El submundo del blue
Era un festival de hamburguesas con precios cuidados, baladas, vendedores de cuero o de excursiones de cercanías y cambistas. Gente que iba y venía; de a miles. Todos custodiados de cerca por dos policías verde flúo de la Metropolitana, y uno azul y naranja de la Federal. Una comunidad perfecta en pleno centro, que vive con sus propias reglas, a resguardo de las normas generales. Una escena del mercado ilegal a 120 metros de la comisaría 1».
Así es la punta minorista, la postal pintoresca de un fenomenal negocio de voces bajas, millones y, sobre todo, complicidades. Así se muestra en la calle el subterráneo mundo del dólar blue, que se deja ver ahí, en esas pocas cuadras del microcentro, pero que continúa en lo más alto del poder, no sólo político, sino también financiero, policial y judicial.
"Nosotros somos los arbolitos. Detrás hay un bosque que no te imaginás", cuenta el inversor en indumentaria. Los números parecen darle la razón. Nadie sabe a ciencia cierta cuánto se mueve en este mercado de transacciones informales. "Es muy difícil determinar el tamaño. Imagínese que hay compra y venta en todo el país, todo el tiempo", dice el consultor financiero Eduardo Blasco. Tres fuentes más coincidieron. Además, la cifra varía según el día. La semana pasada, en la que primó el apuro por sacarse los pesos de encima, el negocio pudo haber rondado los 30 millones de dólares por jornada. "Tiene que ver con las necesidades de cada día. Se estima entre 5 y 30 millones de dólares, pero el volumen va cambiando", explica el economista Miguel Boggiano, director de Carta Financiera.
Si así fuese, y tomando en cuenta que la brecha entre el precio de venta y el de compra estuvo, en las operaciones de mayor monto, en alrededor de 20 centavos, el mercado blue habría dejado una ganancia diaria de seis millones de pesos. No debería ser una cifra que asuste a una economía.
Sin embargo, en una sociedad que piensa en dólares como la argentina, la cotización del dólar termina por imponerse como referencia de precios. "Es un mercado con demanda inversa -dice un ex funcionario del Banco Central que, como la mayoría a la hora de hablar de este mercado, prefirió mantener su nombre en reserva-. Rarísimo. Cuando el dólar sube, la gente compra más. Y cuando baja, vende más. Es absolutamente lo inverso a otros mercados."
La cantidad de cuevas es otro de los misterios. Un fiscal que alguna vez investigó el asunto trata de encontrar alguna aproximación: "En todo el país puede haber centenares. En el centro se estima que funcionan cerca de 200".
Pero no todo termina ahí. Cada mayorista tiene su red de comercialización y, a su vez, cada cueva puede tener varias oficinas. "Es imposible saber cuántos son los mayoristas del billete, pero más o menos se estima que cada uno abastece a unas 10 cuevas, que a su vez pueden tener decenas de arbolitos para el menudeo", dice el fiscal.
Los arbolitos también varían según el día. Por Florida, vidriera principal de las ofertas del blue, en horas de mucho movimiento suele haber entre cinco y diez por cuadra, que luego se ramifican en las calles laterales, especialmente en Corrientes y Lavalle.
El miércoles pasado, de las 12 a las 14.30, LA NACION contó 134. El jueves, día en el que se anunciaban operativos policiales, el número había bajado notablemente: 57 personas gritaban "cambio, cambio" en el mismo recorrido.
Las llamadas "razias de arbolitos" están bajo la lupa de los jueces. "Nos sacan los billetes que tenemos y el celular. Eso es todo. Al otro día, un nuevo celular y a trabajar de vuelta", contó un arbolito a LA NACION. No hay sumarios, ni actas, ni se inicia una causa. Los dólares cambian de bolsillos y los teléfonos se reducen también en el mercado negro.
"Las requisas son para ahuyentar a los que venden. A los arbolitos los vemos todos los días; con ellos no pasa nada", dice un policía que custodia la zona.
