Brasil: el gobierno Temer entre la inestabilidad política y económica

Gilberto Maringoni, André Singer

 

El golpe se consolida....

Gilberto Maringoni

Las diferencias entre el PSDB y el PMDB no se resumen a las siglas. Son representaciones políticas de fracciones del capital en disputa abierta por el Estado.

Michel Temer resolvió mostrar sus cartas esta semana. Amplió el programa de privatizaciones y concesiones del gobierno de Dilma Rousseff, prometió el financiamiento del orden de los 30 mil millones de Reales a los intereses subsidiados y anunció “una apertura extraordinaria” de la infraestructura brasileña a la iniciativa privada. 

Y aún más, proclamó la novedad teórica nunca vista en la Historia: “la presencia de la iniciativa privada como agente inductor del desarrollo y productor de empleos en el país”.

El actual ocupante del tercer piso del Palacio del Planalto busca responder a los cuestionamientos crecientes sobre su capacidad de estabilizar a la administración pública.

El gobierno no da muestras de conseguir revertir el legado de Dilma Rousseff, que produjo dos años de PBI negativo y 12 millones de desempleados. El descontento social es creciente.

En julio, según Datafolha, sólo el 14% de los brasileños aprobaban el desempeño del nuevo equipo. Actos de protesta se registran en todo el país. El“Fuera Temer” dejó de ser sólo un grito de protesta y se transforma en un fenómeno cultural, hablado y replicado hasta en redes de TV abierta.

Perdió la narrativa

El oficialismo perdió la disputa de narrativas sobre lo ocurrido en los últimos meses. Desde la prensa internacional hasta miembros de la propia administración, pasando por las calles, una unanimidad se conforma: ¡fue golpe! Hasta el mismo ex diputado Eduardo Cunha (PMBD-RJ) (1), vaticinó en una entrevista en la Folha de Sao Paulo: “El discurso del golpe necesita de mi casación”.

Como si no fuese suficiente tener cuestionada la legitimidad por abajo y por los lados, Michel Temer, también enfrenta problemas por arriba.

Hay serias dudas por parte de sectores del gran empresariado – en especial del capital financiero – sobre la capacidad del gobierno de llevar adelante un conjunto de medidas que se constituya en su razón de ser.

Ellas darían cursos a transformaciones de lo que inicialmente era un ajuste fiscal -  o sea, medidas puntuales para garantizar la solvencia del Estado en el mediano plazo -  en una política fiscal permanente.

En ese conjunto está el trípode del proyecto golpista: el presupuesto de base cero, sin aumento real por 20 años; la reforma laboral, que espera enterrar una serie de derechos consagrados en la CTL (el conjunto de la Legislación del Trabajo, N.d.T.) y, finalmente, un radical proceso de privatizaciones - lo que incluye el eufemismo bautizado de “concesiones”, que comprende incluso hasta la Petrobrás y la Caixa Económica Federal.

En dos frases, la meta es romper los pactos sociales de la Constitución de 1988 y las leyes del trabajo de 1943. Para realizar el conjunto de la obra, es esencial desbaratar los focos de resistencia popular, por las buenas o por las malas.

Dudas crueles

Las dudas de los dueños del dinero afloraron en los medios a lo largo de los últimos días. En portugués claro, eso significa que hay ruidos entre el proyecto que el gran capital – financiero e industrial – tiene como objetivo y la competencia del gobierno para aplicarlo íntegramente.

La portada de la revista Veja del pasado fin de semana mandó un mensaje elocuente. Allí se estampaba, con alarido, la denuncia de Fábio Medina Osório, ex abogado general de la Unión, de que “El gobierno quiere tapar el Lava Jato”.

Días antes, Aécio Neves (PSDB-MG) llegó a amenazar con el alejamiento de su partido de la base del gobierno, en caso que el presidente no ofreciese garantías sólidas e inmediatas de la aplicación de las medidas prometidas.

Continuas declaraciones de grandes empresarios en favor de la profundización del ajuste son publicadas diariamente en la prensa.

