El fin del fundamentalismo de mercado
Nunca en medio siglo de economista Aldo Ferrer tuvo tanta presencia mediática como en estos meses. «En algunos períodos pude concentrarme plenamente en mi actividad, porque no me llamaba ningún periodista», sonríe el afamado profesor. Lo cierto es que sus opiniones se despliegan hoy con soltura en un campo que por mucho tiempo hegemonizaron los opinadores de tendencia neoliberal.
«Cuando la evidencia es concluyente en el sentido de que el desarrollo es un proceso de construcción nacional, que descansa primero en los recursos propios, y se derrumba toda la visión alternativa, entonces los puntos de vista de personas como yo, que he defendido siempre la tesis de vivir con lo nuestro, empieza a tener cierta relevancia, que es lo que está pasando», explica Ferrer, quien se doctoró en la Universidad de Buenos Aires, hace 55 años, con una tesis que tituló «El Estado y el desarrollo».
–¿Lo sorprende, ya no la crisis financiera de Estados Unidos, sino su profundidad? Tamaño derrumbe no figuraba en ninguno de los pronósticos.
–Eso es por la insuficiencia del análisis, porque era previsible que en un ámbito tan especulativo como el mercado financiero global, que monta deuda sobre activos vulnerables y que ha tenido ya varios episodios de conmoción desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, podía terminar en un desorden mayúsculo como este. De hecho, algunos analistas lo estaban advirtiendo: Stiglitz, Krugman y otros. Acá también hubo analistas que observaban esto con la idea de que podía terminar muy mal y terminó muy mal.
–¿A quiénes se refiere?
–Yo mismo, Roberto Frenkel, quien fue asesor del ex ministro Juan Sourrouille, Arturo O’ Connell, ex director del Banco Central, Eduardo Curia, justicialista, del Centro de Análisis Social y Económico, la hoy presidenta del Banco Nación, Mercedes Marcó del Pont y otros. Todos los economistas, digamos, de la línea nacional advertíamos que este casino financiero global generaba turbulencias severas, que es lo que está pasando.
–Muchos creían que esos terremotos eran patrimonio de países en desarrollo, que nunca ocurrirían en los países ricos.
–En realidad, la primera catástrofe financiera en un país de la periferia fue en la Argentina, con el default, consecuencia de las mismas causas que provocaron la crisis global. Es decir, la desregulación de los mercados y el predominio del capital especulativo.
–Cuando Estados Unidos supere este sofocón, ¿no teme que todo vuelva al punto de partida?
–Con la actitud del gobierno de Estados Unidos y de los principales países industriales, e incluso de los emergentes, como China, se le va a poner un piso a esta crisis y van a rescatar al sistema. Después seguramente habrá un nuevo orden con más controles que evite que esta historia vuelva a repetirse.
–¿Qué impacto cree que tendrá la crisis?
–La economía mundial real va a ser afectada moderadamente por esta conmoción. Es una situación muy distinta a la de la crisis del 30, en la cual el crack financiero arrastró a la economía global y provocó la caída de la producción, del comercio, de los precios internacionales y el abandono de todas las reglas del juego del sistema. Esto no está sucediendo ahora, porque el sistema tiene unas reglas del juego y los Estados nacionales de los grandes países, tienen toda la capacidad de intervención como para rescatar al capitalismo de sus propios errores.
–¿Se sacarán las conclusiones adecuadas de esta debacle?
–Esto pone fin a toda la etapa de fundamentalismo de mercado, que inspiró la política económica argentina durante mucho tiempo y que nos llevó a la crisis. Así que va a tener repercusiones fuertes en el campo de la interpretación de los hechos, de las políticas económicas y también del comportamiento de los mercados.
De Alende al Fénix
Aldo Ferrer combinó sus actividades universitarias y ensayísticas con la gestión pública desde 1958, cuando fue ministro de Economía y Hacienda en la provincia de Buenos Aires, durante la gobernación del entonces radical intransigente Oscar Alende.
Fue ministro de Obras y Servicios Públicos de la Nación, y luego de Economía y Trabajo, en 1970-1971, tras desempeñarse como primer secretario de (CLACSO) Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.
Volvió a la gestión estatal en 1983-1987, cuando presidió el Banco de la Provincia de Buenos Aires. Su nombre, sin embargo, aparece desde 2001 invariablemente ligado con el Plan Fénix, diseñado por un conjunto de expertos de la UBA.
