FAO: Conferencia de Alto Nivel sobre la Seguridad Alimentaria Mundial / Jacques Diouf*
Discurso completo de Jacques Diouf
Señor Presidente de la República Italiana,
Señoras y Señores Jefes de Estado y de Gobierno,
Señor Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas,
Señoras y Señores Ministros y Jefes de Delegación,
Excelencias, Señoras y Señores:
Estamos aquí reunidos en Roma, la Ciudad Eterna, para lo que es de
jure una Conferencia de Alto Nivel y se ha transformado de facto en
una Cumbre. Se trata, de hecho, de hacer frente a una crisis
alimentaria mundial que recientemente ha tenido trágicas
consecuencias sociales y políticas en varios continentes, con tumultos
y muertos, capaces de poner en peligro la paz y la seguridad del
mundo.
Y sin embargo, estos tristes acontecimientos no son más que la
crónica de una catástrofe anunciada. En 1996, en esta misma sala, 112
Jefes de Estado y de Gobierno y los representantes de 186 Miembros
de esta Organización se habían comprometido solemnemente a reducir
a la mitad, para el año 2015, el número de personas aquejadas por el
hambre en todo el mundo y habían aprobado un programa para
alcanzar ese objetivo. No obstante, ya en 2002 nos vimos obligados a
convocar una segunda cumbre mundial para llamar la atención de la
comunidad internacional sobre el hecho de que los recursos que
debían financiar los programas agrícolas de los países en desarrollo se
estaban reduciendo en lugar de aumentar. De acuerdo con las
tendencias observadas, el objetivo de la Cumbre no se alcanzaría en
2015 sino en 2150. Para esta reunión se había preparado, por tanto, un
“programa contra el hambre” cuyas necesidades de financiación se
estimaban en 24 000 millones de dólares por año.
Hoy en día los hechos hablan por sí solos: la ayuda otorgada a la
agricultura en el ámbito del desarrollo pasó de 8 000 millones de
dólares (usando como base el año 2004) en 1984 a 3 400 millones de
dólares en 2004, lo que representa en cifras reales una reducción de
58 %. En porcentaje, durante el mismo período, disminuyó la
proporción de la ayuda pública al desarrollo correspondiente a la
agricultura, que pasó del 17 % en 1980 al 3 % en 2006. En los
presupuestos de las instituciones financieras internacionales se
registró una drástica reducción de los fondos destinados a las
actividades que constituyen el principal medio de vida del 70 % de los
pobres del mundo. En un caso revelador, el porcentaje de la cartera de
préstamos asignado a la agricultura por una institución pasó del 33 %
en 1979 al 1 % en 2007.
Es preciso reconocer que, sin embargo, los países en desarrollo, en
cooperación con la FAO, han elaborado políticas, estrategias y
programas que, de haber contado con financiación apropiada, hubieran
permitido garantizar la seguridad alimentaria en el mundo.
Lo que se necesita, en concreto, es duplicar la producción alimentaria
del mundo, para poder alimentar a una población mundial que hoy se
eleva a 6 000 millones de habitantes y que llegará a 9 000 millones
para 2050.
Así pues, en diciembre de 2001 se celebró en Roma una reunión de
expertos africanos; los Ministros de sus países se encontraron más
tarde en la Conferencia Regional de la FAO celebrada en El Cairo en
febrero de 2002 y luego en Maputo, en julio de 2003, inmediatamente
antes de la Cumbre de la Unión Africana. En esa oportunidad los Jefes
de Estado y de Gobierno aprobaron el Programa general para el
desarrollo de la agricultura en África (CAADP) y sus documentos
complementarios preparados con el apoyo de la FAO. El Programa
requería una inversión de 25 000 millones de dólares por año para
fomentar la regulación del agua, las infraestructuras y la capacidad de
comercialización, el incremento de la producción vegetal y la
reducción del hambre, la investigación agrícola y la divulgación de
tecnología, la producción animal, la silvicultura, la pesca y la
acuicultura.
