Comentarios - Imperio con imperialismo

[b]James Petras[/b] [i]Traducción para Rebelión: Germán Leyens[/i]

"Imperio" es un libro extraño. Siendo que EE.UU. es la única superpotencia, cuando un 50 por ciento de las 500 mayores multinacionales son de propiedad estadounidense y están domiciliadas en EE.UU. y cuando Washington está conduciendo una guerra de intervención contra Afganistán -después de guerras intervencionistas anteriores en los Balcanes, en América Central (Panamá), en el Caribe (Granada) y guerras por encargo en Colombia (Plan Colombia) y antes en Angola, Mozambique, Nicaragua-, los autores de este libro tan elogiado, nos cuentan que el imperialismo es algo del pasado. Argumentan que el "Imperio" es un fenómeno pos-imperialista en el que el poder se dispersa y ninguna nación aislada puede controlar el "imperio". Además argumentan que el "imperio" es un adelanto positivo en la historia del mundo. "La cosa [sic] que llamamos el Imperio es en realidad una enorme mejora histórica respecto al sistema y al imperialismo internacionales." Después de 413 páginas de texto y 57 páginas de notas, lo mejor que los autores saben hacer es decirnos que "en este espacio terso (?) del Imperio no hay un sitio determinado de poder -está en todas partes y en ninguna-. El Imperio es una OU-Topia o realmente un no-sitio "(p.190). Sin una noción clara de los agentes del "imperio" ni su dinámica en los estados imperiales realmente existentes y sus corporaciones, se nos dice que el Imperio es imperial pero no imperialista, que la Constitución de EE.UU. es imperial y no imperialista. De esto deducen (y nosotros aprendemos) que la Constitución de EE.UU. es imperial porque (en contraste con el proyecto del imperialismo de expandir constantemente en forma lineal su poder en espacios cerrados e invadir, destruir, y subsumir a los países sometidos bajo su soberanía) "el proyecto constitucional de EE.UU. está construido sobre el modelo de la rearticulación de un espacio abierto y de reinventar incesantemente diversas y singulares redes a través de un terreno ilimitado. La idea contemporánea de Imperio nace a través de la expansión global del proyecto constitucional interno de EE.UU." (p.182). En otras palabras, la celebración del Imperio, es también una celebración del constitucionalismo de EE.UU. (de la idea para ser exactos), que es un modelo para la "democratización" del Imperio. El estudio se deshace de las clases y de los conflictos de clase como pasados de moda e imprecisos, y los sustituye con la noción "multitudes biopolíticas de producción" -un término que nunca es delineado claramente y que no tiene una especificidad histórica o empírica-. Aparte de "multitudes", no hay agencias designadas para la "revolución" anunciada pero no especificada. El programa de esta novedosa revolución no es muy diferente del que es adoptado por los socialdemócratas del estado de bienestar.

Se ha escrito mucho sobre el "empuje del libro, su grandeza teórica". Frederic Jameson, colega de Hardt en Duke, lo llama "la primera nueva gran síntesis teórica del nuevo milenio". [1] Dejando a un lado la hipérbola, pocos de los críticos literarios han comentado la falta de evidencia histórica y empírica para basar su sin número de aserciones no fundamentadas. Los autores argumentan desde el comienzo que los orígenes intelectuales de la revolución estadounidense pueden ser encontrados en Spinoza y Maquiavelo. A Rousseau y a Locke los echan con cajas destempladas, a pesar de su mayor relevancia inmediata. Discusiones extensas y tendenciosas de la soberanía están entremezcladas con aserciones reduccionistas que colapsan o que omiten numerosas diferencias. Por ejemplo, en su discusión del totalitarismo y de la nación-estado, argumentan "Si Alemania nazi es el tipo ideal de la transformación de la soberanía moderna en soberanía nacional y de la articulación en su forma capitalista, la Rusia estalinista es el tipo ideal de la transmisión del interés popular y la cruel lógica que resulta lleva a un proyecto de modernización nacional, movilizando para sus propias intenciones las fuerzas productivas que ansían liberarse del capitalismo" (p.110). He citado extensivamente para ilustrar la naturaleza confusa, ilógica, anti-histórica de las amplias y vacuas generalizaciones de los autores. ¿Qué base empírica o histórica existe para pretender que Alemania nazi es el "tipo ideal"? La soberanía nacional existía antes de los nazis y continúa después de su desaparición en entornos no-totalitarios. Si la Rusia de Stalin encarnaba "el interés popular" ¿por qué iba alguien a buscar su liberación de ella? "Lógica cruel" de los "intereses populares" son cuentos del antiguo régimen -difícilmente una base para la orientación de las "multitudes" que según los autores son las nuevas agencias para democratizar el mundo-.

Los autores se involucran en lo que George Saboul calificó una vez de enfoque de "aspiradora" a la historia: un poco de historia antigua, una pizca de exégesis de teoría política elemental, una evaluación de los pros y los contras del posmodernismo, una celebración del constitucionalismo estadounidense, una breve sinopsis del colonialismo y del poscolonialismo. Estas incursiones discursivas proveen un brillo intelectual al argumento central que trata del mundo contemporáneo: la desaparición del imperialismo; la obsolescencia de los estados imperiales, de los estados-nación (y de las fronteras) y la supremacía de un Imperio mal definido, la globalización y los organismos gobernantes supranacionales, aparentemente similares a las Naciones Unidas.

Comencemos con la aserción de Negri y Hardt (NH) sobre la decadencia del estado nacional o imperial. Su argumento a favor de un imperio sin estados, exagera la autonomía del capital respecto al estado y repite como un logro las falsas propuestas de los ideólogos del libre mercado que pretenden que el "mercado mundial" es supremo. Contrariamente a lo que pretenden NH, el estado nacional en el mundo contemporáneo, tanto en su forma imperial como en la neocolonial, ha expandido su actividad. Lejos de ser un anacronismo, el estado se ha convertido en un elemento central de la economía mundial y dentro de los estados-nación. Sin embargo, las actividades del estado varían según su carácter de clase y si son estados imperiales o neocoloniales. [2]

En los últimos años, la centralidad del estado imperial ha sido evidenciada en áreas fundamentales de las actividades político-económicas, culturales y económicas que refuerzan la posición de los poderes imperiales, particularmente de EE.UU.