¿Qué es para esos señores la administración nacida del golpe institucional? Tal vez la mejor definición sea la de Fernando Henrique Cardoso, en la entrevista de Josías de Souza, del 7 de septiembre: “La situación actual es como si fuese un puentecito. No es un puente, es un madero. Peo si se quiebra ese madero, caemos al río. Y peor. Entonces, nosotros tenemos que apostar a que vamos a atravesar ese madero y vamos a llegar al otro lado del río”. 

El desprecio para con el aliado de ocasión es cristalino. El texto completo estáaquí.

De esta manera, hay sustanciales evidencias de turbulencias entre los propósitos del gran capital y su representación político institucional.

Ruidos en la transmisión

Existen ruidos en la marcha del ajuste en el Congreso. Fueron divulgadas nada menos que por una docena de enmiendas a la PEC 241 (proyectos de Ley sobre el ajuste), que congela el presupuesto por 20 años. Algunos aceptan el torniquete de las cuentas públicas, mientras salud y educación queden preservadas. La mayor parte de estas proposiciones vienen del PMDB.

El partido no parece muy animado con la idea de quedar con el peso de la aplicación de iniciativas impopulares, que tienden a profundizar la recesión. A costa de poder llegar al pleito de octubre, o incluso a las elecciones presidenciales de 2018.

Aunque haya alcanzado el sillón presidencial sin votos, el PMDB no tiene vocación de practicar el haraquiri electoral. Los números de su capilaridad social son superlativos. Representa un conjunto de 2,3 millones de afiliados, 996 alcaldes (dos en Capitales), siete gobiernos estaduales, 18 senadores y una bancada de 68 diputados federales. Estos datos son de la página del partido en la Internet.

No es casual que el PSDB, su principal socio en la aventura del impeachment, espera de parte de Michel Temer un único compromiso: el que no se va a candidatear de aquí a dos años. La táctica es tan clara como astuta. Quieren que la agrupación fundada por Ulisses Guimarães asuma el costo de la crisis y sufra el desgaste de la impopularidad galopante.

Itinerario espabilado

La ruta de los demiurgos tucanos es tan sagaz que salta a la vista. Arremeten en la aplicación de medidas que socaban la propia estructura del Estado brasileño, pero buscan librarse de la responsabilidad del desastre. Ansían el terreno libre para una candidatura alegre y cariñosa, en 2018. Hasta entonces, una sangrienta campaña de destrucción de la reputación de Lula o incluso su prisión sería una ayuda oportuna.

Quien conoce un poco la historia del PMDB, logra fácilmente percibir que la agrupación podrá ser de todo, excepto: estar integrada por una pléyade de otarios y un partido de pura sangre neoliberal.

El PMDB nunca fue abiertamente neoliberal. Participó de gobiernos con esa matriz, lo que es diferente. En su auge fue devoto del nacional-desarrollismo, como atestigua su programa “Esperança e mudança”, hoy totalmente olvidado.

Siempre fundó su legitimidad en la industria (la Fiesp y sus congéneres), en el agronegocio, pasando por la burguesía con transacciones vinculadas al Estado (contratistas y prestadoras de servicios) y en los pequeños y medianos empresarios.

 Los correligionarios del presidente no hacen eso por ningún compromiso cívico, sino por los intereses que representan y por una buena dosis de oportunismo mezclado con demagogia.

El partido de Renan Calheiros, Romero Jucá y Eliseu Padilha necesita de votos para sobrevivir. Votos capturados por clientelismo o en su capacidad de infiltrarse en los meandros del Estado. De manera, que su defensa de lo que se acordó en llamar “Estado mínimo” tiene límites impuestos por sólidos intereses inmediatos.

No es el caso de los tucanos, más ligados al capital financiero, lo que puede ser certificado por sus indicaciones para el área económica y para la diplomacia del gobierno.

Representación política

Las diferencias entre PSDB y PMDB, por lo tanto, no se resumen a las siglas. Son representaciones políticas de fracciones del capital en disputa abierta por el Estado.

A pesar del anuncio sobre las privatizaciones, es muy posible que Michel Temer vacile en acelerar aún más las medidas recesivas contenidas en su ideario inicial, el documento Puente para el futuro.

En caso que dude, como viene haciendo, los gerentes del capital no vacilarán en sacar nuevamente la daga. Portadas de revistas, titulares de TV, denuncias y discursos indignados en el Congreso enviarán el mensaje.

