Detrás del arbolito
Lo ocurrido en la última semana en el mercado cambiario, en su segmento marginal o ilegal, provocó preocupación, desconcierto, pronósticos pesimistas y un debate poco transparente (sin revelar, en muchos casos, las intenciones) en torno de la interpretación de las motivaciones de la presión sobre el dólar.
Una estafa con buena prensa
Suele ocurrir en economía, sobre todo en estructuras concentradas: aun siendo tan pocos, pueden provocar un enorme daño. Ayer, en el mercado marginal, irregular o ilegal –cualquiera de estos calificativos le cabe, pero no el de “libre”– se habría operado por menos de diez millones de pesos. Es decir, poco más de un millón de dólares negociados a los valores informados reservadamente (no podría ser de otra forma: la compraventa en este mercado no se declara ni se registra). Al ser tan opacas las transacciones, el valor tampoco queda definido en un libre juego de oferta y demanda: basta con que un par de operadores “de peso” se pongan de acuerdo y hagan correr la versión de haber concretado una compraventa “a un valor X”, para que ese “valor X” se convierta en la referencia del día. ¿Abuso de posición dominante? ¿Estafa a pequeños ahorristas? Quizá. Pero en un mercado absolutamente irregular y oscuro, “todos los gatos son pardos”, según el dicho popular.
La volatilidad del dólar y su efecto en Europa y América Latina
La inyección masiva de dólares vía los programas de facilitación cuantitativa [Quantitative Easing][1]favoreció la depreciación del tipo de cambio dólar/euro en los últimos meses. Prevalece la especulación financiera con posiciones largas, compra de divisas a un precio determinado que esperan venderse en el futuro a un precio mayor, pasando de 1.240 a 1.333 dólares por euro de julio de 2012 a enero de 2013.[2]
Por el camino correcto
Mario Rapoport, economista e historiador, explica que el libro de Alfredo Zaiat se ocupa de los temas económicos que preocupan hoy a los argentinos: la fuga de capitales y el rol del dólar en nuestra economía y en el mundo, los procesos inflacionarios, la cuestión de las estadísticas, la problemática que origina y multiplica la deuda externa, la importancia del desendeudamiento, el predominio de las finanzas sobre las actividades productivas, el papel del Estado y la existencia o inexistencia de una burguesía nacional. Dice que el título del libro es una paradoja puesto que las ideas que van en dirección contraria son las ideologías predominantes en el mundo de la economía. “En verdad, los que van a contramano son los otros, Zaiat está bien encaminado”, afirma Rapoport.
Verde desteñido
La discusión sobre la propensión a tener dólares por parte de los argentinos con capacidad de ahorro se ha intensificado en las últimas semanas. El tema se abordó desde las motivaciones, influencia en el valor del tipo de cambio y su impacto en la actividad económica, la necesidad de desdolarizar segmentos como el inmobiliario. Sin embargo, sólo marginalmente se analizó otra cuestión que, si bien atañe al mediano y largo plazo, no debería dejarse de lado. Se trata de la declinación relativa que va teniendo la divisa estadounidense en la economía global. Lenta, pero muy persistente.
La influencia del dólar en el mundo, y en América latina en particular, más allá de que en la mayoría de los países de la región, singularmente en Brasil, no existe la “fiebre verde” como aquí, tiene más de medio de siglo vigencia. Ocurre desde que Estados Unidos fue uno de los ganadores de la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, desde que en 1971 pateó unilateralmente el esquema de tipos de cambio fijo establecido en Bretton Woods y convirtió al dólar en moneda hegemónica.
Los BRICS y la caída de otro muro
El sistema creado en Bretton Woods hace siete décadas está a punto de colapsar. No se trata de un hundimiento abrupto sino de la lenta erosión de su legitimidad y de la capacidad para dirigir los asuntos globales. En su lugar viene pugnando por nacer un nuevo orden cuyos cimientos comenzó a construir la IV Cumbre de los BRICS en Nueva Delhi.
Vivimos un parteaguas, asegura el historiador Paul Kennedy. “Mientras ocurre, son muy pocos los contemporáneos que se dan cuenta de que han entrado en una nueva era”, escribió en un articulo titulado, precisamente, “¿Hemos entrado en una nueva era?” (El País, 3 de noviembre de 2011). El historiador prefiere no abordar los cambios bruscos como las grandes guerras, sino “la lenta acumulación de fuerzas transformadoras, en su mayor parte invisibles, casi siempre impredecibles, que, tarde o temprano, acaban convirtiendo una época en otra distinta”.
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