En este contexto, 51 países africanos han formulado, en colaboración
con la FAO, programas de inversión nacional a medio plazo y perfiles
de proyectos de inversión financiables.
Las uniones económicas regionales UEMAO, CEDEAO, CEMAC,
CEAC, SADEC, COMESA, IGAD y UMA también elaboraron, en
cooperación con la FAO, programas regionales de seguridad
alimentaria. Estos programas ponen el acento en el comercio
intrarregional y en las normas sanitarias y fitosanitarias de la OMC
basadas en las reglas establecidas por la FAO y la OMS para la
protección de los consumidores en el marco del Codex Alimentarius y
de la Comisión Internacional de Protección Fitosanitaria.
Tras la ejecución de las fases experimentales de los programas
nacionales y regionales de seguridad alimentaria en los países del
CARICOM, en América Central y del Sur, la Cumbre Iberoamericana
también aprobó en Montevideo, Uruguay, en noviembre de 2006, la
iniciativa “América Latina y el Caribe sin hambre 2025”.
Asimismo se elaboraron programas regionales análogos, en
colaboración con la FAO, en Europa Oriental y Asia Central, para
Cooperación Económica del Mar Negro y la Organización de
Cooperación Económica.
En definitiva, ya disponemos de numerosos planes, programas y
proyectos para abordar el problema de la inseguridad alimentaria, si
bien es cierto que pueden mejorarse y actualizarse.
Sin embargo, por desgracia la comunidad internacional sólo reacciona
cuando los medios de información hacen llegar a los hogares de los
países más opulentos el doloroso espectáculo de los que sufren en el
mundo.
A partir de las estadísticas agrícolas mundiales y de las proyecciones
que la FAO tiene la responsabilidad de preparar, desde el pasado mes
de septiembre vengo llamando la atención de la opinión pública sobre
el riesgo de conflictos sociales y políticos provocados por el hambre.
El 17 de diciembre de 2007, para evitar que la campaña agrícola de
2008 se viera afectada, hice un llamamiento para que se movilizaran
1 700 millones de dólares no reembolsables a fin de que los
agricultores de los países pobres pudieran estar en condiciones de
acceder a los fertilizantes, las semillas y los alimentos para el sector
pecuario, cuyos precios han aumentado respectivamente en un 98 %,
un 72 % y un 60 %. Nada de esto tuvo efecto, a pesar de la gran
difusión en la prensa y de las cartas enviadas tanto a los Estados
Miembros como a las instituciones financieras. Unos pocos países
dieron su apoyo inmediato a la producción agrícola; a ellos deseo
expresar hoy mi reconocimiento.
En realidad, sólo cuando los indigentes, los excluidos del banquete de
los ricos, salieron a la calle a manifestar su indignación y su
desesperación, surgieron las primeras reacciones en favor de la ayuda
alimentaria.
Señor Presidente,
Excelencias, Señoras y Señores,
Las causas y las consecuencias de la crisis actual ya se han explicado
suficientemente; no voy a volver una vez más a ellas.
Lo importante, hoy, es saber que ya no queda tiempo para las
palabras: ha llegado el momento de la acción.
El Secretario General de las Naciones Unidas ha establecido y preside
el Grupo de Acción del sistema de las Naciones Unidas, las
instituciones de Bretton Woods y otras organizaciones internacionales
que se encargan de la respuesta coordinada a la crisis alimentaria. Ha
tenido a bien designar al Director General de la FAO para ocupar el
cargo de Vicepresidente del Grupo. Quisiera aprovechar la solemne
oportunidad que hoy se me ofrece para expresarle mi más profunda
gratitud por la confianza que me ha demostrado.
