Claves geopolíticas del genocidio en Gaza
En una superficie de 365 km2, apenas lo mismo que la ciudad de Cancún, Gaza albergaba, hasta 2023, una población de 2.1 millones de habitantes. Una estrecha franja de territorio considerada entre los 20 lugares del mundo más densamente poblados con 6,000 h/km2, pasó a 30-34 mil en la ciudad de Al-Malawi (Rafah) a finales de 2024, mucho más que el lugar más poblado del mundo, Macao, con 20 mil h/km2.
Explicar la avidez de poderes como el de Estados Unidos, Israel y el Occidente colectivo sobre ese pequeño espacio no es fácil, pero sí indispensable para tratar de detener el genocidio y abrir un ámbito de recuperación para el pueblo palestino.
Lo primero es reconocer que el proyecto de evacuación de Gaza no es producto solamente de odios raciales, étnicos o religiosos, lo que ya perfila la tipificación de genocidio, sino que es parte de la reconfiguración de Occidente para hacer frente a la emergencia de poderes alternativos y/o confrontacionales, que abren otras vías de organización de las relaciones mundiales.
Lo segundo es constatar que el genocidio en Gaza, perpetrado visiblemente por Israel, es producto de responsabilidades compartidas con Estados Unidos, su proveedor financiero, militar y su soporte mediático, Gran Bretaña, y de silencios cómplices del Occidente colectivo en conjunto. La imbricación entre Estados Unidos e Israel quedó dibujada en la conferencia de prensa de Netanyahu y Marco Rubio el 15 de septiembre de 2025, donde Rubio reafirmó que Estados Unidos apoya firmemente a Israel y su derecho a defenderse y que Hamas “necesita dejar de existir como elemento armado que pueda amenazar la paz y seguridad de la región“, de la misma manera que lo arguye Israel.
Lo tercero es que el llamado mundo árabe, presumiblemente, prefirió no arriesgar las ventajas de sus relaciones privilegiadas, especialmente con Estados Unidos, involucrándose en la defensa de Gaza -como siempre, con excepciones notables como la de Ansar Allah en Yemen y Hezbollah en el Líbano-, aunque el bombardeo de Israel en Qatar, ése sí, los ha puesto en alerta.
Punta de lanza
Israel es el único enclave occidental en el Medio Oriente, rodeado de un vasto territorio árabe con historias muy largas (ver mapa 1). Los vínculos establecidos por muchos de los países árabes con Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel o algún otro miembro del Occidente colectivo les asegura condiciones firmes para su tránsito en la región, donde tienen instaladas bases militares importantes. No obstante, en momentos de riesgo estos países podrían dar prioridad a sus propias organizaciones (Liga Árabe, OPEP y otras). Esto configura una cierta inseguridad y el posicionamiento de una cuña dentro de la región es clave para mantener presencia y capacidad de intervención.
Otros conflictos en esa región, en los que ha estado siempre involucrado Estados Unidos, apuntan en el mismo sentido de no sacar el pie para mantener una plataforma permanente de intervención. Casi siempre acompañado de los países europeos que apelan a su influencia colonial del pasado o a sus intereses económicos presentes.
Todo el proceso de desgaste y devastación de Siria, la introducción de mercenarios potenciando inconformidades y quebraduras internas, destruyendo tejido social, provocando desplazamientos y daños físicos hasta que se perfiló la posibilidad de que un alto miembro de Al Qaida, supuestamente la organización terrorista más temible y enemiga de la democracia, fuera reconocido como nuevo gobernante, tiene relación con la posición geoestartégica de Siria en la ruta, consagrada por la muy larga historia del comercio intercontinental.
Los yacimientos de gas
Los grandes yacimientos encontrados en 1999 a una distancia de 17 a 21 millas náuticas de la costa de Gaza, en aguas territoriales palestinas, se estiman en 32 billones de m3 de gas natural. Un auténtico botín. Su explotación augura no sólo abastecimiento seguro para Israel sino amplias ganancias en el mercado, dada su cercanía con una Europa que, al calor de su involucramiento contra Rusia, se ha sumido en una grave crisis energética. La carencia europea de fuentes propias y los ajustes presupuestales que ha significado cambiar a los proveedores rusos por estadounidenses, así como el aumento fuera de proporción de sus partidas militares, convierte a Europa en un mercado casi cautivo, muy conveniente para resarcir las pérdidas económicas generadas por la operación genocida impulsada desde el 7 de octubre de 2023. No obstante, desde su descubrimiento, las autoridades palestinas concedieron a British Gas un contrato de 25 años para explotar el yacimiento de gas de esta zona, del cual los palestinos no se han beneficiado hasta ahora, cuestión que explica las posiciones adoptadas por Gran Bretaña con respecto al genocidio en Gaza.
Conexiones y rutas
En septiembre de 2023, un mes antes del inicio de la incursión israelí sobre Gaza, la reunión del G-20 dio marco a la firma de la Alianza para la Infraestructura y la Inversión Global y al Corredor Económico India-Medio Oriente-Europa (IMEC), entre la India, Estados Unidos, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Francia, Alemania, Italia y la Unión Europea. Las rutas de conexión de este corredor ya no están planeadas a través del canal de Suez sino que exploran alternativas en las que Arabia Saudita constituye un centro y sus recorridos la llevan a buscar el paso por Jordania, Israel o Palestina. En el diseño publicado la ruta pasa al lado de Gaza y sube hasta Haifa, pero una ruta alternativa, que es insinuada en el video oficial del IMEC y se antoja más ágil, podría simplemente cruzar por Gaza, alcanzando más rápidamente la salida al Mediterráneo (ver mapa 2).
