“En el establishment brasileño hay un pragmatismo que lo induce a 'olvidar' las cuestiones ideológicas”

Eleonora Gosman


Especializado en políticas públicas y económicas, con paso por la función pública, Paulo Kliass descarta que el establishment brasileño intente obstaculizar un regreso de Lula a la presidencia. "Saben que los riesgos del impacto en sus ganancias de una crisis institucional son mayores que la vuelta de un candidato a quien conocen", sostiene. Con todo, advierte que el líder del PT podría encontrar un Brasil "muy diferente" al de su experiencia de 2003, sin un boom de los commodities.

Paulo Kliass es un economista especializado en políticas públicas y económicas, que actuó en esa área del gobierno federal en Brasilia. Tal como él mismo define: “Di la vuelta entera alrededor de la explanada de los ministerios˝, en referencia a la avenida central de Brasilia donde se erigen todos los edificios ministeriales.

Para Kliass la gran pregunta del momento es “si vamos a tener elecciones”. En su relato, no es posible sustraerse de “las tentativas golpistas de Bolsonaro y de quienes están en su entorno”. Advierte que “no es fácil imaginar que el actual presidente y los suyos perderán las elecciones en octubre y pasarán sin más el poder; de modo que todo seguirá en la normalidad democrática como ocurrió entre 2002 y 2003”. Kliass recuerda que la transferencia presidencial de Fernando Henrique Cardoso para “fue tranquila, bien civilizada”.

El economista subraya que las condiciones internacionales y domésticas actuales son bien distintas a las de aquél período. “Vamos a encontrar en 2023 un Brasil muy diferente. Si se comparan ambas situaciones, uno observa que aquello que facilitó el primer mandato de Lula y una parte del segundo, fue lo que en términos políticos hablamos de un proceso win-win, en la que todos ganan”. Sostiene que entonces había una situación internacional que le permitió al gobierno lulista aprovechar el boom de las commodities: “Coincidió con un auge de los precios de los productos que exportaba Brasil. Prosperaba el agronegocio, y el país se consolidaba como exportador de soja, azúcar y todo tipo de carnes, como también de minerales”. Al favorecer un despliegue de la actividad económica “eso repercute en ingresos para el gobierno a través de los impuestos. Y de este modo, consiguió una caja suficiente importante como para llevar adelante los proyectos sociales”.

Usted menciona que en 2003 hubo una transición tranquila de Fernando Henrique Cardoso a Lula. Sin embargo, en aquella época hubo turbulencias con el dólar y fuga de  capitales.

Es verdad. Por un lado Lula inició su gobierno con un boom de las precios de las commodities. Pero tenía al mismo tiempo la necesidad de recuperar el stock de dólares en el Banco Central. Fue lo que él hizo y de esa manera estabilizó la economía. Desde luego, 2002 fue un año con una tasa de interés muy elevada que respondía a los intereses del mercado financiero. Este sector temía que una eventual victoria del Partido de los Trabajadores significara una ruptura. Pero sobredimensionaron los riesgos. Ellos apostaron a la victoria de José Serra, del Partido Social Demócrata de Brasil (PSDB) e hicieron todo lo que estaba a su alcance para tornar inviable la candidatura de Lula. Hubo una presión fuerte del mercado financiero y el precio del dólar se descontroló;  decían que Brasil iba a quebrar. Pero nada de todo eso sucedió. Lula percibió rápidamente, en medio de la campaña, lo que vendría y le salió al cruce con la Carta al Pueblo Brasileño, donde les garantizó que los compromisos serían honrados. Convocó entonces a Henrique Meirelles, que venía de ocupar en Londres la presidencia mundial del Banco de Boston. Lula lo designó para dirigir el Banco Central y le dio autonomía. Consiguió así reducir la especulación en el mercado de cambios, y se produjo el retorno de los capitales, atraídos por nuevas posibilidades de ganancias. Por un lado, su gobierno cumplió con su preocupación social, pero por el otro respetó estrictamente la política de “win-win” (todos ganan), es decir, atendió los reclamos del sistema financiero.

