Los gritos de Alcorta
A continuación presentamos">http://www.iade.org.ar/modules/criticas/article.php?storyid=99]presentam... la Galera de Corrección publicada en Realidad Económia Nº268
Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano
Por Arturo Roig
En los comienzos de 2010, Celeste Plaza, editora de “Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano”1 me invitó a presentar esta magnífica obra de su abuelo, Arturo Roig. Esta solicitud me llenó de inquietud; cómo negarme a un pedido semejante y qué hacer para estar a la altura de las circunstancias. No soy filósofa, mis conocimientos de la historia de las ideas en América latina son más que modestos; no obstante no podía dejar de leer nuevamente el libro y poder lograr algún comentario desde, por qué no, mi propia experiencia contemporánea sobre la región. Además, cómo no aprovechar la oportunidad de expresar en público mi tremenda admiración por este inmenso intelectual, gran ser humano que había tenido la suerte de conocer a mediados de los ochenta. Cuando terminé la presentación Arturo Roig se acercó y me dijo muy conmovido “por qué quiere emocionarme tanto”.
Los gritos de Alcorta
El martes 25 de junio de 1912 en Alcorta y en las localidades vecinas de Bigand, Bombal, Máximo Paz y Carreras –en la zona maicera santafesina– los agricultores declararon una huelga que se convirtió en la primera gran protesta agraria de la Argentina. Fue protagonizada fundamentalmente por inmigrantes europeos, en su mayoría italianos, parte de los más de 3 millones llegados a partir de 1880 a un país cuyos gobernantes les prometían un lugar justo en su sociedad.
El trabajo tesonero de esos chacareros contribuyó, en gran medida, a ampliar la frontera agrícola hasta hacerla casi diez veces mayor sin que su esfuerzo les permitiera acceder a la propiedad de la tierra. Para ellos «la tierra para quien la trabaja» no pasaba de ser una cada vez más lejana aspiración. La propiedad estaba en manos de la oligarquía terrateniente que se la fue apropiando desde el fin de las guerras de la independencia hasta el reparto que derivó de la Conquista del desierto. En realidad, del despojo a los verdaderos y ancestrales dueños de la tierra.