[i]–¿La Argentina está bien parada para soportar esta crisis?
–Desde nuestro punto de vista, lo fundamental es observar que ahora tenemos capacidad de resistencia a estos acontecimientos externos, porque el país se está financiando con recursos propios, sin pedirle nada a nadie, con ahorro interno esencialmente. Por lo tanto no depende del crédito internacional. De esa manera, está inmunizado ante estas turbulencias externas. Incluso se observa una cierta repatriación de capitales argentinos en el exterior, lo cual es un signo alentador porque está demostrando que la Argentina es un lugar seguro para invertir el propio ahorro. Así que en la medida en que se consoliden las políticas favorables al trabajo y a la producción, el país puede salir muy bien parado de esta crisis internacional.
–¿No le preocupa que haya una menor demanda o precios más bajos para nuestros productos?
–La influencia en el mercado mundial parecería que va a ser limitada. Sobre todo porque en el caso de los commodities, la soja, minerales y otros productos y materias primas que la Argentina exporta, la gran demanda ahora viene de Asia. Y esto parece que se va a mantener, porque estas economías mantienen un gran impulso. Así que no es previsible que haya una caída significativa de los precios internacionales. El contexto externo seguirá siendo relativamente favorable.
–Muchos creen que el golpe sobre la economía real vendrá por el encarecimiento del crédito.
–Es probable que los bancos al principio tengan una actitud más cautelosa. Pero probablemente van a ser prudentes respecto de la calidad de los deudores, más que del monto del crédito. Seguramente no le van a prestar plata a gente que no puede pagar, como pasó con las hipotecas, que prestaron sobre la base de una suba de valores inmobiliarios absolutamente exagerada, que cuando se desplomaron dejaron a mucha gente sin poder pagar sus deudas. No creo que esto incida en la tasa de interés. Va a incidir más bien en el análisis de riesgo respecto de quiénes pueden acceder a estos fondos.
–¿Cómo se verán afectados países como el nuestro?
–Curiosamente tal vez sigan imperando estas visiones ortodoxas respecto de los países de la periferia. Para nosotros, afortunadamente, eso no tiene mayor importancia. Valdría la pena que se ordenara la situación y el sector privado pudiera tomar algunos recursos del exterior. Pero lo fundamental es el ahorro interno, poder aprovechar esa inmensa masa de recursos que hay en el país y que no se aprovechan bien.
–¿La eventual reducción del flujo de inversiones externas implicaría una dificultad?
–La inversión en la Argentina no es lo que viene de afuera, sino lo que el país aprovecha de su propio ahorro. El ahorro interno financia el 95% de la inversión. Y acá, como se hizo exactamente al revés, se privilegió lo que venía de afuera. El ahorro argentino se fue y acá se vendió el patrimonio nacional, el petróleo, las telecomunicaciones, la infraestructura, las grandes empresas. Y nos endeudamos hasta el límite de la insolvencia. Entonces el problema no es la inversión extranjera ni el crédito externo, el tema es movilizar el ahorro interno. Y cuando uno hace eso puede traer algo de afuera también.
–Para otros analistas, la crisis impactará en socios como Brasil, y de rebote afectaría a la Argentina.
–Brasil entró en una fase de especulación financiera espectacular con esa apreciación que tuvo el real. Y necesariamente va a tener que ir a un ajuste cambiario. Con lo cual se va a modificar la relación peso-real, que hasta ahora había sido relativamente favorable para la Argentina. Eso plantea todo un cuestionamiento acerca de qué política cambiaria vamos a tener. Si seguimos con un tipo de cambio nominal creciendo muy por debajo del aumento de precios o se va a cambiar la política. Eso es un interrogante.[/i]
Lo nuestro y el tango
Ferrer es autor de una frase que ya forma parte de la cultura nacional: «Vivir con lo nuestro». Ese fue el título de, acaso, su libro más famoso. Se editó en 1983, cuando la Argentina recuperaba la democracia, pero seguía encadenada a gigantescos compromisos financieros externos heredados de la dictadura.
«Fue justo cuando empezaba la crisis de la deuda», rememora. «El mundo iba exactamente en sentido contrario, del Consenso de Washington y del fundamentalismo de mercado, cuando salió mi libro advirtiendo que estábamos mal rumbeados. Y así fue, así terminamos como terminamos».
Cultor de la música ciudadana –porteño al fin– el economista luce en su despacho un banco finamente fileteado, obsequio de una de sus hijas. «A veces escucho tangos mientras trabajo», dice, rodeado de recargadas bibliotecas. Un placer inconfesado, sin dudas, radica en la revalidación de sus ideas, que por tanto tiempo nadaron contra las corrientes ortodoxas y monetaristas.
[i]–Quienes se equivocaron largamente en sus diagnósticos sobre el mundo y sobre la Argentina fueron muchos economistas neoliberales, que asimilaban a la Biblia los consejos de bancos hoy desaparecidos, como Lehman Brothers o Merrill Lynch.
–Totalmente. Pero el problema con ellos es que no aprenden nunca. Son, como decía Borges, incorregibles. Entonces, frente a las mayores evidencias de lo que se vive en el país, por ejemplo, siguen insistiendo con las mismas ideas. Y van a salir de esta crisis con las mismas ideas. Pero yo creo que en los países centrales va a haber un replanteo de todo este pensamiento que se instaló desde principios de la década del 70, el enfoque monetarista, de las expectativas racionales, de la magia del mercado. Todo eso está siendo fuertemente cuestionado. Incluso por los economistas importantes de Estados Unidos y de Europa.
–¿Es posible que el descrédito de esas ideas haga resurgir aportes teóricos latinoamericanos de los años 50 y 60?
–Las ideas que yo defiendo y planteé tantas veces, vivir con lo nuestro y demás, terminan demostrando que son ideas realistas. De alguna manera es lo que sucede en el mundo también, que los países que andan bien son los que viven con lo suyo, primero, y después se endeudan sólo para ampliar la capacidad productiva, pero nunca para sustituir el ahorro interno. Nunca se debió depositar toda la expectativa en el financiamiento externo, que es lo que se hizo en la Argentina, en esta magia del mercado. Lo cual terminó de la única manera que podía terminar. Y que fue largamente advertido. Lo dijimos en el grupo Fénix a partir de 2001 y otros también pronosticaron que esto terminaba muy mal.
–¿Cómo ve el hecho de que ya no quede prácticamente nadie que ponga en cuestión la necesidad de mayor intervención del Estado en la economía y las finanzas?
–El Estado es en definitiva el garante del funcionamiento del capitalismo. Es el prestamista de última instancia y el que tiene que administrar las reglas para que el sistema no se desborde. Esta crisis pasó precisamente porque no lo hizo.
–Simplificando un poco, puede decirse que Estados Unidos salió la crisis del 30 con una larga etapa de keynesianismo. ¿Ahora puede pasar algo parecido?
–Yo creo que va a haber un replanteo fuerte en los centros de esta locura fundamentalista de mercado, que acá en la Argentina hizo tanto daño. Y en otros lados también. Pero acá llegó a un proceso de deterioro social espectacular. Veremos el resurgimiento de los grandes economistas, como John Maynard Keynes, como Raúl Prebisch, con sus análisis acerca del papel del Estado en el ordenamiento económico, de la regulación de los mercados.
–Estados Unidos sufre por hacer lo contrario que lo que usted proponía, ellos no viven con lo suyo.
–Así es. Pero se lo pueden permitir porque son la primera potencia del mundo y atraen recursos del resto. Es un caso extraordinario: el país más desarrollado, con un muy bajo nivel de ahorro y con un fuerte déficit. Pero tiene el privilegio de financiarse con su moneda nacional, se endeuda en dólares. Con lo cual esto no le revienta por el lado de la balanza de pagos. Por otra parte, tiene muchos ingresos también de sus inversiones en el exterior. Pero es una paradoja de la economía contemporánea el hecho de que Estados Unidos mantenga su nivel de consumo en gran parte sobre la base de la deuda externa.
–Seguramente estos grandes desequilibrios no podrán resolverse en semanas ni en meses.
–Depende de la magnitud del salvataje, que se demoró más de lo previsto. Porque, realmente, lo que parece que va a suceder es que van a comprar toda la cartera incobrable de los bancos y esto va a dar un cierto alivio. Después tendrá que venir un nuevo marco regulatorio.
–Aún para analistas que suelen pasar por expertos se ha tornado muy difícil evaluar cuándo se va superar el shock y cuáles serán sus mayores consecuencias.
–Ciertamente queda un tendal de muchas personas afectadas. También empresas y bancos que han perdido valor. Pero en gran medida es una pérdida de riqueza virtual, en papeles, en valores nominales. Desde el punto de vista de la economía real, de la producción, del capital productivo, la incidencia va a ser menor. El mundo virtual de las finanzas es el que aparece fuertemente conmovido por estos acontecimientos. Y como ahora el Estado es el garante de última instancia, cosa que no ocurría en la década del 30, pasa lo que está pasando. El Estado finalmente ordenará la cosa.
–¿La crisis empeoró tanto que pasó de financiera a política?
–Acá se ha mezclado la situación política con la necesidad de una acción decisiva de los países centrales. No se puede obviar la influencia del clima preelectoral estadounidense. Mi opinión sigue siendo que con intervención estatal la crisis va a quedar acotada al campo financiero y no se va a repetir una debacle como la de 1930, cuando la ausencia de una acción concertada llevó a que el fenómeno arrastrara a la economía real. Mientras tanto, los mercados seguirán reflejando una enorme incertidumbre.[/i]
[u]Clásico y moderno[/u]
La economía argentina, obra escrita en 1963 y actualizada en 1994, es un clásico que estudian año a año centenares de universitarios. Otra decena de trabajos de matriz ferreriana son de consulta obligatoria, como es el caso de El devenir de una ilusión: la industria argentina hasta nuestros días (de 1989) y su erudita Historia de la globalización: orígenes del orden económico mundial (de 1996).
Pocos economistas, sin duda, pueden exhibir semejante bagaje intelectual. Ferrer lo utiliza para mantener una polémica que ya dura décadas sobre el camino hacia el desarrollo nacional. Entre otras tribunas académicas y periodísticas, hoy desenvuelve esa actividad como titular del consejo editorial del diario Buenos Aires Económico.
Desde 2005 también se desempeña como miembro del directorio de la Empresa Nacional de Energía S.A. (Enarsa). «Los planes en esta materia son muy ambiciosos. Estamos explorando la plataforma marítima, cosa que no se hizo hasta ahora. Y si hay petróleo, hay mucho, puede ser un cambio importante. Es una apuesta a mediano plazo. Es un petróleo caro, pero a los actuales precios internacionales sería muy rentable».
Más allá de la actividad de Enarsa (que incluye además la búsqueda de hidrocarburos en otros países regionales, el tendido de gasoductos y el desarrollo de energías renovables) Ferrer no pierde interés en los desafíos de la economía argentina.
[i]–¿El anuncio oficial de pagarle al Club de París –ahora en suspenso– y reabrir el canje de deuda mejorará la perspectiva financiera para la Argentina?
–Saldar la deuda con los países del Club de París es un gran paso. Esto demuestra que cuando Argentina deja de suplicar la ayuda internacional para movilizar su propia riqueza puede cumplir con sus compromisos y además crecer. Hay que normalizar las relaciones financieras y tener la casa en orden. Esto nos permite disponer recursos para la salud, la educación. Ocurre lo mismo que en una casa familiar.
–¿Y en el caso de los bonistas cuál es la ventaja?
–La Argentina no tenía ninguna obligación respecto de los llamados holdouts. En su momento se les hizo una oferta y la rechazaron. Hubiera sido mejor que se sumaran a la recuperación de la economía. Además, no son los que compraron los papeles, que hoy están en manos de especuladores. Pero hay que ver el contexto de una situación general. El Gobierno nacional demuestra una posición sólida frente a las dudas por el financiamiento de 2009. Tan sólida que se permite reconocer viejos compromisos. De todos modos, no es indispensable un arreglo. Tampoco hay que dar señales amistosas a los mercados para atraer inversiones que sólo favorecieron la extranjerización.
–Sin embargo, muchos exhiben el elevado riesgo país como un dato de que la situación no es tan sólida.
–La heterodoxia de la decisión argentina de financiarse con recursos propios despierta mucha resistencia que se advierte en los operadores de riesgo, como el índice del riesgo país, que no tiene nada que ver con la realidad, son parte del juego pero no hay que hacerle caso.[/i]
Fuente: [color=336600]Acción - primera quincena de noviembre[/color]