"Cayó la frontera que separaba a los periodistas de su audiencia"
Palabras de Jean Francois Fogel, escritor y periodista. Habla sobre internet, los mass media y los contenidos que encontramos en ellos.
Miguel Wiñazki_Con la aparición y la expansión de Internet ¿se terminan los periodistas profesionales?
Jean Francois Fogel—Los periodistas producen noticias y las noticias circulan a través de nuevos soportes. Se crean nuevos medios todos los días, uno de ellos es Internet. Entonces, la buena noticia para los periodistas es que tienen más opciones para difundir sus trabajos. La otra noticia, que no es mala pero sí preocupante para ellos, es que han perdido la exclusividad que tenían para expresarse en público. Tienen que compartir lo que dicen y escriben con su propia audiencia. Tienen que interactuar con la audiencia. Porque la gente no sólo quiere hablar, sino dialogar, criticar y revisar el mensaje que transmite el periodismo. La frontera que separaba a los periodistas de su audiencia ha caído.
M.W._Usted afirma que los textos escritos en Internet son inestables y provisorios ¿Qué significa eso? ¿Que son volátiles y poco creíbles?
J.F.F.—Es lo más difícil de entender. Hemos vuelto a un esquema de comunicación que existía antes de Gutenberg y la imprenta. Antes de eso, la comunicación era esencialmente oral. Y lo que se transmitía cambiaba, según se enunciaba de boca en boca. Lo que le decía la primera a la segunda persona no era exactamente lo que se le decía a la tercera persona de la cadena comunicacional. Lo comunicado era precisamente inestable y provisional.
M.W._Pero antes de la imprenta, ya existían los libros, la palabra se fijaba; no industrialmente, pero sí caligráficamente en textos estáticos ¿O no?
J.F.F.—Había unos libros sí, que generalmente estaban en las bibliotecas de los monasterios y que habían sido copiados a mano. Cada copista hacía su trabajo a su manera. Es decir, se equivocaba, variaba la literalidad. El texto se trastrocaba según se iba copiando. Era una reproducción artesanal. Las palabras escritas, como ahora en Internet, eran inestables y provisorias. Así es hoy Internet. En un sentido, hemos retornado a la Edad Media. Y es muy interesante.
M.W._La imprenta entonces fijó los textos, propició la precisión, ¿Que es entonces lo negativo?
J.F.F.—Nada, son procesos diferentes. Apareció el contenido estable. Los libros estaban escritos y se reproducían industrialmente. Hoy aún eso ocurre, claro. Los procesos industriales conviven con los posindustriales. Con la imprenta apareció la estabilidad de los textos, y se constituyó el concepto de autor. Alguien con nombre y apellido había escrito un libro que no variaba. Cada ejemplar era idéntico a otro. El autor controla su obra, nadie que no sea él mismo la cambia sin distorsionar todo el proceso. Finalmente aparece la distancia. Los lectores estaban lejos del autor. No se acercaban a él. Lo leían y punto. No había posibilidad de contestarle, de refutar, de interactuar a través del texto.
M.W._¿Por qué un lector de noticias, un consumidor de noticias, podría confiar en Internet, que se constituye con textos inestables y provisorios?
J.F.F.—Si usted busca algo en Google, detectará que entre los resultados de su búsqueda aparecen ciertamente errores e inutilidades. Y no por eso deja de usarlo. En general, aprende a distinguir lo verdadero de lo falso. Aprendemos a mantener una capacidad de duda. Se dice que Internet es una red un poco rota. Es así: sabemos que queremos descargar una página y que esa página no llega a nuestra pantalla, intentamos conectarnos a un sitio y no siempre podemos hacerlo. Leemos Wikipedia y nos encontramos con muchos artículos excelentes y con otros que son una tontería o que son mera propaganda. No por eso Wikipedia queda invalidada. Uno confía en Internet como en cualquier otro medio, y desconfía de Internet, como de cualquier otro medio.
M.W._Quien lee en Internet lee luz. Las palabras emanan bajo la forma de rayos lumínicos desde las pantallas. ¿Cómo afecta eso al hecho mismo de la lectura? ¿Leer luz es leer? ¿O es otra cosa?
