Entrevista a Carolina Scotto. “Intentamos expresar la necesidad de cambios profundos en la Universidad”
- De los casi cuatrocientos años de historia de esta Casa de Estudios, ¿cuáles son los momentos, valores y principios que pueden resignificar el presente de la UNC?
Son muchos los acontecimientos que marcaron positivamente la historia de nuestra universidad. Algunos son constitutivos de la historia de la universidad pública argentina, otros han marcado esta identidad compleja que hoy singulariza a la UNC. Sin dudas su nacimiento en el siglo XVII, ligada al proyecto cultural y estratégico de los jesuitas marca el inicio de una larga historia intelectual e institucional, que tiene un punto de inflexión, o mejor, uno de sus hitos más significativos, en la rebelión estudiantil de la Reforma de principios de siglo, que dejó un legado más que vigente, yo diría esencial: espíritu crítico, apertura a la sociedad, calidad académica, y la visión de la universidad como un espacio público en el que no pueden tener lugar privilegios de ningún tipo. En tiempos más recientes, la lenta y dificultosa recuperación de la vida democrática en la universidad, después de la tragedia de la dictadura, marcó el inicio de una etapa llena de altibajos, algunos logros y grandes retrocesos. En mi opinión, esta etapa iniciada en 1983 nos pone hoy, no sólo en el desafío de contribuir activa y positivamente a una más plena recuperación de la autonomía sino en el más acuciante y postergado desafío de contribuir a la recuperación de los lazos sociales, los proyectos colectivos y la ciudadanía de la comunidad en su conjunto. La Universidad hoy tiene que mirar con menos indiferencia los problemas comunes y aportar, dentro de sus propios marcos y objetivos institucionales, a su mejor comprensión y solución.
- ¿Cuáles son las representaciones, los sentidos y las implicancias de ser "la primera mujer" que llega a ser rectora de la UNC?
Si la Asamblea Universitaria elige a una rectora y no a un rector para una institución en tantos aspectos tan tradicional como lo es la UNC, es probable que ese hecho tenga además de un contenido simbólico en sí mismo, y positivo, un efecto real sobre la situación de muchas otras mujeres que en ámbitos aún más hostiles o más cargados de prejuicios, soportan condiciones muy exigentes para llevar adelante su trabajo y, que sin embargo, dan sobradas pruebas de su capacidad para comprender la complejidad de los problemas y también para tomar decisiones no sólo inteligentes y oportunas, sino además creativas y valientes. En nuestro grupo, nos tocó a las tres decanas aglutinar una posición crítica y opositora, soportando condiciones políticamente muy adversas, con una decisión sostenida y una actividad muy intensa. La presencia activa de las mujeres, de las muchas mujeres que en estos años han trabajado de manera comprometida en la construcción de esta propuesta, ha dejado una fuerte impronta en nuestro grupo.
- Desde tu ingreso a la UNC, recorriste diferentes espacios y participaste en distintas instancias de la vida universitaria, ¿cuáles recordás como claves?
Las oportunidades de participación política en la universidad pública, desde la recuperación democrática, son muchas; a veces muy eventuales, a veces más perdurables. De todas las que he vivido, he aprendido mucho y sigo aprendiendo, especialmente de las funciones en los cargos electivos que desempeñé, por el esfuerzo constante que significa mantener y revitalizar el contenido de representación del que nacen esas funciones . Uno tiene que aprender a escuchar y a debatir cada vez mejor, e incluso a resignar ideas que uno considera muy buenas, en virtud de una valoración de las prioridades y de los diversos puntos de vista. También uno tiene que aprender a tomar decisiones, intentando el mayor beneficio general, y evitando la desnaturalización de los objetivos trazados, así como minimizar los riesgos que esas decisiones puedan suponer. Es un ejercicio tanto teórico como práctico muy complejo e inestable, pero también fascinante y delicado, porque esencialmente se trata de mantener cierto tipo de relaciones humanas, entre personas y grupos, con distintos intereses, perspectivas, sensibilidad, prejuicios y temores, para intentar llevar adelante objetivos comunes. Si uno entiende así la actividad política, como una responsabilidad social compartida, entonces tiene sentido poner esfuerzos en esa dirección, y no solamente en el trabajo estrictamente académico.
- La fuerza política que impulsa tu candidatura irrumpe en el escenario de la UNC con una propuesta de cambio y de quiebre con "lo viejo". ¿Qué concepciones, qué practicas, qué fines marcan la llegada de "lo nuevo"?
Sin dudas, intentamos expresar la necesidad de cambios profundos en la Universidad, tanto en ciertos mecanismos y normas que rigen la vida institucional, como, sobre todo, en el trabajo efectivo de todos los días, en las prácticas y estilos de gestión. Los vicios de la vieja política han deteriorado enormemente la capacidad de la universidad para desarrollar políticas serias y sostenidas, para tomar iniciativas creativas y ambiciosas, e incluso para solucionar los múltiples problemas y conflictos cotidianos de la vida académica. Se necesita una gestión, en todos los niveles de responsabilidad, que sea transparente, democrática y llena de propuestas, con apertura para el debate, respetuosa de la diversidad de perspectivas y también capaz de acordar y decidir, de forma clara y ágil. Todas las transformaciones sustantivas que podamos hacer dependerán de estas primeras transformaciones en la manera de hacer las cosas.
- ¿Cuál debería ser el rol de la universidad en el modelo de país que se proyecta hoy desde el gobierno nacional?
La universidad, como una institución educativa pública, tiene un fin social mayor, la formación de ciudadanos plenos, capaces y autónomos, creativos y críticos. Por esta razón básica, no puede estar ausente de la vida social, política y cultural del país, y de nuestra región en especial. Nuestros objetivos específicos nos colocan además en posición de contribuir activamente a la mejor comprensión de los problemas, y en este sentido, nuestros vínculos no deben ser sólo con los organismos públicos de gobierno, sino también con otras organizaciones y expresiones sociales, en tanto podamos acordar en estrategias, programas de trabajo y actividades concretas, que potencien la capacidad transformadora de la universidad. Para ello, tenemos que adecuar algunas estructuras de funcionamiento que nos hacen muy lentos y prejuiciosos pero sobre todo, tenemos que convocar ampliamente a profesores, investigadores, empleados, graduados y estudiantes, para que sus capacidades e iniciativas tengan un cauce adecuado y un estímulo oportuno. Hay mucha gente en la universidad con vocación de servicio y deseos y capacidad para hacer muchas cosas, pero no han percibido, en estos años, que hubiera condiciones para llevar adelante iniciativas de este tipo. Esperamos, en este aspecto, cambiar sustancialmente la manera de entender las relaciones de la universidad con la sociedad.
Fuente: Revista Al Filo – diciembre 2006 – año 2 - número 14 - Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad Nacional de Córdoba.
Fotografía: Pablo Dagassan