Gestión de crisis
Durante la última década, han ocurrido varias crisis importantes en los sectores financiero y económico, en varias regiones del mundo. En cada caso, los estados imperiales, sobre todo el estado EE.UU., han intervenido para salvar a las compañías multinacionales, y evitar el colapso de los sistemas financieros. Por ejemplo, en 1994, cuando el sistema financiero mexicano estuvo al borde del colapso, el presidente Clinton intervino para enviar 20.000 millones de dólares al estado mexicano a fin de rescatar a los inversionistas estadounidenses y estabilizar el peso. Otro caso fue durante la crisis asiática de 1998, cuando EE.UU. y algunos gobiernos europeos aprobaron un paquete de rescate por miles de millones de dólares del FMI y del Banco Mundial a cambio de una apertura de sus economías, a la adquisición de sus industrias básicas por empresas extranjeras, particularmente en el caso de Corea del Sur. En la crisis brasileña en 1999 y en la crisis argentina en 2001, Washington presionó a las instituciones financieras internacionales (IFIs) para que rescataran a los regímenes. Dentro de EE.UU. la amenaza de bancarrota de un importante banco internacional de inversiones, llevó a la Reserva Federal (banco central) a intervenir, influyendo a favor de un rescate por bancos privados. En una palabra, con cada vez más frecuencia y con medios cada vez mayores, el estado imperial ha jugado un papel dominante en la gestión de crisis, salvando de la bancarrota a importantes inversionistas, apuntalando a compañías multinacionales insolventes e impidiendo el colapso de divisas. Más que nunca, las compañías multinacionales y la llamada "economía global" dependen de la constante y masiva intervención de los estados imperiales para administrar la crisis, y conseguir ventajas (adquisiciones de empresas locales).

Competencia inter-imperialista
Las competencias entre poderes imperiales rivales, empresas económicas y compañías multinacionales han sido encabezadas esencialmente por estados imperiales rivales. Por ejemplo, el estado imperial EE.UU. dirige la lucha por la apertura de los mercados europeos a la carne de vacuno estadounidense, y a las exportaciones estadounidenses de plátanos de América del Sur y de Centroamérica, mientras los estados japonés y europeos negocian con EE.UU. para aumentar la 'cuota' de una serie de exportaciones, incluyendo el acero, los textiles, etc. El comercio y los mercados son generalmente definidos por acuerdos de estado a estado. La "globalización" no es sólo un producto del "crecimiento de las compañías multinacionales", sino que sobre todo un artificio de acuerdos de estado a estado. La competencia entre capitales es lograda, influenciada, y dirigida por el estado. Los mercados no van más allá del estado, sino que operan dentro de fronteras definidas por el estado.

Conquista de mercados
El estado juega un papel que todo lo invade y que es importante en la conquista de mercados extranjeros y en la protección de mercados locales. En el primer caso, el estado otorga subsidios indirectos y directos a los sectores de exportación. [3] En EE.UU. las exportaciones agrícolas reciben agua y energía eléctrica subvencionadas, y subsidios en la forma de reducciones impositivas. En segundo lugar, el estado imperial, a través de las IFIs, hace presión sobre los estados receptores de préstamos en el Tercer Mundo, a través de acuerdos condicionados, para que reduzcan o eliminen las barreras arancelarias, y que privaticen o desnacionalicen empresas, permitiendo así que las compañías multinacionales estadounidenses, europeas y japonesas penetren los mercados y adquieran empresas locales. La llamada "globalización" no existiría si no fuera por la intervención estatal, ni los mercados seguirían abiertos si no fuera por la intervención militar y electoral del estado imperial, por las amenazas o la presión político-económicas, y el reclutamiento de clientes locales.

El imperialismo adopta muchas formas, pero persigue objetivos similares: la conquista de mercados, la penetración de competidores y la protección de sus mercados interiores. EE.UU. tiene un sistema minucioso de barreras arancelarias en una amplia gama de productos de importancia estratégica: las importaciones de automóviles están limitadas por cuotas, así como el azúcar, los textiles, el acero, etc. [4] Una multiplicidad de limitaciones no-tradicionales y de acuerdos informales limitan a los países exportadores en sus intentos de penetrar los mercados de EE.UU. -todos negociados de estado a estado-. En muchos casos, en sus negociaciones con regímenes neocoloniales, como Brasil bajo Cardoso, el estado EE.UU. rechaza la reciprocidad, exigiendo y logrando la liberalización de la industria informática, mientras restringe las exportaciones de acero brasileñas, con el falso pretexto de acusaciones "anti-dumping".

Acuerdos comerciales
Todos los mayores acuerdos comerciales, la liberalización del comercio y el establecimiento de nuevas regulaciones del comercio, son negociados por los estados, impuestos por los estados y sometidos a modificaciones por los estados. El GATT, la OMC, y las Convenciones de Lomé, que establecieron las bases para el comercio y el marco para las redes comerciales globales, fueron formulados por los estados. Además, los pactos comerciales bilaterales, así como aquellos regionales multilaterales, como NAFTA (TLCAN), ALCA, son iniciados por el estado para abrir nuevos mercados para las multinacionales. El estado imperial opera en sinergia con sus corporaciones multinacionales. La "expansión en los mercados" no tiene nada que ver con el que las corporaciones multinacionales sustituyan a estados anacrónicos: por el contrario, la mayor parte de los movimientos de capital a los nuevos mercados depende de la intervención del estado para derribar barreras y en algunos casos desestabilizar a los regímenes nacionalistas.

Acuerdos de Inversión
Los estados imperiales de la UE imponen poderosas barreras restrictivas para sus productos agrícolas. EE.UU. y los estados europeos, subvencionan fuertemente la agricultura con tarifas bajas para la electricidad y el consumo de agua. La investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías son fuertemente financiadas por el estado y luego transferidas a las multinacionales. En cada etapa, antes, durante y después, de la expansión de las compañías multinacionales en el extranjero dentro del mercado internacional, el estado está implicado profundamente. Además, donde las empresas nacionales no son competitivas, los estados imperiales inventan pretextos para protegerlas de productores más eficientes. Japón protege a sus productores de arroz, aunque su producción sea diez veces más cara para los consumidores. EE.UU. da inmensos subsidios a los exportadores del agro-comercio en la forma de investigación, bajos costos del agua y préstamos condicionados a la compra de exportaciones de trigo estadounidenses. La UE subvenciona la formación de sus industrias de alta tecnología.

El estatismo o el neo-estatismo es el eje de la "expansión global" de las compañías multinacionales, ubicadas en los estados imperiales. El estado ha crecido, su alcance se ha extendido, su papel en la economía internacional es esencial. La retórica vacía de los "libre mercados" promovida por los ideólogos conservadores ha sido consumida y cotorreada por la "izquierda globalista". Mientras NH escriben sobre la decadencia del papel del estado, la Derecha ha actuado para promover la actividad del estado en apoyo de los intereses de las compañías multinacionales. Mientras NH escriben de la "globalización" de los mercados, las multinacionales de los países imperiales y sus estados se reparten los mercados, aumentando sus esferas de dominación y control.

Sobre todo, el estado imperial no es simplemente una institución económica; la expansión en el exterior de las compañías multinacionales depende fuertemente del rol militar y político del estado imperial.