La connivencia entre ambos ha llegado a tal punto que ya se analiza reemplazar a la Policía Federal como auxiliar de la Justicia: se piensa en la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), una fuerza que, dicen, no tiene lazos con los cambistas del microcentro.
Dentro de ese mundo de millones informales convive de todo. El cepo cambiario, sindicado por los operadores como el principal responsable de esa mercado subterráneo, genera una brecha entre la restringida moneda oficial y la informal. "Y cuando hay brecha entre uno y otro, hay negocio para todos", dice Miguel Ángel Boggiano.
LA RUEDA DEL NEGOCIO
Lo primero que sucede es que la demanda de dólares oficiales aumenta al máximo posible. Esos billetes de mesa de saldo son los primeros que nutren los mercados informales. La ecuación es tan simple que asusta. Cobrar el sueldo, pedir autorización a la AFIP (hasta 20% del ingreso mensual), comprar los dólares (para retirar físicamente del banco tienen un precio de alrededor de 10,50 pesos), hablar con un arbolito y venderlo en el mercado informal a 15,50. Al final de ese camino corto y fácil espera una ganancia de 50 por ciento.
"Son muchos los que hacen esta operación", dice Boggiano. El primer día de octubre se autorizaron compras en la AFIP por 74 millones de dólares, y en todo septiembre, por 379 millones, lejos, muy lejos de aquellos 205 millones que se despacharon en julio, el último mes antes del default de los bonos argentinos en Nueva York.
Un estudio de Empiria Consultores demuestra que cuando la brecha aumentó, la demanda de dólar ahorro también aumentó. "El 90 por ciento de las compras se retiran en efectivo [pagan el 20 por ciento de adelanto de Ganancias] y no quedan depositadas por un año en los bancos. Gran parte alimenta el blue", señala el estudio.
En la Argentina actual, no son muchos los que tienen una capacidad de ahorro del 20 por ciento de su ingreso. Por lo tanto, se presume que el goteo de estos dólares al mercado negro es masivo. Si la mitad de los que compraron el 1° de octubre se hubiese pasado al blue (37 millones de dólares), los cambistas se habrían llevado una ganancia de 18,5 millones de pesos por comprar a un valor y venderlo 50 centavos más caro.
Las ramas de los arbolitos de menudeo se extienden mucho más arriba en el mundo de los negocios. Allí hay una comunidad sofisticada, avezada en los números y capaz de contar millones en minutos.
Allí rigen otros términos. Contado con liqui, subfacturación, "dejai" (por la Declaración Jurada Adelantada de Importaciones) y, desde hace pocas semanas, "calendarizar" (informar al Banco Central el calendario de exportaciones e importaciones de una empresa para prever el movimiento de divisas) .
Es miércoles 1° de mes y en la City se da por hecha la salida del entonces presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega. En unas oficinas ubicadas muy cerca del BCRA, un operador cambiario se despatarra en su despacho. "No se puede hablar más por teléfono. Nos tienen controlados", dice el hombre, de impecable corbata y puños blancos, que a diario opera en el mercado local.
"Todo cambió. ¿Te acordás cuando las fotos de los diarios eran las pizarras con la cotización? Eso no es referencia de nada. ¿Sabés por dónde pasa todo? Por acá. San WhatsApp. ¡No te mueras nunca, WhatsApp! Es segurísimo. Vos borrás y se borra. Antes esto era un quilombo. Teléfonos, computadoras, mails... Ahora, nada; un celular y listo."
Y entonces explica que usan iPhone por una simple razón: existen teclados que se conectan por Bluetooth. "No podés contestar todo con los pulgares. Con estos teclados operás perfecto y por dos mangos. Hacés grupos y se notifican todos a la vez. Entre los muchachos de logística tenemos un grupo que se llama AngryBirds, como los pajaritos que revientan chanchos", cuenta.
Él opera en otro mercado, donde se compran y venden cifras de cinco ceros, como le gusta decir. "Cuatro ceros, sólo para algún favor a un amigo."