 ¿Es posible que con Lula haya existido un drenaje de recursos a favor del sistema financiero mayor que a los sectores populares?

En el primer gobierno de Lula hubo una abundancia que le permitió aumentar los gastos de salud y educación, además de montar el “bolsa familia” que fue un excelente programa innovador; también llevó adelante el proyecto de agricultura familiar. Pero al mismo tiempo, aumentaron proporcionalmente mucho más los recursos para el tope de la pirámide de riquezas. Hubo de alguna manera una priorización del sistema financiero.

Si usted compara la situación actual con la de aquel momento ¿cree posible una recuperación importante y más o menos rápida de la economía, como en el lapso 2003-2010?

No. Entre otras cosas porque no hay ninguna previsión en la recuperación de los precios de las commodities, no al menos en los niveles alcanzados en aquel momento. Pueden aumentar un poco dado que están relativamente bajos, pero no habrá un boom. Esto puede dificultar un escenario en el que sea factible arbitrar los recursos, entre las políticas sociales y los beneficios al mercado financiero.

Al convocar al ex gobernador Geraldo Alckmin para que lo acompañe como vicepresidente ¿el objetivo de Lula es calmar al mercado financiero?

Lula comprende que ya no consigue hacer el juego de su primer y segundo gobierno: el de “win-win”. De las pocas veces que conversé con él, y de la lectura de sus intervenciones, puedo sí decir que él tiene una percepción precisa de cómo será el escenario en el que deberá actuar; Lula es un intelectual con muchísimos conocimientos. En los 8 años que pasó en el Palacio del Planalto enfrentó numerosas turbulencias y acompañó, además, la crisis en el segundo gobierno de Dilma. Sabe muy bien cuál es la opción política que deberá tomar. Y mi impresión es que él quiere dejar una marca en la historia brasileña, de modo que un tercer mandato suyo deberá ser mejor que los dos primeros, y eso significa que deberá atender los intereses de la mayoría del pueblo.

Uno podría imaginar que hay sectores del establishment que hoy respaldan la vuelta de Lula. Además, los principales partidos de centro-derecha, que se autodefinen como “partidos de gobierno”, ya demuestran interés en reacomodarse ante una perspectiva de triunfo del ex presidente.

Mire, es claro que el establishment no quiere tener un gobierno con orientación más hacia la izquierda. Y ellos saben perfectamente que Lula no irá a implantar ningún tipo de comunismo. También entrevén que pueden seguir ganando mucho dinero. El establishment desde luego quiere ganar dinero y prefiere un gobierno políticamente conservador que lo defienda. Pero frente a un gobierno más hacia la izquierda como el de Lula entre 2003-2010, o como fueron los laboristas en Inglaterra y como son los socialistas en España, el establishment no querrá una complicación institucional que no les será favorable. Pero el atraso de las clases dominantes brasileñas es muy fuerte. Ellas apoyaron el impeachment a Dilma Rousseff (en 2016) y en 2018 fueron ganadas por Bolsonaro. Y en estas elecciones apostaron a la tercera vía, que debería quebrar la polarización entre el presidente y Lula. Entre los candidatos se destacan el ex juez Sergio Moro y el gobernador de San Pablo Joao Doria. Lo cierto es que ninguno de ellos consigue despegar, ni políticamente ni electoralmente. Sin embargo debemos tener cautela, porque en Brasil 10 meses es una eternidad y puede ocurrir cualquier cosa. Pero la tendencia dominante es al triunfo de Lula.

Cuando usted dice que todo puede suceder ¿significa que podría no llegarse a las elecciones?