Expansión del poder político y militar del estado imperial
La expansión en el exterior de las compañías multinacionales ha sido posibilitada por la expansión militar y política del imperialismo euro-estadounidense a través de la OTAN y de ejércitos supletorios en Africa meridional, América Latina, y Asia. En Rusia (la antigua URSS) y Europa Oriental, los estados imperiales han auspiciado y apoyado regímenes clientes, estableciendo los fundamentos para la adquisición de una vasta selección de industrias estratégicas, recursos energéticos, etc. El triunfo del estado imperial EE.UU. sobre la URSS produjo el ímpetu para desmantelar los estados de bienestar en Europa y lo que pretendía ser un estado de bienestar en EE.UU. Las guerras euro-estadounidenses en el Golfo y en los Balcanes consolidaron la dominación de los estados imperiales y extendieron su influencia sobre los estados disidentes. La desestabilización de los antiguos regímenes comunistas, las guerras destructivas contra los regímenes nacionalistas y socialistas en Africa meridional, América Latina y otras partes, abrió esos regímenes a las recetas de la política neoliberal. La expansión militar fue organizada por aparatos estatales que acompañaron y promovieron la expansión exterior de las compañías multinacionales.

La así llamada globalización creció en el cañón de un fusil -un fusil estatal imperial-. Para proteger aún mejor el capital en el extranjero, EE.UU. y la UE crearon una nueva doctrina de la OTAN que legaliza las guerras ofensivas, fuera de Europa contra cualquier país que amenace sus intereses económicos vitales (sus compañías multinacionales). [5] La OTAN ha sido expandida incorporando a nuevos estados-cliente en Europa Oriental, y a nuevos "asociados por la paz" entre los estados bálticos y las antiguas repúblicas de la URSS (Georgia, Kazajstán, etc.). En otras palabras, las alianzas militares estatales imperiales incorporan más estados, involucrando más aparatos estatales que antes -para asegurar el libre paso de las compañías multinacionales a sus países y facilitar el flujo de los beneficios a sus centrales en EE.UU. y en Europa Occidental-.

El estado y los medios de comunicación de masas
Mientras los medios de comunicación de masas y su propaganda político-cultural atraviesan más fronteras que nunca, su propiedad y control están fuertemente concentrados en manos de compañías multinacionales de EE.UU. y Europa. El mensaje es crecientemente homogéneo, y la fuente e inspiración está estrechamente coordinada con los que deciden las políticas en Washington, Berlín, Londres, etc. Los flujos globales, los controles imperiales son la esencia de los medios de comunicación de masas de la actualidad. Las compañías mediáticas multinacionales miran hacia los estados y funcionarios imperiales para establecer su línea política, como es explícitamente declarado durante la Guerra de Afganistán, y definen los parámetros para la discusión, mientras cosechan los beneficios.

En conclusión, los estados imperiales, lejos de ser substituidos por la expansión en el exterior del capital, han crecido y se han convertido en componentes esenciales de la economía política mundial. El concepto de imperio de NH, encubre el papel del estado imperial, disminuyendo así la importancia de un adversario esencial, en las primeras líneas de la defensa de los privilegios y el poder de las compañías multinacionales.

Hardt y Negri basan sus argumentos sobre un imperio sin estados y sin clases, sin imperialismo, en una noción de un mercado mundial dominado por las corporaciones multinacionales, las que, argumentan, "deberán eventualmente superar el imperialismo y destruir las barreras entre el interior y el exterior." (p.234). Esas compañías multinacionales "globales" han convertido a las naciones y a los estados imperiales en anacronismos.

NH no suministran informaciones sobre la organización interna de las compañías multinacionales (CMN), ningún análisis de la estructura de la toma de decisiones, ninguna discusión de sus relaciones con los estados. Teorizar por decreto es una manera conveniente de evadir estudios empíricos inconvenientes. El argumento de Hardt y Negri se basa esencialmente en seis suposiciones no fundamentadas.

Suposición 1:
Las CMN son corporaciones globales que no tienen una ubicación específica en ninguna nación-estado en particular. Forman una nueva economía mundial divorciada de los controles nacionales y forman parte de una nueva clase gobernante del mundo.

Esta suposición se basa en el hecho de que corporaciones en gran escala operan en una gran cantidad de países, son móviles y tienen el poder de evadir impuestos y regulaciones en muchas jurisdicciones nacionales. Hay varios problemas conceptuales y empíricos con esta suposición.

En primer lugar, el que las CMN operen en muchos países no cambia en nada el hecho que sus oficinas centrales, donde se concentra la mayoría de sus decisiones estratégicas, sus directores, y sus beneficios, están ubicadas en EE.UU., Europa, y Japón. [6]

En segundo lugar, la movilidad se basa en decisiones estratégicas adoptadas por los directores en las oficinas centrales en los centros imperiales. Esas decisiones dependen de las condiciones políticas y económicas creadas por el estado imperial y sus representantes en las IFIs. La movilidad está supeditada a las relaciones entre estados.

En tercer lugar, la evasión de impuestos y regulaciones, es posible gracias a políticas deliberadas de los estados imperiales y de sus bancos multinacionales. [7] El no-cumplimiento de las leyes contra transferencias de beneficios ilícitos de los países neocoloniales a los países imperiales, es una forma de actividad estatal que favorece la transferencia en gran escala de riquezas que fortalecen las cuentas externas. El abierto desacato por las CMN de las regulaciones de los estados neocoloniales, forma parte de un sistema más amplio de relaciones de poder, aseguradas por las relaciones entre estados imperiales y neocoloniales.

Suposición 2:
Los antiguos gobiernos-estado han sido substituidos por un nuevo gobierno mundial, formado de los dirigentes de las IFIs, de la OMC, y los jefes de las CMN (p.326). Es un argumento basado en una discusión superficial de epifenómenos, en lugar de una visión analítica más profunda de la estructura del poder. Aunque es cierto que las IFIs toman muchas decisiones importantes en numerosos emplazamientos geográficos, que afectan importantes sectores económicos y sociales, esas decisiones y los que las toman, están estrechamente ligados a los estados imperiales y a las CMN que los influencian. Todos los principales funcionarios de las IFIs son nombrados por sus gobiernos nacionales/imperiales. Todas las fundamentales orientaciones políticas que determinan sus préstamos y las condiciones para otorgarlos, son establecidas por los ministros de finanzas, del tesoro y de economía de los estados imperiales. La inmensa mayoría de los fondos de las IFIs provienen de los estados imperiales. La representación en el consejo ejecutivo de las IFIs está basada en la proporción de la contribución financiera de los estados imperiales. El FMI y el Banco Mundial han sido siempre dirigidos por individuos de EE.UU. o de la UE. [8] La visión de Hardt y Negri del poder de las IFIs se basa en una discusión del poder resultante y no de su fuente en los estados imperiales. En este sentido, el poder internacional se basa en los estados imperiales y no en las entidades supranacionales. Este último concepto sobreestima en demasía la autonomía de las IFIs y subestima su subordinación a los estados imperiales. La verdadera significación de las IFIs es cómo magnifican, extienden y profundizan el poder de los estados imperiales y cómo se convierten en un campo de competencia entre estados imperiales rivales. Lejos de sustituir a los viejos estados, las IFIs han reforzado sus posiciones.