Ahí no hay menudeo. El vaso comunicante entre un mercado y otro es el contado con liquidación y alguna operación de viejos exportadores. "Vos exportás un producto que sale 10 dólares y lo facturás a 8. Ojo, no te podés ir muy abajo porque hay valores de referencia de Aduana. Pero ponele que lo bajás un 20 por ciento. Vos liquidás expo por 8 y los dos dólares restantes son depositados afuera por el comprador en una cuenta a tu nombre", explica.
Dice que, no por vieja, la maniobra es efectiva y que muchas veces el dinero no ingresa en el país, sino que lo colocan contra alguien que quiere sacar dólares afuera. Y luego advierte: "Cuidado, que si ponés quién soy somos boleta los dos".
El otro gran proveedor de las góndolas del dólar blue es el ya célebre contado con liqui. No es casualidad que la presidenta Cristina Kirchner apunte ahí. Esta operatoria es mucho más sofisticada y, además, es legal.
"Tiene regulaciones como para que no sea tan fácil operar, como plazos para conservar los bonos, restricciones de montos a los bancos y pedidos de explicaciones para los que operan mucho", señalan en Empiria. Consiste en comprar bonos o acciones -que sean transferibles al exterior- en la Argentina y pagarlos en pesos. Después de 72 horas se transfieren al exterior y se venden afuera contra dólares (también existe la operación inversa).
El precio de este mercado se da por la compra y la venta de los papeles en los diferentes mercados. Para operar, además del dinero en blanco hay que tener una cuenta con un agente de bolsa, que además haga las transacciones, y otra cuenta en el exterior.
El operador embelesado por el WhatsApp cuenta que ellos no operan el contado con liqui. "Ésa es una operación legal que se hace con agentes de bolsa. Nosotros después disponemos de los dólares que quedan depositados."
Un asesor financiero de muchísimas empresas de primera línea apunta que esas transacciones las pueden hacer empresas que a diario manejan un flujo de caja muy grande. "Hay compañías que tienen acuerdos con bancos para depositar una determinada cantidad de millones de pesos por día, según el volumen de sus operaciones. Entonces, depositan, compran contado con liqui, sacan dólares y los entregan a cambistas que trabajan con ellos."
Luego, la ganancia en pesos se disimula en los flujos. "Cerca de fin de año, cuando hay que cerrar los balances, se arregla de alguna manera."
Varios operadores consultados coincidieron: para sacar dólares del contado con liqui al mercado blue hay que tener una operación genuina detrás. Ésa es la manera de que no se genere uno de los temidos ROS (Reporte de Operación Sospechosa) que emite la Unidad de Información Financiera.
DE ARMAS LLEVAR
El contado con liqui es, según todos los operadores consultados, el principal proveedor de billetes físicos en el mundo del blue. "Es la operación más común. Y justamente es el que sirve como referencia para el dólar blue", sostiene un importante asesor de empresas.
Otro encuentro con el operador del WhatsApp, que seguía dispuesto a hablar sobre el grupo de los "AngryBirds". "Los muchachos laburan bien. Son los que reparten. ¿O vos te creés que un tipo que tiene que comprar 100.000 dólares se viene a esta oficina con 150 fajos de billetes de 100 pesos? Es una barbaridad. Los Angry le llevan los dólares y vuelven con los pesos a nuestro edificio, que tiene cochera y un ascensor que llega al subsuelo. Eso es fundamental: bajás del auto, dos pasos, ascensor y derecho a la oficina."¿En qué se mueven por el microcentro? El operador se ríe. "¿Qué querés, que te diga la patente? Usan autos comunes, no muy lujosos, con un buen polarizado. ¿Sabés que estamos probando para algunos lugares? Ciclomotores como los que reparten pizza. ¿Quién se va a afanar un delivery?"
Última pregunta: ¿llevan armas? Contesta: "Es mucha guita. Hay que defenderla".
La Nación - 6 de octubre de 2014