El Marco de acción general preparado por este Grupo proporciona una
orientación respecto de las necesidades, que se precisarán mejor país
por país, mediante el trabajo sobre el terreno de los representantes
locales de la FAO, el PMA, el FIDA y el Banco Mundial, en
cooperación con los respectivos gobiernos. Por otra parte, el
Secretario General de las Naciones Unidas presentó a la prensa el 29
de abril, en Berna, el comunicado aprobado por la Junta de los Jefes
Ejecutivos del Sistema de las Naciones Unidas para la Coordinación
acerca de las necesidades inmediatas con miras a hacer frente a la
crisis alimentaria. Es necesario por tanto comenzar desde ahora a
movilizar recursos.
Sin duda alguna es urgente asegurar que se mantenga, a pesar del alza
de los precios, el volumen de las actividades de ayuda alimentaria que
benefician a 88 millones de personas. Debemos, pues, agradecer a los
países que con tanta generosidad han aportado sus contribuciones
financieras y han permitido reunir los 755 millones de dólares
solicitados para este fin.
Pero en el mundo hay 862 millones de personas que no tienen acceso
a alimentos suficientes. Esas personas necesitan mejorar sus
condiciones de vida con dignidad, trabajando con los recursos de la
época en que viven. Necesitan semillas de alto rendimiento,
fertilizantes, alimentos para el sector pecuario y otros insumos
modernos. No pueden seguir, como en la Edad Media, trabajando la
tierra con el sudor de su frente en condiciones azarosas, a merced de
los caprichos del clima. Por consiguiente, se necesitan inversiones en
las infraestructuras rurales, especialmente para el manejo del agua
mediante el riego y el drenaje ya que, por ejemplo, en el 96 % de las
tierras del África Subsahariana la producción depende de las
precipitaciones. Se precisan también instalaciones de almacenamiento
para evitar la pérdida de cosechas, que en ciertas explotaciones puede
llegar al 40 o 60 % . Por último, los caminos rurales son
indispensables a fin de que los agricultores puedan recibir los
modernos factores de producción necesarios y transportar sus
cosechas a los mercados nacionales y regionales a un costo
competitivo.
Señor Presidente,
Excelencias,
Señoras y Señores,
La crisis alimentaria actual va más allá de la dimensión humanitaria
tradicional, que tiene una base eminentemente ética. Esta vez, la crisis
afecta también a los países desarrollados. El alza de la inflación se
deriva, en un 40 a 50 %, del aumento de los precios de los alimentos.
Se trata, pues, de encontrar, en un contexto de crecimiento fuerte y
acelerado del producto interno bruto de los países emergentes,
soluciones globales y viables para reducir la brecha entre la oferta y la
demanda mundiales de productos alimentarios.
Si no tomamos rápidamente las valientes decisiones que las
circunstancias actuales imponen, las medidas restrictivas adoptadas
por los países productores para hacer frente a las necesidades de su
población, las repercusiones del cambio climático y la especulación en
el mercado de futuros pondrán al mundo en una situación peligrosa. A
pesar de la importancia de sus reservas monetarias, ciertos países
corren el riesgo de no encontrar alimentos para comprar.
La solución estructural al problema de la seguridad alimentaria en el
mundo reside en el aumento de la productividad y la producción de los
países de bajos ingresos y con déficit de alimentos. Esto comporta,
más allá de las medidas de asistencia para el desarrollo, la adopción de
soluciones innovadoras e imaginativas. Será necesario establecer
acuerdos de asociación entre los países que cuentan con recursos
financieros, capacidad de gestión y tecnología y aquellos que poseen
tierras, agua y recursos humanos. Sólo de esta forma se podrán
asegurar relaciones internacionales equilibradas y un desarrollo
agrícola sostenible.
Los desafíos del cambio climático, de la bioenergía, de las
enfermedades transfronterizas de las plantas y los animales, de los
precios de los productos agrícolas sólo podrán abordarse mediante un
diálogo franco, basado en un análisis objetivo que vaya más allá de los
intereses a corto plazo de las partes. En los próximos días, las mesas
redondas interactivas sobre estos temas y la información
proporcionada en las reuniones técnicas preparatorias ofrecerán un
marco de concertación apropiado a fin de alcanzar el consenso.
El compromiso con la verdad me obliga, no obstante, a señalar desde
ya algunos hechos concretos:
- Nadie entiende cómo es posible, en el marco de la lucha contra
el cambiamento climático, que se cree un mercado de emisiones de
carbono de 64 mil millones de dólares en los países desarrollados,
pero no se esté en condiciones de obtener financiación para evitar la
deforestación de 13 millones de hectáreas por año, sobre todo en los
países en desarrollo cuyos ecosistemas forestales tropicales sirven de
sumidero para 190 gigatoneladas de carbono por año.
- Nadie entiende que unas subvenciones de 11 000 a 12 000
millones de dólares en 2006, así como las políticas arancelarias
proteccionistas, hayan tenido el efecto de desviar del consumo
humano 100 millones de toneladas de cereales, en concreto para
aplacar la sed de combustible de los vehículos.
- Nadie entiende que en esta época de globalización del comercio,
y con la destacada excepción de la gripe aviar que amenaza con
provocar una calamidad humana, no se destinen inversiones
importantes a la lucha preventiva contra la enfermedad de Newcastle,
la fiebre aftosa, la fiebre del Valle del Rift, la perineumonía
contagiosa bovina, la peste de los pequeños rumiantes, la fiebre
catarral ovina, la peste porcina africana, la garrapata Amblyomma, el
gusano barrenador del ganado, pero tampoco contra la mosca de la
fruta y la roya negra del trigo, que desde 1999 se ha propagado desde
Uganda hasta Irán y podría llegar a la India, Pakistán y China y, por
último, contra la langosta del desierto, plaga que se conoce desde el
tiempo de los faraones.
Pero sobre todo, nadie entiende, en primer lugar, que en 2006 los
países de la OCDE hayan provocado la distorsión de los mercados
mundiales con 372 000 millones de dólares de subvenciones a sus
agriculturas; en segundo lugar, que en un solo país, el valor de los
alimentos desechados anuales se eleve a 100 000 millones de dólares
y que el consumo excesivo de las personas obesas cueste, cada año,
20 000 millones de dólares en todo el mundo, a lo que cabe sumar
unos costos indirectos de 100 000 millones de dólares de costos
indirectos resultantes de las muertes prematuras y las enfermedades
derivadas; nadie entiende, por último, que en 2006 se haya gastado 1
billón 204 mil millones de dólares en armamento.
La pregunta es cómo se explica, en estas circunstancias, a las personas
con sentido común y buena fe que no se puedan encontrar de 30 000
millones de dólares por año para asegurar a 862 millones de pobres la
satisfacción del derecho humanao más básico, el derecho a la
alimentación y, por tanto, a la vida. Son recursos de este orden de
magnitud los que permitirán descartar definitivamente el espectro de
los conflictos debidos a los alimentos que se perfilan en el horizonte.
El problema de la inseguridad alimentaria es, de hecho, de índole
política. Se trata de una cuestión de prioridades ante las necesidades
humanas más esenciales. Y la asignación de los recursos dependerá de
las decisiones que adopten los gobiernos.
Señor Presidente,
Excelencias,
Señoras y Señores,
Quisiera manifestar mi más sincero agradecimiento a los Jefes de
Estado y de Gobierno y a los demás participantes en esta Conferencia
que han recorrido miles de kilómetros para tratar de encontrar juntos,
con espíritu de solidaridad, las soluciones adecuadas para los
problemas de la seguridad alimentaria del mundo, en un marco
multilateral.
Deseo, por último, expresar mi infinito reconocimiento al Gobierno y
al pueblo italianos, que nunca han dejado de brindar su generosa
hospitalidad en los grandes momentos de la historia de la humanidad.
Muchas gracias por su amable atención.
*Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO)
Fuente: [color=336600]FAO – 03.05.2008[/color]
Ver en archivo adjunto trabajo de FAO: [b]"AUMENTO DE LOS PRECIOS DE LOS ALIMENTOS: HECHOS, PERSPECTIVAS, IMPACTO Y ACCIONES REQUERIDAS"[/b]