De esta constatación viene el título de este artículo. Micher Temer depende del apoyo de fuerzas sobre las cuales no ejerce el menor control. Esas poderosas vertientes del capital garantizaron el golpe, pero no su gobierno.

La táctica del tucanato todavía no es clara. Si el gobierno no entra en los rieles, podrían hasta hacer del “Fuera Temer” una medida concreta, con elección indirecta al comenzar 2017.

Así se lograría obtener la “pacificación nacional”, tan propalada en los últimos meses.

Falta aún combinar con los rusos. Es decir, con las calles.

Notas:

(1) Eduardo Cunha (PMBD-RJ: fue presidente de la Cámara de Diputados. Uno de los principales articuladores del impeachment a la presidenta Dilma Rousseff.  Acusado de numerosos delitos, luego de 11 meses de proceso y abandonado por su propio partido, la Cámara lo expulsó, el pasado 12 de septiembre, por 450 votos a 10. Y no podrá ocupar cargos públicos hasta 2027.

Carta Capital, 15 de septiembre 2016

 

...Pero habrá lucha

André Singer

Ni bien terminada, el lunes 12, la novela Cunha, el núcleo curitibano del Lava Jato metió el pie por las manos y abrió el capítulo más grave de esta crisis.

Después de la detención coercitiva de Lula y de la divulgación de escuchas ilegales, la exposición del procurador Deltan Dallagnol, en la tarde del miércoles (14), fue tan vacía que cayó mal hasta en las huestes antipetistas. En lugar de la seriedad técnica, que sobresalía en sus primeras apariciones, el funcionario se dejó llevar por arrobos que hundieron la credibilidad de la denuncia contra Lula.

Dicho esto, aunque la derrapada da una ventaja al ex presidente en la largada de la nueva partida, por otro lado, deja al país envuelto en una situación delicada. El juez Sergio Moro, autor de las dos insensatas medidas anteriores, está moralmente comprometido en aceptar la denuncia ofrecida por el Ministerio Público.  Con esto, llevará al estallido del proceso político cuyo único jugador será él mismo, que no es una instancia adecuada ni suficiente para juzgar lo que Dallagnol puso en la pauta.  

Lo que viene de aquí en adelante es más serio que el impeachment de Dilma Rousseff. Conviene recordar que la ilegítima destitución de la presidenta fue decidida por un colegiado senatorial. Las acusaciones eran de responsabilidad y la pérdida del poder de quien venció en las urnas, aunque manche la democracia, podría ser corregida por el funcionamiento de la lucha electoral, pues el PT tiene chance de volver a vencer.

Ahora lo que está en cuestión es estructural. Se trata de la tentativa de proscribir a Lula y al PT del escenario, para siempre, lo que dará lugar a una batalla de proporciones épicas. Al transformar las acusaciones específicas a Lula, en realidad, pequeñas, aunque incómodas, en el combate a una supuesta organización criminal en que se habría convertido el PT, el Procurador se torna el portavoz de la histeria ideológica que desea “terminar con esa lacra”, como decía un Senador años atrás.

Dallagnol no entiende dos cosas. La primera es que Lula y el PT ocupan un espacio garantizado en Brasil.  Por más que sufran reveses, cometan errores – que necesitarían ser explicados y corregidos -, y que experimenten derrotas -como ciertamente va a ocurrir en estas próximas elecciones municipales -, el partido y sus principales dirigentes responden a necesidades profundas de representar las camadas populares en el proceso democrático.  

En segundo lugar, que la izquierda es especialista en resistir. Por haber nacido y crecido en oposición al orden establecido, sabe mejor que nadie cómo sobrevivir en condiciones desfavorables. No fue casualmente que Lula, de camiseta roja, mencionó en su discurso pronunciado el pasado 16, el orgullo de haber creado el mayor partido de la izquierda de América Latina.  La misma izquierda, varias veces, tan maltratada en otras frases suyas.

Habrá pelea.

Folha do Sao Paulo, 17 de septiembre de 2016

- Gilberto Maringoni, periodista, profesor de Relaciones Internacionales de la UFABC.

- André Singer, politólogo brasileño, profesor de la USP, fue portavoz del primer gobierno de Lula.

 

Sinpermiso - 23 de septiembre de 2016

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