El propósito explícito del IMEC es hacer frente a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés) impulsada en 2013 por China y a la que han adherido hasta ahora alrededor de 150 países, con grados diversos de compromiso. La potencia económica de China y el estilo de relaciones win-win que emprende con el resto del mundo, la formación y el liderazgo que ejerce en los BRICS, además del afianzamiento de lazos con potencias regionales que Estados Unidos identifica como enemigas, como Rusia e Irán, configuran una especie de coalición o alianza que pone en dificultades el liderazgo estadounidense, la posición del dólar y la permisividad con que en otro momento Estados Unidos imponía sus condiciones al resto del mundo. La alianza con la India, otra de las potencias económicas de Asia, es vital para mantener las fuerzas en equilibrio y para contrapesar regionalmente a China y éste era exactamente el propósito del IMEC que, en ese sentido, resulta ser un proyecto estratégico.
Ya desde antes, Israel tenía el proyecto de un canal que conectara el Mar Rojo con el Mediterráneo, alternativo al de Suez. Iniciando en el puerto de Eliat, la ruta era demasiado larga para Ashkelon o Haifa -lo mismo que para el IMEC- y físicamente complicada. Lo ideal era llevarlo a lo largo de la frontera con Egipto para salir por Gaza (ver mapa 3). Para esto, el único requisito era contar con la anuencia de los gazatíes o, si no, erradicarlos. Y, para eso, en una relación tensa y conflictiva ya antigua, cualquier chispa permitiría detonar lo que definitivamente no es una guerra, sino una masacre.
Estos dos proyectos en realidad son confluyentes, quizá porque tienen un mismo origen inspirador. Coinciden en la necesidad de habilitar un nuevo puerto en el Mediterráneo para dar una salida adicional al IMEC y para cubrir las necesidades de la zona, una vez reconstruida y rehabilitada.
Lo más revelador sobre los hilos ocultos que han alimentado el genocidio en Gaza, es que estos dos proyectos de infraestructura embonan perfectamente con el pretencioso proyecto GREAT Trust lanzado por Donald Trump que contempla, además de un conjunto de desarrollos inmobiliarios y una rivera de alto nivel, “Ferrocarriles, oleoductos y cables de fibra masivos construidos para conectar la Puerta Abraham con los centros regionales a lo largo del IMEC: Arabia Saudita/Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Israel y Jordania.”
Semejante proyecto, que ha salido recientemente a la luz pública, está planeado desde tiempo atrás pues su diseño, los cálculos financieros y los subproyectos involucrados, como el de habilitar plantas de producción de autos eléctricos Tesla, datan por lo menos de antes del distanciamiento de Elon Musk y Trump. Asimismo las fechas de firma del IMEC justo un mes antes de la urgencia de Israel por despoblar totalmente Gaza, que se repite desde el 7 de octubre de 2023, parece develar una parte importante de la explicación del genocidio sin freno que se desarrolla desde entonces en Gaza, sin dejar de considerar que se inscribe dentro del marco de una historia que lleva ya más de 70 años y que Israel está empeñado en terminar en este momento, con la erradicación -léase exterminio- no de Hamas, sino de la población gazatí toda.
Lo perverso de la ofensiva israelí-estadounidense-británica en Gaza parece constatarse mientras más información se va filtrando. Se revela también en las cínicas declaraciones de varios de los miembros del gobierno de Netanyahu, entre las que destacan las de su Ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, asegurando que están negociando con Estados Unidos cómo “repartir” el territorio de Gaza una vez termine el conflicto y señalando a Gaza como una “mina de oro inmobiliaria” (“real estate bonanza”), indicando que ya hay un plan de negocios (“business plan”) para reconstruir el territorio tras la destrucción. “We have paid a lot of money for this war. We have to see how we are dividing up the land in percentages.”
Esta declaración no sólo muestra con toda frialdad el cálculo económico de un genocidio que permitirá reportar grandes ganancias en un futuro no muy distante, según sus cálculos, sino que pone en evidencia la complicidad de varios socios que tendrán que repartirse el botín. Los porcentajes de tierra de los que dispondrá, en teoría, cada uno de los protagonistas de la destrucción/reconstrucción, se relaciona con el grado de participación en la limpieza de la zona; con la dimensión de su involucramiento en la acción genocida que el mundo no termina de condenar, porque también están en juego sus intereses y su sumisión a los grandes poderes.
A dos años de la embestida, con más 70 mil muertos en el acto y otros 280 mil indirectos; con una enorme cantidad de mutilados; con daños profundos e irreversibles en las mentes y los corazones de los gazatíes; con miles de niños que crecerán marcados por el horror de estos días, el pueblo palestino resiste. Gaza es y seguirá siendo el signo del horror contemporáneo, pero también el de la resistencia y la vida. Sin Gaza y los gazatíes, no hay oportunidad para la vida. Gaza no es sólo un territorio en el Medio Oriente, es la llave que abre el futuro de la humanidad.
Fuente: ALAI - Octubre 2025