No es una hipótesis que se pueda descartar. Bolsonaro montó un sistema de milicias, con el apoyo de los sectores extremistas que se han mostrado muy beligerantes. También hay una camada de militares que ocupan puestos claves en las Fuerzas Armadas y que podrían tener intenciones golpistas. Tal vez, puede alimentarse una beligerancia al estilo de Donald Trump. Lo que veo es que la tercera vía no parece viable electoralmente. Luego, me pregunto entonces si aquellos que articularon el envío de Lula a prisión en 2018 hoy quieren a Lula de vuelta. El riesgo de ruptura siempre existe. Otra alternativa es hacer algo semejante a lo de Donald Trump con la invasión al Capitolio. ¿Qué papel jugará en ese caso el establishment, tanto político como económico? Lo que uno consigue visualizar es que difícilmente se entre en una aventura como ocurrió en 2018. Estas clases percibieron que los riesgos del impacto en sus ganancias de una crisis institucional son mayores que la vuelta de un candidato a quien conocen. Hay un pragmatismo que las induce a “olvidar” las cuestiones ideológicas. En cuanto a los partidos de centro-derecha, con presencia parlamentaria importante, saben que aventura golpista cerrará el Congreso y ellos saldrán perjudicados. Y como dependen mucho de las enmiendas parlamentarias del gobierno federal (partidas presupuestarias que recibe, por ley, cada legislador), como ocurrió con Fernando Henrique Cardoso, con Lula da Silva y hasta con Michel Temer, cuando entre el nuevo gobierno serán parte de él, y muchos serán llamados a ocupar ministerios. También por eso, una ruptura institucional es problemática.

¿Usted cree que Bolsonaro puede recuperarse y hasta ganar las elecciones?

Sí, puede. Solo que el tiempo de la economía está trabajando contra el tiempo de la política, porque en 9 meses tendremos la primera vuelta. El programa “Auxilio Brasil” no creo que tenga efecto en cuanto a revertir la caída de popularidad que experimenta. Y a medida que el debate político avance, Bolsonaro deberá sufrir la comparación de sus cuatro años como presidente, frente a los exitosos ocho años de Lula. Bolsonaro siempre estuvo en contra del bolsa familia. Pero precisaba presentar algún resultado y tomó ese programa y lo renombró, para que llevara su nombre.

En cuanto a la cuestión ambiental. ¿cuál cree que sería la política de Lula , en vista de las demandas de la Unión Europea y Estados Unidos en relación al Amazonas?

No hay dudas que es preciso hacer el deber de casa y creo que Lula estaba interesado en atraer a Marina Silva para un próximo gobierno. Sin duda, en un gobierno de Lula no habrá ese descalabro que se observa ahora con Bolsonaro. El presidente prefirió atender las demandas de su base y hoy no hay fiscalización del Instituto Brasileño de Medio Ambiente (IBAMA) de incendios ni deforestaciones en la selva. Bolsonaro dio un apoyo notable para aquellos sectores del agronegocio menos modernizados, más tacaño que refleja una visión de país como un lugar para extracción de corto plazo. Eso va a modificarse, pero el peso del agronegocio va a continuar con un futuro gobierno por su importancia en la balanza comercial

¿Como visualiza la política externa en un tercer mandato de Lula?

Creo que hará un gran cambio en relación a estos cuatro años de Bolsonaro, en que Brasil se convirtió en un paria totalmente aislado. Ahora ni siquiera cuenta con Estados Unidos, como en la época de Trump. Lula intentará recuperar espacios perdidos y debemos decir, es muy hábil en ese terreno. Desde luego, contará con algo a favor que es Joe Biden en la Casa Blanca. Pero no debemos olvidar que él es el presidente de una de las mayores potencias del mundo, con un pasado intervencionista y que hace de todo por defender sus intereses. Por el perfil de Lula no tengo dudas que también serán modificadas las relaciones con China, que se volverán más tranquilas y sin ese extremismo ideológico bolsonarista. No sé si Brasil conseguirá tener el protagonismo de antes, pero el mundo percibe que Bolsonaro fue un punto fuera de la curva de la diplomacia brasileña.

 

elDiarioAR - 31 de enero de 2022

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