Desintegración de URSS revive polémicas, tras 15 años
El acuerdo de Bieloviezhski, firmado el 8 de diciembre de 1991 por los entonces presidentes de Rusia, Boris Yeltsin; de Ucrania, Leonid Kravchuk, y Bielorrusia, Stanislav Shushkevich, borró a la URSS del mapa mundial, donde figuraba desde 1922.
Para el 21 de diciembre de ese año se anunciaría el nacimiento de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), pero hasta hoy las valoraciones sobre ese período son contradictorias.
El debate actual, con matices, se agita entre quienes consideran que era inevitable el desmoronamiento de la unión y, de otro lado, los que interpretan esos hechos como daño irreparable y la destrucción de un poderoso Estado multinacional.
Algunos líderes como el ex presidente ruso Boris Yeltsin sostienen que la desintegración de la URSS salvó a esos países de un baño de sangre, lo cual era solo cuestión de tiempo por las crisis y contradicciones internas acumuladas durante años.
Con una mayoría de la población que lamenta la debacle de inicios de los 90, la sociedad rusa sigue polarizada en torno al papel que desempeñaron el ex gobernante de la URSS Mijail Garbachov y Yeltsin en ese convulso proceso, que políticos de izquierda califican de complot.
Entrevistado a propósito de rememorarse esta fecha, el jefe de gobierno bielorruso por ese entonces Viacheslav Kebich dijo que la delegación rusa llevó la batuta como iniciadora del tratado desintegrador.
Solo Yeltsin conocía en detalles la preparación de ese acuerdo y ninguno de quienes viajaron a Bielovezhski lo hicieron conscientes de que decidirían la desaparición del Estado soviético, sino más bien pretendìían analizar su futuro, subrayó.
Kebih aseguró, por su parte, que Yeltsin perseguía un solo objetivo: "destronar a Gorbachov y no compartir el poder".
El ex primer ministro indicó que muchos de los protagonistas de ese encuentro intentan hoy sobredimensionar su papel, pero reiteró convencido que sólo Yeltsin tuvo un liderazgo destacado, según la agencia Interfax.
Si bien consideró el acto de diciembre de 1991 como una traición a la Constitución, "de facto" no había otra cosa que hacer pues Garbachov se negaba a modificar la carta Magna, indicó.
A la luz de esos hechos, califica de absolutamente correcta la decisión de crear la CEI como única alternativa para conservar las relaciones económicas entre las antiguas repúblicas soviéticas.
Contrariamente, en declaraciones al diario Periódico Ruso, Yeltsin negó que existieran un complot y documentos secretos para acelerar la desintegración de la URSS y la creación de la CEI.
Para el primer gobernante ruso del período postsoviético, cuyo gobierno es calificado como "los años más sombríos en que vivió el país", el proceso de transformación hacia la CEI fue inevitable.
El líder del partido Comunista de la Federación rusa, Guennadi Ziuganov, afirmó que el acuerdo de Bielovezhski entre los tres presidentes significó una gran traición a los pueblos de la Unión Soviética.
Fue un cinismo político al más alto nivel, que afectó también la estabilidad en el mundo, sentenció.
Ziuganov recordó que la absoluta mayoría se pronunció por el deseo de mantener un único país durante el referendo efectuado el 17 de marzo de 1991, lo cual fue desconocido por los autores del desmoronamiento.
A 15 años de esos acontecimientos, el 52,7 por ciento de los rusos opinan hoy que la desaparición de la URSS pudo evitarse, mientras que 56,3 por ciento lamenta la caída del Estado soviético, según un sondeo de la consultora "Bashkirov y socios".
Entre ciudadanos de Rusia, Ucrania y Bielorrusia ese sentimiento aglutina a 69 de cada 100 entrevistados por la agencia Monitor Euroasiático.