Suposición 3
Uno de los argumentos comunes de teóricos globalistas como Hardt y Negri es que ha habido una revolución de la información que ha eliminado las fronteras de los estados, transformado el capitalismo y creado una nueva época (p.145) trayendo nuevos ímpetus al desarrollo de las fuerzas productivas. La pretensión que las tecnologías de la información hayan revolucionado las economías y así hayan creado una nueva economía global en la que los estados nacionales y las economías nacionales resultan superfluos, es extremadamente dudosa. Una comparación del crecimiento de la productividad en EE.UU. durante el medio siglo pasado no apoya el argumento globalista. Entre 1953 y 1972, antes de la llamada revolución de la información, la productividad en EE.UU. creció un promedio de 2,5%; con la introducción de los ordenadores, el crecimiento de la productividad entre 1973 y 1995, fue menos de la mitad. [9] Incluso en el llamado período del boom de 1995 a 1999, el crecimiento de la productividad fue de un 2,5%, aproximadamente lo mismo que en el período anterior a los ordenadores. Japón, que hace el uso más extensivo de ordenadores y de robots, ha sufrido una década de estagnación y de crisis. Durante el año 2000-01. el sector informático entró en una profunda crisis, decenas de miles fueron despedidos, cientos de firmas quebraron, las acciones bajaron su valor cerca de un 80%. La burbuja especulativa, que definía la llamada economía de la información, reventó. Además, la mayor fuente del pretendido crecimiento de la productividad fue la informatización de la producción de ordenadores. Se ha demostrado en estudios al respecto que el uso de ordenadores en oficinas se orienta más hacia el uso personal que hacia el intercambio de ideas. Se calcula que hasta un 60% del tiempo en los ordenadores es utilizado en actividades que no tienen relación con la empresa. Los fabricantes de ordenadores totalizan un 1,2% de la economía estadounidense y menos de un 5% del capital social. [10]

Además, el censo de la población de EE.UU. da otra explicación de las altas cifras de productividad - los 5 millones de inmigrantes ilegales que inundaron el mercado laboral de EE.UU. en los años 90. Ya que la productividad es medida por la producción por trabajador registrado, los 5 millones de trabajadores no contados inflan los datos de productividad. Si los 5 millones fueran incluidos, las cifras de productividad se desinflarían.

Con la declinación de la economía de la información y sus valoraciones en la bolsa, se hace claro que la "revolución informática" no es la fuerza trascendental que define las economías de los principales estados imperiales, ni mucho menos que puedan definir un nuevo orden mundial. El que la mayor parte de la gente tenga ordenadores y navegue en Internet, que algunas firmas controlen mejor sus inventarios, no significan que el poder haya trascendido la nación-estado. Las afirmaciones de los publicistas sobre la "revolución informática" suenan vacías, cuando los inversionistas en las bolsas del mundo, transfieren fondos hacia la economía real, lejos de las compañías de alta tecnología que no muestran beneficios y aumentan sus pérdidas.

Suposición 4
En relación con la suposición anterior, los globalistas NH argumentan que estamos viviendo en una Nueva Economía que ha sustituido a la Vieja Economía, de manufactura, minería, agricultura y servicios sociales (pp. 3-21). Según los globalistas, el 'mercado' crea nuevas eficiencias producidas por las nuevas tecnologías y asegura un elevado crecimiento. La recesión de fines de 2000 a 2002 refuta claramente las afirmaciones de los ideólogos de la Nueva Economía: el ciclo económico continúa operando y, además, el ciclo es particularmente acentuado por la naturaleza altamente especulativa de la "Nueva Economía". El resultado es que la "Nueva Economía" muestra todas las características de una economía especulativa volátil, movida por las promesas exorbitantes de altos rendimientos. En la ausencia de beneficios o incluso de ingresos, resulta que gran parte de lo que era promocionado como una 'Nueva Economía' era, en realidad, un colosal timo financiero, en el que los altos rendimientos para los primeros inversionistas llevaron a la ruina de los que los siguieron.

Las "nuevas eficiencias" pronosticadas no superaron la lógica del ciclo económico capitalista. La "producción justo a tiempo" se basaba en un crecimiento continuo y estable de la demanda. La recesión de 2000 a 2002, la declinación repentina de la demanda, llevaron a una acumulación de inventarios entre los productores y los vendedores, y a los despidos resultantes. Problemas de cash-flow, creciente endeudamiento y las bancarrotas características de la "Vieja Economía", reaparecieron con fuerza.

Es claro que la llamada "Nueva Economía" no supera la crisis capitalista, en realidad es más vulnerable y tiene menos recursos a los que recurrir, ya que la mayor parte de su cash-flow depende de las expectativas especulativas de continuos altos rendimientos. La disminución de las entradas por publicidad comercial en los sitios de la red y la saturación del mercado de ordenadores, han llevado a una crisis estructural tanto para productores de hardware como para los de software, conduciendo a una inmensa escarda en la "industria" -el exorbitante "valor ficticio" de las acciones se desplomó a una fracción de su valor y las principales compañías de Internet luchan por sobrevivir, ¡cómo para que vayan a definir la naturaleza de una "nueva época capitalista"!-.

Suposición 5
Los teóricos globalistas como NH escriben sobre un "sistema imperial" en lugar de estados imperialistas (prefacio), como si lo uno pudiera existir sin lo otro. El "sistema" no tiene "centro" ya que todos los estados han perdido su especial importancia ante las todopoderosas CMNs que dominan los mercados. Los enfoques sistémicos no llegan a reconocer el poder clasista e institucional de los bancos e industrias de propiedad y dirección nacionales. Lo que es aún más fatal, los teóricos sistémicos no llegan a asociar las estructuras, las operaciones, los códigos legales y los lazos entre los estados imperiales, las corporaciones multinacionales y sus vástagos en las IFIs y el amplio alcance de su poder y de su concentración de beneficios, intereses, arrendamientos y royalties en los países imperialistas. El "sistema" se deriva de, y es apoyado por, las fuerzas combinadas del estado imperial y sus CMNs. Abstraer de las especificidades de la propiedad y del poder estatal para describir un sistema imperial, es perder de vista las contradicciones y conflictos básicos, las rivalidades imperiales interestatales y las luchas de clase por el poder en el estado.

Suposición 6
NH operan a un tal nivel de abstracción al definir las configuraciones del poder que oscurecen las variaciones más importantes en los regímenes, los estados, y las configuraciones de clase. Como resultado, no tienen una concepción muy convincente del cambio socio-económico. Su concepto del imperio se parece al enfoque del sistema mundial. En lugar de núcleo, semi-periferia y periferia, hablan de "imperio" y de "multitudes". Este tipo de estratificación simplista y abstracta de la economía y del poder mundiales, subordina la dinámica de las relaciones de clase a una distribución estática de cuotas de mercado. Las categorías abstractas oscurecen las diferencias fundamentales en los intereses de clase entre las naciones en cada categoría, diferencias que determinan cómo se distribuyen las cuotas de mercado, la posesión de la propiedad, los niveles de vida, así como las diferencias entre países dinámicos y estancados. Lo que es más fundamental, al considerar las posiciones de mercado, NH pasan por alto la ubicuidad del estado en la preservación y la confrontación de la relación entre los estados, las economías y la reconfiguración de la economía mundial.

El mito de la tercera revolución científico-tecnológica
El segundo argumento principal de N y H, es que vivimos en una época totalmente nueva. Un nuevo capitalismo, gracias a la tercera revolución científico-tecnológica (TRCT). Estudios empíricos detallados de la economía de los años 90, han refutado efectivamente el argumento de que la TI, la transmisión por fibra óptica, y la biotecnología inauguraron una "nueva época del capitalismo" al revolucionar las fuerzas de producción.

Japón, que "robotizó" temprano sus fábricas y que diseñó y aplicó muchos de los nuevos productos de la TI ha estado estancado (crecimiento promedio de aproximadamente un 1% durante los últimos 11 años) y entró a una aguda recesión en 2001). El sector manufacturero en EE.UU. tuvo un crecimiento negativo desde fines de agosto de 2000 que continúa durante 12 meses consecutivos - el período más prolongado de crecimiento negativo registrado desde el fin de la segunda guerra mundial. Se espera que la recesión continúe durante un período indeterminado - los cálculos van de 1 a 3 años. Las tasas de crecimiento de la TI fueron negativas durante todo el año 2001. Las perspectivas de una recuperación rápida no son nada de halagüeñas, ya que los niveles de ahorro negativos, los inmensos déficit, el fuerte dólar, inhiben el crecimiento interior o aquel nutrido por las exportaciones. Al coincidir las crisis estructural y cíclica, es muy probable que la recesión continúe durante algún tiempo. [11] La recesión desmiente totalmente a los ideólogos de la TI que declararon que la 'Nueva Economía' había hecho pasar de moda los ciclos económicos. En realidad, las compañías de TI han sido las más maltratadas en el bajón actual. Más de un 80 por ciento de las punto.com no dan beneficios. [12]

En segundo lugar, la actual economía de la TI es menos competitiva y más concentrada que nunca antes, ya que sólo unos pocos gigantes han sobrevivido y muchos han fracasado. Mientras miles de punto.com desaparecían, las principales 5 compañías de la TI retuvieron su posición entre las 10 más importantes del mundo. [13] La revolución de la productividad -un crecimiento de un 2,5%- se basaba en un breve intervalo de 4 años (1996-2000) y fue seguido por una disminución de la productividad a un 1,2% negativo durante el primer trimestre de 2001. [14]

Las inversiones de miles y miles de millones de dólares en la TI, desviaron las inversiones de otros usos más productivos, llevaron a una vasta sobrecapitalización de un sector con bajos rendimientos y con pocos efectos indirectos. Además, el mayor estímulo para la TI provino del engaño del año 2000 - la exageración de la posibilidad de una avería de los sistemas, con el comienzo del nuevo milenio. Cientos de miles de millones de dólares fueron gastados en la TI entre 1996 y 1999, para evitar un problema dudoso, sin tener virtualmente ningún efecto a largo plazo. No se realizó ninguna evaluación crítica o un análisis comparativo con países como Rusia, China, Finlandia, y otros pocos, que gastaron una fracción de lo que se gastó en Europa y en América del Norte en el Y-2K, sin sufrir una "avería catastrófica". Esto viene a presentar la pregunta si la burbuja de la TI propiamente tal, no fue un artefacto de un inmenso fraude promocional. En todo caso, los datos en los que se basan las pretensiones de la TI sobre una revolución productiva, son extremadamente limitados y problemáticos.

Un reciente estudio por Paul Strassman, uno de los principales críticos de los ideólogos de la TI, basado en el estudio de 3.000 compañías europeas, demuestra que no hay ninguna relación entre la inversión en ordenadores y la rentabilidad. [15] Por lo tanto, tres argumentos básicos de la revolución de la TI: que ha eliminado el ciclo económico, que ha generado una revolución sostenida de la productividad, y que produce elevados beneficios, no se ajustan a la realidad. Lo cierto es que las irracionalidades del capitalismo han sido ampliadas por la burbuja de la TI: el ciclo económico opera con toda su fuerza, la productividad tiende a estancarse, y existe una tendencia a que disminuya el nivel de rentabilidad.

Un artículo reciente de Robert Gordon que analiza el aumento de la productividad (entre 1995 y 1999) presenta serias dudas sobre las afirmaciones de Hardt y Negri sobre una "nueva época". [16] Señala que casi un 70% de las mejoras en productividad pueden deberse a una mejora de los sistemas de medición de la inflación (cálculos más bajos de la inflación significan necesariamente un mayor crecimiento de la producción real, por lo tanto de la productividad) y la reacción de la productividad al crecimiento excepcionalmente rápido de la producción del período de 3½ años. Por lo tanto, sólo un 30% del aumento de 1% de la productividad (o sea de un 3%) durante el período de 1995 a 1999, puede ser atribuido a la informatización de la llamada "revolución informática", difícilmente una revolución.

Según el estudio longitudinal de Gordon sobre el progreso técnico, que cubre el período entre 1950 y 1996, el período de máximo progreso técnico manifestado en el crecimiento anual multi-factores de la productividad, fue en el período entre 1950 y 1964, en los que alcanzó aproximadamente un 1,8%. El período de menor crecimiento multi-factores de la productividad en este siglo fue entre 1988 y 1996, aproximadamente un crecimiento de un 0,5%.17

Un reciente estudio empírico detallado del Mc Kinsey Global Institute demuestra que la aguda mejora en el desempeño económico de la economía de EE.UU. entre 1995 y 2000 fue debido a sólo un puñado de sectores empresariales y sobre todo no fue el resultado de un repentino aumento de las inversiones en la tecnología de la información. [18] El estudio demuestra que en la mayor parte de los sectores de la economía los grandes aumentos en las inversiones en la TI no produjeron mejora alguna en la productividad (www.mckensey.commends). El estudio provee información que demuestra que 53 sectores que representan un 69% de la economía contribuyeron sólo un 3% de crecimiento de la productividad. Esos 53 sectores realizaron un 62 por ciento de la aceleración en los gastos en TI. Muchos de ellos incluso tuvieron una deceleración de la productividad. Entre los sectores que mostraron un crecimiento acelerado, la TI fue sólo uno de numerosos factores.

Está claro que las innovaciones a principios y a mediados del siglo XX fueron causas mucho más importantes de mejoras generales de productividad en la economía que los sistemas electrónicos, informatizados, de fines del siglo XX.

Los fabricantes de ordenadores tienen una participación de un 1,2% en la economía de EE.UU. y de sólo un 2% en el capital social (1997). Aunque las corporaciones gastan montos sustanciales en ordenadores, es sobre todo para reemplazar otros anticuados. No hay evidencia que respalde las afirmaciones de NH de una "nueva época capitalista". [19]

La afirmación de Hardt y Negri sobre una nueva era capitalista no se basa en ninguna supuesta Tercera Revolución Científica de la Información.

La industria de la biotecnología, junto con la TI y las fibras de transmisión óptica fueron consideradas como los tres motores de la Nueva Economía. La industria de la biotecnología tiene más de un cuarto de siglo y aún tiene que proveer un flujo consistente de nuevos tratamientos y beneficios. Según Arthur Levinson, Presidente y Director General de Genetech, la mayor y más exitosa de las compañías de biotecnología "no ha habido ninguna revolución en la medicina en los últimos 25 años." [20] Según el Director Ejecutivo de otra compañía biotecnológica, Kevin Sharer, de Amgen, de los miles de millones de dólares invertidos en el sector, sólo han resultado en 63 nuevas drogas presentadas en el mercado. [21] Analistas del mercado señalan que sólo 25 de las más de 400 compañías de biofármacos de EE.UU. lograrán beneficios. [22] La mayor parte de los grupos fundados hace más de una década aún tienen que demostrar que son rentables. La mayor parte de los grupos de biotecnología de los años 80 ya no existen. Toda la publicidad promocional alrededor de las secuencias del genoma humano, que sigue atrayendo miles de millones, probablemente va a provocar desilusiones según Levinson. Como el timo de la TI, la revolución biotecnológica atrajo miles de millones de dólares, desviando inversiones de fines productivos, llevando al mismo tiempo a muchos hacia la bancarrota.

En los años 90, el presidente Clinton y los dirigentes, inversionistas, y académicos europeos occidentales vieron un brillante futuro para las fibras de transmisión óptica, la tercera fuerza en la "nueva época capitalista". Entre 1999 y 2000, más de 160 millones de kilómetros de fibras ópticas fueron instaladas en todo el mundo, mientras las compañías gastaban 35 mil millones de dólares para establecer redes de comunicación inspiradas por Internet. [23] Hoy sólo un 5% de la fibra instalada está "activado", pero los costos astronómicos de energía y de entrega al consumidor final, han llevado a una disminución dramática en las inversiones en la industria de la comunicación. Como en la biotecnología, el colapso ha impactado el resto de la economía: miles de millones invertidos en las compañías de telecomunicación parecen haber sido desperdiciados. El agotamiento de la inversión es una de las razones por las que la economía se ha paralizado. Los gigantes en los equipos de comunicación como Lucent Technologies y Nortel han declarado pérdidas de miles de millones. Nortel anunció una pérdida de 19 mil millones en el primer trimestre de 2001. En la primera mitad de 2001, hubo compañías que no pagaron 13.900 millones de dólares en bonos de telecomunicación resultando en pérdidas de los inversionistas por 12.800 millones de dólares. [24] Una vez más, la Revolución Técnico-Científica terminó reventando como una burbuja especulativa.

La "supremacía global" de EE.UU. y Europa se sostiene sobre 3 soportes inestables e insostenibles. Uno reposa sobre un sector altamente vulnerable y especulativo, tendiente a gran volatilidad y que entra en una profunda recesión. El segundo es el alto nivel de transferencias de beneficios, pagos de intereses y royalties de sus respectivas áreas colonizadas. Sólo en el caso de América Latina se transfirieron entre 1990 y 1998 más de 700 mil millones de dólares en pagos a bancos y multinacionales en Europa y EE.UU. [25] La tercera base del imperio es el poder político (incluyendo el poder de imprimir dinero para cubrir los déficit) y la seguridad que los estados euro-estadounidenses ofrecen a los nacionales extranjeros que transfieren fondos, incluyendo miles de millones obtenidos ilegalmente en sus respectivos países. El poder político y la seguridad de los estados imperiales dependen de la aquiescencia o del consenso de sectores económicos estratégicos que son vulnerables a la competencia de libre mercado de países rivales imperiales y no-imperiales. Por ejemplo, a causa del fuerte dólar, las corporaciones siderúrgicas estadounidenses tienen dificultades para exportar bienes o incluso para competir en el mercado de EE.UU.

El problema para los gobernantes euro-estadounidenses es cómo administrar sus imperios frente a una creciente recesión, un sector de la TI deprimido y el creciente desempleo en los sectores económicos que no son competitivos en el mercado mundial.

El nuevo imperialismo: alternativa al "Imperio"
El neoliberalismo siempre fue un mito: los estados imperiales nunca han abierto completamente sus mercados, eliminado todos los subsidios o dejado de intervenir para apoyar o proteger a sectores económicos estratégicos, sea por razones políticas o sociales. El imperialismo neoliberal siempre significó una apertura selectiva a países seleccionados durante períodos especificados en áreas seleccionadas de productos. El gobierno de EE.UU. abrió mercados a productos producidos por afiliadas estadounidenses en países extranjeros. "El libre comercio" en el país imperial no se basaba en criterios económicos sino que políticos. Por otro lado, los responsables de la política en Europa y EE.UU., y sus empleados en el FMI-Banco Mundial, predicaron el "fundamentalismo de mercado" al Tercer Mundo: la eliminación de todas las barreras arancelarias, subsidios y regulaciones, para todos los productos y servicios en todos los sectores. Las prácticas selectivas de libre mercado de los estados imperiales permitieron que sus multinacionales se aprovecharan de las oportunidades de mercado en los países-objetivo, practicando fundamentalismo de mercado mientras protegían los sectores económicos interiores que afectaban a importantes electorados políticos. El conflicto apareció cuando los dos rivales imperiales, EE.UU. y Europa (ambos activos en el libre mercadeo selectivo) trataron de abrir los mercados de los otros mientras protegían áreas importantes por su influencia electoral.

Con el advenimiento de la triple crisis de recesión, colapso especulativo y de competencia intensificada, los países imperiales han recurrido a una mayor intervención estatal en una multiplicidad de sectores: mayores subsidios agrícolas y otros subsidios estatales -30.000 millones de dólares en EE.UU. en 2001-; a un incremento en el recurso a la interferencia en el comercio para imponer "cuotas" a las importaciones (el compromiso de Bush con la industria del acero de EE.UU.) [26] y la intensificación de la explotación de regiones del Tercer Mundo para aumentar el flujo de beneficios, intereses, y obtener ventajas comerciales (la proposición del "Libre Comercio de las Américas" de EE.UU.) y la guerra, Keynesianismo militar, (como en el ataque de EE.UU. contra Afganistán).

El comercio administrado por el estado que combina la protección de los mercados interiores y la intervención para asegurarse de ventajas monopolísticas en el mercado y beneficios para las inversiones, define el contenido del imperialismo neomercantilista. El imperialismo neoliberal con su retórica de libre mercado y su apertura selectiva de mercados está siendo reemplazado por un neomercantilismo que apunta a la mayor monopolización de zonas de comercio regionales, a más decisiones políticas unilaterales para maximizar las ventajas comerciales y la protección de los productores interiores y una mayor dependencia de estrategias militares para profundizar el control sobre las economías liberales atormentadas por las crisis, dirigidas por clientes desacreditados y para aumentar el Keynesianismo militar.

Igual que EE.UU. fue el líder en el desarrollo de su imperio neoliberal y Europa fue una región seguidora, ahora cuando se trata de la transición a un imperio neomercantilista, EE.UU. juega el papel dirigente.

En lo esencial, si no en el estilo, la transición al neomercantilismo comenzó durante el régimen de Clinton y se convirtió en la estrategia dominante de construcción del imperio durante la administración Bush.

Durante la era Clinton, EE.UU. "compartió" la absorción de los mercados y de las empresas latinoamericanos con los europeos. Por ejemplo, los bancos, y las compañías energéticas y de telecomunicaciones de EE.UU. compitieron con las multinacionales españolas en la adquisición de las antiguas empresas públicas y de los bancos nacionales. El régimen Clinton, sin embargo, trató de debilitar a la competencia europea y japonesa, firmando el Tratado Norteamericano de Libre Comercio que privilegió a las empresas estadounidenses en Canadá y México. El éxito de Washington en la monopolización del mercado mexicano contrastó con la relativa disminución de su parte en las empresas recientemente privatizadas y en los mercados latinoamericanos.

La proposición de Clinton de extender el control monopolista de EE.UU. a través del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) recibió más ímpetu de la administración Bush -particularmente en la cumbre de las Américas de Québec en abril de 2001-. El propósito del ALCA es dar privilegios a las compañías y a los exportadores estadounidenses que operan en América Latina, mientras se restringe el acceso latinoamericano a los mercados de EE.UU. Aunque el ALCA se presenta como una doctrina de comercio recíproco, la administración Bush se negó a hacer concesiones sobre las llamadas regulaciones anti-dumping, que son evocadas normalmente para restringir el ingreso de productos latinoamericanos competitivos, que se apoderarían de segmentos del mercado de compañías estadounidenses. Además, la "reciprocidad" es un concepto sin sentido cuando las dos regiones que comercian tienen desigualdades tan inmensas en la capacidad productiva y en el tamaño de muchos sectores económicos y cuando se obliga a industrias en desarrollo a competir con gigantes empresas bien establecidas. En esas circunstancias, la "reciprocidad" se convierte en una fórmula para adquisiciones estadounidenses y la bancarrota de las empresas latinoamericanas. Como hemos visto, las empresas estadounidenses en los sectores bancario, energético, de telecomunicaciones, minero, y del transporte, tienen inmensas ventajas que han utilizado para desplazar a sus competidores latinoamericanos. El ALCA obliterará decisivamente lo que queda de las economías nacionales latinoamericanas e impondrá una estructura de toma de decisiones económicas que estará concentrada en las centrales de los bancos y de las corporaciones multinacionales de EE.UU.

De igual importancia es que el estado EE.UU. dictará las reglas y regulaciones que gobiernan el comercio, las inversiones y la legislación sobre patentes que regirán en las Américas. Esto posibilitará que el gobierno de EE.UU. esté en condiciones de combinar el proteccionismo en el interior, la exclusión de Europa de América Latina y los libres mercados en América Latina.

Un claro ejemplo de los elementos proteccionistas del imperio neomercantilista son las promesas de la Casa Blanca de proteger las plantas siderúrgicas de EE.UU. contra la competencia extranjera -incluyendo a Brasil-. En la primera semana de junio (de 2001), la administración Bush lanzó una acción (una investigación bajo la sección 201 de "prácticas comerciales injustas") para proteger a los productores de acero de EE.UU. contra la competencia extranjera. [27] Tanto Donald Evans, el Secretario de Comercio de EE.UU., como Robert Zoellick, el representante comercial de EE.UU. defendieron públicamente la intervención estatal para proteger a los productores de acero estadounidenses no-competitivos contra el "comercio injusto". La verdadera razón de la pérdida de competitividad de la producción de EE.UU. es el fuerte dólar y los mayores costos operativos en EE.UU. Como indicó la Asociación Nacional de Fabricantes de EE.UU. en una carta al Secretario del Tesoro de EE.UU. [los niveles actuales de cambio del dólar estaban] "teniendo un fuerte impacto negativo en las exportaciones industriales, la producción y el empleo". La carta señalaba que el dólar de EE.UU. ha aumentado un 27% desde principios de 1997, "llevando a precios que excluyen a los productos de los mercados tanto en el interior como en el extranjero". [28]

Sin embargo, un dólar fuerte es una estrategia preferida por el poderoso sector financiero de EE.UU. y es vital para el continuo flujo de capital extranjero a EE.UU., para financiar el creciente déficit comercial.

El lavado de fondos ilícitos por los principales bancos de EE.UU. es una fuente importante de flujos del extranjero a EE.UU. Cálculos de un subcomité del senado de EE.UU. van de 250 a 500 mil millones de dólares por año. Como el anterior imperio mercantilista que dependía en parte de participar en el botín de sus rapaces piratas, la economía neomercantilista prospera con los gobernantes corruptos que saquean sus economías y transfieren sus fondos ilícitos a los imperios euro-estadounidenses. El dólar fuerte es uno de los atractivos de los depredadores y de los gobernantes corruptos. No es sorprendente que la administración Bush haya debilitado considerablemente su apoyo a una iniciativa internacional tendiente a reforzar la regulación financiera para combatir el lavado de dinero, excepto cuando se trata de fondos "terroristas". [29]

El imperialismo mercantilista en el que el estado imperial combina el proteccionismo en casa, los monopolios en el extranjero y el libre comercio dentro del imperio, es por lo tanto la estrategia escogida para mantener el imperio y recibir apoyo político en el interior, a un costo horrible para América Latina y consternando a los competidores europeos. Para llegar al imperio neomercantilista, Washington debe basarse crecientemente en decisiones y políticas unilaterales. Por su naturaleza monopolista, el mercantilismo depende de la exclusión de aliados competidores y de la maximización de las ventajas comerciales a través de decisiones estatales unilaterales.

El rechazo unilateral del acuerdo de Kyoto, su decisión unilateral de proceder con el nuevo programa de misiles, violando los acuerdos existentes, sus crecientes subsidios a la agricultura de EE.UU., su declaración unilateral de guerra contra Afganistán y su intento de acelerar el ALCA, constituyen ejemplos de unilateralismo al servicio de la construcción del imperio neomercantilista.

Los ataques terroristas en Nueva York y Washington han llevado a los bombardeos de superficie de Afganistán en la mejor tradición imperialista, digan lo que digan Negri y Haardt, incluso si las condiciones en los mercados mundiales se deterioran. La política de construcción de alianzas, particularmente con la UE, no ha modificado la intención de Washington de lograr la hegemonía, Al contrario, la alianza está basada en la subordinación de la UE al comando militar de EE.UU. y su monopolización de todas las decisiones relacionadas con la guerra, aún más de lo que sucedió en el caso de Kosovo. Lo que sorprende en las primeras fases de la intervención militar de EE.UU. es el grado en el que sus exigencias bélicas fueron totalmente aceptadas por la UE, Rusia, China, y algunos regímenes árabes del Oriente Medio, sin ningún quid pro quo explícito. Va sin decirlo, la intervención afgana y el poderoso rol del estado imperial en la definición de los temas, las alianzas, y las circunstancias políticas para las transacciones de mercado, es otro paso en el camino a la derrota de los imperios sin estado y fortalece el argumento a favor de una teoría de un nuevo estilo mercantilista de imperialismo.

El mercantilismo, con su fuerte énfasis en los beneficios de los monopolios, la acción unilateral y, particularmente, la intervención estatal para favorecer los intereses empresariales contra sus rivales externos, ha sido acompañado históricamente por conflictos armados y grandes gastos militares. El neomercantilismo contemporáneo sigue la misma regla. El ALCA es acompañado por un importante aumento de los gastos militares de EE.UU. en América Latina, nuevas bases militares, la colonización del espacio aéreo, de las costas, de los ríos y estuarios. El Plan Colombia, la Iniciativa Andina y los gastos militares correspondientes para militarizar las fronteras de Ecuador con Colombia y de Panamá con Colombia, involucran más de 1.500 millones de dólares y cientos de agentes militares estadounidenses. La subcontrata de oficiales militares latinoamericanos, de fuerzas paramilitares y de mercenarios estadounidenses, forma parte integral de la protección y la expansión de la construcción del imperio neomercantilista. La guerra en Afganistán ha llevado a vastos aumentos en los gastos militares (100.000 millones de dólares), mayor proteccionismo y amenazas militares en todas direcciones. Al imperialismo y al Imperio les va bien, sin duda -las únicas que sufren son las "multitudes"-.

Después de leer "Imperio" no sorprende que los críticos de Time y del New York Times hayan aplaudido el libro. "Imperio", alineado con la teoría de la tontería global generalizada, argumenta que la globalización es un movimiento progresista en la historia, al abolirse el imperialismo por decreto intelectual y al encarnarse las alternativas sistémicas en una multitud amorfa que carece de cualquiera de las herramientas de análisis y de organización política que se identificaban con las luchas revolucionarias contemporáneas. La mención en el libro de citas embalsamadas provenientes de un ejército aplastante de pensadores, provee el boato formal para una celebración del constitucionalismo estadounidense -en una época en el que sus dirigentes están bombardeando Afganistán para devolverlo a la Edad de Piedra, después de enviar a Irak y a Yugoslavia a la Edad de Hierro-. "Imperio" es una síntesis generalizada de las banalidades intelectuales sobre la globalización, el postmodernismo, el posmarxismo, unidos todos por una serie de argumentos y suposiciones no fundamentados que violan seriamente las realidades económicas e históricas. La tesis del postimperialismo de "Imperio" no es novedosa, no es una gran teoría y explica poco del mundo real. Más bien es un ejercicio verboso vacío de inteligencia crítica.

[NOTAS:]

1.- Citado en el New York Times, 7 de julio de 2001, p. A15

2.- Para ver una discusión detallada de las instituciones del estado imperial y del desarrollo del imperialismo poscolonial, véase "El estado imperial EE.UU." de James Petras y Morris H. Morley, en Review, Vol. IV. No. 2, otoño de 1980. Muchos de los temas y argumentos discutidos en nuestro artículo fueron repetidos por Leo Panith en Socialist Register, desgraciadamente sin citar nuestro artículo. "Imperio" no contiene ninguna discusión de las instituciones del estado imperial, ni siquiera de su "imperio", excepto para refundir este último con el "mercado mundial".

3.- En el año 2000, el Banco de Exportación e Importación de EE.UU. financió más de 15.000 millones de dólares en ventas de exportación estadounidenses. Actualmente, EE.UU. está en séptimo lugar entre los países que subsidian exportaciones, después de Japón, Francia, Alemania, Holanda, Canadá y Corea del Sur. Véase Financial Times, 6 de marzo de 2001, p.4

4.- Tanto EE.UU. como la UE manipulan las regulaciones "anti-dumping" para proteger a industrias no-competitivas contra productores más eficientes. Véase Financial Times, 6 de marzo de 2001, p.8

5.- Véase "El concepto estratégico de la alianza atlántica" Reunión en la cumbre de la OTAN, 23-24 de abril de 1999.

6.- Paul Doremus, William Kelly, Louis Pauly y Simon Reich, The Myth of the Global Corporation (Princeton, N.J.: Princeton University Press 1999) ch. 5.

7.- "Bancos privados y lavado de dinero: un estudio de oportunidades y vulnerabilidades", audiencias ante el Subcomité permanente sobre investigaciones del comité sobre asuntos gubernamentales, senado de EE.UU., Congreso No. 106, 9-10 de noviembre, 1999. También "Informe sobre bancos corresponsales: un portal para el lavado de dinero" Personal de la minoría del subcomité permanente sobre investigaciones del senado de EE.UU., febrero de 2001.

8.- Washington nombra al jefe del Banco Mundial, Europa al director del FMI. En la última reunión para seleccionar al jefe del FMOI, EE.UU. trató de imponer a su propio candidato, pero los europeos finalmente ganaron, pero no sin que se les haya obligado a cambiar su postulante.

9.- Martin Wolf "Not so new economy", Financial Times, 1 de agosto, 1999, p.10.

10.- Martín Wolf, op. cit

11.- Financial Times, 15 de mayo de 2001, p.17.

12.- Financial Times, 10 de mayo de 2001, p. 12.

13.- Alan Cane, "Meltdown, but the strongest keep their cool". FT 500, The world´s largest companies, 11 de mayo de 2001 (suplemento del Financial Times), p. 9

14.- Financial Times, 6 de junio de 2001, p.6.

15.- Financial Times, 28 de junio de 2001, p.14.

16.- Robert Gordon. "U.S. economic growth since 1870: One Big Wave?", The American Economic Review, mayo de 1999. La discusión que sigue se basa en el artículo de Gordon.

17.- Ibíd.

18.- www.McKensey.commends

19.- Robert Gordon, op. cit.

20.- Financial Times, 6 de abril de 2001, p.14.

21.- Ibíd..

22.- Ibíd..

23.- New York Times, 28 de junio de 2001, p.1.

24.- Ibíd..

25.- James Petras y Henry Veltmeyer, "América Latina al fin del milenio", Monthly Review, julio y agosto de 1999, pp. 31 a 52.

26.- Edward Alden y Richard McGregor, "White House promises to protect U.S. steelworkers", Financial Times, 7 de junio de 2001, p.6.

27.- Edward Alden y Christopher Bowe, "Bush seeks friends in steel industry", Financial Times, 8 de junio de 2001, p. 6.

28.- Edward Alden, "Manufacturers in call to Bush on strong dollar," Financial Times, 8 de junio de 2001, p.8

29.- Edward Alden y Michael Peel, "US may ease stance over money laundering", Financial Times, 1 de junio de 2001. Desde el 11 de septiembre de 2001, funcionarios estadounidenses han llamado a los países a reforzar los controles sobre el lavado de fondos de terroristas, lo que, desde luego, no afecta los miles de millones lavados por los bancos de EE.UU. y de Gran Bretaña.

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