J.F.F.—Hay muchas teorías sobre esto. hay estudios que efectivamente intentan diferenciar entre lo que se denomina "lights through" o luz que viene a través de (una pantalla, por ejemplo, o la televisión); la luz que se posa sobre la página que leemos, el libro o el diario impreso, por ejemplo. Se ha detectado que la posición del cuerpo varía. Quien lee un diario inclina su cuerpo hacia atrás, se coloca en una posición en la que acepta recibir, es espectador. Todo lo contrario ocurre cuando leemos en Internet. Se supone que el cuerpo y la cabeza van hacia la pantalla, y ello implica más bien una actitud de "buscador" o de "investigador".
M.W._¿Cómo modifica hoy Internet a los diarios tradicionales?
J.F.F.—Los medios masivos pertenecen a la era industrial. La primera rotativa se produjo a mediados del siglo XIX en Nueva York. Desde entonces, nos hemos mantenido en un sistema de producción y de distribución masiva del contenido. Son medios que les hablan a las masas; y las masas se quedan calladas. Es un modelo "top down", de arriba hacia abajo, vertical. Con Internet el modelo se revoluciona. Los textos no se vuelcan verticalmente desde los emisores a los receptores, sino que circulan. Internet es un modelo relacional, no vertical. Pero los diarios, y los diarios en papel, seguirán existiendo. Si observamos a los cinco medios que existían antes de Internet: el libro, la prensa escrita e impresa, la radio, el cine y la televisión, notamos que todos fueron afectados por la aparición de nuevos medios, pero vemos que todos a su vez consiguieron reubicarse. Los diarios impresos deben encontrar caminos para dialogar con su audiencia. Y eso es positivo. Yo leo The New Yorker, que es una extraordinaria revista cultural e impresa. Internet no la ha borrado. Afortunadamente. Creo que los diarios tradicionales, generalistas, seguirán vigentes. En un mundo tan fragmentado como el actual, necesitamos tener puntos de referencia, entender y tener una especie de visión global ordenada. Y eso está en los diarios.
M.W._¿Usted lee más en Internet o en papel?
J.F.F.—Leo muchísimo en Internet y muchísimo en papel. Nunca he comprado tantos libros como los que he comprado desde que se inventó Internet.
M.W._¿Qué es un blog?
J.F.F.—Es una forma de comunicación que se apoya en el fragmento. No tiene una arquitectura definitiva. Quien hace un blog no tiene que publicar de manera necesaria y regular. Publica cuando tiene realmente algo que decir. El blog prescinde de la cultura del cierre, como sabemos incluye fotos, videos, audios, difiere de todas las formas del periodismo clásico. La pobreza ha potenciado la conectividad. Y eso es fascinante.
M.W._¿Es verdad que ya existen experimentos avanzados para realizar diarios electrónicos? ¿Qué es eso?
J.F.F.—Es un nuevo medio, intermedio entre el papel e Internet. Es una pantalla de papel electrónico, digamos. Una pantalla ultrafina, flexible, que pesa 300 gramos y que tiene el tamaño de una hoja A4 y que cada 24 horas se recarga con nuevas noticias. Es un instrumento de lectura portátil, con un botón o dos; además, las noticias pueden personalizarse. Un lector puede requerir el tipo de artículos que prefiere. Sabemos que The New York Times tiene experimentos avanzados al respecto, y en Bélgica ya hay prototipos que están siendo probados con lectores voluntarios. Claro, habrá que esperar para ver cómo lo recibe el público.
M.W._¿Internet no es un medio para los pudientes, que sigue distante de los más perjudicados en la escala social?
J.F.F.—Desde cierto punto de vista es al revés. Es muy interesante observar que en 2001, cuando los argentinos atravesaron su gran crisis, se multiplicaron los cibercafés y los locutorios con Internet. Crecieron exponencialmente. Explotaron. Eso confirma de una manera global que una de las respuestas al sentimiento de aislamiento que provoca la pobreza es aprovechar las herramientas sociales, comunicacionales que permiten sentir que uno sigue perteneciendo a la sociedad. Se generan nuevas comunidades; comunidades de usuarios. Lo mismo sucede con los teléfonos celulares. La pobreza no ha sido una barrera para que se difundan. Se usan también en espacios marginales. La gente encuentra espacios y soportes que les permiten sostenerse comunicándose, a pesar de todo.
Fuente: Clarín