridad social, los 13,4 millones de ciudadanos sin protección médica, la pérdida de soberanía y la desindustrialización. Es decir, los autores sugieren una hoja de ruta diferente y fundamentada que ojalá el poder político de turno tenga interés y sensibilidad para analizar.
El libro concluye con tres reflexiones que sintetizan una visión crítica muy profunda. La primera sugiere comprender que el modelo vigente se encuentra en su fase terminal, lo que implica expulsar del poder al conglomerado que hoy lo maneja. La segunda señala que la clase política no se da cuenta de la gravedad de la crisis y se agota en propuestas de cambios menores que se transforman en anécdotas. La tercera es la inexistencia, hasta ahora, de un instrumento político transformador. Esto último implica una oportunidad y el riesgo del regreso de los demonios.
Junio 2, 2003.-
Norberto Rodríguez
Secretario General
Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA