“El objetivo principal es armar un vínculo entre inversión financiera e inversión real”

Entrevista a Hector Valle por Javier Lewkowicz
El titular de FIDE y director por el Estado en YPF definió con crudeza los objetivos, los costos y también los riesgos de la estrategia adoptada para recuperar capitales fugados. “El Gobierno no va a liquidar las reservas para sostener el mercado cambiario.”

“El blanqueo muestra que el Gobierno no está dispuesto a liquidar las reservas internacionales para sostener el mercado cambiario. Pero es necesario que sea complementado con un instrumento atractivo en pesos para financiar la actividad productiva, tomando el ejemplo del Bono YPF”, plantea Héctor Valle, titular de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE) y director en YPF por el Estado. La “amnistía” fiscal para ahorros en dólares que se inviertan en el Cedin, para el sector inmobiliario y la construcción, y el Baade, apuntado al sector energético, puede dinamizar la actividad económica y presionar a la baja sobre la cotización del dólar en el mercado paralelo, dice Valle, aunque advierte que genera una serie de “efectos no deseados”. Para mitigarlos, pide medidas complementarias. En diálogo con Página/12, el economista resalta que el Bono YPF ha sido muy demandado y recomienda que el Gobierno lance instrumentos similares para financiar la actividad productiva, en lugar de que el ahorro nacional se diluya hacia la especulación financiera. Analizó además los problemas que genera la brecha que abrió la escalada del dólar blue y los pedidos de devaluación.

–¿Qué evaluación hace del blanqueo de ahorros en dólares?

–Hay un objetivo principal, que es armar un vínculo entre inversión financiera e inversión real. La ventaja es que apunta a sectores productivos específicos, y en la actividad inmobiliaria ha despertado un consenso favorable. Si se logra que los recursos se dirijan a las dos actividades productivas a las que se apunta, el resultado puede ser bueno, aunque no inmediato. Un objetivo secundario, pero muy importante, es que la movilización de recursos en dólares puede provocar una baja de la cotización en el mercado negro. Si son muchos los que cobran el bono en cuestión y van con los dólares al mercado ilegal, que es relativamente pequeño, lo probable es que allí baje la cotización. Esta medida preserva el actual estado de reservas internacionales. El Gobierno no va a salir a liquidarlas para sostener el mercado cambiario. Ahora bien, como en toda política económica, hay efectos deseados y no deseados.

–¿Cuáles son los efectos no deseados?

–Los que están en pesos y pagan los compromisos con la AFIP regularmente tienen la sensación de que hubiera sido más negocio quedarse fuera del mercado formal. Pero si el Gobierno quiere defender el stock de reservas, tiene que tragarse este sapo, no le queda otra. Por lo menos ahora, un conjunto de transacciones no afectará el nivel de reservas. Y muchas de esas transacciones, como las del mercado inmobiliario, tienen un efecto dinamizador. Uno nunca debe dejar de entender que las medidas tienen efectos deseados y no deseados. Para paliar estos últimos, creo que muy rápidamente son necesarias medidas complementarias dirigidas a captar ahorros en pesos. Las transformaciones que está planeando la Comisión Nacional de Valores (CNV) para el mercado de capitales tienen que ponerse en marcha. La experiencia de YPF está mostrando que, si uno presenta alternativas interesantes en pesos, consigue captar recursos. Se genera un vínculo directo entre la colocación financiera y el bien en la producción. Esa experiencia de vincular la inversión financiera con su resultado en términos físicos es muy positiva porque ayuda a romper con la vieja mentalidad que concibe la creación de dinero sólo con dinero. Aquí se crean bienes a partir del dinero. Me parece, repito, que tiene que aparecer un complemento muy pronto en términos de opciones en pesos. Que YPF haya podido colocar en una semana 300 millones de pesos muestra que hay gente que cree en el país, a diferencia del planteo opositor.

–¿En qué medida puede hacerse extensiva la experiencia del Bono YPF?

–Con el bono minorista que lanzamos, por el que se acaban de suscribir 300 millones en la última emisión, ya se ha recaudado 1000 millones de pesos. Esa suma equivale a 20 equipos de perforación de primera generación, que cuestan 15 millones de dólares cada uno. Y cada equipo puede explorar 10 o 12 pozos. Eso implica que hay una contrapartida real. No pusiste la plata en un plazo fijo que termina financiando una especulación inmobiliaria cualquiera. Estás creando dinero vinculado con la producción. El Bono YPF muestra que se puede vincular el ahorro popular, el de las empresas o los excedentes de los sectores de altos ingresos, hacia la actividad productiva. Esto no tiene nada que ver con la experiencia tradicional de alimentar burbujas especulativas. Se pueden confeccionar fideicomisos para conjuntos de viviendas y para proyectos grandes de la industria. ¿Cuántos recursos en pesos están inmovilizados y se pueden volcar al mercado interno? A eso es a lo que hay apuntar ahora. Hay que enfatizar la diferencia entre invertir en una burbuja y hacerlo en un equipo de exploración. Si en la Argentina se consiguiera que no sólo YPF sino un conjunto grande de importantes obras públicas y proyectos privados estuvieran vinculados con instrumentos financieros de este tipo, creo que dos o tres puntos del PBI se podrían originar de manera adicional en materia de inversión.

–¿Cómo explica la evolución del mercado ilegal, que permitió que el que apostó contra el modelo, hace un año, haya logrado una rentabilidad superior a otras opciones del mercado formal?

–Creo que, más allá de que hay una demanda de dólares por incertidumbre o porque se lo ve como una alternativa de inversión, hay una actitud política desestabilizadora detrás de ese mercado. Uno puede entender que la operación de “contado con liqui” esté por encima del tipo de cambio oficial. Pero ya la cotización de estos días del mercado negro está muy arriba del contado con liqui. Quiere decir que hay una ola especulativa adicional que solamente se explica o por un motivo político o porque hay una corrida. Dado que el mercado ilegal tiene una dimensión que no se conoce pero pareciera que es chico, pienso que ha habido una decisión política de la oposición y de los grupos económicos.

Para la política económica de este gobierno, el rincón más sensible es la tenencia de dólares, que se originan exclusivamente en la actividad comercial, no por la toma de deuda. Por lo tanto, si yo soy opositor al Gobierno, lo que hago es pegarle en esa política. De todos modos, hay que resaltar que materializar en el mercado ilegal los dólares en pesos tiene muchas dificultades, una de las cuales es el enorme margen entre compra y venta, cosa que en general no se dice. Además, ¿qué pasa si hay un movimiento a la baja? Porque como en toda actividad especulativa, el que entra último termina pagando los costos. Cuidado con los que están mirando ese mercado porque se puede caer de un día para el otro. Hay que generar las condiciones para que la inversión real sea una buena alternativa.

–¿En qué medida la brecha afecta la actividad económica?

–El mercado de dólar oficial es muchísimo más grande que el del dólar ilegal. Por eso creo que la brecha no afecta el crecimiento del consumo interno ni del gasto público. Tampoco modifica el resultado del superávit comercial. Pero la brecha sí afecta en términos de expectativas, por eso tiene capacidad desestabilizadora. No puedo decir que no afecta el crecimiento económico. El Gobierno está tratando de contrabalancearlo y por ello va a pagar un costo, obviamente. No se puede ignorar ese costo.

–¿Es un retroceso revertir los avances en la pesificación del mercado inmobiliario?

–Los grandes proyectos inmobiliarios estaban comenzando a operar en pesos, porque todos sus costos están en esa moneda. Pero la realidad es que se cayó la actividad de la construcción y el empleo allí es central. Esto es como una solución a medio camino. Por un lado les concedés que puedan hacer en dólares la operación, pero no están usando los dólares de las reservas. Se paga un costo político de desandar un camino, pero aparece la ventaja de tener un “cuasi dólar”. El resultado está por verse, en términos de la cantidad de dólares que se van a volcar a esta actividad. Porque si no llegan suficientes dólares, seguirá la tendencia actual. Yo creo que va a haber una respuesta positiva.

–¿Por qué es optimista en cuanto al dinero que puede atraer el blanqueo?

–Unas de las condiciones actuales del escenario internacional es un derrumbe total de las tasas de interés y, por lo tanto, del rendimiento de los depósitos. Y un aumento notable del riesgo de esos depósitos, porque los bancos siguen con muchos problemas. La situación internacional no es demasiado floreciente para inversiones en el exterior. Y muchas de esas inversiones son en paraísos fiscales, que están en la mira. Es decir que condiciones externas para que se piense en volver existen. Por otro lado, Argentina no está en riesgo de default, atiende regularmente sus compromisos externos y, si tiene un buen resultado la negociación con los holdouts, se aleja el horizonte del endeudamiento. Estamos emitiendo un papel para poder traer ese sector de los ahorristas a la economía real. Esto no supone ignorar los riesgos que hay en el medio, sería cretino ignorarlos. La política económica tiene que ir reaccionando paso a paso.

–¿Cuáles son esos riesgos?

–El riesgo es que se desconoce el precio que fijarán las personas que hagan la transacción en pesos con esos instrumentos en el mercado secundario. Con respecto al contexto en el que se implementa la medida, puedo decir que la inflación está mostrando signos de desaceleración. Esto responde a que hay una desaceleración del nivel de actividad y por el control de precios. Uno puede razonablemente esperar un menor nivel de inflación este año, que sienta una base más baja para las convenciones colectivas del año que viene, lo que ayuda a que el año próximo haya menor inflación todavía. Persisten imperfecciones en el mercado, que son realmente el problema. Si el precio internacional de la chapa ha caído o está estancado, y acá los precios subieron un 25 por ciento, es porque esto se resuelve con políticas dirigidas a mejorar la oferta interna.

–Días atrás el equipo económico resaltó en la presentación en el Senado la solidez de las variables macroeconómicas. ¿Cómo se conjuga esa descripción con medidas como la prohibición de comprar dólares para atesorar y el reciente blanqueo?

–La clase trabajadora en su conjunto ha conservado el poder adquisitivo de su salario y el empleo se ha mantenido en niveles como en ningún otro lugar del mundo. Algunos sectores de la pequeña y mediana burguesía se han visto muy beneficiados durante los últimos años. Los grupos económicos más importantes han tenido una enorme renta. Ahora bien, el Gobierno no puede permanecer indiferente ante la dolarización de esas rentas para que sean giradas al exterior. En 2011 tuvimos una fuga de capitales estimada en 21 mil millones de dólares. El Gobierno no podía permanecer quieto, porque la tenencia de dólares es la condición primera del actual programa económico. La posibilidad de que cualquiera podía sacar dos millones de dólares por mes para atesorar era una locura. Se tardó mucho en corregirlo, por eso llamó la atención que después el cambio fuera tan violento. Seamos autocríticos con respecto al atraso en tomar decisiones. Pero lo cierto es que Argentina no podía repetir una fuga de 21 mil millones de dólares, porque se caía todo. La administración cambiaria afectó mucho la actividad inmobiliaria, tuvo un efecto no deseado, pero la prioridad era defender el stock de dólares. Con esta medida del blanqueo, se trata de corregir ese problema.

Página/12 - 12 de mayo de 2013

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